El pasado 27 de diciembre, Gervasio Sánchez, foto periodista español especializado en conflicto, visitó Colombia a través de un convenio con la Embajada de España para dictar su charla “La guerra no es un espectáculo” y a dictar el taller “La fotografía del conflicto”, en la Pontifica Universidad Javeriana los días 28 y 29 de noviembre.
Me senté con Gervasio durante un par de horas a hablar de su carrera como periodista, de sus fotografías y del post conflicto en Colombia.
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Tu trabajo se caracteriza por ser de largo aliento. Hablas de la importancia de la paciencia para lograr estos trabajos: ¿cómo lograr esto en un mundo donde la inmediatez es la regla?
Yo he hecho actualidad también. Pura y dura. He mandado crónicas en directo, he entrado en programas de radio en directo. He tenido algunos éxitos de inmediatez por estar en el lugar de los hechos. Pero luego haces un trabajo más reflexivo, donde puedes unir mejor las piezas.
Por esa necesidad vital de salir primero, pierdes trascendencia, por las reglas de las redes sociales. Esta tendencia a la inmediatez, raya incluso en la estupidez.
Las noticias también las hacen las personas del común, aparecen en Twitter en instantes, ¿por qué especializarse para contar historias, ya sea escrita o gráficamente?
Yo creo que un hecho noticioso hoy, ayer o hace 100 años estaba sujeto a un ritmo. El ritmo de hoy es increíble: el hecho noticioso aparece instantáneamente. Hace unos años era mucho más demorada, tardabas horas o días en enviar una noticia. El problema que yo veo en esto es que no hay espacio para la reflexión: tú lo que haces es presentar algo de impacto, que, seguramente en tu medio, dará muchos clicks, “clicktomanía”. Pero, ¿En realidad esto les sirve a los ciudadanos? García Márquez lo decía, el mejor no es el primero que lo cuenta, sino el que lo cuenta mejor.
Hablemos de guerra. La deshumanización es la característica principal de una confrotación armada. ¿Cuál es la labor de los periodistas y fotógrafos para detener la deshumanización que vemos hoy día en las ciudades de Colombia luego del proceso de paz con las FARC?
La polarización en este país es tremenda y va camino a polarizarse aún más en las próximas elecciones. Lo he dicho varias veces: acá ha habido un terrible error del gobierno colombiano. Creo que después de firmar la paz se tenía que haber hecho un programa serio de información, de contarles a los colombianos cuál es la importancia de la paz, cómo va a mejorar su vida y eso no se ha hecho.
El calendario del presidente tenía otros ritmos, ritmos personales. El plebiscito fue un momento mal dirigido de este país que polarizó todo. Al final gana un No impredecible, que nadie esperaba.
Los periodistas deberían hacer posible que los ciudadanos escuchen a las FARC, a sus comandantes, a su gente base. Tendrían que preguntar por qué no aceptan responsabilidades, hacerlo públicamente. Que pidan perdón públicamente. Los periodistas deberían registrar, a través de historias, la desmilitarización, mostrar lo que tiene de bueno que un país deje la guerra a través de los mismos desmilitarizados.
Deberíamos hacer un trabajo que no vaya de la mano con intereses económicos y políticos y ese es el problema de los medios colombianos: que responden a grandes grupos políticos y económicos en vez de ser independientes.
¿Qué opinas de Timochenko como candidato presidencial y la integración de las FARC a la vida política en Colombia?
Yo estuve cubriendo las elecciones en Colombia cuando había un candidato del M19: Antonio Navarro. Y no pasó nada, simplemente el DAS le prestó más protección. El “Timochenko de El Salvador” es el presidente de El Salvador. Ganó elecciones en 2009, casi 18 años después de dejar las armas. Y hoy es el presidente y no pasa nada, el dólar sigue, el mercado económico se mantiene, hasta los corruptos siguen. Timochenko no tiene nada para ganar acá las elecciones, pero de pronto en unos años el partido de las FARC puede ser quien agrupe a la fragmentada izquierda de colombiana. No sé.
¿Cuál es el recuerdo más vívido que tienes en Colombia?
