De las históricas bandas argentinas, Pericos es una de las últimas que se mantienen con vida y en la efervescencia del estado de gira permanente. En ese incansable andar, que lleva poco más de 30 años, han conquistado miles de clubes, pueblos, escenarios, estadios, multitudes. En su país, pero también abarcando las ciudades agitadas y playas mansas de América; y en ocasiones migrando a Europa. La última fue a Rusia, en junio pasado, tocando en cantinas agitadas para sus coterráneos hinchas de la Selección y convocando también a cualquier otro ciudadano del mundo que anduviera por allí conmovido por el fútbol, viviendo y sufriendo el mundial.
Hay trajín, pero también queda obra: uno de sus álbumes más icónicos es 1000 Vivos (2000), registro en vivo a partir de recitales en Buenos Aires. Toda una colección de hits coreados por pequeñas multitudes encantadas por el poderío de una banda versátil y el magnético carisma de un frontman único, Fernando “Bahiano” Hortal. En 2004, Bahiano abandonó el barco pero no detuvo la marcha. Solo partió la historia de Pericos en dos. A partir de ahí, Juanchi Baleirón entró en metamorfosis para capitanear el recorrido siendo guitarrista, cantante y frontman, en ese orden. Así, el grupo siguió acumulando millas y el año pasado, exactamente el 25 de junio de 2017, grabaron en la CDMX una actualización de ese cuadro de situación: 3000 Vivos.
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NOISEY: Juanchi, en seis palabras: ¿qué hubo entre los “1000…” y los “3000 Vivos”?
Juanchi: Nos revolcó la ola un poquito [carcajada]. Pero bien: te revolcás, te parás y seguís nadando, como siempre.
¿Cómo fue presentar en vivo… un disco en vivo?
[Se ríe]. Fue confirmar y reafirmar lo que la gente escuchó y vio en su casa, desde el teléfono. Y nosotros estamos viviendo un momento re lindo, así que festejamos por todo lo que nos pasó este año: volvimos a México, pasamos por el Vive Latino, la ida a Rusia fue un golazo pese al fútbol, ganamos un premio Gardel [3000 Vivos, como Mejor Album de Música Reggae y Urbana], nos nominaron a los Grammy Latinos [mismo disco, en el rubro Mejor Video Musical Versión Larga; ganó Pedro Capó].
¿Te parece si repasamos toda la discografía perica y la ordenás de peor a mejor?
Dale, sí, sí. Me encanta.
11. Rab a dab stail (1990)
Juanchi: Estábamos pidiendo un cambio para despegarnos un poco de lo que había pasado con los primeros dos discos y ese sonido reggae casi ortodoxo que tenían. Queríamos mostrar que teníamos más cosas que eso. Así que empezamos a investigar la manera compositiva un poco más de canción pop, que evidentemente no nos quedó bien. Con Cachorro López aprendimos a utilizar las máquinas, a pre-producir las canciones. El hizo un gran trabajo de producción, pero creo que no fue el repertorio adecuado para ese momento, por lo cual el disco se nos queda ahí, bien atrás.
Así y todo, hay un tema con un título muy genérico: “Música reggae”.
Por un lado estábamos dejando de ser reggae. Por el otro, siempre fue nuestro primer amor. Este tema y “Rub A Dub Style” son los más coherentes de este disco, los únicos que tienen algo que ver con el resto de nuestra historia.
10. Yerba buena (1996)
Juanchi: No me mata mucho lo que hay acá, visto a la distancia. Estábamos como dejando de lado ese momentum latino que tuvimos, de exposición y exportación por toda Latinoamérica. Cierra una especie de trilogía latinosa, junto con Big Yuyo y Pampas Reggae. Tengo tres categorías de discos de Pericos: A, B y C… este entra en la C, aunque tiene perlitas.
El cover de los Beach Boys (“In My Room”) es una rareza. O el registro funky de “Boulevard”.
Sí, “Boulevard” me gusta mucho, aunque creo que lo podríamos haber hecho mejor.
Hay dos versiones más, una seguida de la otra: “Por una cabeza” y el “Salmo a Bob Marley”. Carlos Gardel y Marley son dos íconos que resumen de alguna manera su concepto de “pampas reggae”, ¿no?
