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Entre 2006 y 2007, el ingeniero de sistemas Hervé Falciani robó los datos de 130.000 cuentas bancarias de la sucursal suiza del HSBC para la que trabajaba, y en 2008 colaboró con la justicia de diversos países filtrando identidades, movimientos de dinero y depósitos secretos.
Protagonista de lo que se ha definido como la filtración bancaria más grande de la historia — también llamada SwissLeaks —, Falciani vive hoy haciendo consultorías y proyectos para la construcción de sistemas bancarios alternativos y fue condenado por un tribunal federal suizo a cinco años de prisión bajo los cargos de “espionaje económico” en noviembre del año pasado.
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VICE News habló con Falciani a través de Skype para conocer cómo ha cambiado su vida tras la filtración y para saber si hoy volvería a convertirse en delator.
VICE News: ¿Cuál ha sido el coste personal de las filtraciones?
Hervé Falciani: Me condenaron a cinco años por espionaje económico. Suiza considera mi trabajo un atentado a la nación. Las filtraciones se consideran un riesgo para el rendimiento económico de Europa. Pero es un error: si soy una amenaza para alguien, es sólo para el 1 por ciento de la población.
Cuando lanzaste tu libro ‘La caja fuerte de los evasores’ (2015) hablaste de la importancia de despertar conciencias. ¿Ha cambiado algo desde entonces?
La conciencia y el cambio están en manos de los periodistas. Lo que hacemos quienes filtramos información es simplemente crear oportunidades para que se hable de la injusticia. Por mi parte, realizo asesoramiento para dar más visibilidad a este tipo de informaciones. Participo en reuniones públicas, hablo con políticos y con organizaciones de activistas y representantes de movimientos sociales. Propongo sistemas financieros alternativos en los que no hay margen para la corrupción ni los conflictos de intereses. Por ejemplo, estoy trabajando en un sistema de pago que no incluye al euro. Nacerá en España, y luego lo extenderemos a Italia y Francia. En Italia estamos en contacto con el Movimiento 5 Estrellas, con quienes compartimos estas iniciativas.
¿En algún momento pensaste “para qué me metí en esto”?
Nunca pensé así y ni siquiera mi familia lo piensa. Siempre hay momentos de cansancio, es normal. Pero cada uno elige su camino: desde mi punto de vista ha sido muy positivo emprender el mío. Con la experiencia que he adquirido me siento psicológicamente menos expuesto que aquellos que están obsesionados con la pérdida de su empleo. No tengo miedo, tengo un proyecto, alternativas, sé lo que hago.
¿Las filtraciones y tu apuesta comprometida con la denuncia responden a un objetivo personal determinado?
Digamos que por ahora estoy feliz con lo que hago, y que siempre encuentro la manera de seguir adelante. Creo que esta experiencia me ha enseñado aún más la importancia de hacer las cosas en grupo, junto con otras personas, de no estar solo.
El escándalo SwissLeaks, según el hombre que filtró las cuentas del HSBC. Leer más aquí.
¿Después de la condena qué cambió en tu vida?
La sentencia dejó en evidencia que mi acción significó un problema. Fue sancionada por una nación, porque iba en contra de sus intereses. Pero la sentencia también evidencia que la filtración era beneficiosa para todos los demás. Es otra prueba de que hay países que tienen intereses contrarios a los de la población. Para mí fue como recibir una medalla de honor en medio de la actual guerra económica. Fui el primero en recibirla. Todos los demás negociaron y se detuvieron antes. Yo desobedecí la ley de Suiza desde el principio. Y Interpol reconoció la sentencia como una condena política. Nadie puede extraditarme si no es por razones políticas y eso es una victoria para mí.
¿Qué lectura harías sobre el proceso iniciado recientemente contra dos exempleados de la consultora PricewaterhouseCoopers (Pwc) acusados de haber filtrado documentos a la prensa sobre acuerdos respecto de impuestos secretos de Luxemburgo?
