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Hablamos con un exyihadista sobre la radicalización de los jóvenes

Pese a que colabora con los gobiernos de Occidente, no tiene reparos en criticar sus políticas que, según él, alimentan la radicalización que él pretende evitar.

Aaron Maté entrevista al exyihadista Mubin Shaikh

Nacido en Toronto y educado en la fe musulmana, Mubin Shaikh se pasó al islamismo radical después de un viaje a Pakistán en la década de 1990. Cuando regresó a Canadá, Shaikh reclutó a otros jóvenes musulmanes para defender la causa de la yihad. Sin embargo, los atentados del 11S le obligaron a replantearse el camino que había decidido seguir. Tras pasar una temporada en Siria estudiando el Corán, regresó a casa con sus convicciones reforzadas, esta vez dispuesto a combatir el militarismo que había abrazado inicialmente. A las órdenes del CSIS, Shaikh colaboró en el caso «Toronto 18», en el que un grupo de jóvenes musulmanes fueron acusados de planear un atentado en instituciones canadienses. Hoy, Shaikh dedica sus esfuerzos a combatir la islamofobia y a evitar la radicalización en el ámbito de su comunidad, sirviéndose de las redes sociales para contactar directamente con los simpatizantes de Estado Islámico. Pese a que colabora con los gobiernos de Occidente, no tiene reparos en criticar sus políticas que, según él, alimentan la radicalización que él pretende evitar.

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Hasta hace unos meses, se creía que la amenaza de Estado Islámico se limitaba a los confines de Oriente Próximo, donde el grupo pretende establecer su autodenominado «califato». Sin embargo, los recientes atentados de París y San Bernardino han demostrado que, al igual que Al Qaeda, EI está reclutando a jóvenes musulmanes de Occidente para seguir perpetrando sus asesinatos de civiles. Tuvimos ocasión de charlar con Mubin Shaikh sobre la vulnerabilidad de los jóvenes musulmanes a los que radicalizan para cometer actos violentos, el cambio del propio Shaikh de yihadista a agente del gobierno y de cómo grupos como EI distorsionan el mensaje de la religión que dicen representar.

VICE: ¿Qué lleva a los musulmanes jóvenes a unirse a grupos como Estado Islámico?

Mubin Shaikh: Es algo más que un grupo terrorista: estamos ante un movimiento social. Y los movimientos sociales se asientan en historias de agravio de las que muchos se hacen eco porque están basadas en hechos. Posiblemente no sean del todo ciertos y sean su forma de interpretar el devenir de los acontecimientos, pero lo cierto es que llevan razón cuando dicen que sus quejas van dirigidas contra las políticas exteriores occidentales, en especial contra los bombardeos a países musulmanes.

Cuando estuve allí en 1995, veíamos cintas de vídeo [de propaganda yihadista]; luego aparecieron los DVD y veíamos DVD. Ahora, las redes sociales modernas han acelerado exponencialmente ese proceso. Estás frente a un televisor o la pantalla del ordenador, viendo esas imágenes una y otra vez, y acaban traumatizándote. Quedas abrumado por las imágenes explícitas de muerte, destrucción, asesinatos, torturas, opresión [de los musulmanes].

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El término psicológico es «privación indirecta». Ahora no solo yo estoy sufriendo estas privaciones, sino que estoy viendo vídeos en los que se ve a mi pueblo oprimido, y de repente sus privaciones también son las mías, su opresión es la mía. Ese es el mensaje extremista: «Bien, ¿has visto eso? ¿Lo sientes, tú también? ¿Qué vas a hacer al respecto?».

¿En qué condiciones sociales viven los jóvenes musulmanes que son susceptibles a este tipo de adoctrinamiento?

Aislamiento y marginación. El contexto varía entre Norteamérica y Europa. En Europa es mucho peor, sobre todo en Francia. Francia colonizó el Norte de África, especialmente Argelia. Por lo general, los colonizadores no suelen ser capaces de integrar satisfactoriamente las poblaciones colonizadas en su sociedad. Eso genera altos noveles de desempleo, falta de oportunidades… Ese es el quid de la cuestión. No es que la pobreza provoque terrorismo, pero ¿qué es la pobreza, sino la falta de oportunidades? Por tanto, para aquellos que no tienen oportunidades, las únicas opciones que les quedan son la vía de la delincuencia o algo parecido. La mayoría de jóvenes en esa situación son extremadamente vulnerables y susceptibles de unirse a grupos de extremistas. Y no es casualidad que de Francia procedan el mayor número de combatientes extranjeros en Siria.

Actualmente estás volcado en evitar la radicalización de musulmanes. ¿Cómo va? ¿Qué les cuentas y qué te cuentan ellos?

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Lo que he estado haciendo ha sido contactar con ellos uno a uno, con un enfoque que yo denomino «pro Islam y antiterrorista». Dejamos muy claro que los escritos islámicos nunca, jamás permitirían la violencia contra civiles en espacios públicos. Y no hay excepción a esa norma. Está unívocamente prohibido.

