BREXIT - Fernando Ruso - 008
Gay Olivero, británico de descendencia italiana, recitando versos del poeta
granadino Federico García Lorca, en el Coffe Square. Fotografías por Fernando Ruso
Brexit

Gibraltar, entre el Brexit y la extrema derecha española

En el Peñón temen el aislamiento y la radicalización de las posturas entre sus conciudadanos, y también la de sus vecinos al otro lado de la frontera.

“El Betis, yo pensé en el Betis”. El día que se votó el Brexit, a Kadrian Smith, orgulloso ciudadano gibraltareño, se le vinieron a la mente las tardes de fútbol en el estadio Benito Villamarín, donde juega su equipo, en la capital de Andalucía, la región del sur de España. El día en el que el Reino Unido votó salir de la Unión Europea, su cabeza estaba a 195 kilómetros de Gibraltar. “Era el problema más grande que se me venía, ¿cómo ir a ver al Betis si cierran la frontera?”, confiesa. Luego, después de la sacudida por un resultado inesperado, recapacitó: “No habrá frontera que me separe del Betis”.

Publicidad

La infancia de Kadrian fue distinta a la del resto de compañeros de pupitre. Sus mochilas eran del Liverpool o del Manchester United, los lunes se comentaban los partidos de la Premier League, se emulaba en el recreo a Cantona o a Owen… “pero ellos no sabían lo que era ser del Betis”. El menor de la familia Smith nunca ocultó su pasión por un equipo de fútbol español.

1568976003411-BREXIT-Fernando-Ruso-002

Kadrian Smith en el Estadio Benito Villamarín durante un partido del Real Betis Balompié. Foto Fernando Ruso

Heredó la afición de su padre, Andrew, que mantuvo vivo su beticismo incluso cuando el dictador español Francisco Franco cerró la frontera entre España y Gibraltar. De niño, con los televisores todavía en blanco y negro, quedó embelesado al ver en un cromo los colores verde y blanco de la equipación del Betis, iguales que los del Mediterranean Rowing Club, un equipo de remo del Peñón. Desde entonces toda la familia sigue con fervor al Betis, incluso en las dos finales de la Copa del Rey que el club ha disputado en su historia reciente. “Lo primero que hice cuando se abrió fue ir a ver un partido del Betis”, apunta míster Smith.

La comunidad de béticos en Gibraltar nunca fue silenciosa. Como en el resto de España, el club sevillano caía bien a los llanitos —el gentilicio cariñoso, una adaptación al andaluz de Johnny, nombre popular en el Peñón—, pero la afición desacerbada de Kadrian sorprende a los propios aficionados con los que comparte grada los días de fútbol, que no logran explicar cómo hace horas y horas de coche para ver un partido de su club.

Publicidad

“Me llaman ‘Llanito’ y a mí me gusta, porque estoy muy orgulloso de ser de Gibraltar”, confirma el joven, organizador de eventos a sus 24 años, que ha creado con otros aficionados verdiblancos en el Peñón el grupo de WhatsApp ‘Béticos contra el Brexit’.

—Entre el Betis y Gibraltar, ¿qué elige?
—¿¡Cómo!? Los dos, no podría elegir, ambos forman parte de mi identidad. Me pones en un aprieto. [Piensa]. Me quedo con Gibraltar, pero con el Betis por la tele.

Que Gibraltar es el resultado de una mezcla entre culturas, religiones y costumbres es evidente con solo escuchar hablar a sus gentes, que usan indistintamente el inglés y el castellano en una misma conversación. Incluso van intercalando palabras de uno y otro idioma con un marcado acento andaluz. El resultado se conoce en la zona como el gentilicio, llanito. Hasta los chistes son muy del sur, las carcajadas son explosivas, muy mediterráneas, nada que ver con el sentido del humor flemático de Londres.


MIRA:


“Un amigo llegó un día a la verja —el control fronterizo— y un guardia le dijo que no podía pasar porque la foto del pasaporte no se correspondía con su cara. ‘Disculpa, este era yo cuando empezó la cola’, respondió mi amigo, ¡fíjate si era larga la cola!”. Tito Vallejo proyecta una enorme carcajada con cada chiste, que va concatenando en una serie interminable.

