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La entrada del “Carnicero de Bilbao” que casi termina la carrera de Maradona

A finales de los setenta y comienzos de los 90, Cataluña y el País Vasco tenían mucho en común. Solo unos pocos años después de la muerte de Francisco Franco y la reintroducción de la democracia a España, fue que ambos pudieron revertir años de despotismo, de censura a su lengua, su cultura y sus libertades políticas. Señalados por sus movimientos separatistas, su alma socialista y su resistencia al franquismo, sufrieron algunos de los peores excesos de parte de la dictadura, y como resultado, formaron un lazo de respeto mutuo y solidaridad. Sin embargo, eso no se extendió al campo, donde sus dos clubes más importantes escalaron a una agria rivalidad que definiría una era icónica en La Liga.

Durante los setenta, el futbol en España estaba dominado por dos equipos de Madrid: el Real y el Atlético. Los primeros eran los favoritos de Franco durante su régimen y eran, para él, un símbolo de un país centralizado y homogéneo. Los blancos ganaron cinco títulos de liga en los setenta y también ganaron la Copa del Rey en tres ocasiones, mientras que el Atlético -antes favorecido por el régimen, pero que rápidamente se posicionó como la antítesis de su rival de ciudad- también armó un equipo importante que ganó dos ligas y llegó a dos finales de copa. Hacia el final de la década, sin embargo, dos clubes regionales comenzaron a retomar protagonismo: los gigantes catalanes del Barcelona y uno de los clubes más grandes del País Vasco, el Athletic de Bilbao.

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Aunque otro club vasco, la Real Sociedad, ganó dos títulos de liga a finales de los ochenta, el Barça y el Bilbao terminaron segundo y cuarto, respectivamente, en la temporada 1981-82. Fue ese el detonante de una enemistad mutua, no solo en su competencia por los puestos europeos sino también por el incidente que involucró a Bernd Schister y el hombre al que llamaban ‘Goiko’. Su verdadero nombre era Andoni Goikoetxea Olaskoaga, un fuerte defensor de Alonsotegi. Con un aspecto mal encarado, casi como una amenaza permanente, era una figura formidable en el centro de la defensa del Athletic, y desde su debut en 1975 forjó su reputación en la agresividad y permanente disponibilidad para demoler a sus oponentes por cualquier medio.

Schuster, que ya para entonces había ganado el Campeonato Europeo, y que era uno de los jugadores más importantes del Barcelona, conoció la brutalidad de Goiko en un partido liguero contra el Athletic muy pronto en la temporada. Cuando intentaba pasar la defensa, fue derribado por una barrida brutal de Goiko, quien logró plantar sus tacos en la zona más vulnerable de la rodilla del alemán. Lastimó el ligamento cruzado de Schuster, quien se tuvo que perder el resto de la temporada, y tuvo que parar nueve meses. Los fans del Barcelona estaban furiosos, especialmente cuando el Barça se quedó a tan solo dos puntos de la Real Sociedad, y cuando muchos acusaron al defensor vasco de sabotaje.

Ya fuera que hubiera razón en estas teorías conspiratorias o no, Goiko comenzó a representar un estilo de futbol antagónico al Barça. El equipo catalán rápido se convertía en uno de los que más valía la pena ver en la liga, gracias primero al entrenador Udo Lattek, y luego en marzo de 1983 a César Luis Menotti, el hombre que había llevado a Argentina al triunfo en la Copa Mundial de 1978. Con jugadores como Quini, Tente, Francisco Carrasco y Víctor Muños, los blaugrana tenían un núcleo con mezcla española y catalana que tenía persistencia y brillo. Una vez que Bernd Schuster se recuperó, puso los toques finales a un medio campo que ya era sofisticado. Y luego está el caso de Diego Armando Maradona, la sensación argentina que se le había comprado a Boca Juniors en 1982, y que había brillado bajo el mando de Menotti en los Campeonatos Mundiales Juveniles de la FIFA tres años antes.

Conocido como “El Flaco” en Argentina, Menotti fue una enorme influencia en Maradona durante su tiempo como entrenador de la selección nacional, y sería su protegido quien dijera: “Cada vez que el Flaco hablaba, yo sentía una tranquilidad interior. Era porque el Flaco era Dios”. Menotti tenía una reputación de buscar el triunfo con un futbol creativo, e intentó moldear al Barcelona bajo esa imagen con Maradona en el corazón de sus esfuerzos. Mientras tanto, aunque el Athletic de Bilbao también tenía creativdad, su estrategia se basaba en algo menos romántico y más enfocado en la ética de trabajo. Con Goiko en el centro de su defensa se ganaron una reputación de ser despadados y cínicos, pero también de tener excelente futbol. Sin embargo, de cualquier manera, en el imaginario popular se marcó un rotundo contraste entre su estilo de juego y el futbol expresivo y casi filosófico que se jugaba en el Camp Nou. O al menos, así era como lo veían los aficionados del Barcelona.

Esto, sumado a la lesión de Schuster, soló atizó las flamas de la rivalidad. Cuando los dos equipos comenzaron a disputarse directamente los trofeos, los aficionados del Barça sostenían que su equipo hacía el mejor futbol, mientras que sus contrapartes vascos veían esto como una irritante pretensión de los catalanes. El inicio de los 80 también marcó una tensión creciente entre las dos regiones, con la ETA -el grupo revolucionario de izquierda en el centro del conflicto vasco enfrascado en una lucha armada contra el gobierno español y con una campaña nacional de ataques con bomba- incrementando sus actividades violentas y alienando cada vez más a la gente.