Pero el propio Estado Islámico y algunos críticos del Islam como los Nuevos Ateos citan pasajes como el Capítulo 9, Verso 5, que dice, «Matad a los infieles».

Sí, resulta irónico que EI y los Nuevos Ateos citen los mismos versos del mismo modo. Ellos dicen, «El Islam es terrorismo, y estos son los versos que lo prueban», y yo les recuerdo que una vez también creí esas cosas. Yo también escogía y malinterpretaba versos a mi conveniencia, como lo hacen ellos, y decía lo mismo sobre el Capítulo 9, Verso 5. Decía, «Mira, el texto dice, "Matad a los kuffar, donde quiera que estén». Pero lo cierto es que no dice eso. Esto es solo un fragmento de un verso más largo, que dice, «al mushrikin», habla de los politeístas. Cuando el erudito de Siria estaba desradicalizándome, me dijo, «Dime, ¿sueles empezar a leer los capítulos a partir del Verso 5? Porque quizá deberías hacerlo desde el Verso 1. No sé, es una sugerencia».

El Verso 1 habla de «los politeístas… Esto hace referencia a los politeístas con los que hayas hecho un trato y hayan incumplido dicho trato». Si te fijas en el verso 4, dice: «En estas instrucciones no se incluyen aquellos politeístas que cumplieron el pacto, el trato, y no os asaltaron ni usaron la violencia contra vosotros. En ese caso, mantened las condiciones del contrato con ellos». Lo deja bien claro. El contenido es muy específico, habla de personas que estén luchando contigo de forma ilícita, porque eres musulmán. Porque, en ese contexto, los politeístas luchaban contra los musulmanes simplemente porque eran musulmanes, porque creían en un único Dios. Así, teniendo en cuenta este contexto, se ve claramente que Estado Islámico ha distorsionado totalmente el mensaje. Ahora incluso usan ese verso como pretexto para incluir a los judíos y a los cristianos.

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Cuando hablo con posibles simpatizantes de EI, les enseño las fuentes del Islam, hago capturas de pantalla de los versos, del documental que hizo un erudito sobre un verso concreto, de lo que dijo el Profeta [Maoma] sobre los grupos disidentes como EI que se justifican sus actos en el Islam; rezan, ayunan, hacen enormes esfuerzos y adoran a Dios, pero falsifican el significado del Corán y, sobre todo, matan a musulmanes y, peor aun, a no musulmanes.

Hacer de mensajero funciona a veces, aunque otras, no. Al ser un agente de los servicios de inteligencia, la gente piensa, Ah, este tío sigue trabajando para ellos. Yo lo abordo desde la perspectiva de que he sido alguien que conocido a más tipos como ellos y no quiero que acaben atrapados en un sistema procesal y penal. Lo curioso es que me veo reflejado en ellos. Hablan de la misma forma, con frustración y rabia. Están convencidos de que hay una guerra en el Islam y lo único que hacen es empaparse de todo lo negativo. Entiendo que no voy a poder cambiar la forma de pensar de un chaval de la noche a la mañana, pero quizá pueda… no me gusta decir «sembrar la duda», prefiero decir que quizá pueda plantar una «semilla de verdad» que logre arraigar en ellos y les haga recapacitar en algún momento de sus vidas, como me pasó a mí.

Cada vez que se produce un atentado, ya fueran los del 11S o los de París, la vida se complica más para la comunidad musulmana en Occidente. ¿Crees que forma parte de la estrategia de Estado Islámico?

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Desde luego, es deliberado. Lo dijeron en un manifiesto llamado «Banderas negras desde ROMA», en el que dicen eliminarán la «zona gris de convivencia» y harán la vida imposible a los musulmanes y provocarán que empeoren sus condiciones de aislamiento y marginalización hasta que su rabia sea tal que recurran a la violencia. Ese es su objetivo declarado. Lo triste es que hay personas en la derecha que están cumpliendo las órdenes de EI, que están haciendo su trabajo.

Hay un estudio de dos trabajadores sociales del Líbano que entrevistaron a prisioneros de Estado Islámico en una cárcel libanesa, y una de las cosas que descubrieron fue que «La mayoría de las personas a las que entrevistamos tenían alguna forma de "síndrome del padre ausente". O bien habían sido humillados y víctimas de abusos prolongados o bien habían sido abandonados por sus padres a una edad temprana».

Esa es una de las razones por las que me refiero a mi historia como «factores de protección». La razón por la que no me pasé a la violencia es porque yo tenía a mis padres vivos. Por supuesto, hubo tensiones cuando yo era adolescente, pero en general fue una relación positiva y había recibido formación religiosa y escolar y nunca había sufrido humillaciones o acoso. Por eso no me sorprende que pasen estas cosas con otros chicos. Son muchachos con entornos familiares muy disfuncionales. El síndrome del padre ausente es muy común entre los jóvenes delincuentes de todos los orígenes: blancos, negros, asiáticos, etc. Es algo que trasciende razas, culturas y religiones. Cuando falta la figura del padre, empiezas a dejar de ir a clase y a tontear con la delincuencia.

