Síguenos en Facebook para saber qué pasa en el mundo.
Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard.
Yumiko Nakajima, una mujer de 70 años, escoge una tumba. Pero en lugar de elegir un trozo de piedra en un cementerio normal al aire libre, tiene su mirada puesta en una estatua de Buda de cristal color azul brillante en el interior de Ruriden, un pequeño y futurista cementerio perteneciente al templo Koukoko-ji en el centro de Tokio.
Videos by VICE
La estatua de Buda elegida por Nakajima está flanqueada por una colección de 2.045 estatuas iluminadas por LEDs de tonalidades varias, repartidas en las paredes de este cementerio alternativo.
Cada estatua — colocada en el interior de un vaso transparente —, o bien ya representa a un difunto o lo hará en el futuro, cuando algún visitante como Nakajima decida que sus restos incinerados sean alojados en una de las urnas situadas en las paredes. Sincronizadas con una tarjeta, las estatuas brillan con un color diferente cuando un visitante llega y activa su identificación para poder localizarla más fácilmente.
“El destino me acercó a este tipo de cementerios. Es mucho más conveniente”, dice Nakajima, mientras las estatuas de Buda tecnicolor se reflejan en el cristal de sus gafas. “No quiero que mis familiares tengan que molestarse en mantener mi lápida cuando me haya ido”.
En Japón, el descenso de la natalidad, la escasez de espacio en las ciudades, y un aumento de precios en las parcelas de los cementerios han provocado un replanteamiento radical en la forma en que los fallecidos son enterrados y velados por sus familiares.
Tradicionalmente, cada familia es propietaria de una parcela de terreno y una tumba de piedra — ambas cosas pueden costar entre 230.000 y 460.000 yenes [entre 20.000 y 40.000 dólares] — en algún cementerio de una zona urbana. Cuando las personas mueren, sus restos incinerados son depositados en urnas funerarias y se colocan dentro de la tumba de la familia.
La tumba se hereda de generación en generación y el mantenimiento de estas lápidas así como la cuota de mantenimiento anual son asumidas por los parientes vivos, que tratarán de rendir homenaje a sus muertos tan a menudo como sea posible, o durante ocasiones especiales como Obon — una celebración budista japonesa que dura tres días durante el verano en la que se rinde homenaje a los espíritus ancestrales.
Sin embargo, durante las últimas décadas, los avances tecnológicos así como los cambiantes estilos de vida de los japoneses, han permitido el surgimiento de cementerios de alta tecnología como una alternativa rentable. Los cementerios como Ruriden — que tienen representaciones simbólicas de los muertos en sus columnas y alojan los restos en pequeñas taquillas, han ganado terreno en Japón.
Estos cementerios suelen disponer de un sistema de tarjetas inteligentes que permite a las personas almacenar su información y la de sus familiares difuntos, y al deslizar la identificación por el detector para ingresar en el edificio, la luz de la estatua de Buda específica se ilumina de otro color para ser distinguida del resto.
Nakajima es una de las muchas personas innovadoras que están optando por esta alternativa de tumba con la que se ahorra espacio y dinero. Oriunda de Tokio, se casó con un hombre de Kioto, y cuando él falleció hace dos años lo enterró en la tumba de la familia en su ciudad natal. Nakajima no tiene hijos y no quiere forzar a su hermano más joven a viajar a Kioto para homenajear la tumba de la familia de su marido. Es una práctica habitual en Japón que las mujeres casadas sean enterradas en la tumba de la familia de su esposo.
Así que decidió que, cuando ella muera, dividirá sus cenizas entre la tumba de la familia de su difunto marido en Kioto y una taquilla detrás de la estatua de Buda elegida en Ruriden. Esto, explica, hará que su anciano hermano pueda visitarla fácilmente cada vez que quiera. Asimismo, no tendrá que soportar los gastos de limpieza de su lápida, reemplazar flores, o pagar las elevadas cuotas de mantenimiento anuales, que ascienden hasta 12.000 yenes [unos 105 dólares].
‘Todas estas estatuas de Buda de cristal son como compatriotas, y tu estarás con ellos una vez mueras’.
