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¿Cómo se desmantela un edificio hecho de restos humanos?

Los restauradores de "la iglesia de huesos" de la República Checa se preguntan lo mismo.

A las afueras de Praga, la antaño próspera ciudad minera de Kutná Hora alberga en la actualidad la que probablemente sea la atracción turística más morbosa del mundo. Si eres de los que recurre a Tumblr para evitar hacer el trabajo por el que te pagan, probablemente habrás visto fotos del osario de Sedlec (o “la iglesia de huesos”), una pequeña capilla católica romana decorada con los huesos de entre 40.000 y 70.000 víctimas de la peste negra y las guerras husitas que se libraron en el siglo XV.

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Cientos de miles de huesos humanos se han dispuesto creando todo tipo de formas, desde cálices y candelabros hasta hileras de calaveras y huesos colgando del techo como si de las más deprimentes banderolas de fiesta de la historia se tratara. Puro interiorismo al estilo de Ted Bundy. Es como estar frente a la entrada a la atracción de Pesadilla antes de Navidad de Disneyland, con la diferencia de que las calaveras no son de cartón piedra.

El sótano de Sedlec, donde se guardan todas las esculturas óseas, está abierto al público y es uno de los sitios más visitados por los turistas que visitan la República Checa, con cerca de 200.000 visitantes al año. Gentes de todo tipo (desde jubilados polacos a fans del turismo negro) peregrinan a Sedlec desde todas partes del mundo para hacer las fotos de sus nuevos perfiles de redes sociales junto a montículos de cráneos de más de 500 años de antigüedad.

Sin embargo, esta iglesia del siglo XIV necesita una restauración urgente. Los huesos están empezando a desmoronarse y el propio edificio se está inclinando hacia un lado: sus propietarios no pueden posponer más las obras de restauración.

Obviamente, no estamos ante el clásico trabajo de restauración. El sótano ha permanecido inalterado desde 1870, así que sería la primera vez que se retiraría toda esa siniestra decoración desde que se instalara allí siglos atrás. No existe precedente de trabajos similares —al menos que sepan las autoridades internacionales—, principalmente porque no existe nada parecido, a excepción de los edificios que aparecen en las pelis de Rob Zombie y en los escenarios de los videojuegos de temática sangrienta. Para agravar la situación, los restauradores a cargo de semejante tarea afirman que nadie sabe con certeza cómo se mantienen unidos todos esos huesos.

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Tras una hora de viaje en tren desde Praga y un paseo por la carretera principal de Kutná Hora, llegué a la zona donde se encontraba la oficina de turismo exclusiva de la iglesia, la cafetería, los servicios e incluso una tienda de regalos en la que se venden collares de cráneos, imanes de nevera y los enfriadores de lata más macabros que he visto nunca. Una hilera de autocares parece estar apostada eternamente frente a las puertas de la iglesia.

Este despliegue de mercadotecnia no contribuye demasiado a mis intentos de reflexionar sobre la insignificancia de mi persona respecto al universo o sobre el ineludible toque de la muerte, aspectos que, según he leído, la construcción de esta iglesia pretende recordarnos.

Calaveras y tibias cruzadas en las agujas del osario de Sedlec

De camino a la iglesia, lo primero que llama la atención son las calaveras y las tibias cruzadas repartidas por todo el lugar, esculpidas en la piedra o en las puertas, pintadas en el suelo o incluso en las agujas de las torres, sustituyendo a las clásicas cruces.

La iglesia se ha asociado con la muerte desde hace siglos, incluso antes de convertirse en el museo de objetos de hueso que es hoy. Cuenta la leyenda que, en 1278, un monje de la región trajo al lugar tierra procedente de Tierra Santa (valga la redundancia). Desde aquel día, gente pudiente de toda Europa Central empezó a llegar a la iglesia para hacerse con una parcela de tierra. Dos guerras religiosas y una peste después, el cementerio estaba lleno hasta la bandera. Con el fin de hacer sitio para más sepulturas, en 1511 un monje medio ciego exhumó los restos antiguos y los dejó apilados en el sótano de la iglesia.

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En 1870, más de 300 años después, la familia de aristócratas Schwarzenberg —propietarios de la iglesia en ese momento— le pidió a un tallista de madera que hiciera algo con aquellos huesos, y lo que podemos ver hoy es el resultado de su trabajo. Durante décadas, František Rint trabajó duramente organizar todos esos restos y convertirlos en decoración, tarea en la que colaboraron sus hijos y su mujer. Ciertamente, se me ocurren negocios familiares mucho más agradables…

Grabado en la pared en honor de František Rint

Se rumorea que antes de la llegada de Rint la gente ya hacía cosas con los huesos, por lo que los Schwarzenbergs no tuvieron más remedio que pagar a alguien para que lo hiciera bien. Jana, la chica de la taquilla, me dijo que la historia probablemente sea cierta. “Sabemos que había un hombre llamado Santini que ya se dedicaba a decorar el lugar con huesos a principios del siglo XVIII”, me contó. “Rint se limitó a continuar su obra”.