La idea de hacer el tango fue de Horacio Avendaño [saxofonista, fallecido en 2013]. Nos encantaba la letra e hicimos una adaptación perica junto al bandoneonista Walter Ríos, que lo grabó de taquito y nos engalanó. Fue un lindo coqueteo con la música popular argentina. Y después, bueno, había que saludarlo a Marley, también. Nuestra versión de “Salmo…” fue para tirarle una onda a él, para reconectar y no alejarnos tanto de eso que siempre nos inspiró.
9. 7 (2005)
Disco difícil de realizar, imagino.
Ohhh, sí, sí. Un disco que tenía que ser el primer bloque, el clavo. Tiene un lugar ingrato, eso es verdad, así si hubiésemos hecho un Abbey Road o un Pet Sounds.
Siempre va a ser el primer disco de Pericos sin Bahiano.
Sí, claro. Evaluándolo como un todo y no canción por canción, tomo distancia y pienso que fue un disco necesario, pero no rescato muchas canciones de ahí. Lo que más me gusta es la fuerza con la que salimos, fue un gran “me chupa todo un huevo”. En ese momento, el reggae en Argentina estaba muy alto, había explotado en popularidad: Los Cafres, Nonpalidece, Fidel Nadal… Hubiese sido muy fácil y cómodo para nosotros encarar un disco 100% reggae. Pero no, hicimos lo que se nos cantó el culo y, bueno, la rockeamos. Es un disco que tiene más valor por el lugar que ocupa que por lo musical.
Noisey: El videoclip de “Fácil de engañar” (primer corte del álbum) tiene una imagen muy elocuente, que es la del grupo trabajando en boxes con un auto de carrera, poniéndolo a punto.
Sí, es buenísimo. Es el Torino del “Flaco” Juan María Traverso (legendario corredor del Turismo Carretera, la categoría de automovilismo más popular en Argentina). Hay un simbolismo ahí: estábamos todos de mameluco, trabajando de manera horizontal y preparando la máquina para salir. Y en lo personal, yo pasé de ser guitarrista y corista, a cantar, ser frontman, todo. Atravesar todo ese cambio me llevó meses, un año, quizás. Hasta que me relajé.
8. Pura vida (2008)
Juanchi: Todavía nos estábamos acomodando. Fuimos para una punta, luego para otro. Acá nos relajamos. Tenemos temas que son coherentes con nuestra historia, con esa cosa optimista y fumona, como “Lindo día”. Surgió por el emuje de Pablo Romero, ex Árbol, con quien co-produjimos parte del disco y nos dijo: “Está bueno lo que hay, pero hagamos un tema un poco más alegre, empecemos a jugar”. Nos sentamos alrededor de la mesa, agarramos las guitarras y jugamos tirando cosas y terminamos haciendo la letra entre todos. Fue muy divertido y se convirtió en el tema más conocido del álbum. Rescato eso, la vuelta a la frescura. Aunque creo que estaba todo verde en algún punto.
7. King Kong (1989)
¿Cómo fue hacer un segundo disco, después del éxito de “El ritual de la banana”?
Y bueno… King Kong [risas]. Quisimos demostrar que éramos algo más que una banda de un verano, o una banda de género. Ya queríamos sacarnos de encima lo de repetir fórmulas y nos metimos en este quilombo hermoso. Lo hicimos en muy poco tiempo y, en su momento, ni tuvimos tiempo de apreciarlo, como que lo escupimos. Es que veníamos con una vorágine fuerte: grabamos el primer disco en septiembre de 1987, explotó todo, salimos de gira para todos lados y en septiembre del 88 ya estábamos grabando este. Hoy eso sería imposible: te tomás dos años o más para hacer otro. Volvimos de gira y grabamos lo que teníamos, muy rápido, con Herbert Vianna. Pero nos gustó el sonido general, quedó más grande comparándolo con el audio del disco anterior.
¿Cómo fue colaborar con Vianna?
Paralamas es una banda que observamos siempre. Siempre la seguimos porque eran un poco un alter ego nuestro. Nos gustaba que eran reggae pero también rockeaban y eran populares. Fueron siempre una inspiración, como unos hermanos mayores brasileños que nos generaban admiración e inspiración. Y Herbert nos enseñó mucho sobre lo rítmico, a construir con la batería, el bajo. Aprendimos a hacer el piso y la estructura de la canción, más allá de cómo suene.
¿Lo lograron?
Sí, a full. El disco tiene huecos, su cosa medio despareja, pero de repente aparecen gemas, como “Ocho ríos” que es hermoso, divino, me encanta. El piano lo grabó Andrés Calamaro, pero originalmente lo iba a hacer Fito Páez, que años más tarde pudo estar para la versión que quedó grabada en 1000 Vivos.
