Artículo publicado por VICE México.
El sótano de la casa Miguel Alemán es la última parada de la Residencia Oficial de Los Pinos, abierta para los ciudadanos desde el 1 de diciembre, día en que Andrés Manuel López Obrador se convirtió en presidente de la República. Miles de visitantes se agolpan sobre las recámaras, la cocina, los inmensos jardines y los entresijos. La mirada se detiene en este refugio subterráneo donde puede apreciarse una mesa en forma de herradura con una veintena de lugares y cinco pantallas de televisión. Todo, rodeado de paredes de tablaroca y corcho, como se estila en las cabinas de radio para aislar el ruido. Este espacio fue mandado a hacer por Felipe Calderón Hinojosa, el expresidente que le declaró la guerra a los cárteles del crimen organizado en diciembre de 2006. Un letrero indica: “ búnker”.
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“¿Búnker?”, suelta un visitante de un estado norteño de México. Envuelve la palabra con un tono irónico.
Pronto, atento y generoso, como si fuera el responsable de lo que en el pasado ocurrió aquí, aparece Martínez, un elemento de la Policía Militar (PM). Enfundado en traje color olivo, de boina verde y las siglas PM en el uniforme, explica:
–Se llama así, más que nada, por lo que hablaban. No por la seguridad. No por ninguna guerra. Por eso le pusieron a las paredes corcho, para que no se oyera nada de lo que hablaban. Miren, tóquenlas. No hay nada en las paredes. Esta es una simple sala de juntas sin ruido.
Martínez hace un toc-toc en una pared que no le regresa eco. Hace lo mismo en otra. Sustenta así su argumento.
–¿Pero no era un refugio por la guerra contra el narcotráfico? –le insiste otro visitante.
–No.
–Entonces, ¿aquí se encerraba a beber el presidente? –inquiere otra voz.
–Eso no lo sabemos –sostiene Martínez–. Lo que sí se sabe es que aquí protegían las palabras que decía.
Martínez le dirá a VICE que, a una semana de la apertura de Los Pinos, se ha acostumbrado a tres preguntas: 1) ¿Es esto un búnker? 2) ¿Servía para que el expresidente se encerrara a beber? 3) ¿Este comedor de juntas costó millones de pesos? Aceptará que ha aprendido a responder lo mismo, cada vez. Sostendrá, con esa voz suya, tan firme, que esto fue un espacio para reuniones de trabajo. Que si se gastaron millones de pesos, no puede decir nada. “Yo la verdad eso no me lo imagino, porque vengo de un lugar humilde”. Reconocerá que los visitantes tienen “un búnker de ficción”, pero él muestra “un búnker real”. Los dos confluyen aquí.
El arquitecto que trabajó 6 días
En 2007, Felipe Calderón Hinojosa, quien gobernó México de 2006 a 2012, mandó remodelar el sótano de la Casa Miguel Alemán de Los Pinos. Como si se tratara de un secreto de Estado, puso bajo reserva, hasta el 1 de julio de 2019, el anteproyecto, el proyecto y los planos arquitectónicos, con el argumento de que darlos a conocer vulneraría la seguridad nacional de la Residencia Oficial. En el acta CI/PR/8SE/2013 que da cuenta de una sesión del comité de transparencia de la Presidencia, en la que se abordó la secrecía de ese espacio, quedó asentado que los documentos contenían especificaciones técnicas y revelarlos “podría traer como consecuencia que diversos grupos contrarrestaran con equipos de mayor o igual tecnología las herramientas de seguridad interior y exterior de las instalaciones”.
El Portal de Obligaciones y Transparencia (POT) muestra que contrató la asesoría del arquitecto Miguel Murguía Díaz, para realizar la remodelación del sótano de la casa Miguel Alemán. Esto ocurrió cuatro meses después de que el expresidente enviara siete mil efectivos de las fuerzas federales a Michoacán, el evento considerado como el inicio de la guerra en contra del narcotráfico. Los contratos AD-049-07 y AD-194-07 (también reservados), que datan de abril de 2007 y suman 241 mil 500 pesos, indican que el asesor trabajó seis días.
En 2010, en una entrevista con CBS News, Calderón sostuvo que había mandado a hacer un búnker, aunque no mencionó el sótano. En ese encuentro periodístico, sólo transmitido en Estados Unidos, brindó varios datos: el costo del proyecto fue de 100 millones de dólares y la motivación para construirlo fue una serie de televisión. “¿Usted recuerda el programa de televisión 24? –le dijo Calderón al entrevistador–. Yo quería todos los juguetes, todo eso, todos los instrumentos necesarios para ser superior a los criminales”.
