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Marca España

¿Se puede hablar objetivamente de un fascista?

Hablamos con el historiador Joan Maria Thomàs sobre su último libro, una biografía de José Antonio Primo de Rivera, el fundador de Falange Española.

Arriba: José Antonio Primo de Rivera, imagen vía Wikimedia Commons

Hacer historia en España no es fácil hoy en día y mucho menos hacer historia "de" España. No es fácil porque a diferencia de lo que pasa con otras ciencias —NOTA 1: la Historia es una ciencia—, a todo el mundo le gusta tener una opinión haya o no estudiado Historia —NOTA 2: normalmente no lo ha hecho— y además esa opinión está condicionada, normalmente, por cosas que poco tienen que ver con la Historia (es decir con los hechos) y mucho con las ideologías, las historias familiares, los afectos y las simpatías personales, etc.

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Sería estúpido que alguien con el apéndice a punto de estallar le dijese a un cirujano que no tiene ni idea de medicina ni de operar, que en la carrera seguro que lo han estado manipulando profesores ideologizados, y que él si que sabe cómo operarse de eso porque su padre le contó cómo se lo hizo a sí mismo en el pueblo con un par de gasas y unas tijeras de coser, así que mejor que se aparte con su bata y con su bisturí y le deje a él y, sin embargo, eso es lo que a muchos nos pasa constantemente.

Si encima te dedicas a hacer historia sobre los períodos más controvertidos y conflictivos de la España reciente, la II República, la Guerra Civil y la dictadura franquista, y encima te centras en algo tan poco conocido y menos comprendido como lo que fue a lo largo de esos tres periodos Falange Española, normalmente te tienes que preparar para una serie de comentarios, el primero de los cuales es casi siempre: "Entonces tú… ¿eres facha?", un comentario que paradójicamente refleja muy bien el día de la marmota político-social en el que parece que estamos instalados desde los años 30… pero del siglo XIX.

Liberales y tradicionalistas, conservadores y progresistas, monárquicos y republicanos, azules y rojos… Por muy cliché que sea, la dinámica de "las dos Españas" sigue presente y condiciona la forma en la que miramos tanto a la España actual como a nuestro pasado.

Por eso, cuando los historiadores no se dejan llevar por esos elementos de distorsión, se pueden hacer libros que realmente arrojan luz sobre lo que fue realmente aquello. Libros como los que durante los últimos años ha escrito el doctor en historia, investigador del ICREA y miembro de la Real Academia de la Historia (entre muchas otras cosas), Joan Maria Thomàs: El gran golpe (de cómo Franco se quedó con la Falange), Franquistas contra Franquistas y, por último, y quizás el más divulgativo de todos por la cercanía con la que está escrito, José Antonio: Realidad y Mito, todos ellos publicados por la Editorial Debate, de Penguin Random House.

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Como intento-frustrado-de historiador de todos esos mismos temas que soy, o era, me leí los dos primeros y unos cuantos más del autor cuando hacía mi máster, así que aproveché la publicación de su último libro para hablar con él sobre quién era Primo de Rivera, el poder de los mitos, la objetividad y, sobre todo, de Historia.

La entrevista ha sido editada para una mayor claridad.

José Antonio: realidad y mito

Imagen cortesía de Editorial Debate

VICE: Bueno, lo primero de todo, ¿cómo empezaste a estudiar a Falange Española? ¿Es fácil hacer carrera en historia dedicándose a ello?
Joan Maria Thomàs: Yo hice mi tesis doctoral sobre los catalanes que pasaron a la zona nacional y participaron en Falange. En aquella época tuve que defenderme de todos los que consideraban que interesarse por esos temas era algo que solo hacían las personas afectas al régimen, como si un partido y unas personas que estuvieron 40 años en el poder no fuese importantes para la historia del país, porque precisamente la historiografía española vivió esos 40 años de dictadura de espaldas a la dictadura y eso siguió siendo así durante muchos años.

En cambio, había tesis doctorales hasta del partido comunista menos importante y más residual de la II República como era el Bloc Obrer i Camperol, y algo tan crucial para la historia de España como la historia de Falange era un terreno casi virgen. Por suerte, en los últimos años estas cosas ya se van rectificando y cada vez hay mejores estudios sobre el tema.

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A lo largo de todo tu libro he tenido siempre la sensación que a la hora de caracterizar al personaje de Primo de Rivera existe una equidistancia casi matemática, no sé si calculada o no, entre los adjetivos que pueden interpretarse como "positivos" y los "negativos". ¿Fue algo buscado?
Yo intento hacer un tipo de investigación y de divulgación de mis investigaciones, en este caso a través de la biografía de Primo, en el que intento ser el máximo de objetivo posible y, como digo en la introducción: ni siento animadversión ni siento ninguna empatía, simplemente creo que es un personaje que en su época fue bastante menor, al contrario de lo que nos han contado — al fin y al cabo nosotros también somos fruto de un mito y de la repercusión de un mito— pero que posteriormente sí la tuvo, tanto que hoy en día prácticamente todo el mundo en nuestro país sabe quien es José Antonio Primo de Rivera, lo cual no deja de ser una cosa muy paradójica. Yo quería llegar a entender un poco quién era la persona y lo que realmente significó en su tiempo.

