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“Ismo Ismo Ismo”, el festival que explora la diversa escena del cine experimental latinoamericano

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Artículo publicado originalmente por Garage de VICE Estados Unidos.

Ismo Ismo Ismo, como frase, lo incluye todo y a la vez carece de sentido. La frase está formada por una serie de sufijos, -ismos, sin ninguna filosofía conexa. En el contexto del festival de cine itinerante del mismo nombre, esos sufijos se refieren, entre otras cosas, al creacionismo de Vicente Huidobro, al euforismo y noismo puertorriqueño, al estridentismo mexicano y al nadaísmo colombiano, todos ellos movimientos estéticos, literarios y artísticos que surgieron en toda América Latina en el siglo XX. También es un guiño al manifiesto psicodélico que escribió Manuel DeLanda en 1979, Ism Ism, una especie de delirio de ocho minutos de las vallas publicitarias distorsionas y los graffitis de kōans en neón de Manhattan. Al nombrar su festival Ismo Ismo Ismo, los curadores Jesse Lerner y Luciano Piazza eligieron un título multifacético e ilimitado, tal como el cine que intentan analizar.

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El festival, que se lleva a cabo tanto en Chicago como en la Ciudad de México, se anuncia como “el primer ciclo y catálogo comprehensivo de películas desarrollado en Estados Unidos que aborda la vibrante producción cinematográfica experimental de América Latina”. Para el equipo curatorial, Ismo Ismo Ismo fue una manera de ampliar una especie de visión de túnel sistémica, que excluía a toda una vertiente del cine.

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Still del falso documental “Los vampiros de la miseria” de Luis Ospita y Carlos Mayolo.

“Hay una amplia gama de publicaciones sobre cine experimental, [y] casi todas se centran exclusivamente en la filmografía experimental de Estados Unidos y Europa occidental”, dice Lerner. “Del mismo modo, hay disponible una amplia gama de libros sobre cine latinoamericano, en español, inglés y portugués, pero casi todos se enfocan en películas comerciales de ficción”.

Lo que se ha perdido con esto, según Lerner, es casi un siglo de cine experimental en América Latina, un catálogo de obras unidas por más que el simple hecho de haber sido filmadas en países en vías de desarrollo y, por lo tanto, haber pasado desapercibidas en su mayoría. Para combatir tal fenómeno, Lerner y Piazza reunieron a un equipo de once curadores en nueve países para investigar y catalogar el trabajo de los cineastas de toda América Latina. No fue una tarea fácil, ya que muchos de esos trabajos fueron filmados en formatos para aficionados y distribuidos fuera de los marcos institucionales o comerciales. Después de un año de investigación, Lerner, Piazza y sus colegas comenzaron a trabajar en ensamblar esas películas recopiladas dentro de lo que se convertiría en Ismo Ismo Ismo.

El objetivo del festival es redefinir estas obras marginadas como textos primarios, producir una experiencia que ponga en el centro al cine experimental latinoamericano en sus propios términos. Lerner y Piazza, en la introducción del catálogo impreso adjunto, abordan la dificultad de crear un estudio completo sobre la realización de películas a lo largo de todo el territorio: “El cine experimental en América Latina nunca podría ser reducido a solo un tema, un conflicto, un problema formal, una estética o una causa política”, explican. En lugar de aspirar a tener un cuerpo de trabajo absolutamente completo, el festival acepta la incompletitud inherente de su proyecto, organizando su programación en torno a temas en lugar de a la geografía o el género. Los diversos programas sirven como muestras geológicas medulares de las ideas generales que impulsaron a los cineastas de toda América Latina.

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Still de “Diálogos con el Che” de Jose Soltero.

Tomemos, por ejemplo, el programa “Diálogos con el Che: apropiaciones de una imagen revolucionaria”, que está formado por un trío de cortos que abordan la figura del Che como un símbolo de la autodeterminación latinoamericana. El más impresionante de ellos es el Diálogo con el Che, de José Soltero, un hilo satírico brechteano en el que Rolando Peña interpreta a un actor que, al intentar retratar al Che, comienza a considerar su participación en esa misma mercantilización contra la que tanto se manifiesta. O el programa titulado “Dark Matter”, que se centra en golpes de estado, guerras civiles, invasiones y regímenes, y cuenta con piezas como Tristezas de Paz Encina, que combina la llamada telefónica de un hombre bajo arresto domiciliario, el audio de una manifestación por parte del Partido Colorado de extrema derecha del Paraguay, y las tomas del esplendor natural del país en una inquietante encuesta acerca de la vida bajo el gobierno militar.

