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Cultură

Colombianos heterosexuales que salen con mujeres trans

La historia de Alejandro, un hombre heterosexual que sale con una mujer trans hace cuatro años, está atravesada por episodios de discriminación y cuestionamientos propios, que comparte con otros hombres en reuniones de apoyo.

Alejandro Ochoa tiene 33 años y hace 4 sostiene una relación con Daniela (una mujer trans). Está enamorado. La conoció en medio de una tusa de amor. Había terminado una larga relación y estaba ahogando sus penas en el barrio Santa Fe, ubicado en el centro de Bogotá, que va de la avenida Caracas a la Carrera 19 y desde la calle 19 hasta la calle 26. Desde el 2001, aproximadamente, el barrio ha sido el lugar donde se han concentrado gran parte de los bares, whiskerías, residencias y lugares donde se ejerce el trabajo sexual en la ciudad (alrededor de ochocientas mujeres y seiscientas personas trans en los más de noventa establecimientos registrados). Pero también es un lugar con panaderías, peluquerías, supermercados, tiendas, y, sobre todo, con historias de vida que se niegan a seguirse dejando leer con ojos juzgones.

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Entre sus calles, que se difuminan entre arquitectura de casas antiguas y coloridas, y nuevas construcciones llenas de neón y baldosas, Alejandro iba manejando cuando se encontró a Daniela. Desde entonces, me dice, inició una historia de amor, donde el corazón fue la dinamita de la mente. Le pregunté más. Sobre el momento en el que se conocieron, sobre lo que hicieron, sobre los detalles del levante. No sé si fueron los nervios de él o mi inexperiencia haciendo entrevistas, pero no me quedó claro si él sabía que Daniela era una chica trans, ni tampoco en qué momento se dio cuenta. Tal vez no se sienta cómodo todavía para compartir esa parte de la historia.

Lo cierto es que sentía desafiar todo lo que pensaba -y lo que le habían enseñado-, de lo que no debería gustarle. Tal vez por eso me dice que pensó lo siguiente: "¿que a mí me guste una mujer trans? Tal vez una aventura". Sin darse cuenta, ya lleva 4 años con ella y, me dice, en medio de risas, mientras lo entrevisto por teléfono, que ahora ya puede hablar de eso. Que está dispuesto, incluso, a dar declaraciones a la prensa.

Daniela, por su parte, es una mamacita. Sin duda. A veces lleva una melena despelucada, roja y corta, a veces pelo liso, negro y largo. Es inteligente, juguetona, montadora y una líder comunitaria que dice lo que piensa de frente. Alejandro mantiene de jean, camisa de cuadros de manga corta o camiseta blanca y chaqueta de cuero negra. Siempre llega en su carro enchulado y con buen volumen. Al principio, es tímido, pero cuando se va soltando es conversador y recochero. A ellos dos les encanta inventarse paseos en bicicleta juntos. También les encanta comer helado. Ir a un centro comercial como pareja, sin embargo, se les puede volver una pesadilla: por las miradas, por los chistes, por los comentarios. Él tenía claro cómo el mundo miraba a las mujeres trans, pero no termina de acostumbrarse a que esas luces estén encima de él, enfocándolo.

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Alejandro había tenido novias, goces y líos de amor con mujeres que no eran trans. Se había enamorado un par de veces y es el tipo de persona que lo entrega todo cuando ve que su compromiso es correspondido. ¿Cómo es él? Común y corriente, heterosexual, camellador, de familia humilde y trabajadora. ¿Qué hace? Técnico electrónico que trabaja en el campo automotriz. ¿Su vida? El mundo que lo rodea lo describe como 100% heterosexual: sus amigos, su familia y sus personas más cercanas son heterosexuales y tal vez nunca se les ha pasado por la cabeza que esa "mi nena", de la que Alejandro tanto habla, sea trans. Ya sus amigos y familiares le han preguntado lo de rigor: "¿por qué no la presenta, si ya lleva tanto tiempo con ella?". Se lo dicen así porque siempre ha compartido con sus novias espacios familiares y sociales, como almuerzos, idas a cine y exhibiciones de carros.

Tener una novia trans le ha cambiado varias percepciones del mundo. Al menos ve con otro lente ciertas circunstancias y analiza situaciones que antes pasaban desapercibidas. Nunca se había sentido discriminado: la discriminación la escuchaba en los noticieros, como una situación ajena, lejana, perdida. Ahora la vive en primera persona, o mejor, en única persona, porque dice que es de las primeras veces que logra hablar de este tema con alguien.

