Hablamos con John Waters sobre el lifting facial, la versión infantil de “Pink Flamingos” y su nueva exposición de arte

¿Es necesario tener que acicalar de vez en cuando una muestra de trabajo para que continúe resultando atractiva para el público? ¿Es la reinvención constante necesaria si queremos mantener el nivel de notoriedad? El artista y cineasta John Waters, conocido por clásicos de culto tan diversos como Pink Flamingos (1972), Hairspray (1988) y Cry-Baby (1990), ha presentado más de 50 exposiciones de arte individuales por todo el mundo y ahora se pregunta qué es lo que tiene que hacer para mantener la frescura de su arte. Con su último proyecto, Waters se cuestiona: “Como no he hecho ninguna película en los últimos diez años, ¿debería someter todo mi trabajo a un lifting facial? Ahora que los famosos son la única obscenidad que queda en el mundo del arte, ¿dónde encajo yo?”

Para Beverly Hills John, que se inauguró el pasado 9 de enero en la galería Marianne Boesky de Nueva York, Waters se reimagina a sí mismo como un espécimen de Beverly Hills, con unos buenos pectorales, labios y mejillas repletos de botox, la piel tensa y libre de arrugas y una expresión que solo podría satisfacer a un cirujano. Conserva su bigote, eso sí. Esta perturbadora representación fotográfica con aspecto de figura de cera sirve como presentació de una serie de fotografías y esculturas que Waters utiliza para burlarse de su propia vulnerabilidad, incitar al debate sobre la definición de clásico y animar a revolver entre las ruinas del pasado.

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John Waters, Mom and Dad, 2014. 3 C-prints. Tamaño de la imagen 6 3/8 x 10”. Tamaño del marco 13 1/8 x 16 1/2 pulgadas. Edición de 5. Cortesía del artista y de la galería Marianne, Nueva York © John Waters

Con su trabajo, Water suele explorar las idiosincrasias del estrellato, destacando los niveles de demencia presentes en ese negocio y más allá. Nada es sagrado. Las propias batallas de Waters por no hacerse viejo son carne de cañón para el arte y el humor, al tiempo que pospone su participación en lo que él ve como la posiblemente inevitable amenaza del planeta Beverly Hills, donde todo el mundo está retocado y nadie se hace viejo.

En la galería principal, Waters estrenó la filmación de una lectura de 74 minutos de Kiddie Flamingos, una nueva versión apta para niños de su indecente clásico de culto, leída por un reparto formado exclusivamente por niños. Espera que esta nueva perversión de  la película, “controlada y desexualizada”, según la describe él, se convierta en una nueva obra artística por sí misma, “incluso más perversa que el original, aportando inocencia a una nueva y alegre obscenidad apta para todos los públicos”.

Llamamos a John Waters para que nos hablara sobre liftings faciales, del falso niño que mantiene encerrado en su habitación y de lo que podemos esperar de Beverly Hills John.

Library Science #8, 2014. 2 C-prints. Tamaño de la imagen: 6 x 7 1/2 pulgadas. Tamaño del marco 12 1/2 x 14 pulgadas. Edición de 5. Cortesía del artista y de la galería Marianne Boesky, Nueva York © John Waters

The Creators Project: ¿De dónde salió el concepto para esta nueva exposición?

John Waters: Lo llamo Beverly Hills John en broma. No vivo en Beverly Hills y espero que nunca acabe teniendo ese aspecto, aunque nunca se sabe, tienes que seguir siendo extremo. En la exposición también encontramos a Lassie y a Justin Bieber con un lifting facial, y me hace pensar que quizás todo el mundo se someta a uno y quizás todo el mundo en todo el país acabe teniendo el mismo aspecto, igual que la gente de Beverly Hills, donde ya no es algo extraño porque todo el mundo tiene esa pinta. Deben de ir a los mismos médicos porque todo el mundo se parece, y consiguen su propósito, no parecen viejos.

No, no lo parecen, pero tampoco es que parezcan precisamente humanos…

No, a eso me refiero; es una raza de ciencia ficción, pero sigo pensando que están contentos con ello. Cualquier cosa menos viejos.

Así que, ¿tu versión de lifting facial se traduce en una exposición artística?