Taijun Yajima, el sacerdote budista que lidera el templo Hokokuji al que pertenece Ruriden, construyó el deslumbrante cementerio en 2006. En aquel entonces, fue el primero de su tipo en Japón, según cuenta Yajima. Con el tiempo, su formato ha alcanzado gran popularidad y otros templos budista de todo el país han seguido su ejemplo. Yajima afirma que su idea surgió como una necesidad de adaptarse al cambio de las normas sociales.
“Antiguamente, todo el mundo tenía una tumba, pero el espacio físico se convirtió en un problema por lo que se establecieron las tumbas familiares que albergan a muchas personas. Éstas se transmiten de generación en generación”, añade Yajima. “Ahora, sin embargo, hay cada vez menos niños en Japón, por lo que algunas personas no tienen a nadie en quien delegar la responsabilidad de cuidar de sus lápida”.
Yajima se planteó resolver este problema. Para él, la idea central de Ruriden es proporcionar un lugar de descanso donde “las personas sin hijos o de familias poco numerosas no se sientan solas en la otra vida”.
“Las personas que por lo general compran un espacio aquí, o bien son gente sola o no tienen hijos, y se sienten tristes porque no tienen familia. Pero aquí, una vez que estén muertos, van a estar rodeados de otros como ellos”, expresa.
“Todas estas estatuas de Buda de cristal son como compatriotas, y tu estarás con ellos una vez mueras. Si puedes hacerte la idea de que vas a estar con tus amigos una vez que mueras, entonces no estarás triste”.
Las estatuas de Buda representan a cualquier persona, desde un bebé de nueve meses hasta una mujer de 99 años. Una caja para una persona cuesta unos 750.000 yenes [6.600 dólares]. Si se almacenan los restos de dos personas, el precio sube a 950.000 yenes [8.300 dólares]. Se requiere una cuota de mantenimiento anual de 9.000 yenes [80 dólares] y se garantiza lugar en el interior de Ruriden durante 33 años. Después de ese período, los gastos de mantenimiento ya no se cobran, y los restos de las personas son removidos del armario y colocados en una zona comunal debajo del edificio. Las estatuas budistas y los armarios no se vuelven a utilizar una vez vaciados, sino que se mantienen vacantes.
Mientras Yajima hace hincapié en la idea de tener compañía garantizada en la otra vida, la filosofía que promueven este tipo de espacios de alta tecnología difiere en cada sitio.
Otras formas de novedosos cementerios son, por ejemplo, los templos tradicionales reconstruidos en edificios de varios pisos, que como en las cintas de las maletas de los aeropuertos, poseen en su interior una cinta transportadora que traslada las urnas funerarias desde la zona de almacenamiento dentro del edificio hasta una zona común de pocas lápidas ante la solicitud.
En el Shinjuku Rurikoin Byakurengedo — que parece una nave espacial blanca anclada en medio de un mar de rascacielos — la estética y las perspectivas en el tratamiento de los que han fallecido es ligeramente diferente a la de Ruriden.
En Rurikoin, que fue creado por el arquitecto Kiyoshi Sey Takeyama, la muerte, en algún sentido, se ha convertido en una industria refinada. Realizan un especial esfuerzo para asegurar que la tecnología utilizada en el complejo se mantenga en secreto. El edificio de varios pisos alberga de todo, desde espacios de oración hasta salas de conciertos. El piso dedicado al cementerio de alta tecnología es vigilado de cerca por el personal del templo cuando es visitado por personas que aún no adquirieron taquillas.
Naoko Kinoshita, miembro del equipo de relaciones públicas de Rurikoin, camina a través de un piso con tres lápidas comunales diferentes mientras subraya que está estrictamente prohibido hacer fotografías.
“Nuestra tecnología puede ser copiada. Cada complejo tiene su propia tecnología y una estética particular de su cementerio”, desarrolla Kinoshita. “Hemos mostrado las instalaciones a potenciales clientes, pero hemos decidido no revelar nuestra tecnología, ya que antes entraban aquí para estudiarla y copiar nuestros diseños”.