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Otra de las cosas de las que carecen es de una buena educación religiosa. Hay gran cantidad de entrevistas a trásfugas de EI, de prisioneros, de personas que han relatado su experiencia como prisioneros, en las que dicen cosas como «Nunca vi un Corán, nunca los vi rezar y su ignorancia religiosa era evidente». Y no me sorprende, porque son personas dominadas por una rabia profunda y arraigada que ya estaba ahí antes de que tuvieran contacto con la religión. Ya estaban furiosos con el mundo y simplemente han encontrado para justificar toda esa rabia.

Y, quién lo iba a decir, mira a todos esos combatientes que se marchan de Europa para unirse a Estado Islámico: la mayoría tiene antecedentes penales o han estado en prisión. Es cierto que existe cierta discriminación por parte de las instituciones, que tienden a detener a más musulmanes que a otros grupos y que se acentúa especialmente en Francia. Ese es el contexto general del que surgen estos combatientes. No es que abran el Corán, lean un verso y se conviertan en yihadistas.

Acaban de abrir un centro para la lucha contra la radicalización en Montreal. ¿Crees que puede ser de utilidad?

Puede serlo, pero me di cuenta de que, curiosamente, en la audiencia del Senado para estudiar la radicalización, sobre todo en Quebec, el 75 por ciento de los casos de extremismo no estaban motivados por la religión, sino que eran de extremistas supremacistas. Por eso, creo que un centro contra la radicalización tienen un enfoque lo suficientemente generalizado y puede tratar tanto casos de extremismo de derechas como de origen religioso. No queremos centrarnos en un solo grupo. Si realmente queremos acabar con el extremismo violento, debemos incluir todos los tipos, en esta categoría.

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En Quebec parece darse una circunstancia única, y es que existe un determinado porcentaje de jóvenes musulmanes radicalizados y también hay un alto grado de islamofobia. ¿Qué debería hacerse en ese caso?

El contexto de Quebec está muy relacionado con el de Francia. El Gobierno tiene control sobre su política de inmigración. Traen musulmanes francoparlantes en su mayoría procedentes del Norte de África, estado árabes que fueron colonias de Francia. Así que ahí también existe ese rencor que alimenta a algunos de estos individuos radicalizados en Quebec. Tampoco ayuda nada el hecho de que haya un colectivo tan importante de antimusulmanes, ya que el odio de unos alimenta al de los otros.

Has trabajado como agente para los servicios de inteligencia canadienses en una operación para desmantelar una trama. ¿En qué consistió tu trabajo?

Colaboré con ellos en varias investigaciones, algunas de ellas por internet, buscando en foros y chats a posibles reclutadores y personas reclutadas y para identificar amenazas en ese contexto; también participé en persona infiltrándome en grupos e informando de sus actividades. En muchos casos, también se trataba de absolver a la gente de falsas acusaciones de actividades extremistas.

¿Se vio resentida tu credibilidad durante la época en que trabajaste como agente?

Tanto el pueblo de Canadá como la comunidad musulmana, en general, negaban la existencia de jóvenes radicales. Nadie se imaginaba que pudiera darse aquí, porque Canadá es muy grande, somos muy tolerantes y hospitalarios. A la gente buena no les pasan cosas malas, ¿no? Pero eso no es cierto, e incluso en las sociedades más tolerantes habrá gente que se sienta discriminada y se aferre a alguna ideología que aporte sentido a sus vidas y con la que se sientan identificados, y no puedes competir con eso. Entiendo perfectamente que la comunidad musulmana se sienta asediada y creo que eso explica que negaran lo ocurrido en Toronto. Hubo mucha desinformación. A mí se me acusó de cooperador necesario, lo cual era físicamente imposible, puesto que ya lo tenían todo planeado, ya habían echado el ojo a un lugar para establecer su campo de entrenamiento y ya habían invitado a todas las personas que necesitaban. Todo eso pasó antes de que me infiltrara en el grupo.

A través de una información judicial, dos años después, me enteré de que el CSIS ya sabía todo eso 12 días antes de que me enviaran allí, por lo que es imposible que yo les indujera a nada. Debo decir que se retiraron los cargos a siente personas gracias a mi testimonio. El Gobierno quería hacerlos pasar por miembros plenamente formados de Al Qaeda cuando no lo eran. No eran más que unos aficionados que querían abarcar más de lo que podían. Es cierto que tenían la idea descabellada de asaltar el Parlamento, secuestrar a los parlamentarios y cortarles la cabeza a todos, pero no tenían manera de llevar a cabo ese plan.

Ahora, la comunidad musulmana lo empieza a entender. Se están dando cuenta y dicen, «Vamos a perder a nuestros hijos y cada vez que haya un atentado vamos a tener que justificarnos, diciendo "el Islam no tiene nada que ver con el terrorismo"». Pero lo que hace falta ahora es que la comunidad musulmana cierre filas en ese sentido, que entiendan que estamos al frente de esto, que somos sus víctimas número uno –para ambos bandos- y que somos los que podemos aportar la mejor solución.

Esta entrevista se ha editado por causas del contexto y la longitud.

Sigue a Aaron Maté en Twitter.

Traducción por Mario Abad.