Estaba escuchando música dosmilera cuando el algoritmo de Spotify me arrojó ‘Cool’ de Gwen Stefani. El tarareo llegó a mí de forma orgánica porque es una canción que había escuchado de adolescente, aunque no le había prestado atención a la letra hasta ese día:
“And after all the obstacles
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It’s good to see you now with someone else
And it’s such a miracle that
You and me are still good friends
After all that we’ve been through
I know we’re cool”
(“Y después de todos los obstáculos, es bueno verte ahora con alguien más, y es un verdadero milagro que tú y yo sigamos siendo buenos amigos, después de todo lo que pasamos sé que estamos cool”.)
Quién habría imaginado que Stefani estaba poniendo su granito de arena en el pop mainstream para imaginar rupturas afectivas más cariñosas, respetuosas y transgresoras.
Cuando escuchas sobre rupturas afectivas seguro te viene a la mente caos, destrucción, humillación, tragedia y un resentimiento que podría durar décadas. Pero no tiene por qué ser así. Por ahí escuché —no recuerdo dónde— que la calidad del amor se manifiesta en la ruptura. En este texto platiqué con personas que redefinieron su relación de “exes” y la convirtieron en otra forma de acompañarse: estas son historias de amistades que surgieron de las cenizas del duelo.
Rodolfo, 33
“Yo soy amigo de algunas de mis exes, pero sobre todo de una con la que descubrí que otras rupturas son posibles. Después de conocernos en la prepa comenzamos a salir cuando ella entró a la universidad: ella vivía en Puebla y yo en Tlaxcala, así que yo viajaba a verla. Cuando se acercaba el cierre de mi prepa y ella estaba terminando su primer año de universidad platicamos sobre qué vendría después y ella me comentó sobre un profundo deseo de acercarse a procesos religiosos. Después de mucho diálogo y escucha la decisión fue que ella entraría a una orden religiosa y que eso implicaría que no podríamos seguir siendo pareja. Al final yo, desde el amor, comprendí que ese iba a ser un paso muy importante para ella y que eso no significaba que no me quisiera o que las cosas estuvieran mal, simplemente la vida la llamaba para un lugar distinto.
Finalmente pasó, ella entró a su proceso religioso —del cual después de un año desertó—, pero durante eso seguimos siendo amigxs muy cercanxs, contándonos de nuestras vidas. Vaya, dejamos de coincidir presencialmente un rato, pero cuando volvió a pasar, después de que ella desertara, platicamos de nuevo todo y nos dimos cuenta que nos habíamos convertido en personas diferentes en esos procesos y decidimos mantener la amistad.
Personalmente viví un proceso muy complejo de separar y elegir el cuidado sobre el amor romántico y el deseo sexual.”
Pablo, 31
“Sam, mi exnovia, se va a casar y yo seré su padrino de bodas. La historia es que fuimos novixs en la prepa, estuvimos juntxs dos años, nos divertíamos mucho y teníamos mucha afinidad, aunque siempre lo sentí más cercano a una amistad que a una relación sexoafectiva. Después que ella terminó conmigo yo me aferré a la idea de que seguro hice algo mal, porque la narrativa es que si te cortan tú fracasaste como pareja. Es difícil empatizar con la otra persona porque es como si de un día para otro se rompiera una validación que creías segura.
Tiempo después ella salió del clóset; yo fui la primera persona a la que le contó que es lesbiana. Cuando me lo dijo yo no pude más que sentir mucho cariño y respeto por ella, por atreverse a ser quien es, también sentí mucho agradecimiento de que hayamos entablado ese tipo de confianza a lo largo de los años. Hace poco me buscó para contarme que se va a casar con su novia, a quien también conozco, y me emociona seguir siendo parte de su vida: ahora como su amigo.”
Marcos, 36
“Fuimos pareja por siete años, nos llevábamos chido pero ya teníamos muchas incompatibilidades: yo soy asexual y él es una persona con un deseo sexual muy alto, pero lo que hizo que nos separáramos definitivamente fue que él quería una familia grande y yo no. Nos dejamos de ver tres años y un día me habló. Platicamos, le pedí perdón por las cosas que salieron mal, él también se disculpó y empezamos a hablar chido. Creo que esto es esencial: que las cosas queden lo más claras posible y que se intente resarcir el daño que se hizo, si es que lo hubo, aunque haya sido sin intención de herir a la otra persona.
Él es alguien que me conoce y a quien conocí profundamente, podemos contarnos cualquier cosa y nos aconsejamos sobre las parejas, nos regañamos por dejar pasar límites y hasta jugamos en línea, hasta ahora toda la interacción ha sido virtual. Hablamos en algún momento de que no era posible estar juntos de nuevo pero que ser amigos era lo más cool del mundo.”