Sí, eso creo. Hay un tabloide diseñado para intelectuales, que es como un lifting facial de algo. Hay muchas piezas que tratan sobre cuestiones relacionadas con el cuerpo, como el hecho de que los hombres y toda la gente joven ahora se afeitan por todas partes. Así que, trato esas cosas. Incluso tengo una foto que es un diagrama del aspecto de un cangrejo, porque son unos seres que me dan pena, son una especie en extinción y a nadie se le ocurre montar un evento solidario a favor de los cangrejos. Quizás este año la gente debería llevar un nuevo lazo solidario en la ceremonia de los Oscars para denunciar que los cangrejos se encuentran en peligro de extinción. Rindo homenaje a todas las tradiciones del negocio del espectáculo y del mundo del arte, pero con un poco de suerte parodiando las cosas que amo al mismo tiempo.

¿Dirías que Beverly Hills John te presenta de una forma más personal que tus exposiciones anteriores?

He hecho otros autorretratos. En esta exposición soy el director de una perrera porque este es el personaje más odiado en Provincetown, mi lugar de residencia durante el verano, e intentaba evocar con nostalgia los tiempos en los que todo el mundo odiaba mis películas. Un año me convertí en el pregonero, que es otra de las personalidades extremas de Provincetown de las que me he disfrazado. Nunca se me ocurriría travestirme, pero sí vestirme del pregonero, que me parece algo aún más radical. Lo más radical de todo fue ir a su pequeño piso y tomar prestada su ropa. Me sentí realmente perverso vistiéndome del pregonero aquella mañana.

Hablando de perversidad… ¿la exposición incluye un remake de Pink Flamingos en versión infantil?

Sí, y lo considero en gran medida como una obra de arte conceptual. Se trata de una lectura de 74 minutos hecha por niños. Reescribí el guion de Pink Flamingos para hacerlo apto para todos los públicos. Le quité todo, pero sigue siendo el mismo guion. No es más que una batalla de obscenidades, pero sin sexo ni violencia. Así que si conoces la película resulta incluso más perverso, porque mantiene ese pequeño secreto de los aspectos sucios que mis seguidores conocen, pero la inocencia de los niños resulta conmovedora porque no tienen ni idea de cómo es la película en realidad. El otro día hice un pase para el casting infantil y fue genial observar a los niños viendo la película. No paraban de reír y se llevaban las manos a los oídos cada vez que decían algo como “te quiero”, la obscenidad para ellos era eso.

Captura de pantalla del clip exclusivo de The New York Times de Kiddie Flamingos, vía PAPERMAG

Tengo curiosidad por saber cómo la reimaginaste para niños, puesto que la película tiene un puñado de escenas infames.

Bueno, dime una y te diré cómo lo hice.

¿Cómo substituiste la escena de la castración?

Bueno, eso es ya al final. En lugar de secuestrar a mujeres de la calle y dejarlas preñadas, secuestran a muñecas parlantes de niños malcriados, así que las muñecas parlantes no lo castran sino que lo atacan al final, pero eso no aparece en pantalla, igual que sucede en la película.

¿Y qué hay de la última escena de la película?

Eso vas a tener que verlo por ti mismo, no te lo voy a decir. Pero creo que hicimos un buen trabajo. Se me ocurrió la idea porque siempre me fijo en la lista de best sellers para niños, y la mayoría de ellos van de cosas asquerosas. Así que pensé en cómo Divine siempre gustaba a los niños, pensaban que era un payaso. Si le quitas el sexo y la violencia, Pink Flamingos es casi una película para niños. Es la batalla de la asquerosidad.

Coges tu contribución a la cultura subversiva y la vuelves a presentar en una versión para niños. Debe de haber sido divertido tratar de esconder esas obscenidades en un guion para niños.

Pero me convertí en mi propio peor enemigo, en mi censor más estricto. Y ellos no son conscientes, por supuesto, pero dicen cosas que ningún niño diría, como “Ven a recibir lo que se te prometió en el don sagrado del matrimonio”, ¿qué niño diría eso?

John Waters con Divine en el plató de Multiple Maniacs. Photo: Nelson Giles, via

¿Tienes contacto cercano con algún niño en tu vida cotidiana?

