“Lo que hay hoy en Siria es una guerra mundial a pequeña escala” —Pablo Tosco

Yousef Abo parado sobre las ruinas de su casa, luego de que un misil Scud se estrellara en el barrio de Tariq Al Bab, en Alepo, causando más de 120 muertos.

Este artículo forma parte de la edición de junio de VICE.

La obra de Pablo Tosco (las ruinas que van dejando a su paso las catástrofes naturales y las humanas, los terremotos y las guerras) se balancea como un péndulo entre el activismo y el registro. No es para menos: Tosco es un argentino de 40 años que lleva 24 trabajando para Oxfam Intermón, una ONG internacional basada en España, cuya misión es movilizar “el poder de las personas contra la pobreza”.

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Cuando hablé con él, lo agarré en Perú (una escala luego de estar documentando el terremoto que en abril sacudió el nordeste de Ecuador) y me atendió a eso de las once de la noche. Yo quería charlar sobre su obsesión de retratar y visibilizar la resistencia humana a la tragedia —las madres de Soacha, los desposeídos de Córdoba, Argentina—, pero específicamente de la razón que lo llevó en 2013 a Siria, ese sangriento laberinto, repleto de gentilicios y grupos rebeldes, autoritarismos y actores, que ha dejado un número de muertos y heridos cuya cifra depende de quién dé la noticia. Un monstruo de mil cabezas que, entrado mayo de 2016, justo cuando escribo esto, destruyó a punta de cohetes (lanzados desde la zona rebelde) el hospital Al Dabit, situado en Alepo, parte del territorio que aún controla el régimen de Bashar Al Asad.

Las fotografías que acompañan esta entrevista son los vestigios de ese conflicto inescrupuloso. No el espectáculo de balas y morteros, cohetes hechizos y bombardeos, sino (llamémosla así) la estética postraumática del asunto. Los rostros reposados de quien lo ha perdido todo. La bruma mental que queda cuando la guerra da un respiro.

VICE: ¿Eres más activista que fotógrafo?
Pablo Tosco: Yo no me considero un activista directo. Lo que busco es dotar al espectador con los recursos que le permitan tener una visión más real de lo que ocurre. Sí, trabajo en una organización que cree en el activismo, que cree en que las personas pueden ser agentes que transforman su propia realidad, pero si la fotografía puede reforzar la lucha de estas personas, yo me siento feliz.

¿Qué era exactamente lo que buscabas en Siria?
Cuando llegué a Alepo no quería documentar el front line. A mí lo que me parecía desgarrador era ver cómo había miles de civiles viviendo en ese cerco y cómo sobrevivían. Había docentes que resistían en Alepo y que, de manera clandestina, montaban escuelas en algunos edificios para que los chicos no perdieran la oportunidad de seguir educándose. Gente que se jugaba la vida para traer víveres desde la frontera con Turquía y seguir teniendo harina para hacer el pan.

Te voy a contar algo que parece anecdótico y aparentemente muy trivial: había gente que recogía la basura. O sea, pensar en que en esta guerra hay ciudades donde todos los servicios básicos han desaparecido y que, sin embargo, hay gente que sigue ahí, tratando de dotar a los civiles de esos servicios… Me conmueven esas historias de héroes y heroínas que están detrás del front line, que no cargan el AK-47, pero que todos los días se la están jugando para que la gente siga viviendo. Son personas que resisten, son los supervivientes.

Ali, su madre y su hermana recorren las calles de su barrio en Al Mashad, Alepo. El chico mira al cielo para verificar si el sonido que se escucha es de un avión Bombardero. Durante los días nublados la intensidad de los ataques aéreos disminuye debido a la escasa visibilidad.

¿Cómo entiendes esta guerra? ¿Cómo la explicas?
A finales de 2011 empecé a enterarme de lo que estaba pasando en Siria por las grabaciones que la gente hacía con sus teléfonos en Daraa, al sur del país. Al principio era sencillo de entender, pues se trataba de un coletazo de la Primavera Árabe surgida en Túnez, Yemen, Libia y Egipto. Los sirios salieron a la calle a exigir su derecho a elegir a su gobernante, en clara oposición al régimen de Bashar Al Asad. Después, los militares disidentes conformaron el Free Syrian Army (FSA). Y hasta ahí uno más o menos podía llegar a comprender el mapa.

