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Identidad

Maruja Mallo: la artista mitad ángel, mitad marisco

¿Por qué con todo el reconocimiento que tuvo por parte de sus coetáneos y con el valor artístico indudable de su obra, hoy día no está reconocida al mismo nivel que sus famosos compañeros hombres?
Maruja Mallo y Josefina Carabias con la pintura 'Antro de fósiles', 1931

Maruja Mallo, definida por Dalí como "mitad ángel, mitad marisco", es la pintora más importante del movimiento surrealista en España, por ello, es una de las pocas mujeres que forma parte de la colección permanente del Museo Reina Sofía. Fue un personaje importantísimo en la vanguardia nacional e internacional, reconocida y respetada por sus coetáneos; una mujer valiente que vivió su vida y su arte sin prejuicios ni ataduras sociales.

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En 1922 comenzó sus estudios de pintura en la Real Academia de San Fernando, en Madrid. Maruja fue la única mujer, de las muchas que se presentaron, que consiguió aprobar el examen de ingreso a esta institución aplastantemente masculina. La mayoría de las alumnas, acudían custodiadas por una dama de compañía para asegurar la respetabilidad de sus familias, no estaba bien visto que una mujer de clase media-alta anduviese sola por una ciudad como Madrid.

Las circunstancias sociales para las mujeres modernas, libres, independientes y trasgresoras, como Maruja, no eran precisamente favorables en la dictadura de Primo de Rivera. En España existía una gran misoginia intelectual, la sociedad patriarcal consideraba a este tipo de mujer una amenaza para la estabilidad de la familia tradicional, porque con ellas, aparecieron los movimientos feministas y sufragistas, luchaban por conseguir independencia económica y acceso a la educación, ¿quién iba a cuidar entonces del hogar y de los hijos? El hombre no podía permitir ese descontrol.

En los inicios del siglo XX se publicó en España el libro La inferioridad mental de la mujer, del neurólogo alemán Paul Julius Moebius, un tratado en el que principalmente se hace apología en contra del acceso de la mujer a estudios y a profesiones. Estas ideas misóginas fueron adaptadas y defendidas en los años 20 por médicos de gran reconocimiento como por ejemplo Gregorio Marañón.

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Un día, atravesando la Puerta del Sol junto a Lorca, Dalí y Margarita Manso se les ocurrió quitarse el sombrero, entonces la gente les apedreó y les insultó llamándoles maricones

Maruja cumplía con el estereotipo estético de la mujer moderna, llevaba el pelo corto, maquillaje, la falda más corta, también jugaba a la ambigüedad de género, incluso se atrevió a no vestir sombrero por la calle, un gran escándalo, ya que este accesorio era una distinción social. Ella contaba que un día, atravesando la Puerta del Sol junto a Lorca, Dalí y Margarita Manso se les ocurrió quitarse el sombrero, entonces la gente les apedreó y les insultó llamándoles maricones, "creían que despojarse del sombrero era como una manifestación del tercer sexo".

En la Academia de San Fernando conoció a Dalí, quien la sedujo con su aspecto extravagante y su timidez casi enfermiza. Pronto se hicieron amigos y éste la introdujo en esa joven generación artística y literaria que se empezaba a gestar en Madrid. Hay una acuarela de Dalí llamada Sueño noctámbulo, en la que se representa al grupo de amigos de la Residencia en un ambiente nocturno, festivo, de tabernas. Junto a ellos hay una silueta que se ha identificado con Maruja.

Ella no fue una seguidora del grupo, si no que formó parte del conocido tridente Buñuel-Lorca-Dalí, era una artista con personalidad propia, original y que influyó artísticamente en sus compañeros. Vivió en primera persona la revolución intelectual del vanguardismo y fue aceptada por sus compañeros varones, no como un objeto estético o sexual, sino como un miembro más.

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Para conseguir el respeto de sus compañeros como artista y como mujer, tuvo que romper muchas barreras, no quería seguir el camino establecido por la sociedad para una mujer de clase media. Ella consiguió acceder a los espacios donde sus compañeros masculinos desarrollaban y formaban su identidad, como por ejemplo la calle, un espacio estratégico para vivir una vida moderna, donde la pintora y sus compañeras, se convirtieron por primera vez, en observadoras y no en los objetos observados.

La verbena (1927)

Maruja tuvo una relación artística y sentimental con el escritor Rafael Alberti, se conocieron en una conferencia que ofrecía Lorca en el Palacio de Cristal del Retiro. Durante los años 20, vivieron juntos un periodo de intensa actividad creativa, sus obras en ese momento son complementarias, no se pueden entender de forma completa si no se conoce la interacción intelectual que existió entre ellos. Los poemas de Alberti parecen transcripciones literarias de las pinturas de Maruja, incluso algunos de los poemas de Sobre los ángeles, están directamente inspirados en la pintora gallega. Es ella quien introdujo al poeta en el mundo estético del Surrealismo. Maruja diseñó los figurines y decorados de Santa Casilda, obra que no llegó a estrenarse.