La serie de espionaje a la que se refería es 24: Legacy, de la cadena Fox, que se centra en la batalla del agente federal Jack Bauer (interpretado por Kiefer Sutherland) contra terroristas de todo tipo, que amenazan a Estados Unidos con asesinatos, luchas cibernéticas y cuentan con un arsenal de armas y herramientas, desde las más primitivas hasta las más sofisticadas. Influido y asesorado por este tipo de narrativas, el salón secreto de Calderón, el presidente que se distinguió por centrar su gobierno en una política de seguridad nacional, ahora está, a la vista de todos. Y Martínez, el policía militar encargado del espacio, mantiene su explicación: “Esto era una sala de juntas”.
El presidente que jugó a la guerra
Sostiene el general brigadier (en retiro) y defensor de los derechos humanos, José Francisco Gallardo: “Los expresidentes y la clase política creyeron que jamás íbamos a llegar a una situación como la que estamos viviendo. La apertura de Los Pinos es como abrir un abanico de simulaciones. Así ocurriría si se abriera la Defensa Nacional. Ese tipo de espacios a veces no son exclusivos para analizar situaciones de inteligencia ni para delinear estrategias. A veces, sólo se juega ajedrez. Pero lo que ahí ocurre no se puede decir, porque es un asunto de seguridad nacional. El asunto del tema militar y los planes de defensa nacional no existieron. Y, ahora, se van cayendo los telones”.
–¿El expresidente jugó a la guerra? –le pregunta VICE.
–Por supuesto.
Erubiel Tirado, coordinador académico de Seguridad Nacional y Democracia en México de la Universidad Iberoamericana, expone sobre el búnker de Calderón: “Es posible que ese espacio haya sido mal llamado. Un búnker debe contar con un esquema para que un equipo sobreviva varios días, mientras trabaja en situaciones altamente vulnerables. Lo que resulta redundante es que el expresidente haya mandado construir un cuarto de guerra o situation room en Los Pinos. La seguridad con la que contaba la residencia ya era de por sí extrema. Un búnker en el sótano resultaba como una caja china. Cuando los contratos reservados se abran se conocerá mejor cuál era la mentalidad de Felipe Calderón Hinojosa en ese momento”.
En el momento en que el expresidente Calderón le brindó la entrevista a la CBS, en la que habló de un búnker, las cifras oficiales arrojaban 30 mil homicidios vinculados con su política de seguridad. Pero, ante las cámaras de la cadena estadounidense, refrendó: “O uno permite que estos criminales tomen el país, o uno enfrenta el problema; decidimos enfrentarlo, y esa es la decisión más importante de mi gobierno”. El periodista lo cuestionó sobre la percepción de fracaso en su estrategia, dado el número de asesinatos. Calderón abundó: “Sí, tenemos un problema serio, pero lo estamos enfrentando y lo estamos componiendo… Pero tomará dinero, nos tomará tiempo y desafortunadamente tomará vidas humanas”.
Secretos por saber
La guerra continuó. El número de caídos creció y la muerte tomó formas atroces: cuerpos colgados, desmembrados, machacados o desmembrados en contenedores de ácido. A la vez, nació un nuevo vocabulario que incluyó los términos “ ejecutado”, “sicario”, “levantado”, “alterado” o “decapitado”. Muchos medios de comunicación mostraban escenas aterrorizantes.
Hubo muchos exhortos para que Felipe Calderón suspendiera su estrategia. En 2007, el analista José Antonio Crespo, del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) publicó un artículo en un diario nacional en el que se leía: “Enfrentar al narcotráfico con una guerra convencional equivale a darle escobazos a un avispero”. En 2009, apareció el libro “ El narco: la guerra fallida”, con la coautoría de dos antiguos colaboradores del expresidente Vicente Fox: Jorge G. Castañeda y Rubén Aguilar, cuyo hilo conductor era el fracaso.
Un año después, el 12 de febrero, el general Guillermo Galván Galván, entonces secretario de la Defensa Nacional, dijo, en el Día del Ejército, que a nadie le convenía que la guerra contra el crimen organizado se extendiera en forma indefinida. En esta cadena de advertencias estuvo también la de Manuel Espino, artífice del documento “Estrategia para la Paz Justa”, que propuso en 2010 desistir mediante una política dirigida a lograr altos niveles de justicia en las instancias competentes.
Han pasado 12 años de aquella decisión de combatir al crimen organizado en México y la guerra no ha parado. En 2017, el penúltimo año de gobierno de Enrique Peña Nieto, se registraron 31 mil 174 homicidios; es decir, 25 muertes violentas por cada 100 mil habitantes en todo el país, la mayor tasa en una década, según el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI).
Faltan siete meses para que los contratos de la remodelación del sótano de Los Pinos sean desclasificados. Podrá conocerse entonces en qué se basó el diseño arquitectónico de uno de los espacios donde –supuestamente– se protagonizó la llamada guerra en contra del narcotráfico. Por lo pronto ya está aquí, ante miles de visitantes que ven una sala de juntas con paredes de tablaroca.
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