Fue en este contexto que el Barça y el Athletic fueron frente a frente, compitiendo por el título de la liga, e independientemente de su afán separatista, compitiendo también por el derecho de hacerse llamar el mejor equipo de España.

Al final, no quedaría claro quién fue superior, incluso después de varias temporadas de emociones sin pausa. Aunque el Barcelona derrotaría dos veces al Athletic en la temporada 1982-83 y ganarían la copa, eliminando al Athletic en los cuartos de final, fueron los vascos quienes se impusieron en La Liga, quedándose con el título y terminando seis puntos por encima de los catalanes que terminaron cuartos en la clasficación. Fue a comienzos de la temporada siguiente, en la cual el Athletic ganaría la liga una vez más a pesar de otras dos derrotas frente al Barça y de superarlos por apenas un punto, cuando se dio el más memorable incidente de aquella rivalidad. Involucró a dos íconos que representaban un perfecto contraste, Maradona y Goiko. Fue además una de las barridas más atroces en la historia del futbol.

El 24 de septiembre de 1983, el Barcelona recibió al Athletic de Bilbao en el Camp Nou y desmanteló contundentemente a sus rivales. Menotti y el entrenador del Athletic, Javier Clemente, intercambiaron provocaciones en la previa, y cada uno expresó claramente su desdén hacie el futbol del otro, lo que sumó a una atmósfera hostil. Con los catalanes ganando 3 a 0 a mitad del segundo tiempo, Goiko perdió la paciencia con Maradona, que ya había entregado dos pases para gol. Maradona tomó la pelota en tres cuartos de cancha y se disponía a iniciar un nuevo ataque. El defensor vasco se le lanzó desde atrás en una furibunda barrida, destrozando la pierna de Maradona y dejando al argentino gritando de dolor, con su el tobillo fracturado.

No es exagerado decir que esta barrida pudo haber terminado con la carrera de Diego Armando Maradona. El hombre que ganaría la Copa del Mundo en 1986 y que se convertiría en uno de los más grandes futbolistas del mundo con el Napoli, enfrentaría una larga ausencia, con meses de rehabilitación antes de volver a jugar. Menotti estaba furioso por el incidente, asegurando que Goiko era parte de una raza de “antifutbolistas” y que debería ser suspendido de por vida. De la misma forma en que había torpedeado la temporada del Barça en la 1981-82 lesionando a Bernd Schuster, Goiko nuevamente había vuelto a lesionar de gravedad al mejor jugador blaugrana, y esta vez, el Athletic de Bilbao les arrebataría también el título. Fue esta barrida la que le valió a Goiko el apodo de “Carnicero de Bilbao”, un sobrenombre acuñado por el periodista británico Edward Owen luego de presenciar la entrada que dejó a Maradona con un dolor indecible.

Aunque eventualmente el Barcelona obtendría su revancha, ganando la liga en 1985 con el Athletic terminando en un distante tercer lugar, habría más sufrimiento para el equipo catalán y para el astro argentino. Maradona regresó a tiempo para el segundo partido de la liga frente a Goiko y sus amigos, anotándoles dos goles en San Mamés para vencerlos 2 a 1, antes de participar en la final de la Copa del Rey en 1984, en un partido en el que el Barcelona y el Athletic volverían a encontrarse en un juego enardecido. El gol fue una obra maestra del Athletic, con un gol de Endika Guarrotxena a los 14 minutos que le permitió encerrarse a su equipo, con Goiko como líder en la defensa central. El marcador prevaleció hasta el silbatazo final, antes de que el final del partido entrara en clara descomposición.

Tras recibir una profusa cortada en la pierna luego de otra entrada de Goiko, además de los insultos de la afición, Maradona demostró que él también tenía un lado violento cuando Miguel Sola intentó provocarlo al final del partido. Se inició la que bien podría ser una de las riñas más extremas en la historia de las grandes ligas europeas. Maradona le dio un rodillazo en la cabeza a Sola que lo noqueó al instante, antes de lanzarse en una serie de patadas voladoras contra un grupo de jugadores del Athletic. En una exhibición de golpes y patadas como de artes marciales, Goiko pudo dejarle un recuerdo más a Maradona conectándolo con una patada voladora mientras el argentino estaba peleando con otro jugador. Dada la tensión entre ambos clubes, fue casi un milagro que no se diera una revuelta en las tribunas, aunque sí hubo conatos de violencia entre las aficionados, que alcanzaron a derribar una sección de la reja que delimitaba el campo.

Maradona no se quedaría para buscar el título con el Barcelona al año siguiente. Los incidentes con el Athletic de Bilbao fueron la principal razón de su salida rumbo al Napoli italiano. El rey Juan Carlos de España asistió a esa final, se estimaba que la mitad de la población española había visto el juego por televisión, y las docenas de lesionados en la gresca hicieron que ni Maradona ni el Barcelona quisieran alimentar más el sensacionalismo. Mientras tanto Goiko, el hombre que había inspirado buena parte de la hostilidad entre el Athletic y el Barça le dio un fin modesto a su carrera, dejando el Athletic en 1987 y pasando tres años en el Atlético de Madrid antes de retirarse. En su descargo, se disculpó en múltiples ocasiones, asegurando que nunca intentó lesionar a Maradona. Esto bien pudo haber sido creíble, si no fuera porque el “Carnicero de Bilbao” conservó en una caja de cristal, y en permanente exhibición en su casa, los botines que utilizó el día que quebró a Diego Armando Maradona.

@W_F_Magee