¡Todos los niños se llevan bien conmigo! Cuando estoy sentado en el aeropuerto, los niños se alejan de sus padres y vienen a mí con los brazos abiertos. ¡Tengo que tener cuidado! Temo que la gente piense que he tentado a los niños para que se acerquen o algo. Me llevo bien con los niños, siempre rompen a reír cuando me ven. Aunque no me gustaría tener uno, solo tuve uno falso una vez al que llamé Bill y apareció en mi tarjeta de Navidad hace unos años. Tienes que hacer como que lo adoptas y tarda nueve meses en llegar, yo me pedí un niño gruñón con mal pelo. Hay una obra en esta exposición que se titula Bill’s Stroller [el cochecito de Bill], no sé si ya la has visto.

Todavía no.

Pues ya la verás.

¿De qué está hecho Bill?

¿Bill el muñeco? Bill no está en el cochecito, está en casa. No se le permite salir.

¿Parece real?

Parece muy real, tanto que da miedo.

¿Qué tipo de uso se le da a Bill ahora?

Ninguno. Está ahí en mi habitación sin más. Sabe que no tiene por qué llorar porque no va a venir nadie. Una vez al año le ponemos un traje de Papa Noel para las Navidades, pero eso es todo. No se le permite tener juguetes, está ahí sin más, agarrado a su libro titulado Niños con odio que alguien le regaló por Navidades.

Suena como algo espeluznante para tener en la habitación.

Mi madre siempre odió a Bill, “¡Saca esa cosa de tu habitación!”, me gritaba, porque parece que te está mirando fijamente cuando le miras por el rabillo del ojo..

John Waters y su niño falso, Bill. Foto: Nan Goldin, vía

Dijiste que Beverly Hills John es como tu lifting facial porque no has hecho ninguna película en los últimos 10 años…

Llevo 50 años haciendo cosas, así que, básicamente, siempre tienes que continuar reinventándote. Se trata claramente de una broma sobre eso. Está basada en información interna, ya sea sobre el negocio del cine o sobre el negocio del arte, pero siempre me he reído de las cosas que amo y creo que eso es obvio. Siempre estoy de buen humor, incluso si estoy criticando algo.

Así que esta exposición es una crítica del negocio que te encanta.

No, es un homenaje al negocio del arte y al negocio del cine, de lo que tienes que hacer para estar constantemente cambiando y homenajeándote. ¿Y qué es lo que tienes que hacer para convertirte en un clásico? ¿Puede haber una novela clásica si no se ha hecho ninguna parodia en versión porno de ella? No lo creo. Tomo influencias de la infancia o de cualquier cosa que me ha hecho ser quien soy hoy; una imagen que algún día fue famosa y que ha sido alterada y destrozada, porque creo que el trabajo del arte contemporáneo es siempre destrozar las cosas, pero destrozarlas con un buen ánimo.

¿Hay alguna obra que dirías que es tu favorita o alguna cosa que te emocione especialmente presentar en esta exposición?

¿Una obra favorita? Bueno, para mí la exposición es un todo, pero creo que en verdad me hace ilusión… Hay una obra titulada Stolen Jean Genet [Jean Genet robada]. En realidad, la lápida original de Jean Genet solo estuvo presente durante una semana y luego alguien robó una parte de ella, y nunca se ha podido recuperar. Así que lo que estoy diciendo es que nosotros fuimos los que la robaron y nosotros la tenemos y tú puedes comprarla; que es justamente lo que le habría gustado a Jean Genet. Y es exactamente igual a la que se perdió. Ya nadie la busca y nadie descubrió nunca que pasó con ella, así que estoy emocionado con esta obra porque la hizo un fabricante de lápidas de verdad y nos esforzamos en que fuera exactamente como la original. Me encanta la idea de robar la lápida de John Genet. Ojalá alguien robara su cuerpo y lo enterrara a mi lado cuando muera, porque he comprado un hueco al lado del mío que está vacío.

¿Solo por esa razón?

¡Sí!

Eso es un chiste mórbido, pero es muy divertido.

Oh no, no es una broma. La necrofilia es solo el miedo al espectáculo.

Créditos de apertura de Kiddie Flamingos, vía

Beverly Hills John se puede ver del 9 de enero al 14 de febrero de 2015 en la galería Marianne Boesky de Nueva York.

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