Independientemente de quién empezara, sigue habiendo el mismo problema: no se sabe cómo se realizó esta obra y, para los restauradores, este detalle es de gran importancia. Desmontar unas cuantas pilas de huesos no parece tan difícil, hasta que ves el tamaño que tienen. Enormes pirámides de calaveras y huesos presiden cada una de las esquinas del osario, llenas de telarañas y dinero (Jana me contó que hace unos dos años la gente empezó a tirar monedas en el suelo y nadie les ha detenido).

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Monedas dejadas por los turistas detrás de una pila de cráneos humanos

Estos montículos representan el mayor quebradero de cabeza para los restauradores, debido a que desconocen qué mantiene los huesos unidos. Lo que sí saben es que les llevará al menos un año desmontar cada pirámide, limpiar los huesos, enyesar las paredes y volver a montar las pirámides. En total, dijo Jana, los trabajos durarán como mínimo cinco años.

Pero antes de enfrentarse a esa tarea, los restauradores van a empezar por el techo. Eso implica bajar la enorme lámpara de araña, elaborada con al menos uno de cada tipo de hueso que compone el esqueleto humano y con una colección de calaveras. En la iglesia, nadie parecía saber exactamente cómo arreglárselas para volver a montarlo todo como estaba. Iba a proponerles que hicieran fotos de la lámpara y que etiquetaran todos los huesos, pero por lo visto los restauradores idearán un método este año.

A diferencia de las cuatro pirámides, no será necesario desmontar la versión ósea del escudo de armas de la familia Schwarzenberg, obra de Rint en la que figura un cuervo picoteando el ojo de un turco muerto. También os alegrará saber —supongo—, que los espeluznantes querubines que culminan las torres de calaveras y huesos no tendrán que abandonar su puesto.

El sitio puede llegar a ser algo inquietante. Incluso Jana me confesó que no le gusta quedarse sola allí dentro (“empiezo a pensar cosas raras”). Sin embargo, los únicos incidentes destacables sucedidos en la iglesia tenían como protagonistas a los vivos; el año pasado, por ejemplo, alguien robó una calavera. “A veces pasa”, me dijo Jana. “Al final la enviaron de vuelta en una caja desde el extranjero”.

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Entre visita y visita, el sótano se queda vacío durante un corto periodo de tiempo. En esos momentos se puede apreciar los daños que aquejan al edificio. En una esquina, el suelo del sótano se está hundiendo en la cripta que hay debajo, si bien nadie detectó el origen del problema desde abajo. Para conocer la causa del hundimiento, ahora tendrán que abrir las otras criptas y capillas laterales que rodean el osario y que —sorpresa— albergan más huesos.

A pesar de todas las dudas, los propietarios de la iglesia aseguran que la restauración debe realizarse pronto o se corre el riesgo de que se derrumbe el edificio entero.

Un turista posa bajo la lámpara de calaveras y huesos

El dueño de un café de la zona, Josef, me dijo que algunos lugareños no están muy de acuerdo con la reforma. “Sobre todo la gente mayor —religiosa—, que cree que se debería dejar como está”, dijo. “Por ser un camposanto cristiano, dicen que no debería tocarse el sitio, aunque eso signifique que acabe en ruinas. En cualquier caso, no deberían dejar entrar a los turistas. Y todo el mundo sabe que los restauradores no van a ser capaces de montarlo todo como estaba”.

Pese a las objeciones de los residentes más longevos de la ciudad, a Josef le gustaría que restauraran la iglesia, principalmente porque atrae a turistas a su cafetería. “No sé si podrán hacerlo”, dijo con preocupación, “pero sin la iglesia Kutná Hora recibiría muchos menos visitantes”.

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Hubo un tiempo en la Edad Media en que Kutná Hora era una ciudad rica, famosa e importante. Hoy en día, eclipsada por la vecina Praga, la población ha quedado reducida a un simple destino al que los amantes de la grandeza en decadencia y de los restos humanos dedican un día.

Un guía estadounidense le contó a su grupo que “había iglesias de huesos como esta por toda Europa”. Si bien es cierto que no abundan, el guía tampoco iba mal encaminado; hace diez años se descubrió el segundo mayor osario de Europa (después de las catacumbas de París) bajo la plaza principal de la ciudad checa de Brno. Abrió sus puertas al público en 2012, pero al no tener la exuberante decoración ósea de Sedlec, ha pasado casi desapercibida pese a sus dimensiones.

Si te gustan las iglesias de huesos más tranquilas y mucho, mucho más pequeñas, en el pueblo checo de Nizkov hay una diminuta capilla atestada de restos humanos y otra a unos 30 kilómetros al norte de Praga, en Mělník. La ciudad polaca de Czermna, a casi 20 kilómetros de la ciudad natal de Rint, también tiene un osario en el que se dice que quizá se inspiró el tallista para realizar su obra en Kutná Hora.

En vista de todas las alternativas posibles para los amantes de los osarios, los restauradores lo tienen muy complicado si quieren que Sedlec siga siendo el punto turístico más popular de Kutná Hora. Mientras tanto, lo único que podemos hacer es esperar y volver dentro de cinco años para ver si han logrado lo inlograble.

@ClareSpeak