Las largas esperas para atravesar la frontera de Gibraltar con España son el día a día de los llanitos, por eso incorporan esta experiencia a una larga variedad de chistes. Los controles, y por ende las colas para cruzar apenas cien metros, son extremadamente sensibles a las tensiones entre los gobiernos del Peñón y Madrid. Por eso genera tanta ansiedad a ambos lados de la verja, aunque mucho más en la parte gibraltareña.

Publicidad

Tito votó en contra del Brexit en el referéndum aunque su postura ha ido variando conforme han pasado los meses. Sobre todo, después de que la Unión Europea recuperase en sus discursos una palabra vetada para los llanitos: colonia. “Nos llaman colonia, ¡colonia!”, subraya enervado Vallejo, un exmilitar jubilado, historiador gibraltareño y autor del diccionario ‘Llanito’.

1568976250738-BREXIT-Fernando-Ruso-004

Banderas en la frontera entre La Línea de la Concepción (Cádiz) y Gibraltar. Foto Fernando Ruso

—Si hay una nueva consulta, ¿otra vez sale Brexit?
—Sí, muchos de los que votaron ‘no’ ahora votarían que sí, porque han visto lo mal que la Unión Europea está tratando al Reino Unido, especialmente [el entonces presidente de la Comisión Europea] Juncker. Y a mucha gente se le ha abierto los ojos.
—¿Y que votaría usted?
—En su día voté quedarme y ahora votaría que me voy. ¡Que me voy!

Su amigo Gay Olivero, un empresario de la restauración ya jubilado, es amante de la literatura española e inglesa. Lo mismo recita de memoria ‘El Quijote’ que a Shakespeare. Es británico de descendencia italiana, como muchos de los pobladores del Peñón, y vehemente en sus manifestaciones. Por eso no duda en interrumpir a Vallejo. “¡Ojú, ojú!”, exclama en andaluz mostrando su sorpresa.

1568976139887-BREXIT-Fernando-Ruso-006

“¡Si la que está puteando a Europa es el Reino Unido —razona Olivero—, si la Unión Europea no quiere que se vaya! Lo está diciendo todo el mundo. Y te digo una cosa, Tito, que Inglaterra no es tan importante y le va a afectar el Brexit a ella más que a la Unión Europea”.

Publicidad

“¡No, señor!”, responde Tito. Y Gay le da la réplica: “¡Inglaterra ya no es lo que era antes! Y soy británico, y con orgullo, pero la realidad es la realidad y han metido un piciazo [un error estrepitoso] como una casa y no saben cómo salirse”.

Gay es propietario del Square Café, un restaurante situado en la plaza Casemates, en pleno centro comercial de Gibraltar. Y aunque ya le ha cedido la gestión a sus hijos no esconde su preocupación de cara a mantener la actividad si llega a ejecutarse un Brexit duro que acabe con la frontera cerrada.

En junio 2019, 15.329 personas cruzaron de media la frontera a diario para quehaceres profesionales en el Peñón, un 9,13% más que en el mismo mes del año anterior. Los trabajadores transfronterizos desempeñan empleos en la construcción, en el sector servicios, en mantenimiento y limpieza y, cada vez más, en las compañías tecnológicas.

—¿Qué pasaría, Gay, sin la mano de obra española?
—Sería un problema muy serio, pero que no se te olvide que en el 69 cerraron la frontera y trajimos la mano de obra de Marruecos. Ya lo hemos vivido, pero no al nivel que está ahora, porque el mundo es otro muy diferente. Será un problema, pero, bueno, habrá que solventarlo.

La discusión con su amigo Tito hace a Gay se le apague su amplia y luminosa risa. Es un tipo jocoso, de gestos duros y alocados. Se jacta de ser el mayor especialista del poeta granadino Federico García Lorca, y recita sus poemas de corrido, entonando con boato. “¡¿Quién recita a Lorca como yo?! ¿¿¡¡Quién!!??”, pregunta a gritos. Ama de igual forma la literatura española, a autores como Rafael de León, Machado, Miguel Hernández, y a la inglesa, con William Ernest Henley o Shakespeare como sus referentes.

Publicidad

“¿Sabes cuál es la mejor etapa de España?”, pregunta Gay con ánimo socarrón. “La de jamón”, se contesta rápido a sí mismo entre histriónicas carcajadas. Otro chiste. Uno más para el repertorio que sigue sin freno. “¡Claro, miarma!”, insiste, haciendo uso de una contracción muy habitual en Sevilla: mi alma, un gesto cariñoso para referirse al interlocutor.

