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ESPAÑA

Tengo menos de 25 años y estoy jubilado

¿Alguna vez has imaginado cómo sería tu vida sin tener que trabajar para vivir?
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Es bastante posible que nuestra generación, por no hablar ya de la generación Z, no sepa lo que es jubilarse y tener una pensión. Dejar de trabajar. Colgar los hábitos. Sentarse en una mecedora en el balcón de un apartamento en la Costa del Sol a ver lo que queda de tu vida pasar. Ir a ver las obras y dar de comer a las palomas. En fin, esas cosas.

Pero hay gente que, por una razón u otra, no llegan a los 25 años y ya están jubilados. Algunos lo son por razones agradables y otros… bueno, otros lo están porque desgraciadamente no les queda mas que resignarse a no poder trabajar y vivir con una pensión.

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Hablamos con cuatro personas, muy diferentes entre sí, que nos cuentan cómo llegaron a jubilarse, de una u otra forma, con menos de 25 años.

Mikel, 24 años

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Con tan solo 16 años empezó a vender marihuana en su pueblo. “Mi primo tenía ya entonces plantas y yo le conseguía a mi cuadrilla”. Se mudó de Ermua a Salamanca para estudiar filosofía, donde descubrió que prefería pasar más tiempo fumando y vendiendo que en clase. Además, en una ciudad llena de estudiantes, “puedes encontrar un nicho de mercado incluso si no es para las drogas habituales”, apunta cuando nos dice que estuvo moviendo una larga temporada drogas de la deepweb. “Tenía un mercado muy amplio y heterogéneo, dependía más de los buenos precios y camellos de internet que de los propios consumidores”, hoy en día parece que los clientes valoran mucho más la variedad.

“Solía atender a demandas puntuales además de tirar de ofertas que luego colocaba a gente de todo tipo”, me cuenta que así vio la oportunidad de ampliar su mercado a gente en internet. Con mucho cuidado, según dice, poco a poco fue ahorrando un fondo a base de criptomonedas, que pretendía ampliar con la compraventa de “paquetitos de internet”. Pero lo que en 2015 se correspondía a unos miles de dólares en bitcoins, en 2017 eran unos cuantos cientos de miles. “Me vi con 23 años y la oportunidad de dedicar una larga temporada a estudiar en qué reinvertir el dinero”.

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En un país en el que se tiene a los perfiles emprendedores como a nuevos héroes, Mikel pretende aportar una visión algo más pesimista. “La ideología del emprendedor ha sido exportada del mundo anglosajón y aquí nos la hemos comido con patatas”, nos dice tras afirmar que es un escéptico de las ideologías liberales que pretenden dulcificar lo que en realidad es pura suerte y competencia a muerte. “No me considero ni de izquierdas ni de derechas, pero aprendí de Santiago Armesilla, un filósofo marxista español, que lo que nos venden como vidas de triunfadores no es más que adoctrinamiento político muy poco inocente”.

Intentando huir de las doctrinas del éxito aún se encuentra invirtiendo en diferentes lugares, desde un hotel en Túnez hasta establecimientos de distinto tipo. “Quiero estudiar como de factible sería invertir en Amsterdam, siempre he pensado que valdría para dirigir algún coffeshop”. Es consciente de que podría haber ganado mucho más dinero con las criptomonedas, pero ahora asegura querer montar negocios legales que le permitan llevar una vida bien distinta a la que pintan de los emprendedores de hoy en día. “No pretendo hacerme millonario, solo aprovechar la suerte que tuve para vivir cómoda y coherentemente”

Dario, 22 años

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Darío

Darío ingreso a los 18 años en la Brigada de Paracaidistas del Ejército Español (BRIPAC). A principios de 2017, yendo a trabajar, colisionó el Jaguar de su tío contra otro coche. Tras un mes en coma, despertó en un hospital de Madrid. “Creía que me había pasado algo de maniobras y que estaba en un hospital militar”. No paraba de preguntarse cuando se iba a reincorporar con su unidad hasta que le dieron la mala noticia de que había sufrido daños cerebrales y no podría volver a trabajar en su vida.

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“No me permiten trabajar en ninguna profesión u oficio, o sea, condenarme a vivir de una pensión”. En los primeros meses no era consciente de la situación a la que se enfrentaba. “Cuando la gente me preguntaba si iba a volver al trabajo, yo contestaba que sí, que había mejorado mucho y todavía me quedaba por mejorar”.

Tras este duro golpe, Darío se vio solo ante su nuevo desafío lejos del ejército. “Yo he estado muy mal de ánimos al darme cuenta de la situación en la que estaba y ser ya más consciente, pero en la rehabilitación me han ayudado a saberlo llevar un poco mejor y me han dado pautas para saber qué hacer y no caer en una depresión o algo del estilo”.