Alejandra, 34
“La historia breve es: nos conocimos desde los 15 años, empezamos a salir el primer semestre de la carrera y a los 24 nos casamos y nos fuimos a vivir a Australia. Duramos 7 años casados y terminamos porque teníamos planes distintos respecto a la familia, no porque dejamos de amarnos. Tenemos muchas amistades en común, entonces nos seguimos viendo en esos planes sociales y nunca hemos dejado de ser amigos. Sí, pasamos una ruptura muy dolorosa, pero de ahí el amor y el cariño se transformaron. Yo tuve COVID hace poco y él me trajo de comer para la semana, cuando su papá falleció yo lo acompañé como su amiga. Yo he salido con otras personas y creo que él también.
De este proceso aprendí que el amor no es suficiente para estar en pareja: tiene que haber metas en común, y el fin de un matrimonio no se traduce a un fracaso. Creo que las imposiciones sociales de cómo debes relacionarte con tus exes nos hacen daño: esta narrativa donde tiene que existir una persona mala y otra buena, o que tus amigas y tu familia deben odiar a tu ex.”
Paulina, 28
“Tuvimos un noviazgo muy tradicional, muy familia natural, de dos años. La relación siempre se sintió más como una amistad y eventualmente nos dimos cuenta que teníamos deseos y aspiraciones contrarias. Pienso que sentimos la presión de categorizar nuestra relación, de que entrara en una cajita, y entre confusiones, elegimos la de “pareja”. Nos asustaba la posibilidad de terminar la relación porque dimos por hecho que nuestra amistad había quedado arruinada, porque ese es el cuento que nos contaron: que una vez que cortas ya no hay reconciliación, que no hay nada del otro lado.
Él me pidió tiempo y espacio para procesar la separación y yo quedé devastada: fueron seis meses de distanciamiento absoluto. A los ocho meses él me pidió regresar porque le estaba costando mucho procesar la ruptura y yo le recordé todas las razones por las cuales habíamos tomado la decisión correcta. Meses después nos reencontramos y tuvimos un periodo de prueba de ser “fuckbuddies”, pero eso nos enseñó que en realidad nos juntábamos más para platicar, y por eso decidimos mejor ser amigos.
Este último año nos hemos visto varias veces, ahora se me hace muy chido que nos hayamos visto encuerados y que pueda hablar de cosas que no puedo hablar con nadie más, lo quiero profundamente. Ahora intento no meter las relaciones en cajitas ni seguir normas absurdas como ‘los amigos no cogen’, mientras existan acuerdos y respeto las relaciones pueden ser lo que quieran que sea.”
Mariana, 29
“Ximena y yo nos flechamos mutuamente, fue una relación completamente distinta y algo muy nuevo para mí. Fuimos novias varios meses, pero como yo venía saliendo de un proceso terapéutico muy duro le dije que no podría sostener una relación. Nos dolió mucho, pero tiempo después nos vimos y yo le confesé que había sentido que no solo había ‘perdido’ a una pareja, sino que lo viví también como una ruptura amistosa. Ahora es una de mis mejores amigas, nos escribimos mucho y nos amamos mucho, hace poquito hicimos una videollamada en mi cumpleaños y me presentó a su novia, ella también ya conoce a mi novio. Me siento muy orgullosa del proceso porque no caímos en el afán de buscar algún culpable del dolor.
Uno de mis aprendizajes es que cada quien tiene su forma de vivir los duelos, no porque alguien no esté llorando no significa que no le importe, otro fue que el trabajo emocional que ambas ejercimos en este proceso era necesario para seguir en contacto y construir la relación que tenemos ahorita.”
Sofía, 26
“Exploré el poliamor hace algunos años, establecí un vínculo con un bato y más tarde comencé a salir con un amigo en común, ambos estaban de acuerdo y estuvo muy lindo. Fue todo un reto reaprender a construir relaciones sexoafectivas desde otra perspectiva y fuera de la monogamia. Tenía la experiencia previa de haber terminado muy mal con mi último ex, así que tenía miedo de salir lastimada o lastimar a alguno de ellos si esto no “funcionaba”. Al final dejé de salir con ambos, por causas totalmente ajenas al poliamor, y ambas fueron separaciones muy amorosas, sinceras y maduras. Desde ese día lo decreté: no quiero terminar peleada con ninguna de mis parejas.
Con uno de ellos retomé el contacto durante la pandemia: hemos tenido algunas llamadas e intercambiamos consejos, el otro día yo le mandé memes para que ligara con su crush, incluso en algún momento cogimos después de terminar y solo fue eso: dos amigxs que se juntaron a ver una serie y terminaron cogiendo, aunque después decidimos que preferíamos una amistad sin sexo. Pienso que cuando abrazamos cierto grado de incertidumbre, sabiendo que las ilusiones no están escritas en piedra, es más sencillo concebir otras formas de relacionarse, porque así se mitigan los reclamos, los ‘pero tú me prometiste’, ‘pero yo te hacía en mi vida por siempre’, ‘pero me traicionaste por ya no querer estar conmigo de esta forma’.”