La sexista historia de la aviadora más famosa de los años 30
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Identidad

La sexista historia de la aviadora más famosa de los años 30

El legado de Jean Batten, la más destacada piloto de su era, fue enturbiado solo porque era una mujer.

La neozelandesa Jean Batten fue la aviadora más célebre de la década de 1930. Apodada como "La Garbo de los cielos" por su glamour, digno de una estrella de cine, apareció en las portadas de los periódicos de todo el mundo y atrajo multitudes de adoradores allá donde fue. Y sin duda merecía tales honores: en 1935 compartió con Amelia Earhart el Trofeo Internacional Harmon por "el más destacado vuelo llevado a cabo por una mujer" y volvió a obtenerlo dos veces más, en 1936 y en 1937. Además, pulverizó el récord de Amy Johnson cuando voló desde Inglaterra hasta Australia sacándole cuatro días de ventaja.

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Nadie quería que continuara porque batiría un récord que no había sido conseguido por ningún hombre

Pero lo que Batten deseaba era batir récords absolutos, no récords de mujeres. Y lo consiguió a los 26 años de edad con su más destacado vuelo: en 1936 se convirtió en la primera persona en volar desde Inglaterra hasta Nueva Zelanda, "de uno a otro extremo del Imperio", completando el viaje en 11 días y 45 minutos. Empleando únicamente una brújula, mapas y un reloj, fue una extraordinaria gesta de navegación y resistencia física y mental. Batten recibió el más grande honor de la aviación, la medalla de la Fédération Aéronautique Internationale, en 1938.

En su tierra natal sí se sabe de sus logros. Más o menos. Pero allí tienen casi las mismas probabilidades de asociar su nombre con una conflictiva e interesada mujer que vivía confinada en el más absoluto aislamiento, que encadenaba un fallido romance tras otro y que mantenía una relación con su madre tan íntima que rozaba lo antinatural. Según sabemos, Batten murió sola como consecuencia de la mordida de un perro en un modesto apartahotel de Palma de Mallorca.

Pero si Batten hubiera sido un hombre, su lugar en la historia de la nación sería recordado de un modo completamente diferente, afirma Katie Pickles, profesora de historia en la Universidad de Canterbury, porque "todo lo que tiene que ver con Jean Batten está condicionado por su género".

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La historia de una figura triste y solitaria, según Pickles, procede de la biografía escrita en 1991 por Ian Mackersey, Garbo of the Skies ("La Garbo de los cielos"), publicada nueve años después de la muerte de Batten. Solo gracias a la labor detectivesca de Mackersey conocemos ahora lo que le sucedió a Batten al final de sus días, y es algo que debemos agradecerle, pero la trágica representación que hizo de ella ha sido oficialmente aceptada e irrefutada durante los últimos 25 años.

Foto cortesía de Sir George Grey Special Collections, Auckland Libraries

Batten y su madre se mudaron desde Auckland a Londres en 1930 para perseguir el sueño que albergaba la adolescente de convertirse en piloto. Con muy poco dinero para financiar una ambición tan cara, Mackersey escribió que Batten empleó su atractivo para seducir a hombres que patrocinaran sus empeños. Pickles afirma que es discutible hasta qué punto eso es verdad o no y la propia Batten se defendió de semejantes acusaciones en la época. Sea como fuere, ella necesitaba dinero y se las arregló para conseguirlo.

La novelista Fiona Kidman ha investigado la vida de Batten para un relato novelado de su vida titulado The Infinite Air ("El aire infinito"). En su opinión, el libro de Mackersey incluye una "versión considerablemente distorsionada de la personalidad de Jean" y sospecha que el punto de vista del autor radica en un encuentro que Mackersey y su madre tuvieron con Batten en un tren. Fue justo después del vuelo esta había realizado a Nueva Zelanda, con el que batió todos los récords establecidos, y se encontraba de camino al Glaciar Franz Josef para recuperarse del agotamiento físico y mental que le había supuesto su gesta.

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"Jean probablemente no tenía ganas de charlar en el vagón del tren", afirma Kidman, "y Mackersey parece haber trasladado el disgusto que le provocó aquel encuentro al modo en que gestionó su investigación".

La brillante carrera de Batten en el mundo de la aviación llegó a su fin con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual ―como mujer que era― no se le permitió volar el monoplano Gull con el que había batido tantos récords como piloto. En lugar de ello, pasó los años de la guerra en una línea de montaje de una fábrica de municiones en Inglaterra y ofreciendo conferencias con el fin de recaudar fondos para la guerra.