6. Soundamerica (2016)
Juanchi: Con este, nuestro último disco hasta el momento, encontramos una nueva identidad. Lo que sucede con “Anónimos” es impresionante. Ahora cuando estuvimos en México fue tremendo, escuchar a toda la gente cantándolo, fuertísimo. Y eso me llena de orgullo, que una canción actual sea de las más fuertes del repertorio.
Vamos a darle algo de mérito a la voz de Carla Morrison en ese tema.
¡Recontra! Tiene mucho mérito Carla porque se apropió de la canción, fue una intuición. Eso lo vio Ana [Poluyán, manager de Pericos y también mujer de Juanchi], que nos dijo: “¿qué onda esta chica? Fíjense”. Apenas la conocíamos. Hablamos con ella y se prendió porque de chiquita nos escuchaba mucho. Le mandamos el tema en el tono que estaba, cantó de una y lo que mandó, fue lo que entró. No hubo que corregir nada, ¡una campeona!
Este es otro álbum difícil en la carrera de Pericos, ya que es el primero sin Horacio Avendaño.
Ufff, sí. Antes habíamos grabado una canción que dejó Horacio, “Tan pronto baje el sol” (editada en 2014 como single digital), que nos daba tanta tristeza que nos costaba mucho hacerla. Cuando la tocamos, me puse a llorar, porque me hacía acordar a él, pero también a mi padre que había muerto hacía poco.
¿Cómo supera una banda una pérdida así?
La música es la música, pero es básicamente una pérdida humana. Lamentablemente, cuando le detectaron el cáncer ya estaba bastante jodido todo, muy avanzado, y sabíamos que el desenlace era así. Así que lo acompañamos en todo, y tocó hasta el último show. Tenía un humor y una forma de ser tan genial, tan ácida, como un viejo cascarrabias, muy gracioso. Hoy por hoy, nos encontramos repitiendo o diciendo cosas que él diría hoy ante un estímulo de algo moderno. Nos sale de la boca un Horacio, siempre, y él está todo el tiempo, de alguna manera está. Pero al mismo tiempo no está y te duele. Lo extrañamos muchísimo.
5. Desde cero (2002)
Este impulsó una especie de “nueva popularidad” para Pericos: muchos shows en el Luna Park, giras largas otra vez, cierres de festivales.
Fue el año más popular de Pericos, especialmente en Argentina. Creo que fue el último golpe de popularidad, que ya venía arrastrándose de 1000 vivos. Ahí florecieron canciones que antes estaban dormidas o “a un costado del camino”, como diría Fito. Tres temas son claves de ese disco en vivo, que pasaron a categoría ABC1: “Runaway”, “Home Sweet Home” y “Eu vi chegar”. Eso hizo que la gente nos vuelva a mirar.
Y Desde cero fue el disco que estaban esperando estos nuevos seguidores.
Claro. Le pusimos ese título después de la crisis económica y social que explotó en Argentina en 2001. El país estaba reestructurandose de otra manera. En paralelo, nosotros cambiamos de compañía discográfica poco antes y todo eso nos hizo sentir que un “desde cero” venía. Es un disco que tiene un sonido un poco más sucio, rockerito, orgánico. Y tiene perlas y hits, como “Casi nunca lo ves”.
Sí, esa guitarra entre sexy y misteriosa es una marca indeleble.
Seeh, ese riff es tremendo, estoy orgulloso de él [ríe]. Creo que es el tema que más se grita en Argentina, hoy. Se viene abajo todo.
4. Pampas reggae (1994)
Juanchi: Es la confirmación latinoamericana. Con este disco sacamos el pasaporte: “Párate y mira”, “Mucha experiencia”… Pero aparte de los cortes, hay temas fuertísimos, como “Más cerca del cielo”, que todavía tocamos. Lo grabamos en Los Ángeles y fue una tremenda revelación, una explosión que nos afirmó todavía más como banda internacional.
En “Cabeza de policía” afilan el perfil combativo que ya venían mostrando de a cuentagotas en los discos anteriores.
Sí, temazo. Es hipnótico porque empezó con un riff, la guitarra loopeada en RE y después vinieron los arreglos de Alejandro Terán. A partir de ahí empezamos a hacer quilombo: es un tema que rockea, groovea, se achica, se pone étnico desde los tambores… fue un juego que salió bien.
En el otro extremo está “Dos pintores”.