Las fotografías que tomé en un atentado en la víspera del Día la Madre en mayo del 90. Me enteré a través de la radio de un atentado de un coche bomba en barrio popular. Al llegar vi un montón de muertos, fotografías muy tristes. No las olvido porque fue un momento muy trágico, un momento difícil para Colombia donde todo se resolvía a bombazos.
En un país que, como has dicho, es adicto a la violencia, ¿cómo contar estas historias sin caer en el morbo?
Esta especie de fascinación a mí siempre me ha fastidiado y evidentemente ha ocurrido en muchos momentos: acá ha habido entrevistas a los Castaño, en las que los asesinos, tipos que tenían que estar encarcelados para siempre, de repente son humanizados por un periodista. Lo presenta casi como una persona que justifica lo injustificable, porque el periodista no le está haciendo preguntas importantes que hay que hacer. Es permisivo con el tipo que tienes en frente que es un criminal, no hace preguntas inteligentes, no puedes dejar que este tipo te justifique el crimen.
Hay que ser menos dados a aceptar lo que dicen. Acá tienen la costumbre de aceptar todo, nadie confronta: nadie dice “señor Uribe o señor Santos, ustedes están mintiendo”, por ejemplo. Alguna vez dije en una radio importante que estaba seguro de que Uribe y Santos iban a ser encarcelados por falsos positivos y acá fue como un bombazo. Puta, pero si esto es lógico, son responsables, estoy seguro que la justicia colombiana acabará presentando las pruebas que los hacen culpables.
Los periodistas deberían tomar parte, atacar a esos criminales, paramilitares, etcétera. Ponerlos contra la pared y hacerles en una entrevista dura, que acepten sus responsabilidades. Reconocer que han sido unos criminales, que han abusado de niñas, que han usado minas artesanales llenas de excremento, que han secuestrado, que cometieron errores. Los periodistas deben hacer este tipo de trabajo: no permitir que estos personajes ocupen el espacio y negárselo a las víctimas.
¿Cuál es la foto que se te viene en este momento a la mente?
Hay algunas fotografías que yo creo que están ahí siempre. Recuerdo una vertical, de Sofía mutilada, durmiendo con su hija. Creo que esa resume mi proyecto de vidas minadas, esa fotografía muestra el drama y la crudeza de una madre que perdió las dos piernas por una mina, con su hija. También está presente en ella la vida: es bello ver a una madre durmiendo con su hija. Para mí es muy importante ver la belleza en la tragedia. Hay personas que han sido muy golpeadas y estar al lado de ellas cuando llega esta belleza es importante.
También recuerdo la fotografía de biblioteca de Sarajevo: me ha dado muchas alegrías, ha sido una imagen muy vista. Se siguen viendo como un icono de la guerra de Bosnia. La verdad, me di cuenta del impacto de esta imagen cuando se la mostré al director de la biblioteca de Bagdad y al verla se puso a llorar y me dijo textualmente : “yo me quejo de que mi biblioteca ha sido golpeada y acá estoy viendo una biblioteca destruida, lloro, por eso me di cuenta de la suerte de que mi biblioteca apenas ha sido golpeada”.
Ahí te das cuenta de la fuerza de esta foto.
Tus historias se cuentan a través de personajes y no de miradas generales, ¿por qué?
Las historias generales son importantes para mostrar lo que pasa. Pero las historias personalizadas dan un salto de calidad, te permite generar intimidad con la persona que fotografías y con el público. Al final la fotografía es un encuentro de intereses, de quien toma la foto, de quien fotografías, de quien la ve. Eso lo decía John Berger. Tú intentas que ese encuentro entre intereses acabe fortaleciendo la historia que beneficie al fotografiado, que le permita contar su historia. Esto me ha pasado a mí. Lo importante es que quien use la fotografía la use con decencia y no con morbo.
¿Qué es lo primero que empacas antes de viajar a algún país?
Hacer la mochila me toma diez minutos: las cámaras siempre las tengo listas para salir. Lo que más me cuesta empaquetar son los libros que llevaré. Tengo miles de libros en mi casa y sé que los libros que me lleve los leeré. Los que no me llevo quedan en una lista larguísima de libros que leeré después. Si puedo, llevo algún libro del país a donde voy.