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La pelea entre un mono y un niño que dio pie a la ley seca en EEUU

¿Podría un animalito provocar la prohibición del alcohol en Estados Unidos? Sorprendentemente, la respuesta es que sí.
Photo via Shutterstock/Everett Collection

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Los aficionados de las artes marciales mixtas nos hemos acostumbrado a los mojigatos, mochos y aguafiestas que califican nuestro pasatiempo favorito con "pruebas" —psicológicas, anatómicas, éticas e históricas— de que las peleas son una fuente de entretenimiento que perturba la mente de nuestros niños, debilita el crecimiento moral de nuestra civilización y retrasa la evolución humana.

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Estas incoherencias, sin embargo, reciben periódicamente una lección por parte de personas más objetivas y más razonables, y los detractores desaparecen en la historia para unirse a los que se resignan a entender el pensamiento de los demás. Las prohibiciones terminan y las regulaciones mejoran, mientras las MMA continúan su inexorable camino hacia la cultura popular… sin que la civilización se caiga a pedacitos por ello.

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Sin embargo, esto no significa que algunas preocupaciones por el efecto de presenciar o participar en los deportes de combate no sean legítimas. Ni siquiera los mejores psicólogos se atreverían a afirmar que presenciar un combate de MMA es recomendable para los niños; también se realizan estudios sobre los efectos (negativos) que tienen los golpes repetidos a la cabeza en la salud del cerebro humano.

No hay que olvidar tampoco el efecto destructivo que ha tenido el fanatismo de las MMA en el mal gusto por la moda y en los tatuajes de miles de jóvenes.

En último lugar, pero no por eso menos importante, está la posibilidad real —pero todavía por probar— de que participar en deportes de combate desde temprana edad podría haber inducido enmiendas en la Constitución de los Estados Unidos para prohibir la venta y consumo de alcohol. ¿Pero a nadie se le había ocurrido eso, verdad?

Consideremos este antiguo y oscuro capítulo en la historia del país norteamericano y la disciplina. En abril de 1851, un cuáquero —¿perdón?— llamado Neal Dow fue elegido como alcalde de Portland, Maine. Para julio, Dow, fundador de la Maine Temperance Society, había arreglado la aprobación de una ley que prohibía la producción, venta y consumo de alcohol en su estado.

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La "Ley Maine" convirtió a Dow en una figura prominente en todo el país: era conocido como el 'Napoleón de la Abstinencia' y el 'Padre de la Prohibición'. Cuatro años más tarde, doce estados más se habían unido a Maine en la prohibición del alcohol. Incentivados por ese éxito, el movimiento de prohibición en los Estados Unidos se volvió más grande y, en 1929, el Congreso aprobó la Enmienda 18 que prohibía la producción, venta o transporte de licores en todo el territorio estadounidense.

No está nada mal para el hijo de un curtidor, pero… ¿por qué tanta pasión, Neal? ¿Por qué estabas tan consumido por el deseo de eliminar el alcohol en los Estados Unidos? ¿Qué te llevó a pelear por la moral y pureza física de tus paisanos?

"Esto es lo que pienso de Neal Dow". Imagen vía Flickr

La respuesta, desafortunadamente para los aficionados a las MMA, bien podría ser que todo fue culpa de un trauma de infancia. Aparentemente, cuando Neal Dow tenía siete años fue obligado por unos borrachos de su comunidad a pelear contra un mono y, según parece, no consiguió superarle. Sí, un puto mono.

Cuenta la historia que el pequeño Neal estaba al lado de una barbería cuando un par de borrachos arreglaron una pelea entre el niño y el animal, que estaba en un jardín próximo. Dejaré que sea el mismo protagonista quien cuente el resto del relato, que aparece en The Reminiscences of Neal Dow publicadas en 1898:

Sin ser lo suficientemente mayor para entender lo ridículo de la pela, o para entender que solo me llevaría un par de mordiscos y arañazos y que no sacaría nada bueno de la experiencia, ni siquiera el honor de ganar el duelo, permití que me armaran con un palo y entré en el territorio donde el mono pretendía imponerse como el macho alfa. […]

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Lo más sabio era darle un palazo. El mono abrió la pelea con los dientes, saltándome a la cara, mordiéndome y rasgando mis ropas con toda su fuerza. Lo mantuve frente a mí lo más que pude, pateándolo y golpeándolo cada vez que podía. No sé cuánto tiempo duró la pelea, pero me pareció mucho tiempo y el mono fue el que se divirtió más; yo salí más mal parado, pero por suerte la bestia se cansó hacia el final de la pelea.

Antes de machacar al mono como yo quería, me detuvieron y salí del jardín mordisqueado, arañado, lleno de sangre y sucio de pies a cabeza. Con la ropa desgarrada, los borrachos que me metieron en la pelea me acariciaron y premiaron con dulces y pasteles, así que pensé que era un héroe… hasta sentí que llevarme a casa la suciedad, la sangre y los rasguños no sería una problema, pero mis padres tenían un punto de vista opuesto al de los borrachos de la barbería.

¿El alcohol? El alcohol una mierda. Imagen vía Wikimedia Commons

Por si no había tenido suficiente escarmiento, los padres de Dow le impusieron un castigo físico por pelear contra el mono y por juntarse con borrachos; según el escritor Frank Byrne, que escribió una biografía sobre el personaje, la reacción del joven fue la de reconvertir su competitividad natural, la misma que había demostrado aquel día en la barbería, hacia una causa opuesta: el temperamento y la abstinencia.

"Aunque acompañaba a sus padres a las reuniones de los quakers, no era ni mucho menos un pacifista", escribe Byrne. "Una y otra vez se involucraba en trifulcas físicas y verbales"… y ganaba.

Cien años después, Neal Dow consiguió lo que quería: la ley seca era una realidad en todo el territorio estadounidense, así que hombres y mujeres honestos no podían beber en el país; los Estados Unidos bordearon una guerra civil ante el levantamiento de los gángsters y borrachos que se habían dado a la tarea de satisfacer una de las necesidades más básicas y preciadas de la humanidad.

Ahora sí, ya nadie me va a decir que las peleas no tienen un efecto perjudicial.

Creemos que no se ha pegado con ningún mono (u otro animal), pero podéis consultar al autor en Twitter: @joshrosenblatt1