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Burlarse sin ser atrapado: así es la vida de los comediantes cubanos

Durante los últimos 18 años, Ricardo Isidron ha estado produciendo La Esquina de Mariconchi, un show de comedia en vivo en La Habana que muestra a comediantes populares que aparecen con frecuencia en la televisión cubana. Es una demostración de los talentos más interesantes de la isla. Pero, ¿será que ellos hacen chistes sobre el fallecido dictador Fidel Castro o su hermano Raúl?

Isidron, quien suele estar animado, se puso incómodo cuando mi traductor le hizo esa pregunta, que asumía era obvia. Escuché cómo dijo los nombres “Fidel” y “Raúl” a un volumen muy bajito. 

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“¡No, no, no!” dice Isidron mientras sacude su cabeza. Incluso hacer chistes sobre Castro durante una entrevista informal en la parte de atrás de un teatro, luego de dos meses de fallecido, se sigue sintiendo como un gran riesgo. 

“En sus vidas privadas, los cubanos hacen chistes sobre Castro… pero no en público”, dice Isidron. “Los comediantes tienen que ingeniárselas para contar chistes sin mencionar nombres”.

Una forma de hacer esto es hablando de “la barba”, un código que todos en La Habana entienden. O un comediante podría jugar con el hecho de que todo el mundo sabe que Fidel nació en agosto. La persona podría decir, “Déjame ver tus señales en las estrellas”, y proceder a leer un horóscopo mordaz acerca de los Leos. 

Ese tipo de artimañas son necesarias en un país donde, a diferencia de muchos países occidentales, los comediantes no tienen libertad de expresión garantizada. La sátira es considerablemente más importante cuando el poder intenta abatirla, pero los desafíos son mucho mayores en ese caso. Así como los cubanos han tenido que lidiar con escasez de comida y de otros recursos durante décadas, los comediantes de esta isla tienen que usar su creatividad a la hora de hacer bromas políticas. 

La atmósfera misma puede ser usada para crear una tensión cómica.

“Un comediante en el escenario podría gritar, ‘¡Abajo Fidel!”, dice Isidron. “Y después de unos segundos… ‘¡Martínez!”.

Isidron comenzó su propia carrera como comediante hace 40 años, pero fue forzado a bajarse del escenario cuando desarrolló problemas de garganta. Pasó a escribir y producir shows y ahora es una de las figuras más importantes detrás del stand-up y la comedia cubana. No hay nadie mejor con quien hablar para entender la comedia cubana, la cual está arraigada a la manera en que el país ha sufrido económicamente bajo el régimen castrista y el bloque estadounidense. 

“Hay un hotel. Tiene dos hermosas piscinas”, dice Isidron. “Una pequeña y una grande. El administrador dice: ‘Mira, qué bonitas piscinas’. 

“El invitado dice: ‘Sí, son muy bonitas, pero están vacías’”.

“No, no tenemos agua, pero son piscinas muy bonitas”. 

“Sí, pero están vacías. Entonces, ¿qué haces?”

“Las llenamos con tierra, y sembramos árboles”.

Isidron y yo nos echamos a reír. 

“Eso es lo que pasa en este país”, dice. “Es absurdo”.

Ricardo Isidron

La historia de la comedia cubana se remonta a 1800, cuando los grupos de teatro españoles se presentaban en La Habana. Durante el régimen de Batista, el crimen organizado de Estados Unidos volvió a La Habana en Las Vegas del Caribe; comediantes como Jerry Lewis se presentaban constantemente en los casinos. Después de la revolución en 1959, la comedia cubana cambió drásticamente. Al poco tiempo de que Castro se tomara el poder, Leopoldo Fernández, un comediante satírico muy popular que tenía un programa en radio llamado La Tremenda Corte, fue censurado después de hacer un actuación cómica personificando a su amado personaje, Papa. La sátira ofensiva empleaba el clásico desacato cubano: Un tipo saca una foto de Castro y de la Papa, se va a la pared y dice, con toda la ironía posible, “Permítanme, este lo quiero colgar yo mismo…”

1991, según Isidron, marcó la era moderna del stand-up cubano; una de las primeras estrellas fue Álvarez Guedes, quien lanzaba frases cortas y líneas inexpresivas. Isidron nos da un ejemplo: “Un tipo se encuentra con uno de sus amigos en la calle y le dice, ‘¿Te gustan las mujeres con muchas tetas?’ Su amigo le responde, ‘No, solo dos’”. 

La censura le impidió a los comediantes cubanos tener acceso al stand-up estadounidense, entonces sus influencias venían de su propia historia y de la historia de los otros países hispano parlantes. El comediante dominicano, Julio Sabala, quien se especializa en impresiones musicales, fue una gran influencia de la escena moderna de La Habana.

Actualmente, un comediante llamado Panfilo es el más famoso en Cuba gracias a los cálidos y graciosos videos que hizo con el expresidente Barack Obama durante el tiempo en que el expresidente visitó Cuba. (Isidron dice que esos video virales fueron bajados de YouTube en Cuba debido a la censura impuesta por el gobierno).

Incluso haciendo a un lado a Castro, la comedia cubana, por lo menos en público, es muy respetuosa con los políticos. Aquí no vas a encontrar mucho humor anti-Trump en los escenarios. Aun así, Isidron me dice, “Hay muchos comediantes haciendo imitaciones, y es ahí donde expresan sus opiniones”.  

George Smilovici

George Smilovici camina por La Habana como si fuera el duro de la cuadra, parando para darle besos a mujeres en la mejilla o solo para charlar y saludar a todos los que pasan cerca.

“Aquí me siento como en casa”, dice Smilovici.

