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Turismo Sanitario

Fui a Turquía a implantarme pelo nuevo

Las subvenciones del gobierno de Erdogan para favorecer el turismo sanitario han provocado un interés de los españoles por los tratamientos capilares a precio de ganga.
C
tal y como se lo contó a Carlos
Carlos junto a Altan, su doctor en Turquía. Imagen cedida por el protagonista

Estaba sentado en el avión y levanté la vista, fue entonces cuando me di cuenta de que estaba rodeado de tipos calvos que llevaban una venda negra, como la de los jugadores de baloncesto, en la cabeza. Yo era uno más de ellos, y el avión estaba lleno. Quizás la mitad íbamos con esas pintas. Nos mirábamos y sonreíamos, y todos éramos españoles. En ese momento fue cuando me sorprendí, cuando me di cuenta de la verdadera dimensión del turismo capilar en Turquía.

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Todo fue muy rápido. Me empecé a interesar por el tema cuando mi primo apareció un día muy contento con su nuevo "pelo turco". Yo nunca había tenido ningún complejo con mi calvicie, pero cuando vi que era tan barato me dije "¡madre mía, entonces me lo hago!" En una semana ya había llamado a la clínica, y en dos ya estaba encerrado en un quirófano de Estambul. Me puse en contacto a través de un teléfono de Barcelona y me atendieron en español. Todo muy claro y sencillo, solo tenía que mandar fotos de mi cabeza y comentar mis dudas a través de un correo electrónico. El cirujano turco lo recibía, valoraba mí caso y me respondía en unos días —a través de su contacto en España— con su recomendación. Y así fue.

En un primer momento, a mi me comentaron que debería pasar dos veces por la clínica para solucionar mi alopecia. La operación consistiría en implantarme 5.000 folículos repartidos en dos tandas a razón de 2.100 euros cada una. También quería, ya puestos, ponerme pelos justo debajo del labio, para que me creciera la barba tipo Rey Mago. Casi me hacía más ilusión la barba que el cabello, y me comentaron que si sobraba pelo de la zona donante me lo harían por el mismo precio, que incluía dos noches en un hotel cinco estrellas, la intervención y todos los traslados allí en Turquía. El vuelo iba a parte, y a mí me costó 250 euros. A mi primo, en España, le cobraron 8.000 euros por 2.000 folículos y encima le timaron. No le salió ningún pelo y fue al mejor dermatólogo de Madrid.

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La evolución del cabello del primo de Carlos. Imagen cedida por el protagonista

Acepté la propuesta de la clínica turca y en cuestión de días me planté en el aeropuerto de Atatürk, donde me esperaba un chófer con un cartel que ponía Carlos. Tardé 15 minutos en caer en ello, porque pensé que ese Carlos —al no poner mi apellido— no era yo. Evidentemente sí lo era. Cuando me presenté al chófer, este me trasladó a un hotelazo que me pareció excesivo. Era ya de noche y no hice gran cosa, así que me quedé descansando en la habitación y poco después recibí la llamada de Altan, mi cirujano. Se presentó, me dio la bienvenida, me preguntó qué tal había ido el viaje y se despidió hasta el día siguiente. Me pareció un detalle agradable. A la mañana siguiente me trasladaron a la clínica, conocí el equipo con la ayuda de un traductor (allí el equipo habla en inglés) y empezó la intervención.

Los cirujanos utilizaron la técnica FUE, que consiste en la extracción y reinserción de los folículos del mismo paciente. Una vez allí, al ver que tenía muchos pelos en mi zona donante, la nuca, me pusieron más de 4.000 folículos y me dijeron que con eso era suficiente. El tema es que hasta que no estás en Turquía, realmente no saben los pelos que te pueden poner, y a mí me dio hasta para la barba. Pero mejor vuelvo a la operación. La anestesia es lo que más me dolió, y como la intervención dura tanto tiempo, si notabas que te volvía a doler te ponían otra inyección. Lo compararía con el dolor que sientes al tatuarte en una zona sensible. En definitiva, durante la operación estás consciente pero tienes la cabeza dormida, así que si les dices pain! (dolor), ellos te dan más anestesia.

