Miradas latinoamericanas de la guerra en Siria

La calle Sa’ar, en Alepo, luce totalmente destruida luego de un bombardeo aéreo en el que murieron decenas de personas. Entre las ruinas se vislumbra el que fuera el hospital Dar Al-Shifa. Foto por Narciso Contreras.

Este artículo forma parte de la edición de junio/julio de la revista VICE.

Cuando vi la foto del niño, me sobrecogió un silencio solemne y gris. El mismo silencio del rescatista que caminaba hacia el pequeño cadáver para levantarlo de la arena. El niño parecía dormido y yo lo veía dormir, sin palabras.

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El silencio se fue transformando en una tristeza honda y vacía. Y al ver cómo mis amigos y los amigos de mis amigos posteaban y reposteaban y comentaban la imagen del Alan Kurdi, tuve la certeza de que éramos millones en silencio. 1,400 millones de usuarios de Facebook mirando la foto del niño sirio que había muerto ahogado en el Mediterráneo huyendo de la guerra. 1,400 millones suspendidos frente a una pregunta que no sabíamos siquiera formular. Nos imaginé a todos frente a nuestras pantallas. Estábamos unidos. De repente la guerra civil de un país desconocido nos golpeaba a todos. Y nos dejaba mudos.

Hoy, nueve meses después de este evento, sigo creyendo que nunca volveremos a estar tan cerca del drama sirio como esa semana de septiembre de 2015. Luego regresaría el caos. La lluvia de tuits. El ruido viral en el que flotamos. Y el vértigo de nuestros días no nos permitiría detenernos a contemplar la innombrable tragedia humana que vive la tierra de Alan, desde que el 15 de mayo de 2011 comenzaran las protestas civiles contra el régimen de Bashar Al Asad.

La foto de Alan cristalizó una eterna cadena de horrores que aún no cesa y que ya nunca tendremos el tiempo ni la energía de narrar. Historias como la del millón y medio de habitantes de Guda, cuyos pulmones se paralizaron para siempre mientras los rockets cargados con gas sarín llovían sobre sus casas. O la de los 900 miembros de la tribu Al-Sheitaat, decapitados y fusilados en fila por el Estado Islámico luego de ser cargados en camiones como ganado. O la de aquellos que murieron de hambre, con la lentitud y la angustia del hambre, durante el sitio a la ciudad de Madaya. O los incontables civiles que han muerto bajo las bombas estadunidenses. Y los incontables civiles que han muerto bajo las bombas rusas. Los incontables.

Porque esa es, quizás, la única certeza que tenemos en medio de tan hondo sinsentido: nadie cuenta hoy, cinco años después de su inicio, los muertos de esta guerra. Nadie puede. No hay condiciones. Naciones Unidas dejó de contar hace un año y medio. La última vez que lo hizo, declaró que iban más de 250,000. Más recientemente, Staffan de Mistura, enviado especial de la ONU en Siria, aseguró que su “cálculo personal” superaba los 420,000. Hay que prestar atención a esa cifra: casi medio millón de personas en cinco años.

Seis miembros de una misma familia, víctimas de un ataque aéreo en la ciudad de Ár Raqqa a comienzos de agosto de 2013. Foto por Alice Martins.

Fue esa conciencia: sabernos ciudadanos de un país que vive el más importante proceso de paz del planeta, mientras que un país lejano se desangra a velocidades superiores, la que nos llevó en VICE Colombia a realizar una pausa y voltear, como pocas veces solemos hacer, la mirada hacia Oriente.

No lo hicimos solos. Antes que nosotros, un grupo de fotógrafos latinoamericanos había estado enviándonos señales sin saberlo. Reporteros gráficos como el colombiano Mauricio Morales o el mexicano Narciso Contreras, que solitariamente partieron con sus cámaras a registrar la guerra, cuando aún era posible hacerlo. Poco a poco —porque hacer conciencia en medio del ruido no es fácil— entendimos que si había alguna esperanza de comprender la guerra siria, era a través de esos valientes y agudos reporteros que dejaron su tierra para retratar una guerra lejana. Una guerra que es a todas luces paradójica: nadie la entiende, nadie la detiene, pero todos la observan, de reojo, de pasada, entre clic y clic, en high definition.

Luego de tres meses de exhaustiva curaduría por parte de nuestra editora de fotos, Paula Thomas, con la participación de algunas de las cabezas editoriales de VICE Colombia y VICE México, invitamos a nuestros lectores a detenerse de nuevo, como lo hicieron hace meses en la playa turca en la que yacía Alan, para conversar con las imágenes y los testimonios de cinco fotógrafos latinoamericanos que han cubierto desde diversos ángulos la tragedia humana más grande de este tiempo.

Lo hacemos porque creemos que es necesario volver la mirada. Porque, aunque es intolerable vivir de cara al horror, también es imperdonable vivir de espaldas a él. Así que los dejamos con estos fotógrafos y sus fotos, ya no con la esperanza de entender esta guerra, que hace rato escaló hasta lo absurdo, sino con la intención de que estas imágenes, como asegura Narciso Contreras, sean un espacio donde “cualquier persona pueda mirar a la humanidad y mirarse también como parte de ella”.

Aquí encontrarás todas las entrevistas de nuestro especial sobre la guerra en Siria.