Primer encuentro
Corría el año 2009 y empezaba mi trabajo en un medio informativo digital que estaba de estreno. Tan nuevo era que aún no se había presentado en “sociedad”. Para la fiesta de inauguración estaba planeada una exposición auspiciada por Amnistía Internacional, llamada “Retratos contra el maltrato”.
Lo que cantaba la nota de prensa sobre la exposición era lo siguiente: “Ofrece una reinterpretación de obras artísticas emblemáticas del patrimonio cultural venezolano que tradicionalmente ha sido caracterizado por hombres. La Exposición pretende sensibilizar y replantear desde una perspectiva crítica y contemporánea la violación de derechos humanos, entre ellos la violencia en contra de la mujer (…)”.
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Cuando me llamaron para trabajar en dicha expo me pidieron que, en un día, buscara representación transgénero femenina para una de las versiones fotográficas. Ahí le dije a mi amigo: “Aquí no puede faltar Tamara Adrián, ¿la conoces?”. “No”, me respondió. Como abogada que es ella, no fue tan difícil encontrarla y contactarla. Desde el primer día trabajamos de maravilla.
Hicimos una versión de la obra de Martin Tovar y Tovar, llamada Firma del Acta de la Independencia. El proceso de producción con ella y sus amigas fue increíble. La veíamos llegar en un carro brillante naranja, con su cabello alborotado y rojo, y siempre, siempre, con una sonrisa dibujada en el rostro. Y quedó impactante en la imagen.
Seis años después de este episodio, no puedo negar mi alegría al verla, efectivamente, liderando la independencia de una comunidad que no es tomada en cuenta, en lo absoluto, en Venezuela.
Tamara, como bien lo afirma en el documental de Andrea Baranenko “Yo, indocumentada”, no tiene la identidad legal que su cuerpo y vida representan. Y esa, como tantas otras, es parte de la lucha que se empezará a partir del próximo 5 de enero de 2016, cuando empiece a sesionar la nueva Asamblea Nacional de Venezuela. Para celebrar su ingreso a la Asamblea quise volver a buscarla, y verla de nuevo.
Encuentro con Tamara en Altamira, Caracas
Para este artículo quiero mostrar la cara, pero también la voz de Tamara. Porque está feliz. Y quiero que eso se vea. Los videos tuve que hacerlos con mi laptop y en 15 minutos. Pido disculpas por la precariedad de los mismos.
Cuando llegamos a su oficina había una fila de periodistas que querían hablar con ella. Yo, con bolso y celular, me quedé sentadita esperando, viendo la decoración de las paredes, llenas, aún, con detallitos de campaña.
Diarios extranjeros y locales esperan por la diputada. Las oficinas vecinas están extrañadas. Salen las recepcionistas y nos ven. “¿Qué tanta cámara hay acá?”, dicen sus caras. O eso parecen decir.
Desde el 6 de diciembre ando con una sonrisa bobita. Nada, literalmente nada, me molesta. Así que estos 45 minutos de espera los llevé feliz. Finalmente, sale Tamara llena de color rosa: uñas y chaqueta en combinación perfecta. Le doy un abrazo, la felicito y aunque no me dice nada, sé que tenemos no más de 10 minutos para hablar.
Situación de la asamblea antes del #6D
Las elecciones Parlamentarias de Venezuela en el año 2005, donde se eligieron 167 diputados, definieron prácticamente toda la gestión de Hugo Chávez. Por alegar desconfianza en el Consejo Nacional Electoral, se retiraron de la contienda electoral Acción Democrática, Copei, Primero Justicia y Proyecto Venezuela. Es decir, toda la representación de la oposición venezolana salió del juego. Esto dio paso a que 114 diputados del oficialismo nos “representaran” a todos. El resto, es historia.
Ahora el chavismo recibe una cucharada de su propia medicina. Esta nueva Asamblea está constituida, en 3 cuartas partes, por la Unidad Democrática –el partido que le hace oposición directa al Partido Socialista Unido de Venezuela–. Pensaron que las condiciones nunca iban a cambiar.
Esto dice ella en los apartes que pude grabar:
“En Venezuela el 6 de diciembre destruyó el Muro de Berlín Virtual que nos habían creado”.
“La asamblea Nacional nunca discutió ningún tema de igualdad”
“Una ley que no toma en cuenta las diferencias es una ley injusta”. Así será la participación de Tamara Adrián en esta nueva Asamblea Nacional.
Salgo con todos mis perolitos en la mano y me encuentro con Edgar Baptista, el jefe de campaña de Tamara. Él, cuando decide hacer serio su compromiso con la comunidad LGBT venezolana, habla con Tamara pidiéndole apoyo político. Su proyecto, llamado “Movimiento por la inclusión”, comienza hace cinco años. Se lanzan a las primeras elecciones abiertas y, aunque no ganaron, lograron echar piso y estructurar el apoyo a nivel nacional.
Esto me dice él en una corta entrevista.
¿Cuáles son los problemas actuales dentro de la comunidad LGBT?
Sin duda alguna, el principal problema es que no teníamos interlocución en ningunas de las propuestas. Todos los proyectos que mandábamos eran detenidos en una pared: la Asamblea Nacional. Nunca llegamos a nada. Lo más grave, además, son los crímenes de odio. Muy a pesar de los avances legislativos.
¿Es necesaria la etiqueta “crimen de odio”?
Sí. Un crimen de odio es un acto en contra a una persona de nuestra comunidad. No hace falta hacer más nada. Puedes ser un gay en un centro comercial o un “trans” en la Av. Libertador. Eso hace que todo el grupo esté bajo el mismo riesgo. Sólo hace falta que te encuentres a alguien dispuesto a ejecutar dicho crimen. Y el 70% de éstos van dirigidos a la comunidad transgénero.
¿Cuándo podemos ver soluciones?
Este primer año va a ser difícil. Va a ser una lucha de poderes: el legislativo contra el judicial, etc. Nuestro reto es posicionar la agenda. Nuestra bandera: trabajar en contra de la violencia, ley en contra de la discriminación y la ley de identidad de género. En cinco años estaremos nivelados con la región.
***
Ya terminada la charla, me despido. Sale Tamara y pide que nos tomemos una foto para el recuerdo. Definitivamente está feliz. Y me dice: “Samy, y tómale foto a este cuadrito”.
De regreso a mi oficina, que queda a unas cuadras, pienso en todo el camino que nos queda por recorrer. Que este cáncer político es fuerte y que nos quedan cosas por vivir. Agarro fuerte mi bolso ya que llevo conmigo mi laptop y una de mis camaritas. Escucho atenta a los motorizados –típicos ladrones caraqueños–.
Aun así, sonrío.