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Homofobia, sida y lucha contra los estereotipos: así es el boxeo LGBTT

En el Londres del siglo XXI aún hay ataques homofóbicos, así que parte del colectivo LGBTT de la capital inglesa ha decidido aprender a defenderse. El boxeo es su arma: el respeto, su bandera.
Foto de Bradley Chippington

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Cuando tenía 23 años, hacía finales de 2010, era un camarero en un bar del barrio londinense de Soho. Un día cualquiera, cuando las horas se hacían más tediosas, entró en el bar un hombre con ropa deportiva que anunció a bombo y platillo que enseñaba a luchar a hombres homosexuales. No recibió ninguna respuesta entusiasta de los dos únicos clientes de edad avanzada que ya habían empezado con las cervezas aunque fuera mediodía.

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Sin desanimarse, se volvió hacia mí y me enseñó, orgulloso, un cartel con las palabras: "En busca del rey del del cuadrilátero".

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Dermot era un promotor de boxeo, y su brillante idea era atacar el mercado escasamente explorado de los homosexuales. Pensé que tal vez había una razón para ello. Siempre me ha gustado mantenerme en forma, pero el boxeo no parece ser un deporte acogedor para las luces de discoteca, los drag queens y las típicas canciones de Rihanna que llenan la escena gay. Hice algunos comentarios en broma acerca de mi cara, así que Dermot continuó su búsqueda en otros lugares.

Una semana más tarde hubo una concentración en Trafalgar Square para celebrar el aniversario de la muerte de Ian Baynham, un homosexual que había fallecido debido a una agresión cuando paseaba con su pareja por el centro de la ciudad. El día después de la concentración mandé un correo electrónico a Dermot.

Después de meses de entrenamiento en diversos gimnasios de la ciudad, luché por primera vez en el Pink Collar Boxingo, en la Scala de King Cross. Que yo sepa, fue el primer —y último— evento de boxeo que se hizo allí solo para los homosexuales.

Entrenando en el gimnasio Knockout de Londres. Imagen vía Facebook

El Pink Collar ya no existe, así que ahora entrenamos en el Knockout Boxing Club de Holloway, que se define como un club para gente del colectivo LGBTT y sus amigos.

En verano de 2014 recordé por qué había empezado a entrenarme. Estaba con un chico en una plaza un viernes por la noche y unos chicos con la cabeza afeitada nos lanzaron una lata llena de cerveza desde un coche porque no les gustaba lo que hacíamos… que no era nada más que besarnos.

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No nos dieron, pero el conductor, amenazante, bajó del vehículo y comenzó a caminar hacia nosotros.

Como yo estaba con alguien a quien quería proteger, fui a su encuentro. Cuando inesperadamente se encontró con que el homosexual al que amenazaba buscaba el cuerpo a cuerpo, murmuró el típico "maricón de mierda", volvió al coche y salió de allí.

Un combate entre dos de los boxeadores del Knockout LGBT de Londres. Foto de Joel Ryder

A pesar de todas las horas que había dedicado a entrenarme, quedé muy sorprendido al comprobar que estaba temblando… y entendí que había tenido mucha suerte. No había hecho falta luchar. Sin embargo, me invadió una gran desazón: es difícil entender cómo alguien que no te conoce te odie tanto.

No todos tienen la misma suerte que yo. Los crímenes de odio son la razón principal por la que Phil Bradby, responsable del gimnasio Knockout LGBT y a la vez abogado y director de una compañía, se involucró en el boxeo.

Cuando tenía veintitantos años, un tipo empezó a insultarme y a golpearme a la salida de un bar gay. No sabía cómo defenderme, así que me quedé parado. Sentí que debía hacer algo para evitar que se repitiera

Phil Bradby, responsable del gimnasio Knockout LGBT

Bradby explica que la primera vez que le atacaron fue a la salida de un bar gay. Entonces no supo cómo reaccionar. No fue, desgraciadamente, la única ocasión en la que se encontró en esta tesitura.

"Un año más tarde me atacaron de nuevo y me dejaron el ojo morado", recuerda Phil. El británico empezó a no salir por miedo a que le pasara de nuevo.

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"Entonces pensé, 'esto es ridículo, soy demasiado joven para pasar toda mi vida en el sofá'. Así que me inscribí a clases de kárate", cuenta Bradby. Además de kárate, Phil también ha practicado muay thai y boxeo. "Realmente me da más confianza saber que, si intentan algo, me podré defender".