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Otra sorpresa fue la aplicación del método. Primero pensaba que sería algo automatizado, una máquina que te ponía los pelos o algo. Pero no, es todo manual y pelo a pelo. Imagínate las horas que se tiran poniéndote los injertos. Yo estuve nueve horas, y aunque fue un poco desquiciante, pienso que mereció la pena. Además, a mí me daban más pena ellos, era como un trabajo de chinos. Cuando acabó la maratón de folículos me dieron algo de comer en la clínica y me llevaron de vuelta al hotel. Tenía la cabeza como un bombo.

La habitación del hotel que anuncia una de las numerosas clínicas que captan clientes en nuestro país. Imagen vía Tripadvisor

El postoperatorio fue bastante duro. El tercer día en Turquía me quedé en el hotel, aunque algunos de los turistas capilares que conocí allí aprovecharon el día para comprar ropa en los mercadillos, visitar la ciudad y otros incluso se atrevieron a quedar por Grindr. Imagino que lo hicieron antes de la operación, porque los médicos no te dejan follar después de la misma. La cosa es que debes estar un mes sin realizar ejercicio físico. Tampoco quise salir a dar un paseo por las pintas, ya que la primera semana se te queda toda la cabeza encostrada y es bastante feo. No hace falta decir que no puedes taparte la cabeza con gorro ni nada, solo esa cinta negra de baloncesto con la que te cruzabas cada dos por tres en la ciudad.

Pasé varias malas noches porque acostumbro a dormir boca abajo, y tienes que pasarte una semana durmiendo con una almohada de esas de avión para no fastidiar el tratamiento. No era molesto por el dolor, sino por la postura. A quienes me preguntan, que no son pocos, siempre les digo que lo mejor es pillarse una semana de vacaciones para estar más tranquilo. A partir de allí, tirando de un champú especial que te dan para curar las heridas y cuidando lo del ejercicio, ya solo es cuestión de paciencia, muy necesaria cuando el primer mes solo quieres rascarte la cabeza, ¡porque pica una barbaridad!

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El nuevo "pelo turco" de Carlos, tres meses y medio después de la intervención. Imagen cedida por el protagonista

También es duro ver como se te va cayendo el cabello que te quedaba durante los dos primeros meses —una de las consecuencias de la intervención, ya que renuevas todo el pelo—, pero ahora que ya han pasado tres meses me veo mucho mejor, sobre todo la zona frontal. Todavía me falta lo suyo en la coronilla y ver más resultados en la barba, pero el pelo ya crece fuerte y no se cae. Desde hace una semana me estoy echando Minoxidil, un spray que hace que te salga mogollón de pelo —un bote cuesta 11€ y dura dos semanas—. El médico me dijo que no hacía falta, pero es que todo el mundo se lo está echando y yo ya lo estoy notando. Lo único malo es que no puedes dejarlo en tres meses, sino se te cae todo el cabello… de nuevo.

Hasta los seis meses no puedes valorar realmente los resultados del proceso, y no es hasta el año que ves el resultado definitivo, el que ya es para toda la vida. De momento estoy muy contento, noto el cambio. Y tengo una cosa clara, si al final no me sale del todo bien, volveré a probarlo.

***

El turismo sanitario en Turquía atrae al país otomano más de 100.000 personas al año, según datos oficiales del gobierno de Erdogan, que promueve una política de fuertes subvenciones para las clínicas que realizan tratamientos a extranjeros. Aunque no hay datos concretos, se estima que unos 10.000 españoles se trasladan cada año para hacerse un transplante capilar, una especialidad con más de 250 clínicas en el país. Con el boom del negocio también han surgido algunas estafas, como señalan varios expertos en 'ABC'. En todo caso, la mayoría de testimonios han salido de Turquía satisfechos y, lo más importante, con pelambre nuevo.

Sigue al autor en Twitter: @GuilleAlvarez41