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[Relacionados: Rompe esta navidad con los mejores villancicos metaleros](Libros, películas y canciones que te provocarán ansiedad y te alejarán de la tristeza.)
Con las herramientas y orientación adecuadas lograremos, por 33 años consecutivos, evitar el suicidio. ¡Juntos podemos! Como dijera el de internet: ¿Qué le decimos a la muerte? Not today!Tu primer arma contra la depresión son las imágenes, acércate al cine. Hace unos meses Guillermo Núñez hizo en Twitter una selección de cine anticonceptivo, para que veas que en realidad las familias son monstruos de muchas cabezas que quieren comerte vivo. Esto te ayudará a evitar que te dobles de dolor cuando extrañes a tus papis (y a no procrear niños infelices que devengan en adultos infelices, sí, como tú). Aquí reproducimos parte de la selección de Memo y le agregamos algunas cintas.Para calentar motores, te dejamos un gran corto: The Ten Steps (una generosa recomendación de Christian Cueva ).The Ten StepsMonster
_The Babadook (corto original, completo)_BorgmanBuenas noches, mamáEl bebé de RosemarySubmarinoTenemos que hablar de Kevin
La ProfecíaIt's aliveCementerio de mascotas
El ExorcistaSolo contra todos
La casa del demonioLa celebración(Si te da una eriza de navidad bien cabrón, entonces no tienes otra sino ver ésta, ni modo, mano).CancionesSi nada funciona puedes comprar heroína. Olvidaba que no tienes dinero. En su defecto roba benzodiazepinas. Olvidaba que para robar benzodiazepinas necesitas benzodiazepinas que te tranquilicen. No temas, no todo está perdido. Todavía puedes escuchar canciones sobre drogas:
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O canciones sobre cualquier otra cosa:LibrosLa única Navidad que he pasado sola fue la de 2004. Fue el invierno en el que murió Arafat. En seis días no abandoné el departamento en el que vivía con otras cinco personas, en la ciudad francesa con el metro más chiquito de Europa. Yo no me enteré de las cientos de miles de muertos por el tsunami en el Índico sino hasta semanas después. Mis amigos —una gallega, una catalana y un murciano—, habían vuelto a España a ver sus familias y mi amiga mexicana se había ido con ellos no después de haberme pedido que los acompañara. Pero no, yo estaba esperando a mi novio de México. Lo esperé en París un día. No llegó, había perdido el vuelo o algo así. Al día siguiente pasó lo mismo. Pasaron varios días hasta que él ya dejó de contestar el teléfono y ni su familia supo qué había pasado con él hasta una semana después que salió de una fiesta en sabe dónde.No lo culpo porque ambos teníamos como veinte años y a los veinte años abandonar a tu novia en ciudades cuyos olores a caño son la única lengua que ella entiende, no parece tan mezquino. París era una basca de borracho con todo ese dolor y esa nieve y esa imposibilidad de pagar boletos de metro y museos. Así que volví a esa otra ciudad francesa, con un río y un castillo, y donde también había un calvo que me gustaba y que, desde luego, no me hacía ni pío de caso.
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Fui al supermercado, el Champion se llamaba, y nada de campeón había en sus clientes, todos expatriados, al fondo de un corredor de edificios abarrotados de marroquíes y paquistaníes. Fui a comprar un pollo rostizado que me duraría siete días si sabía prepararlo de diferentes formas, según el ritmo de su putrefacción. Habré comprado un par de botellas de vino de un euro y puré de tomate.Me encerré a leer la vida de Lou Andreas-Salomé y a escuchar canciones que me levantaban un poco el ánimo.También leía a Paul Celan.Y al tarado de Breton. Su estúpido Amor loco. Lo quiero pero es un imbécil. Es un abusivo que escribe para engatusar mocosas. Dice que la belleza debe ser convulsiva o no ser. Seguramente donde dice belleza debe leerse mujer. Durante años abracé ese precepto como una responsabilidad y manual para entregar mi vida al muladar que es el amor como lo conocemos. Durante años me dejaron como Cristo en Viernes Santo por amar locamente. Así es como llegué a saber que lo convulsivo es la vergüenza. La crueldad. El horror, dijo. Once años después me encontré con Felipe Polleri, recientemente publicado en México por la editorial Eros (y otras, pero nuestra edición favorita es ésta).Gran ensayo sobre Baudelaire lo publican como novela, pero leerla como ficción me dio una ansiedad terrible (guácala, qué rico), me resultaba incomprensible y caótica (justo lo que necesitas para esta navidad porque es genial y porque es justo lo que odia el capitalismo navideño).