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Identidad

Probé un remedio homeopático para curar el lesbianismo

Un remedio. Homeopático. Para curar a las mujeres con inclinaciones lésbicas. Sonaba tan absurdo que tenía que probarlo.

El pasado enero, tras sufrir tres faringitis en cuestión de pocos meses, el médico me recetó un (nuevo) fármaco y una serie de (nuevos) análisis de sangre. Hice un hueco en el estante del baño dedicado a los medicamentos y derramé una lagrimita mientras observaba la receta, aunque debo decir que tampoco me sorprendía.

Tener una enfermedad crónica nada mortal, pero un fastidio al fin y al cabo implica estar constantemente tomando medicamentos: unos para solucionar el problema, otros para reparar el daño causado por los primeros, y otros para cuando la enfermedad te ha dejado tan jodida que tienes que empezar de nuevo. Mi dependencia de los fármacos no ha suscitado en mí reflexiones sobre lo efímero de esta vida ni sobre la fragilidad de nuestros cuerpos, pero sí ha hecho que confíe ciegamente en sus efectividad: problemas → medicina → volver a estar bien. Nunca falla. ¡Un hurra por los medicamentos!

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Algo que no es una enfermedad y que nunca me ha causado problemas de ningún tipo es el hecho de ser lesbiana. No hace que expectore sangre ni me provoca erupciones cutáneas, ni tampoco me obliga a dejarme un pastizal en visitas a un especialista para que me ayude a lidiar con ello. Al contrario: ser lesbiana tiene un montón de aspectos positivos, aparte de no tener que preocuparte del tema anticonceptivos, de encontrarte la tapa del váter subida o cualquiera de los demás estereotipos propios de una relación con un chico. 100 % recomendado por lesbianas.

Soy consciente de mi sexualidad desde mucho antes de empezar a sufrir mi enfermedad crónica, y por ahora los únicos síntomas que he tenido han sido los terribles retortijones que me entran cada vez que leo determinadas declaraciones absurdas. Aparte de eso, por aquí todo me va genial, gracias.

Sin embargo, y pese a que estamos en 2017, que el hombre ha pisado la Luna y que hemos descubierto siete nuevos exoplanetas, sigue habiendo gente por ahí —aquí tenemos un claro ejemplo— que está convencida de que la homosexualidad es una enfermedad y que, como tal, puede curarse.

Circulan determinadas "terapias reparadoras", totalmente carentes de base científica, que suelen ir acompañadas de seminarios sobre conducta, ritos, oraciones y campamentos de reeducación cuyo objetivo es liberar el potencial heterosexual de los homosexuales y ayudarles a ser normales.

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Estas gotas contienen Ovaria. Foto de Vicenzo Ligresti

Además de estos "remedios" de dudosa efectividad, hace unas semanas se comercializó en el mercado homeopático un nuevo remedio que, para variar, plantea más dudas que resultados. Según informa Butac, un sitio web farmacéutico autorizado por el Ministerio de Salud italiano ha empezado a vender un "remedio homeopático para favorecer, estimular y regular las funciones endocrinas femeninas", entre cuyos componentes se encuentra la Ovaria, una sustancia que suelen utilizar para tratar la "frigidez femenina, las inclinaciones lésbicas, la oligospermia y la azoospermia". [Tras el aluvión de críticas dirigidas a la ministra de Salud, Beatrice Lorenzin, muchos de los sitios web que ofrecían este producto han eliminado la referencia a las "tendencias lésbicas", pese a que estas siguen pudiendo verse en las páginas en caché].

Esto era lo que decían las referencias completas antes de ser cambiadas:

Un remedio homeopático para favorecer, estimular y regular las funciones endocrinas femeninas. Recomendado para tratar síntomas relacionados con la menopausia: menor rendimiento físico durante la menopausia asociado a estados de apatía, depresión, migraña, irregularidad en el flujo menstrual o prurito vulvar. También recomendado en caso de: disfunciones endocrinas, trastornos del desarrollo y obesidad provocada por disfunciones de la hipófisis (falta de peso, bocio, enfermedad de Grave, enfermedad de Addison y mixedema, respectivamente).

Contiene:

- Glándulas suprarrenales: estados de astenia, pérdida de peso, miastenia. Alergias, hipoglucemia. Hipertensión e hipotensión arterial.

- Glándula timo: agotamiento.