Smilovici, quien nació en Cuba con padres judíos inmigrantes de Rumania (su padre manejaba una discoteca en La Habana), hace comedia la mitad del tiempo en Australia y la otra mitad en La Habana, donde él también graba composiciones cubanas originales con su orquestra, Frente Caliente. 

“Aquí respetan a un comediante con huevas, simplemente por estar ahí arriba”, dice Smilovici de los cubanos. “Es por el ángulo de la libertad. Políticamente, hay algunas cosas de las que no podemos hablar. En el escenario. ellos esperan la verdad. Y respetan a cualquiera que salga y diga la verdad. De eso se trata la comedia: explotar las burbujas”.  

“Ellos no tienen tiempo para lo políticamente correcto, tienen otras cosas de que preocuparse. Cosas mucho más importantes”.

 Smilovici cree que la clave para ganarse a la audiencia cubana es ofrecerles el corazón antes que el material. “Ellos tienen que amarte y sentir el calor”, dice. “Si alguien da, va a recibir de vuelta diez veces más. Si gestas amor y compasión, los puedes tener en la palma de tu mano”. 

Smilovici me cuenta que la comedia cubana está más orientadas hacia la familia y es bastante inocente comparada con los actos agresivos que se pueden encontrar en otros países. “Aquí no les gusta que uno diga groserías”, dice. “Son muy tímidos y conservadores en cierto sentido”. En vez de usar lenguaje crudo para hablar de los genitales de un hombre, un comediante opta por decir la palabra “pinga”, que literalmente significa, “palo”.

Pero hay algunas áreas donde la broma no pegaría en Australia pero sí estaría bien en Cuba. Eso puede significar un poco cómo la gente se ve o el material que discute la orientación racial y sexual; esas bromas meterían a los comediantes en problemas en otros países, pero Smilovici dice que en Cuba se hace sin malicia detrás. “Ellos no tienen tiempo para lo políticamente correcto, tienen otras cosas de que preocuparse. Cosas mucho más importantes”.

La Habana es una ciudad cálida y agradable, pero la lucha que tiene con la pobreza salta a la vista de cualquier visitante. “La gente lleva su propio papel higiénico a la calle”, dice Smilovici. “Porque cuando entras a un baño público, como en un bar o un restaurante, no hay papel higiénico”. 

Incluso un doctor que se hace unos $60 dólares al mes ($180.000 pesos) —un buen salario para los estándares cubanos (muchas necesidades son cubiertas por el gobierno)— puede necesitar un segundo trabajo para mantener a su familia. En Cuba, “los artistas hacen más dinero que los doctores”, dice Smilovici. Los clubes locales de comedia le pagan al gobierno un porcentaje de lo que se ganan por noche y después se le paga al comediante. La estrella del show se puede ganar unos $20 dólares (alrededor de $60.000 pesos) por cada presentación.

“En un país donde la gente sufre, donde hay tantos problemas y donde la gente está estresada, necesitas tener humor”, dice Smilovici. “El humor no es un lujo, como lo es en Australia. Los pobres sufren más. Los pobres necesitan más comedia”.

Conoce a los punkeros cubanos que se infectaron a sí mismos con VIH a manera de protesta en este documental de VICE acerca de  Los Frikis:

Fui a un espectáculo de La Esquina de Mariconchi. El público que estaba en el Teatro América, un teatro decorado de manera muy agradable, alberga gente de todas las edades y llena las 1.600 sillas. Esto es lo que haces los jueves en la noche cuando no tienes Internet a tu disposición: Sales a ver un show.

Las luces se apagan. La cortina roja se levanta, dejando ver a  Mariconchi, la anfitriona, usando una peluca y un vestido. “Un tipo tras bambalinas dijo que quería tomar un barco para irse a Florida… pero hacía un muy mal clima entonces no pudo ir”, dice Mariconchi. Esta referencia a la fuga causa una gran carcajada. 

Un miembro del público interrumpe de manera graciosa y Mariconchi le responde con un comentario agudo: “¡Quédate callado o terminarás siendo una prostituta de la calle!”

Tres mujeres que están celebrando sus cumpleaños son llevadas al escenario. Mariconchi las hace participar en un concurso de lip-sync y le da a la ganadora crema de dientes, cosa que, irónicamente, no se provee cuando hay escasez.

El momento más político de su acto es cuando le pregunta a Smilovici de dónde es. “Bauta”, responde. “Así que eso me hace un ‘Batista’”, una broma referenciando al dictador apoyado por Estados Unidos y derrocado por Castro.

La mayoría de la comedia cubana se vería pasada de moda para los fanáticos de la comedia estadounidense. Enoel Oquendo cuenta chistes acompañado de música y un pequeño baile después de cada broma. Oquendo termina su presentación con un chiste largo que involucra follarse a alguien por atrás. Duo Espatula, un duo de comedia clásica que incluye a un hombre alto y flaco y uno bajito gordito, es pura dicha. El dúo comienza con una premisa irónica de la situación económica actual:

“Un minuto de silencio: Recordemos los setenta, ochenta y noventa, esos años donde lo teníamos todo. Ahora no tenemos nada”.

(Me explicaron que esta broma es sobre la hambruna que hubo en los ochenta)

La pareja pasó a cantar el coro de una canción, “todo era mejor antes, y ahora es una mierda. ¡Obama no puede quitarme nada más!”.

El lugar se llena de calidez y risa catártica. Todos saben lo que es la falta de esas necesidades que la gente ve cómo básicas; todos están viviendo y trabajando bajo el mismo yugo.

“Solo hay una manera de ver la vida en Cuba y es a través de su humor”, susurra Smilovici. “Porque si la miras de otra manera, es realmente triste. Solo hay una opción: Te tienes que reír. La vida es difícil, pero hay un amor increíble dentro de ella”.