Es curioso porque hay un escritor vinculado al mundo de la extrema derecha que ha hecho obras sobre Primo de Rivera en el mismo sentido que tu último libro, intentando desmitificar al personaje, ¿a qué crees que se debe? ¿crees que Primo de Rivera ha sido un mito paralizante para la extrema derecha?
Por un lado, creo que la mitificación del personaje afectó de manera singular a las personas que se llamaban "joseantonianas" y a los sectores que estaban en contra de la utilización por parte de Franco de la figura de Primo de Rivera. Entonces te puedes encontrar que se está haciendo ese trabajo de desmitificación por un lado para separar al personaje del régimen, etc., y luego otros que como yo tenemos una vocación más académica, o científica.

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Algo hay también de lo otro que dices. Al estar en el poder, la dictadura de Franco, en parte basada en los puntos de Falange, sí que ha impedido de alguna manera que la propia extrema derecha española evolucionase. Si tú te fijas en la extrema derecha de otros países, por ejemplo en Holanda o en Francia, es muy diferente de la de los años 30: entre otras cosas no es antidemocrática, ni es anticonservadora. Es anti-izquierdista, es ahora islamófoba y xenófoba, pero en ocasiones con matices, porque el Frente Nacional de Le Pen tiene inmigrantes en su seno. Por tanto esa evolución que ha dado el mundo de lo que llamamos extrema derecha desde los años 30 y 40 se debe a que en medio ha habido 45 años de democracia.

De hecho, la nueva extrema derecha moderna que ahora surge en España es muy minoritaria, y el Partido Popular sigue haciendo el papel de un catch call party que en su seno acoge a las diferentes tipos de derechas.

Lee: ¿Por qué no hay un partido de extrema derecha fuerte en España?

La objetividad a la hora de hacer Historia siempre me ha parecido lo más importante, pero en España, a la hora de tratar estos temas, parece que sea un problema posicionarse con ningún bando. ¿Cómo crees que se tendrían que estudiar estos temas y cómo lo haces tú? Aunque no esté muy de acuerdo con el concepto de la memoria histórica porque es un poco contradictorio, yo creo que en España hay dos "memorias históricas", que de hecho son millones de micromemorias agrupadas en dos grandes bloques [el de los que apoyaron la causa del bando sublevado y el de los que apoyaron la causa del bando republicano]. Lo que pasa es que hay una diferencia, y es que una memoria histórica [la del bando sublevado], que ahora está herida, pero que durante muchos años estuvo compensada, en el sentido de que todas las víctimas fueron honradas y compensadas, y la otra no, aunque ahora esa parte parece estar dolida porque parece que solo existe la otra [la del bando republicano].

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Por eso yo creo que tendríamos que trazar una línea muy clara cuando hablamos de Historia profesional y académica. Los profesionales también tenemos nuestras ideologías, pero nuestra obligación es tender la objetividad. Yo podría haber hecho un trabajo sobre Primo de Rivera destacando únicamente que era un fascista, que glorificaba la lucha armada, etc., poniendo el acento, en definitiva, en unos aspectos y olvidando otros. Pero considero que mi responsabilidad es la de explicar a este hombre en su tiempo, y que, por ejemplo, contribuyó a la violencia, sí, pero que no solo fue él, que también otros se enfrentaban con Falange. Es bien conocido que la primera vez que salen a vender periódicos a la calle quien dispara son los socialistas contra ellos.

Eso no quiere decir que yo crea que hay que tener un punto de vista neutro, que la Guerra Civil fue culpa de todos. Yo creo que hubo unos culpables que fueron quienes se levantaron contra el estado y que esto no se puede negar. Pero sí que creo que los historiadores tenemos que tender a ser profesionales y a no entrar en la ideología. Una historia ideológica, demasiado ideológica, para mí ya no es historia. Por tanto, yo puedo acercarme, independientemente de mi trayectoria personal o como ciudadano, a las trayectorias de personas, con el máximo de objetividad. Intento que el acercamiento objetivo sea posible.

Lee: Así se vive la apertura de una fosa común de la Guerra Civil

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Que una editorial comercial publique libros de Historia (y no sólo novelas históricas o a periodistas que incursionan en la Historia) es algo verdaderamente positivo, que se tendría que hacer mucho más, ¿tienen los historiadores una responsabilidad social? Yo creo que los historiadores profesionales, universitarios, somos una corporación y como todas las corporaciones, tendemos a hablar para nosotros. Creo que estamos ahí. Pero también creo que tenemos que hacer un esfuerzo, como han sabido hacer otros historiadores anglosajones, que intente combinar la rigurosidad con la accesibilidad. Que el lector interesado no se vea abrumado por un nivel de erudición que no le interesa.