La lucha contra el autoritarismo es un aspecto esencial para entender de qué forma el cine latinoamericano es fundamentalmente distinto al de sus contrapartes del norte. Al igual que los “-ismos” que dan nombre al festival, mucho cine experimental de América Latina surgió como reacción a los regímenes totalitarios que plagaron el continente durante el siglo XX. La consecuencia de esto fue que los movimientos se acumularon a través de las fronteras nacionales a medida que los artistas fueron exiliados o huyeron por temor a la persecución. “Las redes internacionales fueron muy importantes para muchos de estos cineastas”, dice Lerner. “Especialmente cuando los regímenes represivos no les permitieron exhibir su trabajo en casa”. Esta fue otra razón por la cual el equipo curatorial eligió hacer una programación por temas: organizar las obras fílmicas por país o época dejaría fuera muchas colaboraciones ocurridas a través de la geografía y el tiempo. Algo que queda claro a lo largo del festival es que el territorio que Ismo Ismo Ismo examina es caleidoscópico y, a menudo, contradictorio, con varias esferas de la identidad o la historia que se superponen, chocan o se disputan.

El espectro que se cierne sobre gran parte de todo esto es Estados Unidos, cuyo intervencionismo apuntaló regímenes en todo el continente y cuya política exterior imperialista continúa influyendo a las economías de muchos países latinoamericanos en la actualidad. Una de las líneas narrativas centrales del festival es la tensión entre el reconocimiento de la influencia de los países más desarrollados y su completo rechazo. Algunas películas, como Los vampiros de la miseria, de Luis Ospina y Carlos Mayolo, o la extraña y frenética Estamos para servirle, de Ximena Cuevas, confrontan directamente las dinámicas de poder colonialistas que afectan a gran parte del continente, mientras que otras, como la alucinante pesadilla de anexión Dilema I: Burundanga boricua, de Poli Marichal, o la infernal e hilarante Cinépolis, de Cuevas, tratan la influencia estadounidense como un fantasma, hacen zoom sobre lo efímero y dejan fuera de cuadro el origen de todo esto.

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Still de “Cinepolis” de Ximena Cuevas.

Los vampiros de la miseria en especial pareciera ser una llave maestra para el festival en su conjunto por la forma en que filtra sus críticas tanto de la influencia imperialista como de la mirada fílmica a través de una perspectiva exclusivamente latinoamericana. El falso documental sigue a un equipo de filmación que recorre las calles de Bogotá en busca de casos de trauma y pobreza que estén en consonancia con la visión de sus benefactores capitalistas. Los camarógrafos fastidian a los mendigos, el director les paga a unos niños para que se bañen en una fuente, y todo termina con una pelea organizada entre un okupa y todo el personal de producción. La filosofía reflexiva de la película se amplifica con un manifiesto adjunto de los directores: “Si la pobreza era, para el cine independiente, algo que había que denunciar y analizar, el impulso mercantil la convirtió en una válvula de liberación de presión para el sistema que la originó… resultando en un género llamado el cine de la miseria o la Pornografía de la miseria”. Es una reminiscencia del manifiesto de Julio García Espinosa Por un cine imperfecto, escrito una década antes, que exhorta a los cineastas cubanos a adoptar el amateurismo como una forma de rechazar los ideales occidentales de estratificación de clases. Para ser documentos que tienen casi medio siglo de antigüedad, el tema que abordan es notablemente relevante en las conversaciones actuales sobre explotación y conciencia de clase.

La presciencia del festival es quizás su mejor cualidad. Dentro y a través de sus diversos programas, las películas de Ismo Ismo Ismo dialogan entre sí de maneras sorprendentes y relevantes, especialmente cuando las vemos en el contexto de los recientes disturbios políticos en la región. La etnografía tribal A Arca dos Zo’e, de Vincent Carelli, alcanza nuevas dimensiones cuando se ve junto a la película sobre la disputa de tierras indígenas La tierra es de quien la trabaja, de Chiapas Media Project, y ambas explican ampliamente el tipo de violencia institucional que puede conducir a la destrucción de la selva amazónica por parte del gobierno. Estamos para servirle y La guerra sin fin (I’m Very Happy), de Zigmunt Cedinsky, parecen ser piezas complementarias por su intensa crítica a una clase alta desconectada, en tanto que las ansiedades de Marichal sobre el dominio de Estados Unidos en Dilema I adquieren una nueva dimensión después de que Estados Unidos abandonara por completo la isla de Puerto Rico después del huracán María.

A pesar de todo esto, el festival tiende a evitar las perspectivas simplistas. Experimentar Ismo Ismo Ismo, más que definir los límites del cine experimental latinoamericano, profundiza la complejidad de esa frase: a medida que ves más películas, las definiciones de “latinoamericano” y “experimental” se vuelven cada vez más porosas, las películas se convierten en una emulsión de identidades, técnicas formales y filosofías artísticas. No pienses en Ismo Ismo Ismo como un mapa, sino como un sendero largo y sinuoso, que te lleva a través de cambios en la elevación y el ecosistema por igual. Ocasionalmente te regala vistas panorámicas del paisaje, pero su objetivo no es proporcionarte una perspectiva general e imparcial, sino llevarte allí, al lugar en sí, con la crudeza del cine a tu alrededor.