Después de la guerra, Batten pasó el resto de su vida retirada de la vida pública. Viajó con su madre por todo el mundo, vivieron en Jamaica, recorrieron Europa y finalmente se instalaron en España. A diferencia del otro gran aventurero neozelandés del siglo XX Edmund Hillary, Batten nunca regresó a su hogar para vivir modestamente y formar una familia, de modo que existe una incómoda sensación de que la historia la ha juzgado y condenado por ello y ha sucumbido a la tentación de convertirla en el mito de Jean "la seductora".

En realidad, estuvo dos veces comprometida con dos pilotos diferentes. Ambos fallecieron en accidentes de aviación, algo muy común entre la gente de su profesión: Johnson, Earhart y Charles Kingsford ―el héroe de Batten― sufrieron todos el mismo destino. Además, Batten jamás cortó los lazos con Nueva Zelanda; viajó con frecuencia a su país tras el fallecimiento de su madre, inaugurando el pabellón de aviación en el Museo del Transporte y la Tecnología de Auckland en 1977 y también recorriendo todo el país en 1980.

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In 1982 se mudó a Mallorca y desapareció. Su vida fue un misterio hasta cinco años más tarde, cuando Mackersey descubrió que, mientras disfrutaba de uno de sus habituales paseos, había sido mordida por un perro. La herida se volvió séptica y la infección se extendió hasta los pulmones. Como se alojaba ella sola en un pequeño hotel, nadie supo que la mujer que encontraron muerta sobre el suelo de la habitación había sido mundialmente famosa en otro tiempo. Batten fue enterrada en una fosa común.

Foto cortesía de Sir George Grey Special Collections, Auckland Libraries

La piloto comercial Elizabeth Hogarth, secretaria de la Asociación Neozelandesa de Mujeres en la Aviación, afirma que Batten ha estado presente en sus pensamientos desde que sacó una copia firmada de su autobiografía Alone in the Skies ("Sola en el cielo") de una de las estanterías de su abuelo y la leyó cuando tenía 10 años. Para Hogarth, ser una persona solitaria ―o al menos acostumbrada a la soledad― es un requisito imprescindible para volar. "Como piloto, es necesario que te sientas cómoda en tu propia piel", indica Hogarth.

La industria de la aviación hoy en día sigue siendo una profesión dominada por los hombres, pero las mujeres piloto tienden a destacar ―de un modo positivo―, según Hogarth. "El modo en que las mujeres fijan sus estándares es diferente. Tienen aspiraciones, pero no tienen el ego que tienen los hombres. Somos más cuidadosas. Más consideradas. Más seguras".

Si eres mujer nada gira en torno a tus logros, o a que seas una buena actriz, o a lo que hayas conseguido en el terreno político, sino en torno a tu aspecto físico y a qué ropa llevas

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Batten era meticulosa planificando las cosas y Hogarth dice que duda en llamar suerte al motivo por el que Batten sobrevivió a su carrera en la aviación cuando tantos de sus contemporáneos no lo lograron. Tuvo algún incidente, como cuando se quedó sin combustible a las afueras de Roma o cuando sufrió un fallo en un motor durante una tormenta de arena sobre Karachi, pero siempre se las arregló para mantenerse alejada del peligro.

Batten sin lugar a dudas se enfrentó al sexismo cuando realizó el viaje de Inglaterra a Nueva Zelanda con el que batió el récord previamente establecido, afirma Hogarth. "Llegó a Sidney y básicamente nadie quería que continuara porque batiría un récord que ningún hombre había conseguido. La percepción por parte del público era que debía abandonar porque era demasiado peligroso para ella. Creo que aquello menoscabó enormemente su gran logro".

Batten fue capaz de llevar a cabo importantes vuelos debido a la imagen que proyectaba mientras lo hacía. Era resolutiva y experta a la hora de utilizar sus cualidades femeninas en su provecho. Tal y como dice Pickles, "Si no hubiera sido fotogénica, probablemente hoy no sabríamos nada de ella".

En la actualidad, los enormes logros de Batten parecen ensombrecidos por todas las nociones tradicionales de femineidad en las que no logró "encajar". ¿Qué podría ser más dañino para el legado de una heroína que la idea de una vieja solterona que muere sola? Aunque su nombre sigue presente en Nueva Zelanda ―si lo buscas bien― en nombres de calles y en museos, también es misteriosamente ninguneado. El Aeropuerto Internacional de Auckland se llama Terminal Jean Batten y aun así Hogarth, que es piloto comercial, no lo sabía hasta que yo se lo dije.

"Es como los medios de comunicación mainstream de hoy en día", dice Hogarth. "Si eres mujer nada gira en torno a tus logros, o a que seas una buena actriz, o a lo que hayas conseguido en el terreno político, sino en torno a tu aspecto físico y a qué ropa llevas. Ella fue una de las primeras en sufrirlo".