- Hipófisis: acción centralizada en todo el aparato. Un elemento esencial del sistema
hormonal, encargado de controlar la secreción interna, el contenido de ácido láctico en sangre, la mineralización y el contenido de fluido del cuerpo.

- Páncreas: diabetes pancreática. Estimula la producción de secreciones digestivas (enzimas pancreáticas).

- Ovarios: irregularidades menstruales, trastornos relacionados con la menopausia, pérdida de memoria, depresión, trastornos glandulares, complejo de inferioridad, criptorquidismo, enuresis nocturna, impotencia. Frigidez femenina, inclinaciones lésbicas, oligospermia y azoospermia, congestión. Reduce la hiperfunción de la pituitaria.

- Thyreoidinum: regulación de la función tiroidea, trastornos del desarrollo (enanismo e hipotiroidismo, mixedema, hipoevolución psíquica; favorece el drenaje del organismo.

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Debido a mi larga relación con los medicamentos, y en vista de que el Dr. Reckeweg R 20 parecía capaz de quitarme el asma, la homosexualidad y la pérdida de visión de un plumazo, decidí darle una oportunidad a este remedio milagroso y compré un frasco, ansiosa por saber si acabaría siendo heterosexual al final del tratamiento. O al menos un poco menos asmática.

Primer día: martes

El "medicamento" viene sin ningún prospecto (aunque en la caja venía de regalo una muestra de crema hidratante de manos), pero en el envoltorio dice que me tome la cantidad de gotas que me hayan prescrito. Como soy muy fan de los autodiagnósticos basados en consultas en internet, determino que el mío es un "caso grave" y que debo tomar la dosis máxima, diez gotas cuatro veces al día. Pese a mi déficit de memoria, la fuerza de la costumbre me ayudará a no olvidarme de tomarme ni una sola dosis.

Además de ser el primer día de inicio del tratamiento, ese martes también es el primer día en que voy al gimnasio después de meses. El gimnasio es el sitio perfecto para poner a prueba una supuesta homosexualidad en descenso, porque está lleno de hombres sudorosos y con poca ropa. Se supone que una visión semejante debería despertar mis incipientes instintos heterosexuales. De camino a la clase de yoga, me fijo en todos los hombres que me rodean, solo para comprobar que no me resultan ni la mitad de interesantes que el cuerpo de la profesora de yoga, el hecho de que hayan vuelto a abrir el bar de abajo, después de una larga temporada cerrado, o que mi capacidad de aguantar una hora de clase sin querer morirme.

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El único tío que hay en la sala está de pie detrás de mí, y lo único en lo que logro fijarme de él es que, por las marcas, hace muy poco que se ha reventado unas ampollas en los pies.

Veredicto: sigo siendo, sin lugar a dudas, lesbiana.

Segundo día: miércoles

— Hey, ¿cómo va el rollo homeopático?

— Ayer fui al gimnasio y empecé a fijarme en los tíos. Siguen sin gustarme.

Esta fue la conversación que tuve con una amiga hetero a la que mi experimento le pareció muy divertido. He decidido que, para poner a prueba de verdad mi homosexualidad, voy a salir todas las noches, puesto que quedándome en casa solo hay una forma de averiguarlo, una que no me siento muy cómoda compartiendo.

Tras tomar diligentemente todas mis dosis de R 20, abandono la oficina y me dirijo a un bar con el único propósito de beber cerveza, mirar a los tíos y ponerle la cabeza como un bombo a mi amigo Simone, preguntándole cada dos por tres qué tíos están buenos y en qué se supone que me debo fijar para que me gusten.

También me fijo en los hombres con los que me cruzo por el camino, en el metro, por la calle, y en los que hacen cola en el cajero. Creo que la última vez que me fijé en tantos hombres fue de pequeña, buscando a Wally. Me fijé en tantos hombres que al final tuve que ponerme las gafas porque me dolían los ojos de tanto mirar. Por desgracia, el bar en el que estoy está lleno de chicas, y lo que es mejor, lesbianas.

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Veredicto: los hombres no tienen tetas, así que sigo siendo gay.

Tercer día: jueves

La autora y su dosis diaria de medicina homeopática

Después de tres días siguiendo religiosamente el tratamiento, sigo sin notar los efectos positivos; continúo olvidándome de las cosas (hoy me he dejado el dinero, la tarjeta de puntos del súper y el tenedor para la comida), sigo necesitando el Ventolín y, por el momento, no hay ni rastro de heterosexualidad en mí.