Según Kinoshita, países vecinos como Singapur, Malasia y China están comenzando a crear empresas similares para hacer frente al problema del escaso espacio, y la decisión de no mostrar la tecnología a los de afuera es porque Rurikoin no quiere que su estética sea imitada en otros lugares. Esto crearía una competencia directa para su empresa, y además perdería su singularidad.
Mientras que Kinoshita no divulga detalles tecnológicos utilizados en el complejo, cuenta que el sistema fue diseñado por el fabricante de automóviles Toyota.
En el piso, hay tres tumbas comunales, detrás de la cual hay unas 3.500 taquillas. Una vez que un visitante desliza la tarjeta por el lector, emite un comando a un sistema informático centralizado que activa la cinta transportadora y el ascensor, ambas secretas creaciones de Toyota.
La configuración, explica Kinoshita, es como si los libros de una biblioteca, ubicados en un sótano, fueran entregados a los usuarios en una sala de lectura, o como los garajes de varios pisos que guardan los automóviles en espacios subterráneos de almacenamiento para luego entregarlos a nivel de la calle.
A medida que los restos de los parientes se depositan en el hueco de la lápida común, una pantalla digital muestra una presentación de diapositivas de imágenes conmemorativas del familiar fallecido. Mientras que las velas no están permitidas, trozos de incienso pueden ser quemados mediante pequeñas piedras calientes frente a la tumba. En Rurikoin no hay reparos en reciclar los armarios de enterramiento.
“Hoy por hoy los padres no quieren ser una carga para sus hijos forzándolos a tener que limpiar la tumba familiar o a pagar altas cuotas de mantenimiento anuales. Este lugar está muy cerca de la estación de tren, y cuando la gente a Shinjuku, si tienen algo de tiempo, pasa por aquí”, continúa Kinoshita. “Yo creo que los jóvenes en estos días no se relacionan con las prácticas funerarias tradicionales. Esta manera de enfrentar la otra vida es más práctica”.
Aunque Kinoshita asegura que este tipo de cementerios alternativos han comenzado a ser más ampliamente adoptados, asegura que aún existen personas que se oponen a ellos y que encuentran extraño depender de un sistema automatizado para acudir a las cenizas de sus familiares muertos.
Sin embargo, predice que habrá mayores avances tecnológicos en las tradiciones del duelo en el futuro.
“En el futuro, se podrá incluso tener representaciones holográficas de nuestros familiares muertos con diálogos pregrabados, de manera que se sentirá como si todavía estuviéramos con ellos”, opina. “Eso sería muy parecido a Harry Potter.”
Las funerarias tecnológicas de Japón pueden parecer hiperfuturistas. Tanto Kinoshita como Yajima, sin embargo, creen que simplemente son signos de una sociedad que aprovecha la tecnología existente para adaptarse a las nuevas normas y estilos de vida.
‘Tuve que recordarles que no estábamos imitando a Las Vegas, y que este es un lugar de culto y conmemoración serio’.
Yajima explica que Ruriden tiene un espectáculo de luz temático basado en las cuatro estaciones del año, y por eso las estatuas de Buda cambian de tonos rojizos otoñales a azules que representan el invierno, o verdes que homenajean al verano.
“Si observas con atención, puedes encontrar una estrella fugaz”, se jacta sonriendo.
“¡Mira, ahí está!”.
A pesar que Yajima tiene como objetivo preservar el sentido de la alegría y promover una cierta estética en Ruriden, una vez se enfadó con sus técnicos cuando el patrón de las luces se tornó demasiado experimental. “Tuve que recordarles que no estábamos imitando a Las Vegas, y que este es un lugar de culto y conmemoración serio”, dijo.
“El cambio que estamos viendo en los cementerios se ha convertido en todo un debate popular en estos días. Pero yo no tengo ningún reparo en este nuevo tipo de tumbas”, añade.
“No debería decir esto, pero realmente no siento la necesidad de ser enterrada bajo un trozo de piedra o tener una tumba alguna. No creo en el mundo de los muertos, así que mis cenizas podrían acabar también esparcidas en el mar”.
Sigue a VICE News En Español en Twitter: @VICENewsEs