Pienso que denunciar siempre ha sido una batalla entre aquellos que quieren mantener una asimetría en el acceso a la información y quienes quieren hacerla accesible a todo el mundo. Los que mantienen esta situación lo hacen por interés. Si tienes información importante tienes que elegir ser parte de la minoría que se aprovecha de los demás, o desafiar a esa minoría, y difundir la información. El secretario del Partido Comunista Francés [Pierre Laurent] me dio hace poco tiempo su último libro: “99%”. El espíritu es denunciar a los que constituyen el 1 por ciento. Quienes pueden manejar más o menos bien las consecuencias de esta elección radical son aquellos que tienen conocimiento de lo que implica este desafío.
Las filtraciones y tu lucha afectan de forma determinante a tu vida personal. ¿Cómo manejas esta situación?
Es más o menos sencillo, se trata de predecir lo que sucederá. Pero no todo el mundo reacciona de la misma manera. Me vienen a la cabeza casos como el de Stephanie Gibaud, quien ahora denuncia que se ha quedado sola después de haber revelado los secretos de la Union de Bancos Suizos (UBS), o del mismo Antoine Deltour, que no fue del todo consciente de lo que estaba haciendo.
¿Por qué esto es importante para ti?
Cuando se denuncia algo como esto, no hay lugar para historias personales ni nacionales. Hay un contexto internacional en el que está Estados Unidos frente al resto del mundo. Washington es el único lugar desde donde se pueden imponer multas a otros países. Y mi denuncia ha tenido consecuencias. La legislación sobre filtración de información privilegiada existe desde hace mucho tiempo. Europa está igualmente expuesta, pero no tiene leyes que lo regulen. Denunciar es necesario: alguien debe castigar a ese 1 por ciento que se ha apropiado de lo que no le corresponde.
¿Qué consejo le darías a un europeo que tiene información sensible que querría hacer pero que teme las consecuencias que ello pùeda conllevarle?
Creo que debería ponerse en contacto con la prensa. Quienes mejor equipados están para manejar la información de este calibre son los consorcios de periodistas, como el ICIJ [siglas inglesas para el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, con sede en Washington, el grupo que ha publicado toda la filtración bancaria de los ‘Papeles de Panamá’]. El hecho de que sea un consorcio estadounidense el que dispone la información proporciona sin dudas una ventaja a Estados Unidos, pero es mejor hacerlo que dejarlo todo como está. De lo contrario, el precio que se pagará será demasiado costoso.
¿Qué quieres decir?
Hay un coste social en este desafío, y lo estamos pagando solo nosotros. La información que yo he brindado, la de Antoine Deltour y John Doe [nombre ficticio del denunciante de los documentos de Panamá] es siempre la misma: todos pagamos por la riqueza de un 1 por ciento. Es insostenible. Para empezar a ganar, tenemos que hacer que el miedo pase al bando enemigo. Y ellos le temen a Washington. Por ejemplo, tras mi condena ya no pude permanecer en Suiza, por lo que me ha tocado vivir durante mucho tiempo en España. Aquí, incluso en los pueblos más remotos, los bancos te hacen firmar un documento para que declares que no tienes dinero en Estados Unidos. No en Suiza, donde se esconde el dinero de aquellos a los que el sistema financiero teme, sino en Estados Unidos. Por el momento esta es la única opción: “externalizar” la limpieza, acabar con la corrupción de los evasores asegurándote que Estados Unidos pueda cobrarle al 1 por ciento.
¿Qué tendría que hacer Europa para proteger a los denunciantes?
No creo que eso sea posible en Europa, realmente. Recién ahora se está intentando algo, pero la Unión Europea hoy en día no es eficiente en nada. Y no creo que exista ninguna oportunidad para que Europa proteja a alguien que denuncia sus deficiencias porque ello aumenta su exposición. Europa delega las responsabilidades en los países miembros pero luego no los obliga a cumplir con las regulaciones comunes. La única Unión Europea que existe es la bancaria.
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Imagen vía Wikimedia Commons