[Risas]. Uhh, “va caminando y le pintan el orto”. Otro juego. Estábamos en Jamaica, ensayando, zapando… y empezamos a joder con esa frase.
¿Qué significa?
¡Nada! [se ríe]. Un juego de palabras que el Bahiano lo tiró con gracia, nosotros nos cagamos de risa y quedó. La compañía nos decía “por favor, pongan ese tema en el disco que está buenísimo”. “¿Seguro?”. “¡Sí”. Fue un chiste que quedó y lo traemos a colación cuando estamos escribiendo una letra nueva: “Che, ¿esto no será muy pavote?”. “No te olvides que nosotros ya escribimos ‘va caminando y le pintan el orto’”.
3. Mystic love (1998)
Este es algo así como el ingreso formal de Pericos a lo que conocemos como “rock nacional”, ¿no? Bahiano muestra otra amplitud vocal, las letras son más refinadas, hay un cover de Spinetta, participa Juanse (Ratones Paranoicos).
Sí, sí. Total. Nos habíamos cansado de lo que veníamos haciendo y salió un sonido más oscuro, más compacto, un clima más reflexivo que está en “Sin cadenas”, o de la pérdida de un amor, como “Pupilas lejanas”. Está “La hiena”, que es otro temazo. También estábamos escuchando mucha música space age, lounge, música de los años 50. Había un revival de todo eso y se nos impregnó.
Justamente “Monaco GP” es uno de mis temas favoritos de Pericos, toda una rareza.
Eso es recontra lounge. No teníamos letra, así que quedó así, instrumental. A Ramón Flores (legendario trompetista y habitual colaborador de la banda) le hicimos tocar la melodía y cerró por todos lados.
2. El Ritual de la banana (1987)
Sorprende que lo ubiques tan alto en este conteo.
Si no existiera este disco, no tendríamos historia. Ahí pesa mucho. Y tiene cuatro temas que seguimos tocando hasta el día de hoy. Con Toots hicimos una versión genial de “Amandla”. “Jamaican Reggae”, que lo debemos haber tocado en absolutamente todos nuestros shows, igual que el tema “de la chala”. Y “El ritual de la banana”, con el que nos amigamos de vuelta. Para mí, pelea el primer puesto.
Llama la atención que tanto en este disco debut, como en los dos que le siguieron, no hay covers, algo que las bandas en general suelen hacer en sus primeros trabajos.
Nosotros lo hicimos al revés. Acá escupimos todo lo que teníamos, con muy pocos shows encima, muy poca historia transcurrida. Para el primer disco tenés toda tu vida, para el segundo tenés un año nada más [ríe]. Y así fue. No éramos conscientes de que estábamos generando algo que iba a ser un hit. Pero pasó lo que pasó porque hubo magia.
Desandemos la confusión que hay entre las canciones “Nada que perder”, “Movida Rastafari” y “La nueva frontera”.
Había un tema que se llamaba “La nueva frontera”, ¿qué pasó? No nos gustó cómo quedó, pero como ya estaba impresa la tapa del disco con todos los títulos, hubo que meter algo en ese espacio. Así que decidimos hacer una versión dub de “Nada que perder”. Tiempo después, cuando se editó el disco en CD, la compañía se confundió: pensaron que el tema que decía “Nada que perder por Babylon” era “Nada que perder”, pero en realidad es “Movida rastafari”. Y “Nada que perder”, es el “de la chala”. Ahí está la aclaración.
1. Big Yuyo (1992)
Juanchi: Un cañón. En su momento fue un reseteo, un volver a empezar, volver a confiar en nosotros después de los primeros tres discos. De estar muertos, pasamos a estar recontra vivos. Y a partir de ahí, construimos una carrera nueva. Por eso es el número 1. Las canciones, la vuelta de rosca, nos reinventamos con frescura, nos abrimos al resto de Latinoamérica. Fue el primer paso importante.
“Waitin”, “Eu vi chegar”, “Me late”… ¿de dónde sacaron tantos hits?
¡No sé! ¡Aparecieron! [se ríe]. También está “Hacé lo que quieras”, un cover de Toots & The Maytals (“Let’s get together”) que rindió mucho. Todos esos temas andaban dando vueltas por ahí, encontramos un momento, un hilo de inspiración… las cosas se alinearon y salió. Volvimos a vender discos, fuimos reconocidos por todos. Y así llegamos a tocar por primera vez a Jamaica, en el Sunsplash Festival. Para nosotros, la Mecca: una cucarda especial de tantas que tuvimos en todos estos años.
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