Esta semana se celebra la Semana de la Moda de Milán, lo que implica, además de atascos interminables, mucha fiesta. Fiestas en las que espero encontrarme con modelos o gente medio famosa, personas que, como todos sabemos, suelen ser un 50 por ciento más atractivas que el resto de los mortales. Si voy a curarme en algún momento, seguramente será en una situación en la que todo el mundo sea ridículamente guapo y nadie muestre el menor interés por mí.

Convenzo a mi novia y a una amiga para que me acompañen y nos pasamos buena parte de la noche esperando en una de las gigantescas colas que se forman a la puerta de algunos bares. Mi novia aprovecha para recordarme que, si el remedio acaba funcionando, no me devolverán el dinero del anticipo que hemos dado para nuestra inminente unión civil. Y peor aún, quizá tenga que pagarle una indemnización por una relación que puede irse al traste por mi repentina heterosexualidad.

Volvemos a casa en el coche que compramos juntas y que creo que no estoy dispuesta a ceder.

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Veredicto: definitivamente, sigo siendo gay, y ya sé que no tengo que volver a pedirme un negroni nunca más

Cuarto día: viernes

En la foto, debate sobre lo que se considera o no un hombre atractivo

El viernes me ocurre algo que nunca antes me había pasado. No sé si fue por la "medicina", el gimnasio o las pocas horas de sueño por tanta fiesta, pero conseguí entrar en un sitio sin anunciar mi presencia a toses, tropezarme con algo o sentirme avergonzada, y quiero creer que esa es exactamente la gracilidad y elegancia con la que se mueven las chicas heterosexuales, características que solo podría adquirir si dejara de ser gay. Prosigo con el tratamiento de R20 con esperanzas renovadas y paso el rato buscando en internet hombres guapos por los que sentir algo.

La zona de pruebas de hoy será una fiesta montada por y para lesbianas en la que, si todo va según lo que R20 prevé, debería emocionarme tanto como hacer la declaración de la renta.

A eso de las tres, estoy cantando a voz en grito "you wanna see cunt you wanna see pussy" con marcas de pintalabios por toda la cara, por lo que podemos concluir que el experimento ha sido un fracaso.

Veredicto: gay; creo que he perdido 10 euros y que, a su manera, la versión voguebeat de "Formation" es mejor que la original.

Quinto día: sábado

Sin saber dónde encontrar más tíos, me acerco nuevamente al gimnasio. Al menos, si no puedo llamarla "la semana en la que dejé de ser lesbiana gracias a la homeopatía", quiero poder llamarla "la semana en la que fui al gimnasio las veces suficientes como para amortizar la cuota".

Los tíos del sábado por la mañana son iguales que los del martes por la tarde, quizá un poco menos sudorosos, pero igual de metidos en su rollo de emitir gruñidos y levantar pesas. Nada. Ni una sensación, un escalofrío, un rubor… Vuelvo a casa, triste y homosexual, y descubro que en el edificio hay dos perros de la raza shiba inu, y no solo uno, como pensábamos al principio.

El sábado por la noche tengo una cena con un 99 por ciento de asistencia lésbica, y luego fiesta en un club también de gente 99 por ciento no heterosexual. Ni siquiera siento nada al mirar a los tíos gais. Mientras tanto, el líquido de la botellita de R 20 parece estar al mismo nivel que la primera vez que la abrí, como si se regenerara por la noche para recordarme, con discreción homeopática, que nunca voy a obtener el efecto anunciado.

Veredicto: sigo siendo gay.

Conclusión

El R 20 no es distinto al resto de remedios homeopáticos que he probado a lo largo de mi vida: no sabe a nada, no tiene color y no hace nada. Tiene un ligero sabor a alcohol y, comparado con otros, este tiene la gran ventaja de estar elaborado a partir de extracto de ovarios, algo que me daría mucho asco si fuera verdad. Pero por lo que a mí respecta, bien podría ser Coca-Cola rebajada hasta quedar transparente y no supondría ninguna diferencia.

Termina la semana y sigo siendo tan lesbiana como al principio. La única diferencia tangible está en mis manos, mucho más suaves gracias a la crema hidratante que venía de regalo.