Alberti conoció a Mª Teresa León en 1929 y abandonó a Maruja. A partir de entonces, se creó un olvido premeditado por parte de Alberti respecto a cualquier relación con la artista gallega. En su biografía La arboleda perdida, no la menciona en ningún momento, esto se debe a la voluntad y deseo de Mª Teresa. Maruja respetó durante 60 años este silencio impuesto.

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Cuando Mª Teresa murió, Alberti decidió reparar el dañino olvido y publicó un artículo en el diario El País el 29 de septiembre de 1985, titulado "De las hojas que faltan", en el que reconoció la deuda artística y sentimental con Maruja: "Porque aquella muchacha pintora era extraordinaria, bella en su estatura, aguda y con cara de pájaro, tajante y llena de irónico humor… Se sumergía en las verbenas y fiestas populares, se remontaba al aire en los columpios, retratando a su hermana, casi desnuda, en bicicleta por la playa… Yo la admiraba mucho y la quería".

Un acontecimiento importantísimo en la vida y carrera profesional de Maruja fue la exposición individual que tuvo lugar en los salones de la Revista Occidente, dirigida por Ortega y Gasset, el gran defensor de la modernización, celebrada el 26 de mayo de 1928. Fue algo excepcional, nunca se había cedido este espacio a otros autores. Él había publicado hacía poco La deshumanización del arte (1925), donde recogía y definía los ideales y los principios de la vanguardia española, debió encontrar materializados los estamentos del arte nuevo, en la obra de ésta artista tan excepcional.

La admiración de Ortega y Gasset hacia Maruja Mallo es aún más notable si pensamos que el filósofo en su Revista de Occidente había negado la capacidad del género femenino para la imaginación o el pensamiento. Consideraba que la inteligencia era una característica exclusivamente masculina, defendía que la mujer por su diferencia biológica estaba inclinada a la dedicación a otros seres y la necesidad de la dominación de un hombre.

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Maruja era afín a la ideología del Partido Comunista, en general el movimiento surrealista en Europa estuvo ligado a este partido político durante un tiempo. Estos intelectuales sentían que debían luchar contra los valores burgueses, que el artista debía enfrentarse a las jerarquías de la sociedad capitalista, recordemos que Frida Kahlo y Diego Rivera dieron asilo político a Trotsky. Ella estaba muy comprometida con el proyecto cultural de la Segunda República, así que en el verano del 36 se marchó a Galicia con las Misiones Pedagógicas, para dar clases en una escuela de Artes y Oficios.

Figuras (1937)

En 1937 pudo exiliarse a Argentina durante los años de la Guerra Civil y parte de la dictadura, durante esos años cosechó un gran éxito en Latinoamérica, Nueva York y París. Pero cuando regresó a España en los años 60, encontró un país completamente distinto, en el que nadie la conoce. La persona que ha vivido en el exilio se ve condenada al olvido, al silencio, a la marginación, si además le sumamos el hecho de ser mujer se convierte en la inexistencia total.

Su mayor preocupación era recuperar el reconocimiento, no tanto vender obra, así que comienza a contar sus experiencias y a hablar sobre los personajes que conoció en los felices 20. Se convirtió en una musa de la generación de jóvenes de los años 70-80, ellos encuentran en ella la personificación de las vanguardias españolas, una mujer que había sido mucho más libre y más progresista que muchas de las mujeres de ese momento.

Maruja en la última etapa de su vida pasó una gran soledad, fue ingresada en una residencia. Ella decía respecto a la soledad: "Mi mayor capital es la soledad porque me lo da todo. En la soledad yo estoy en comunicación con la vía láctea, con la astrología, con la astronomía, con la ciencia, con el arte, con el todo. Es un capital. El hombre se mide por la soledad que aguanta".

¿Por qué con todo el reconocimiento que tuvo por parte de sus coetáneos y con el valor artístico indudable de su obra, hoy día no está reconocida al mismo nivel que sus famosos compañeros hombres? ¿Quizá por ser mujer? La Historia, es la realidad seleccionada por un autor, un solo punto de vista, el masculino de raza blanca. Tanto Maruja como muchas de sus compañeras —como Rosa Chacel, María Zambrano, Margarita Manso, Marga Gil, etc.— han sido erradicadas de los libros de Historia, Arte y Literatura. Ellas también son la Generación del 27, no fueron ni musas ni acompañantes de sus compañeros, sino parte activa de aquel movimiento artístico e intelectual, por tanto, merecen ser conocidas y reconocidas, debemos rescatarlas de ese castigo tan cruel que es el olvido.