Este artículo se publicó originalmente en VICE Arabia.
Mosul, un lugar semiabandonado que destrozó por completo el Estado Islámico y la segunda ciudad más grande de Irak, acoge una competición de coches denominada tafheet.
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Los coches son antiguos y la única señalización que hay es un neumático pequeño que sirve como punto de referencia para que los conductores den vueltas alrededor de él. El tamaño del lugar es la mitad de el de un campo de fútbol y está rodeado por un pequeño montículo de piedras desde donde los espectadores pueden ver la competición. En una esquina, hay unos diez coches aparcados esperando a participar en frente de una multitud, entre la que se encuentran seguidores que han recorrido muchos kilómetros para estar allí.

Después de que Estado Islámico tomara el control de Mosul en 2014, la banda terrorista prohibió este deporte tan popular. A partir de ese momento, se retiraría el carné de conducir a todos los que participaran en la competición. Sin embargo, desde que la ciudad fue liberada en julio de 2017, los jóvenes han vuelto a organizar encuentros todos los viernes. Este es uno de los muchos ejemplos de que la ciudad, que ha sido destruida casi al 80 por ciento en algunas zonas, está reconstruyendo poco a poco su tejido cultural.

Sinan Adel, conductor de 29 años, ayudó a fundar la competición y ahora quiere expandirla a otras ciudades más allá de las fronteras de Irak. “Estamos trabajando con grupos de todos los puntos del país para organizar eventos similares en todos los lugares que podamos”, confirma. “Queremos demostrar al mundo que los jóvenes de Mosul e Irak son culturalmente activos. Además, nos ayuda sentir que no estamos aislados del resto del mundo. Todo lo que necesitamos del Gobierno es un estadio en condiciones”.

Sin embargo, actualmente Sinan y sus amigos no cuentan con el apoyo de patrocinadores, no tienen premios y no cobran entradas para presenciar el evento. Todo el dinero que gastan en los coches y las carreras lo ponen de su propio bolsillo.

Para Salem Ahmad, de 26 años, el tafheet es un hobby. Le encanta estar en el circuito y “encargarse del mantenimiento de los coches y poner a punto los motores y neumáticos a gusto de los conductores”. En cambio, no parece que vaya a durar mucho la informalidad con la que cuenta la competición.

Recientemente, el evento ha comenzado a atraer a muchas personas de las afueras de la ciudad. Hani Hadi, de 28 años y que vive en Dohuk, una ciudad a ochenta kilómetros de Mosul situada cerca de la frontera con Turquía, me cuenta que va a Mosul con sus amigos todos los viernes para presenciar el evento.

“Llenamos unos diez coches en Dohuk y vamos hacia Mosul”, explica. “Nosotros no tenemos nada parecido en nuestra ciudad, pero si alguna vez lo tenemos, será gracias a los jóvenes”.
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