Cuando empezaron a salir, Daniela se conformaba con que él le contara sobre su familia o su día en el trabajo. Ahora, le parece injusto que Alejandro conozca su familia, amigos y compañeras de trabajo, y que ella no pueda sorprenderlo con un plato de comida en el trabajo como muestra espontánea de su amor. Y no es que Alejandro no piense lo mismo, sino que le cuesta y le da miedo. No quiere convertirse en la burla, perder su trabajo, hacerle daño a su familia, o que cambie radicalmente la forma en la que la gente lo percibe.

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Pero está decidido a que el amor florezca, eso sí -quiere que su nombre salga en este artículo-, porque considera necesario que "más hombres tengan las güevas de decir 'esta es mi novia trans y la amo'". Me explica que ya tiene la madurez para asumir su vida y que no necesita máscaras. También espera que hablar de su realidad pueda ayudar a otras personas que se estén sintiendo igual de aisladas, solas y con un nudo en la garganta: "Qué chimba yo poder encontrar un man que tenga su novia trans y que uno pueda hablar de cosas que sólo le van a pasar a él y a mí, porque no es lo mismo tener una novia hembra a una novia trans", me dice por teléfono.

Alejandro se identifica como un hombre heterosexual que un día se enamoró de una mujer trans. Para él las mujeres trans son mujeres. No cree ser el único hombre heterosexual que así lo percibe. Tal vez esto es lo que lo frustra: al no reconocer a las mujeres trans como mujeres, a él no lo van a reconocer como heterosexual. Y a él le encantan las mujeres.

Alejandro se niega a vivir en secreto y noches clandestinas el resto de su vida. Parece que el amor, además de cambiarle las ideas que tenía sobre el género y sobre lo que una mujer era, también lo volvió una "boleta". Cuando estaban iniciando la relación, él le pedía el favor de vestirse sencillita, de no llamar mucho la atención y de parecer lo más hembra posible. Ella, en tono juguetón, lo retaba en público y le decía "¡venga, boletéese conmigo!". Hoy día le da besos en público y, aunque él intenta no negárselos, admite que le cuesta mucho afrontar las miradas y la discriminación. Es como ver esas escenas románticas donde uno de la pareja invita al otro a bailar mojándose bajo la lluvia, pero más violenta: es enfrentarse a un tsunami sin saber nadar.

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Alejandro dice que no cuenta con ninguna herramienta y cree que lo más efectivo para no sentirse solo sería conocer personas con experiencias de vida similares. La Dirección de Diversidad Sexual de la Secretaría Distrital de Planeación en Bogotá dice no contar con ninguna iniciativa con esta finalidad, ni tampoco dirigida a parejas de personas trans.

Sin embargo, una organización de la sociedad civil, parece haber escuchado a hombres como Alejandro. La Fundación Grupo de Acción y Apoyo a Personas Trans lleva realizando, desde hace más o menos un año, reuniones con temas de discusión para personas que se sienten atraídas por personas trans. Hasta el momento solo han acudido hombres que han tenido varios problemas debido a que no tienen un lugar fijo donde encontrarse. Varios de los integrantes llegan con la idea de que no es posible tener relaciones duraderas con personas trans, con miedos e inseguridades acerca de su sexualidad, y con vergüenza y culpa de haber perdido su masculinidad por sentirse atraídos por mujeres trans. Pero varias de sus apreciaciones cambian cuando conocen a su coordinador, un hombre heterosexual que lleva 7 años con su pareja.

Se reúnen en un lugar público una vez por semana. Ponen temas, comparten experiencias, tratan de superar en conjunto sus dudas con personas que no los van a juzgar.

Alejandro, al igual que los asistentes de estos grupos de discusión, sólo quiere cosas simples con su novia: tan simples como presentarla a sus amigos, a sus compañeros de trabajo y a su familia. Quiere comerse un helado en un centro comercial sin sentir miradas y risas, sin miedo a encontrarse a alguien que conoce. Quiere ser libre para poder amar en paz.

NOTA: Si a usted también le gustan las personas trans y quiere hablar con alguien, puede escribirle a Alejandro a aleganbro@yahoo.es

Puedes seguir a Mati aquí: @MatiasMatilda

Ilustración por: Eleanor Doughty