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Foto por: Anita Pouchard.
Identidad

¿Por qué seguimos llorando muertes evitables en Argentina si el feminismo avanza sin parar?

El pasado lunes Úrsula Bahillo, de 18 años, fue asesinada por su exnovio. Había pedido ayuda: fue a la comisaría y la fiscalía, lo habló con sus amigas, lo contó en redes sociales. Y nada alcanzó.

En el derecho se dice que las leyes cristalizan las prácticas o los cambios sociales. Pero yo no estoy tan segura de que en Argentina sea así. En Argentina tenemos leyes del país que creemos que somos o que nos gustaría ser.

Nos consideramos un país pionero en el ámbito de la conquista de derechos y particularmente del feminismo. Tenemos la ley de Educación Sexual Integral (ESI), la Ley Micaela, la Ley de Protección Integral a las Mujeres y, ahora, el derecho a la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Tenemos la línea 144, un Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad y militantes que ponen el cuerpo todos los días para construir un mundo más igualitario. 

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Y sin embargo, el martes nos enteramos de que Úrsula Bahillo, de 18 años, había sido asesinada por su exnovio la noche anterior. Las características del caso le resuenan a cualquier persona que venga siguiendo los femicidios en el país: el victimario es una persona del núcleo cercano o familiar, las denuncias previas que no llegan a ningún lado, un expolicía involucrado. Úrsula había pedido ayuda: fue a la comisaría y la fiscalía, lo habló con sus amigas, lo contó en redes sociales. Y nada alcanzó.

En el 2015, año del Ni Una Menos, se registraron 286 femicidios en el país. En el 2016, 254. En el 2017, 274. En el 2018, 255. En el 2019, 268. En el 2020, 270. 

Nos duele porque nos preguntamos: ¿por qué no mejoran los datos? ¿por qué no mejoran las respuestas? ¿por qué nada alcanza nunca? Tenemos leyes, tenemos líneas de apoyo telefónico, tenemos personas trabajando en esto incansablemente.

Y la respuesta es: porque no somos hegemonía en la práctica. Porque tenemos presencia en medios y en leyes, pero la ESI no se aplica en gran parte de las escuelas de Argentina aunque se haya sancionado en el 2006. Porque aún hay provincias que no adhieren al Protocolo para el acceso a la Interrupción Legal del Embarazo. Porque cualquier persona que trabaja en el poder judicial sabe que ahí no hay un gramo de feminismo. Porque esta semana el plantel de jugadores de Vélez se mostró en contra de la suspensión de dos jugadores acusados de abuso sexual.

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Leo notas que hablan de nuestro rol en América Latina. Nos ilusionamos con ser un foco de fuerza, de luz, de potencia para otros países vecinos. Nos enorgullecemos de nuestro movimiento feminista local. 

Pero siempre, siempre, esa alegría rápidamente se ve opacada por la realidad. Siempre, el día después de una conquista estamos nuevamente reclamando por una mujer muerta por un aborto clandestino, un femicidio, otro caso de discriminación en el trabajo, en la escuela, una declaración machista.

Entre 1843 y 1844, Karl Marx escribió el texto “Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel”. Ahí le hace una crítica a los alemanes: los acusa de ser contemporáneos filosóficos del presente, sin ser sus contemporáneos históricos. Es decir, acusa a Alemania de estar teóricamente al día en la época histórica pero no materialmente, no políticamente, no en los hechos. 

¿No hay una brecha en Argentina entre el discurso y las prácticas feministas? Estamos a la vanguardia en nuestro lenguaje, en muchos medios de comunicación, incluso en la legislación. Pero los datos, los hechos y las estadísticas aún no nos acompañan. Aún le tenemos que pedir a la policía que se tome en serio las denuncias de las pibas que van llenas de miedo. Aún le tenemos que pedir al poder judicial que no deje libre a una persona que ya tiene antecedentes de violencia. Aún seguimos llorando muertes evitables.

Yo no sé cómo se soluciona esa brecha. Compañeras de mucho más recorrido que yo hablan de reformar el poder judicial y las fuerzas de seguridad. Se habla de salir del punitivismo y centrarnos en la prevención, como lo explica Sabrina Cartabia en esta nota. Lo que sé es que hace años que estamos explicando, que estamos marcando los lugares donde se dan estas fallas y estos baches, que estamos militando leyes. Que hacemos todo lo que está a nuestro alcance. Pero si las personas que ocupan los lugares que definen el futuro de estos casos no están abiertas a cambiar su manera de ver el mundo es inviable. Y nada alcanza. Nunca alcanza.