Y zanja ya más serio: “Debería convocarse un nuevo referéndum”.

1568976542405-BREXIT-Fernando-Ruso-005

Una vista general de la frontera de Gibraltar desde suelo español. Foto Fernando Ruso

En cualquier caso, el Gobierno de Fabian Picardo, el ministro principal, asegura que Gibraltar ya está preparada para todos los Brexits posibles, aunque insiste en que preferiría que el Reino Unido revocara su salida de la Unión Europea. “Nuestra posición es clara, queremos quedarnos; pero si esa opción ya no es posible y salir es la única opción que queda, queremos hacerlo de forma ordenada, con un acuerdo”, explica el líder del Partido Socialista Laborista de Gibraltar (GSLP por sus siglas en inglés).

Los resultados del Brexit fueron abrumadores en el Peñón. El 95,9 por ciento del electorado a favor del ‘remain’ que los mantendría en la Unión Europea, y la posición de las autoridades gibraltareñas siempre ha sido contraria a cambiar el estatus del Reino Unido en Europa. Decida lo que decida el gobierno de Londres, Picardo asegura que el trabajo que se lleva desarrollando durante los últimos tres años está ahora dando sus frutos. “Tenemos una hoja de ruta para Gibraltar —sigue—; nos hemos garantizado el futuro, independientemente de los acontecimientos que sobrevengan”.

Publicidad

Aunque avisa al resto de ciudadanos británicos, “el Reino Unido votó, en un referéndum viciado, abandonar la UE; pero la tierra idílica que se prometió a los votantes no se ha materializado”.

De la decisión final sobre el Brexit, de lo que ocurra entre Londres y Bruselas, está pendiente todo el Campo de Gibraltar, la zona española próxima al Peñón y a la que pertenecen municipios como La Línea de la Concepción, Algeciras o San Roque. Muchos de sus ciudadanos ven al otro lado de la frontera una opción para prosperar, sobre todo en aquellos municipios golpeados duramente por el desempleo.

Cristian tiene 19 años y nació en La Línea de la Concepción, el tercer municipio con más paro de toda España con un 32,97% en enero de 2019, superando en 18,87 puntos la media nacional. En su pueblo natal no hay empleo para él y desde hace siete meses está trabajando en el pujante sector de la construcción en Gibraltar.

1568976474038-BREXIT-Fernando-Ruso-011

Cristian, joven de 19 años de la Línea de la Concepción (Cádiz), trabaja como peón de albañil en la construcción de un gran centro deportivo en Gibraltar. Foto por Fernando Ruso

El Peñón ha preparado frenéticamente en este último año para acoger la XVIII edición de los NatWest International Island Games, una cita deportiva que se celebra cada dos años y que va itinerando entre los 24 países participantes, todos son islas a excepción de Gibraltar, que se unió a estos juegos cuando se encontraba separada por la frontera del resto de Europa entre los años 1969 y 1982. En evento acogió, del 6 al 12 de julio, distintas pruebas deportivas para unos 2.000 atletas, por eso en los meses previos a la cita el ritmo de los constructores ha sido frenético.

Publicidad

El antiguo cuartel de Lathbury se ha convertido en un complejo deportivo que alberga una piscina de tamaño olímpico, una pista de atletismo y un campo para fútbol y rugby. Para conseguirlo se han excavado más de 60.000 metros cúbicos en la roca, lo equivalente a 24 piscinas del mismo tamaño que la que se construirá, lo que da idea de la faraónica apuesta.

Y Cristian trabaja allí como peón albañil. “En La Línea no hay opciones y, por lo menos, tenemos la suerte de tener un empleo con solo cruzar la frontera; sin Gibraltar… no sé lo que haría”, esgrime el muchacho. “Si cierran la verja imagino que volvería al paro, porque todos mis amigos están sin empleo”, zanja el joven, apellidado Puerta.

Las oportunidades de Cristian distan diametralmente de las de Stephen AJ Whatley, un joven de padres británicos y criado en Gibraltar, donde el gobierno beca a sus universitarios con estudios fuera del Peñón. Y apenas hay desempleo cuando vuelven. Solo 44 personas están registradas como demandantes de trabajo, lo que se considera técnicamente como pleno empleo.