Pero luego comenzaron a ingresar milicias foráneas, los saudíes dotaron de armas a los miembros del FSA, apareció el Estado Islámico (EI), la oposición se fraccionó y el mapa del conflicto sirio se distorsionó. Esto sin mencionar las coaliciones que han liderado en diversos momentos Estados Unidos, Francia o Rusia, en defensa de sus propios intereses y en apoyo a una o más de las facciones en terreno.

Con un agravante: la llegada de EI hizo imposible la entrada segura al país para los periodistas y fotógrafos. Esto generó el agujero negro informativo que hoy no nos permite entender muy bien lo que está sucediendo. El año pasado tuve noticias gracias a los refugiados que entrevisté en Jordania, Líbano y Turquía. Pero si hoy me preguntas qué es lo que está sucediendo dentro de Siria, te diría que no lo sé.

Me animaría a decir que lo que hay hoy en Siria es una guerra mundial a pequeña escala, porque están involucrados todos los actores que definen la política internacional en el mundo y están las potencias mundiales en términos armamentísticos dirimiendo este conflicto.

¿Esto ha cambiado el mundo de cierta forma?
Leer solamente lo que está sucediendo en Siria como si sólo afectara a Siria es obtuso. La guerra tiene implicaciones en países vecinos, como Líbano y Jordania, así como en numerosos países europeos y africanos. Mira lo que pasó con los atentados de París y Bruselas. Al día siguiente ya estaban los gobiernos europeos pensando en diseñar un plan de venganza y atacar las posiciones de EI en Siria e Irak.

En tus fotos aparecen reiteradamente los sobrevivientes y las ruinas, ¿qué te lleva a mirar siempre hacia ese lado?
En las ruinas se te revela la forma en la que la guerra deja a las personas.

Una familia recupera algunas de sus pertenencias entre las ruinas de su vivienda después de que un misil Scud cayera en el barrio de Jabal Badro, en Alepo.

Dame un ejemplo…
El día en que llegué a Alepo tomé la fotografía de Alí, un niño que miraba al cielo mientras caminaba entre ruinas. Al comienzo, la imagen me pareció esperanzadora: él mirando al cielo. Después me di cuenta de que él estaba corroborando que no hubiera un avión. Se estaba asegurando de que esa caminata no le iba a costar la vida.

Suena un poco surrealista: en Siria los días nublados son días de celebración. Los aviones no pueden salir por falta de visibilidad, por lo que no hay bombardeos. Paradójico, ¿no? Cuando hay sol, la gente tiene que guardarse en su casa, protegerse; cuando está nublado, la vida se activa, el mercado abre, la gente sale a los cafés.

Suena un poco surrealista: en Siria los días nublados son días de celebración.

También recuerdo la imagen de Abú, que es un viejito que se está cogiendo la frente con la mano derecha, sobre las ruinas de su casa, de la que no quedó nada. Para mí las ruinas sirven como contrapunto de la vida de la persona, todavía de pie o sentada, y todo lo que ha quedado debajo.

¿Cómo es el proceso de retratar a gente que lo ha perdido todo?
En Siria acudí a dos tipos de aproximaciones. Por un lado, la población quería darle visibilidad al horror, a la injusticia y al drama que estaba viviendo. Así que cuando yo llegaba al lugar de una catástrofe, la gente me cogía de la mano para que documentara lo que estaba pasando. La otra forma de aproximación es, primero, estar ahí, intentar escuchar y acercarse a la gente. Abú buscaba a su hija en los escombros porque no la habían encontrado. Primero hay que saber quién es la persona. Tomar un té con ella. Acompañarla al funeral de un ser querido. Si no sé quién es no podría hacerlo. Por eso no soy un periodista de breaking news. Lo importante es que esa persona te legitime para poder hacer una fotografía y contar su historia.