Haz patria y atropella a un motorratón

“…Yo, la neta, si me roban sí los empujo con el carro”, me decía un amigo sobre la modalidad de robo que aplican los motorratones, práctica que ha crecido exponencialmente en los últimos años en Guadalajara, principalmente en el centro de la ciudad y en zonas aledañas donde los tapatíos solemos enfiestarnos. Generalmente son dos personas a bordo de una motocicleta, mientras uno maneja el otro arrebata objetos de valor para después huir en el vehículo. Al parecer, los celulares son los objetos más preciados, tanto por los delincuentes como por las víctimas.


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Algunos tapatíos ya no se están quedando con las ganas de echarles el carro encima, o incluso unos balazos. En las últimas tres semanas cuatro delincuentes han sido atropellados por automovilistas, uno de ellos falleció al estamparse contra un árbol, y una persona fue baleada en las manos con el argumento de que era un ladrón.

Todos sabemos que el robo no está permitido por ningún código penal, pero la protección de bienes materiales no entra en la categoría de defensa propia. O sea, no está permitido por las leyes del país chingarte a alguien por intentar asaltarte.

Hace pocos días empezó a circular por redes sociales la fotografía de un adolescente con balazos en ambas manos, con la explicación de que un buen samaritano lo había hecho después de que lo asaltara. Los internautas comenzaron a felicitar al “héroe anónimo” que no se había dejado que le quitaran sus prendas, y se alegraron del sufrimento del supuesto ladrón.

¿Será que en el mundo moderno nos venden tanto la idea de amar lo que compramos que nos importa más que el sufrimiento ajeno? ¿O es una expresión del hartazgo social sobre el pésimo sistema de justicia mexicano en el que la mayoría de los delitos quedan impunes? Imaginen, si un homicidio, desaparición o secuestro quedan impunes, mucho más un robo, y eso enoja a la ciudadanía.

El joven de la fotografía, que ahora tiene heridas graves en ambas manos, no cuenta con historial delictivo y tampoco se reportó ningún robo durante el hecho, así me lo informó personal de la policía de Guadalajara. De lo que sí hubo reporte es del ataque de un hombre con arma de fuego a un joven; en resumen, cientos de tapatíos defendieron a un wey que le disparó a alguien porque le pareció sospechoso.

¿La descomposición social que vive el país es tan grande que una vida no vale nada? Parece que así nos han acostumbrado las guerras emprendidas por los gobiernos en contra de algunos cárteles del narco, llamando daños colaterales a las víctimas de fuego cruzado, de violaciones militares o de desaparición forzada. Personas que sin deberla ni temerla son víctimas de la crisis de seguridad del país.

Un par de semanas antes de este suceso, un automovilista embistió a dos motociclistas que le habían robado un celular. Las versiones preliminares de los policías indicaban que el automovilista los había arrollado y estampado contra un árbol, por lo que uno perdió la vida. Posteriormente, se dijo que había sido un accidente.

Al igual que en el caso anterior hubo alegría por parte de algunos, incluso se crearon páginas de Facebook con el nombre “Quema a la rata” para burlarse de ellos y sus familiares, quienes escribieron en sus muros personales condolencias y lamentaron las burlas de los internautas.

Durante décadas, las autoridades han permitido que grupos de asaltantes operen tranquilamente en la ciudad, pues los policías están más ocupados sacándole dinero a adolescentes que “parecen” malandros en las calles que desmantelando grupos criminales. La desesperación es tal que hemos pasado de cargar gas pimienta a buscar métodos más efectivos de defensa, llegando a casos extremos como lo que sucedió en Puebla, donde dos encuestadores fueron confundidos con secuestradores, por una histeria colectiva avivada por la corrupción del Estado y por la idea de que si nadie te defiende pues defiéndete tú como puedas.

Unos días antes de que le balearan las manos a un presunto culpable, platiqué con el comisario de Seguridad de Guadalajara, Salvador Caro, quien desde hace un par de meses ocupa el cargo, para que me dijera cuál era la postura de su corporación sobre estos llamados a arrollar ladrones comunes.

Según el funcionario, no existe en Guadalajara un esquema de justicia por propia mano, y así lo explica:

“Eso sucede cuando contratan guardias blancas, hacen grupos paramilitares, grupos de autodefensa, en Guadalajara no hay justicia por su propia mano, pero hay un llamado desesperado de vecinos que están hartos de esta herencia que nosotros recibimos.


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“Nosotros hemos difundido que el intento de justicia por propia mano pone en riesgo a la víctima, puede perder más de lo que le fue robado. Hacemos un llamado de que confíen, estamos recuperando la mitad de los vehículos que se roban.

“El segundo punto es que se convierten en delincuentes, si se exceden en su actuación hacia un delincuente y este pierde la vida, si te había robado un teléfono, un bolso o un vehículo. Tú pasas a ser un homicida; la justicia por propia mano tiene un nivel distinto, tiene características jurídicas diferentes a la legítima defensa, que es a lo que es accesible a un ciudadano. Estamos trabajando muy fuerte para que las cosas cambien; estamos muy comprometidos y estamos recibiendo la cooperación de los ciudadanos”, dijo Caro, del recién entrado gobierno tapatío encabezado por Enrique Alfaro.

La dependencia me informó que no hubo ninguna detención por la agresión con arma de fuego del “valiente ciudadano”, y que una posible investigación correría a cargo de la Fiscalía General del Estado de Jalisco.

Entre los comentarios que circulan en redes hay llamados a dejar “marcados” a todos los delincuentes, muchos lamentando que los disparos hubieran sido en las manos y no en la cabeza, y otros apoyando iniciativas para que la policía “no se meta” cuando la ciudadanía tome justicia por propia mano.

Alguien más cuenta cómo se alegró al ver que unos vecinos de El Santuario —uno de los barrios más tradicionales de Guadalajara, y donde la venta de medicamentos piratas está más que arraigado— agarraron a golpes a una persona que se había robado una revista.

El comisario Caro afirmó que en el primer mes de su gestión han sido detenidos 166 ladrones en motocicleta y que estos han “migrado” a otras zonas de la ciudad para delinquir. También confirmó que se seguirán haciendo revisiones aleatorias —completamente anticonstitucionales— a ciudadanos que se muevan en motocicleta, para ver si no son motorratones.

“Las revisiones de rutina se reducen a personas que están cometiendo faltas administrativas, a ley de movilidad, y en entornos donde se reporta un delito y transitan personas con las características que se han descrito en reportes, sobre todo en personas que conducen motocicletas”, dijo.


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Los tapatíos estamos cansados de salir a la calle con miedo, y ahora ya no sólo es temerle a los policías que te extorsionan o a los rateros que te quitan tus cosas, sino también habrá que cuidarse de no parecer algo ante los ojos de algunos vecinos —por ejemplo, parecer “motorratón” por andar en motocicleta—, no vaya a ser que te quieran agarrar a balazos.

¿Atropellar a alguien por quitarte un celular resolverá el asunto de la seguridad o solamente servirá de catarsis colectiva por vivir en el país con uno de los peores sistemas de justicia? ¿Los ladrones aprenden de este escarmiento?

Hay expertos en seguridad, como el tapatío Guillermo Zepeda Lecuona, que hacen llamados para que las cárceles no se saturen por robos menores, pues quienes caen en el sistema penitenciario se vuelven parte del círculo vicioso de criminalidad. Hay personas encarceladas por robarse un desodorante, y el Estado los contabiliza como desmantelamiento de bandas criminales. Así la justicia en este país.