1568976625878-BREXIT-Fernando-Ruso-014

Stephen AJ Whatley, joven de padres británicos y criado en Gibraltar, es jugador de ajedrez y practicante de esgrima no pudo participar en el pasado referéndum al ser menor de edad. Foto por Fernando Ruso

Stephen no votó, no tenía la edad mínima en el momento del referéndum, aunque es contrario a la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Reconoce que, pese a las incesantes informaciones sobre cómo se materializará la ruptura, el Brexit apenas tiene presencia en las conversaciones de los jóvenes.

“No hablamos porque no podemos hacer nada para cambiarlo, todo está fuera de nuestro control y es un desastre —argumenta Stephen—; no sabemos qué significará el Brexit para nosotros individualmente, por lo que no tiene sentido hablar de ello. Simplemente nos centramos en temas más importantes: nuestros estudios”.

Publicidad

Con más preguntas que respuestas, el joven niega que haya fraguado entre los más jóvenes un discurso nacionalista, alentado por el retomado debate sobre la soberanía de Gibraltar al saberse los resultados del Brexit. “La gente aquí ya era muy patriótica, así que no ha habido un aumento de ese sentimiento; estamos muy orgullosos de nuestro país”, razona el joven, jugador de tenis, esgrima y ajedrez, aunque incapaz de predecir los movimientos que el gobierno de Londres y Bruselas harán en los próximos días.

“Es frustrante que nunca haya estado claro lo que realmente significa Brexit para la gente”, zanja el joven, que no se plantea qué pasará con su futuro, aunque deja abiertas todas las opciones.

Hay otros que lo tienen mucho más claro. “Si se envenenara el ambiente y se incurriese en el nacionalismo, me iría a Algodonales, que allí tengo mi otra casa”. El autor de estas palabras es Lionel Chipolina, filólogo y profesor jubilado, sindicalista y expresidente del Grupo Transfronterizo, una organización que aúna a empresarios y sindicatos de uno y otro lado de la frontera.

1568976720280-BREXIT-Fernando-Ruso-020

Chipollina mostrando en su móvil una vista de Algodonales (Cádiz), donde posee una casa a la que acude cada fin de semana. Foto Fernando Ruso

Chipolina, de madre escocesa y padre de ascendencia mediterránea, es un termómetro de la situación en Gibraltar, a ambos lados de la verja lo paran por la calle para preguntarle por si sabe cómo el Brexit podría afectar a los empresarios y, sobre todo, a los trabajadores. Pero sus preocupaciones van más allá, desde asegurar que se cumplan los convenios para empleados gibraltareños y transfronterizos a evitar que crezca entre sus conciudadanos jóvenes el sentimiento nacionalista.

Publicidad

“Cada vez que surge el debate, trato de convencerlos de que los españoles no les quitan los empleos a los llanitos, que los trabajadores que vienen de fuera aportan a la economía y a la vida de Gibraltar desde 1982”, explica. “Y, claro, el discurso nacionalista se cae por su propio peso”, añade Chipolina. “Coincidimos en los mismos bares a tomarnos el café antes de ir a trabajar, leemos la prensa juntos, conversamos y ese roce es importante, hay buenas amistades —sigue el sindicalista—; de hecho, hay muchos llanitos preocupados por los españoles”.

Es viernes a media mañana y Lionel juega con su mujer, Mel, al tenis en el club Sandpits de Gibraltar, un oasis de tres pistas en mitad de una urbe saturada de edificios. El matrimonio se prepara para los Island Games e intercambia raquetazos e instrucciones mezclando inglés y español. Desde el distrito sur se ve cómo las nubes se enganchan en el Peñón y se elevan como columnas de humo, generando una neblina más propia de Londres que de sus vecinos de Algeciras.

El ambiente está enrarecido, pero la culpa no es de las nubes. El auge de la derecha española, con VOX acumulando minutos en los medios, y del nacionalismo gibraltareño tensan una relación que pasa necesariamente por el entendimiento. “Tengo miedo a que mis hijas se inoculen de odio”, confiesa Chipolina, que disfruta de sus escapadas a Algodonales, uno de los pueblos blancos de la sierra de Cádiz con paredes encaladas y vida tranquila.