Otros miembros de la comunidad LGBTT que entrenan en el gimnasio Knockout me dijeron que querían probar algo diferente.

"Yo quería dar rienda suelta a mis frustraciones", dice Damian Giles, de 36 años, que sufrió depresión después de la muerte de su padre. "También quería, sin embargo, desafiarme a mí mismo porque, con mi personalidad tranquila, era de esperar que nunca me defendiera si me atacaban", reconoce Damian.

"En el gimnasio he encontrado un grupo de hombres homosexuales a quienes considero grandes amigos", concluye Giles.

El club, sin embargo, también recibió duras críticas… curiosamente procedentes de otros gays. Estos acusan a los miembros del Knockout de querer "parecerse a los heterosexuales" y se mofan de la necesidad que tienen de buscar su "virilidad".

"Este es un ejemplo clásico de homofobia… y de la intimidación que existe dentro mismo de la comunidad homosexual", dice el editor de moda Darcy Rive.

"Es muy triste que, igual que la comunidad gay es denigrada repetidamente por el resto de la sociedad, algunos hombres sienten que necesitan basar su comportamiento en algunos tópicos homosexuales aceptados para encajar", se queja indignado Rive. Según él, cualquier afición no es más que un hobby y no importa si es practicada por un heterosexual, por una persona LGBTT o por cualquier persona de género no binario.

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El 'profesor' Richard Shawdon. Foto de Richard Sawdon Smith

Los miembros del gimnasio Knockout entrenan por muchas razones diferentes, la mayoría relacionadas con la seguridad personal. Sin embargo, ¿qué pasa con los chicos homosexuales que quieren luchar en un ring de verdad?

"Siempre me ha gustado ver combates de boxeo en la televisión, y fantaseaba un poco con el glamour del ring y con la posibilidad de ganar una pelea", dice Richard Sawdon Smith, de 52 años, decano de Artes y medios de Comunicación en la Universidad de Artes de Norwich.

Simon Witney, amigo de Sawdon, considera que el hecho de que Richard tenga el sida es un factor clave a la hora de explicar su preferencia por el boxeo. Cuando se lo comenta al propio Sawdon, este se lo piensa un momento: "No podemos o debemos evitar el problema de la violencia en todos los niveles de nuestra vida", explica.

"El VIH reactiva todo tipo de oscuras relaciones con nuestros cuerpos y nuestros deseos", añade Richard. Su enfermedad, sin embargo, a punto estuvo de truncar su carrera como boxeador.

Los miembros del gimnasio Knockout LGBT de Londres en el Pride 2015. Imagen vía Facebook

"Mi cuarta pelea fue contra un joven llamado David, que previamente había recibió un mensaje de un amigo gay en Facebook diciéndole que quizás tendría que pensarse mejor eso de luchar conmigo porque yo era seropositivo", recuerda Sawdon. Richard se llevó a David a tomar un café y le explicó que nadie había contraído el VIH en un combate de boxeo.

"Si lo considerase un riesgo, nunca me hubiera ofrecido para luchar", asegura Sawdon. "A David le expliqué lo que significa ser 'indetectable', que no se pueda encontrar el virus en tu sangre", rememora el Richard. David, después de esa charla, se fue a casa, pensó en ello y no solo aceptó luchar… sino que le pegó una soberana paliza en el ring.

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El dramaturgo Edward Bond afirmó en 1972 que la violencia "da forma a nuestra sociedad y la obsesiona". Este sentimiento sigue existiendo en la actualidad: en muchos sentidos procede de la concepción social errónea que obliga a los hombres a ser 'fuertes' y a estar emocionalmente reprimidos.

Es triste que el boxeo aún sea una necesidad que está más allá del puro sabor por el deporte. El número de ataques homófobos en Londres creció un 30% el año pasado; la historia muestra cómo en tiempos de crisis económica, cuando la vida de la gente se vuelve más inestable, los ataques contra las minorías crecen.

Me permito pasar a mi experiencia personal: recientemente, en mi entorno, un profesor homosexual fue brutalmente atacado en el norte de Yorkshire y un conocido mío de Londres sufrió heridas graves en un asalto en su propio apartamento.

Al ver esto, yo quiero defenderme, pero sé que el boxeo no me hará más valiente: el valor es creer en ti mismo, respetar a los demás… y nunca dar el primer golpe.

Este artículo apareció originalmente en VICE.com UK

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