Ni podemos ser cronistas, ni tenemos que ser creadores de listas de cosas que pasaron. Tenemos que ser personas que hacemos un trabajo muy difícil, que es intentar reconstruir el pasado, pero debemos hacerlo de una forma que a la gente le interese, que a la gente le sirva.

Mira nuestro vídeo: La bomba de Franco

Me da la sensación de que hay un fuerte componente de análisis psicológico del personaje en el libro. ¿Es posible determinar la forma de pensar de alguien a través de lo que nos ha llegado de él?  
En este libro yo he hecho uso de algo que creo que también los historiadores tenemos que ser capaces de utilizar, algo que hasta cierto punto debemos ser capaces de integrar en nuestros trabajos y, que no se me malinterprete, es la imaginación. Yo he imaginado a un personaje, interpreto a un personaje en función de miles de pequeñas pistas  y claves que he encontrado. Es una construcción que yo hago y puedo equivocarme, pero intento fundamentar mi versión en todos los datos que puedo.

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La Historia no está escrita en ningún sitio, no está en ningún archivo escrita tal cual para que nosotros la encontremos y la podamos revelar. Es un proceso intelectual y elaborativo que tenemos que hacer. Yo tengo un retrato muy claro de José Antonio: lo veo como una persona ambiciosa, con una ambición mesiánica. Una persona que quiere poder, que cree que está destinado a tocar poder y que está convencido de que lo tiene que hacer porque no hay nadie más que lo pueda hacer.

Todo esto había quedado olvidado y sepultado por una versión franquista de José Antonio, que decía que no le interesaba la política y que solo entró para defender la memoria de su padre, etc. A mí me parece ridículo: era un hombre que pertenecía a una familia que había sido intervencionista en política, era hijo de un dictador que estuvo siete años en el poder y es un hombre inteligente que se da cuenta de que el proyecto de su padre fracasó por una serie de cosas, pero cree que puede superar eso. Y además todo eso lo hace con un sentido, que no se si lo he reflejado bien el libro, que es un sentido trágico. Él está, con su ideología, entrando en un mundo en el que puede acabar fusilado o tiroteado en la calle, pero cree que tiene que llevar a cabo esa actuación política pero a la vez sabe que eso le puede llevar a la muerte y lo acepta.

Volviendo al tema del mito, siempre se dice que el mito de Primo de Rivera se hizo tan grande a tanta velocidad que si hubiese aparecido en Salamanca en 1937 Franco se hubiese tenido que apartar del poder. ¿Cree que es así?
¡Qué va! Lo tengo clarísimo y lo digo en el libro. Si José Antonio hubiese llegado a la zona "nacional" hubiese sido una fuente de conflictos como lo fue Fal Conde por el lado de los carlistas, ¿y qué hizo Franco con él? Le dijo, "o se va a Portugal o le formamos un consejo de guerra". ¿Qué hubiese pasado con José Antonio? Pues lo mismo.

Por mucho que pudiesen tener elementos coincidentes, está claro que en Falange había un componente anticonservadurista que no cuadraba nada con el sentido del golpe. De hecho, en el libro lo planteo claramente, aunque a algunos les resulte difícil de entender: yo creo que una represión falangista dirigida por José Antonio hubiese sido muy diferente a la que dirigió Franco. La represión franquista es una represión de clase, y los fascistas no querían llevar a cabo una represión de clase. Los fascistas quieren captar a todos los sectores que fuesen captables.

Esto es algo que ya se debatía entre los diferentes sectores del falangismo durante y después de la propia guerra, ¿verdad?
Claro. Mira, por ejemplo, el asesinato de García Lorca. ¿Dónde se refugió García Lorca? En casa de un falangista. Aquellos falangistas literatos y demás no se iban a cargar a Lorca, querían captarlo como quiso Primo de Rivera porque hubiese sido una baza estupenda, era alguien que ellos creían que podría cuadrar en su discurso y en su proyecto político. ¿Cómo se lo iban a cargar?

Y ya para acabar, volviendo al tema de la objetividad, siempre que se intenta hacer un análisis desde la Historia que pretende ser objetivo sobre personajes o movimientos de este tipo se acaba acusando al historiador de hacer apología. ¿Crees que esta búsqueda de objetividad se llega a comprender fuera del ámbito académico?
Es uno de los retos de este libro y, sinceramente, una de las cuestiones que más me interesan: ver las reacciones. Por ahora, las reacciones en el mundo académico son positivas. De cara al gran público, yo aspiro a que se pueda ver que la figura de Primo de Rivera es una figura de un líder fascista pero que no es lo mismo que el franquismo, que se vea que es un trabajo profesional y que no está sesgado ideológicamente y que, sobre todo, intenta explicar.

Mi intención es deconstruir un mito, que se vea a la persona y no se vea a la imagen que durante una parte de su vida y después se creó de esa persona. Ya sabes la potencia que tienen los mitos, o lo que ahora llaman la posverdad: una persona que está emocionalmente convencida de una idea no va a entrar en razón por mucho que tengas argumentos racionales.

El libro ha sido editado por Editorial Debate, consíguelo aquí.