Música

La culpa no es de J Balvin, los involucionados somos nosotros

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“Colombia evolucionó, sus íconos también”. La frase de cinco palabras acompañaba las fotos de dos personajes: a la izquierda, una joya histórica del Caribe y la música tropical colombiana, el Joe Arroyo; a la derecha, J Balvin, actualmente, uno de los artistas más aclamados del mundo.

Dejemos a un lado, al menos por este artículo, las oportunas críticas que se han presentado por el hecho de que la palabra “evolución” esté describiendo el tránsito de un hombre negro a un hombre blanco. No porque no lo considere importante, sino porque las reflexiones sobre lo que está detrás quizás nos den más luces en una crítica que se ha convertido en lugar común.

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Quiero quedarme con el otro: el debate sobre si J Balvin, una figura reconocida del género urbano, merecía estar al lado del Joe Arroyo, otra figura, de otro tiempo, que quedó en el historia de la música tropical colombiana. Con el debate llegaron a la mesa argumentos vacíos y clasistas en contra del reggaetón. Ideas que deberían estar superadas a esta altura y que ignoran el contenido social, cultural y, si se quiere, político, que este género musical representa.

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Foto vía

La historia, resumida, es que una de las marcas de cerveza más consumidas en Colombia, la cerveza Águila, renovó su imagen y se apoyó en una estrategia de comunicación que, seguramente así lo creyeron sus publicistas, todos los colombianos compartirían: enaltecer el trabajo de J Balvin, un músico colombiano que ha sido apreciado por fanáticos en todo el mundo. Barack Obama es uno de ellos.

¿Qué tiene de malo comparar al uno con el otro? Son dos personas, dos representantes de la música colombiana a nivel mundial, de dos épocas diferentes, y por lo tanto con un peso a cuestas que los conecta con la historia sonora de este país y con su trascendencia en las generaciones que cada uno representa. No porque uno sea música tropical de hace cuatro décadas, y el otro sea reggaetón contemporáneo, hace que la música del uno sea mejor, más importante, más culta o incluso más relevante que la del otro. Tampoco es moralmente superior la una que la otra dependiendo de quien la consuma, como imbécilmente nos quieren hacer creer.

Criticar el reggaetón porque es “popular”, y al mismo tiempo enaltecer la salsa, es no darse cuenta de los contextos históricos en los que ambos emergieron, en que ambos se hicieron grandes y en que ambos se consolidaron a nivel mundial antes de que fueran socialmente aceptados por personas de todas las clases sociales. Así que el comentario de que el reggaetón es de pobres y ñeros es puro argumento de metalero de colegio que odia todo lo que no sea Metallica… Así de básico.

Ahora, la palabra “ícono” no es otra cosa que la relevancia y el reconocimiento con el que cuenta alguien que se destaca en lo que hace. Y si de eso se trata, podemos hablar de un J Balvin ícono de la moda, con colecciones en Guess y GEF bajo su nombre, invitado de honor en casi todas las semanas de la moda a nivel mundial; ícono irrefutable de Latinoamérica en todos los charts; figura que aprovecha su rol de artista para dar un mensaje tan masivo como “construye puentes, no muros”, en plena premiación de los Grammy Anglo, en Estados Unidos; o el rechazo a participar como acto principal en un reinado de belleza por no compartir la ideología de su entonces dueño y hoy presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

Al final, como lo expresó el mismo cantante, “no podría decir que soy la evolución. El Joe sólo hay uno. Evolución es todo lo que va mejorando y creciendo, y yo no soy la evolución del Joe Arroyo, que es un maestro. Me vería más bien como otra generación. Soy de otra generación que escucha cosas diferentes”.

Tal vez estamos en tiempos distintos, en los que el cuidado del lenguaje se torna en algunos casos excesivamente radical, pero no por eso tenemos que empezar a desconocer todo lo que implica y lo que hay detrás de la historia que construye un artista alrededor de su proyecto. Así como también viene siendo hora de que dejemos de quitarle valor a algo solo porque viene de una persona que a nuestra percepción subjetiva no es agradable porque hace un tipo de música que no nos gusta. Si la pelea es también por la versión de “La Rebelión” de Balvin, salgan del molde del género y miren lo que rodea el mensaje. A lo que el Joe le cantaba por el maltrato en tiempos de esclavitud, J Balvin le responde en tiempos donde cada vez se rompe más el miedo a denunciar la violencia de género. Quizás la venda y los prejuicios que tenemos frente a un nombre y un género no nos dejen ver el mensaje implícito, pero al final está ahí, claro, rodeado de extravagancia y adornado con la escarcha del éxito, sí, pero de algún modo actualizando el discurso que quizás muchos no intentan ni siquiera ver.

Más importante aún: vivimos en un país con un montón de problemáticas sociales como la corrupción, el asesinato de líderes sociales, la falta de visibilidad de comunidades en todo el territorio, la desnutrición infantil, la crisis migratoria, como para ponernos a discutir por el cambio de imagen de un producto. Pero si ese es el caso, hubieran recurrido la selección de fútbol, que al parecer es lo único que realmente nos une.

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Sebastián también habla de música en Twitter.

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