“Lo que más echo de menos es la hermandad que había dentro de la compañía y las maniobras, aunque fuesen duras”. Este mismo año sus compañeros fueron destinados a Irak. “La gente se piensa que esto es la hostia y que no vas a tener que preocuparte por nada en la vida”, dice, pero lo cierto es que no sentía motivaciones fuera del ejército. Nos cuenta que una de sus aficiones era y son los coches. “Hasta ahora una de mis motivaciones era el volver a conducir y ya lo he conseguido”. Eso ha sido un logro importante para él, después de un año de rehabilitación y haber perdido capacidad de reacción. Aunque nos comenta que también adquirió avances que no valoraba tanto como conducir.

“Antes tenía unas metas que perseguir, ahora siento que me faltan objetivos o aspiraciones”. Cuando estaba en la academia aspiraba a seguir estudiando para ascender en el ejército pero ahora se ve sin planes de futuro a largo plazo. “No pienso demasiado en el futuro, esto me hizo ver que cualquier plan que tengas se puede ir al traste”.

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Adrián, 24 años

Adrián comenzó a trabajar en hostelería cuando tenía 17 años como camarero en un bar de su barrio. Nos cuenta que jugaba todas las porras del bar y que en sus primeras navidades trabajando comenzó a jugar a la lotería con el número del bar. “En realidad no sé por qué me metí en movidas de juego, pero si tocaba no quería ser yo el que se quedase sin premio”.

“Desde que jugué mi primera lotería con los del bar tenía ilusión de que nos tocase, y algo me decía que tarde o temprano iba a tocar. No me equivoqué”. Recuerda entre risas. Lo cierto, es que la vida de Adrián cambió de un día para otro cuando gano más de diez millones con el Euromillón. “Me sentó mal por los del bar, pero quería jugar con el número que tenía mi abuelo. Siempre le recuerdo pendiente de si había tocado. A veces nos compraba regalos a toda la familia porque sabía que ese año era el suyo”.

Nos cuenta que lo primero que hizo fue comprarse un coche, “era el único capricho que tenia y había soñado toda la vida con un coche de alta gama”. Lo cierto es que Adrián es un tipo familiar “aparte de mi coche solo he gastado dinero en ayudar a mi familia, he comprado una casa a mis padres y cada vez que podemos me escapo con ellos de viaje”. De momento no tiene pensado nada, pero dice querer invertir su dinero en inmuebles o algún tipo de negocio que le asegure seguir generando ingresos en el futuro.

Pese a todo el dinero que ganó Adrián ha seguido manteniendo los mismos amigos y la vida que llevaba antes. “Quiero seguir un tiempo sin trabajar y ya me pondré a buscar formas de invertir y multiplicar el premio, pero de momento estoy muy tranquilo sin tener que abrir el bar a las 8 de la mañana. Aunque sí que echo de menos la hostelería”. Nos habla de todo lo que aprendió durante sus años de camarero, sobre todo humildad y respeto. “Todo el mundo debería trabajar tras una barra alguna vez, aprendes como es la gente y aprendes lo importante que es el respeto hacia los demás”.

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Juan Carlos, 24 años

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Juan Carlos

Era 2015 cuando se encontraba realizando las últimas maniobras del año con la Brigada Paracaidista en Madrid. Por desgracias del destino, la pistola de un oficial se disparó por un fallo técnico y Juan Carlos recibió un impacto en la pierna. “La bala me atravesó el fémur impidiéndome caminar durante varios meses y limitándome la movilidad de por vida”. Después de más de un año de baja, el ejército reconoció la incapacidad de Juan Carlos y le concedió una pensión vitalicia. “El ejército buscó la manera de conseguir que tuviera una vida normal en lo civil”.

El sueño de Juan Carlos siempre había sido hacer carrera en el ejército y poder llegar a ser oficial algún día, pero sus planes se truncaron. “La vida da estos giros inesperados y lo importante es saber empezar de cero con fuerzas”. Todavía recuerda con orgullo su paso por el ejército, las relaciones con sus compañeros y todo el sufrimiento de las maniobras. “Sin duda lo que más echo de menos son los amigos que formé allá. Esos momentos en los que aun estando a 5 grados, con la ropa mojada y después de 7 días de maniobras se sacaban fuerzas para hacer bromas con los compañeros”.

Una de sus preocupaciones cuando estaba en el ejército siempre fue el poder escaparse a Canarias para ver a su familia y amigos, pues residía en Madrid y le era difícil encontrar tiempo para todo. “Obviamente si tengo que elegir prefiero estar como estoy ahora ya que es más importante estar con los míos que trabajar en mi actividad soñada”, nos señala ante decantarse por las dos cosas que llenaban su vida, y añade que “lo ideal es que no hubiera pasado nada, que mi pierna estuviera bien y que yo estuviera trabajando como oficial aquí en Canarias”.

Lo cierto es que Juan Carlos no pierde el tiempo, se encuentra trabajando por las mañanas como administrativo, trabajo que al ser de oficina no afecta a su limitación, a la par que cursa por las tardes sus estudios de Administración y finanzas para llevar a cabo un nuevo sueño con el que está muy ilusionado. “Este trabajo me ayuda a complementar la pensión y así poder ir ahorrando para llevar a cabo mi proyecto empresarial, montar una fábrica de bebidas fermentadas”.

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