Publicidad

Allí se compró una casa hace pocos años y allí se irá “si el ambiente se envenenara por culpa del nacionalismo”. Chipolina se alarma cada vez que los roces entre gibraltareños y españoles acaban en tensas bravuconadas como las que se producen cuando embarcaciones españolas se acercan a la costa de Gibraltar para quebrantar el ánimo de los llanitos.

1568976996366-BREXIT-Fernando-Ruso-035

Un vecino de La Línea de la Concepción (Cádiz) observando Gibraltar desde su terraza. Foto Fernando Ruso

“Les hacen cortes de mangas, gritan eso de ‘¡Gibraltar español!’ y se desata la locura. Lo he visto con mis propios ojos —asegura Chipolina—, junto a mis hijas y toda la playa se levanta a insultar. Un día mi hija se volvió y me dijo: ‘We are mad’. Y sí, estamos locos; y no quiero que ellas acaben invadidas por el odio, radicalizadas como otros”.

Lionel recuerda cómo el cierre de la frontera entre 1969 y 1982 acrecentó la identidad llanita. “Nos volvimos más ingleses, las banderas ondeaban en los balcones y no paraba de repetirse el lema ‘British we are, british we stay’. Queríamos que los equipos españoles perdieran en todas las competiciones. Lo inglés se valoraba más que lo español. Pero antes no había televisión satélite, y veíamos la televisión española, se oía flamenco, se veían los toros y el ‘Un, dos, tres’ —mítico programa de la televisión española—, también el despelote, que llegó a España antes que a Gibraltar”, expone Chipolina. Esa ironía también forma parte de la identidad llanita.

“A ver qué harían muchos gibraltareños sin sus escapadas los fines de semana a España”, se pregunta Lionel. “Cuando cerraron la verja, para ir a la casa de mi abuela en Marbella teníamos que coger un barco a Tánger, de ahí a Algeciras y en coche hasta Marbella. Una odisea, pero mi hermano decía que ahí respiraba, que en Gibraltar no podía respirar”, relata Chipolina muy emocionado, que espera que las conversaciones entre Reino Unido y España no caigan en errores del pasado.

1568977144361-BREXIT-Fernando-Ruso-034

El artista y profesor del Westside School, Alan Pérez, creador de la obra ‘Brexit: hope, dreams and fears’. Foto Fernando Ruso

—¿Y el auge de VOX en España es un problema?
—Vox está dentro nuestra, dentro del alma humana, existe en todo el mundo. Y ellos ya han dicho que cerrarían la frontera si ganan. Es muy preocupante.

Pero el temor a un posible cierre de la frontera no es un problema exclusivamente de los gibraltareños. Existe preocupación por ambos lados porque en los hogares todavía están frescos los recuerdos de aquellas familias separadas por la decisión de Franco de cerrar la verja. “Fue una tragedia”, valora el artista llanito Alan Pérez, de 44 años y profesor en el Westside School. Cuenta cómo cuando nació su hermano, mayor que él pocos años, su madre tuvo que enseñárselo al resto de la familia en España a través de las vallas, a cientos de metros de distancia y entre chillidos para lograr comunicarse.

De esa experiencia, narrada con frecuencia en muchos hogares como el suyo, Pérez ha creado una pieza llamada ‘Brexit: hope, dreams and fears’, una instalación orgánica en la que el público, tanto españoles como gibraltareños, va escribiendo e introduciendo mensajes en unas botellas. “Es una pieza terapéutica, porque la gente deposita sus pensamientos, cientos, en una botella y la sueltan para que alguien la recoja y pueda ayudar”, explica el artista.

—¿Hay diferencias entre los mensajes de uno y otro lado de la frontera?
—La conclusión es que todos estamos muy preocupados. La gente habla sobre cómo esto le puede afectar a su familia, da igual si son españoles o llanitos. Todos estamos intranquilos por igual; sobre todo, por la frontera.

La verja, apenas un kilómetro lineal, concentra las miradas de una y otra parte. Y asfixia a los gibraltareños, que se debaten entre el nacionalismo creciente en el Peñón, el auge incipiente de la extrema derecha en España y un inoportuno Brexit del que todavía nadie sabe qué consecuencias traerá.