Veinte horas en un local de striptease de Nueva York

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Sexo

Veinte horas en un local de striptease de Nueva York

El Show Palace está abierto todos los viernes desde las cuatro del mediodía hasta las ocho de la mañana para clientes mayores de 18 años.

2:00 PM

A la luz de las primeras horas de la tarde, el Show Palace parece de lo más inocuo. Este club de striptease de Queens descansa, a unas cuantas horas de abrir sus puertas y llenarse de actividad. Mike Díaz, el gerente del local, me recibe enfundado en un traje gris y me franquea el paso elevando la puerta metálica. Es un perro viejo de la ciudad de Nueva York, siempre soltando tacos, gastando bromas y farfullando, la clase de tío que parece estar perpetuamente cabreado pero con encanto.

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Díaz ha estado al mando de la gestión diaria del Show Palace desde el verano de 2012, cuando el local abrió sus puertas por primera vez. Por aquel entonces tenía toda la pinta de que acabaría siendo uno más de tantos antros nocturnos que salpican la gran manzana. Le fue denegada la licencia para vender bebidas alcohólicas, resultado de una política generalizada de menoscabar los beneficios de los clubes nocturnos imponiendo una especie de ley seca. Fueron muchos los negocios que tuvieron que cerrar en zonas como Hunts Point por haber perdido la licencia y la importante fuente de ingresos que suponía la venta de alcohol. Las franquicias nacionales como Rick's Cabaret recibieron una firme negativa ante sus intenciones expansionistas.

Pero el Show Palace salió adelante sin alcohol y, de hecho, dio la vuelta a la situación en su favor: al no vender bebidas alcohólicas, y gracias a ciertos vacíos legales en las ordenanzas municipales, el club quedaba exento de las regulaciones que rigen el resto de locales de bailes exóticos. No obstante, la demanda judicial presentada por el club para obtener la licencia de venta de alcohol sigue en pie, pero mientras tanto, entre sus paredes, los clientes mayores de 18 años pueden disfrutar con un espectáculo de baile con desnudos integrales y mucho roce. Uno de los factores que hace que el Show Palace destaque del resto de negocios similares es el hecho de ser el único que permanece abierto fuera de las horas habituales. Los viernes abre de 16:00 a 8:00. Así que, aquí estoy.

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El interior del club se reparte en varios niveles. La planta principal, con barras para bailar, cabinas, escenarios y un bar con bebidas no alcohólicas alberga la mayor parte de la actividad. Pero antes de que abra sus puertas, la acción transcurre en el resto de salas.

3:00 PM

Bajo las escaleras precedido de Mike, que debe ocuparse de unos problemas técnicos en el sótano, una estancia de hormigón totalmente anodina. Luego subimos a su oficina, en el piso de arriba, toda pintada de blanco celestial. Desde allí dirige el club. En la mesa hay un ordenador en cuya pantalla se ven los vestuarios y a las chicas entrando y desnudándose.

En una de las paredes hay un recorte de periódico enmarcado sobre Belle Knox, la tristemente célebre estrella del porno de Duke University. "La primera vez que bailó fue aquí", me cuenta Mike. "No tenía ni idea de bailar. Yo mismo tuve que ensañarla a moverse en el escenario."

A menudo actúan estrellas destacadas en el Show Palace, como Knox. "Al no poder vender alcohol, tenemos que buscar otro reclamo", afirma. "Se nos suelen ocurrir muchas ideas para promocionar el local." La atracción de esta noche es Jessica Bangkok, una voluptuosa estrella del porno asiática de 34 años cuyos vídeos han recibido más de 100 millones de visitas en XVideos.com. Jessica también cuenta con más de 200.000 seguidores en Twitter y en su perfil se define como una "auténtica tragona de lefa!! No me dejo ni una gota".

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4:30 PM

Después de varios trámites burocráticos, Mike y yo regresamos abajo. A esta hora el club ya está abierto, pero no hay ni un alma. Sobre el escenario está Dior, una atractiva bailarina que baila agarrada a la barra al ritmo de "Touch Myself", de Divinyls. Está actuando para el único cliente del local, enroscándose en la barra para luego tumbarse sobre el escenario y abrazar sus mejillas con ambas tetas.

Nos dirigimos al backstage, donde están los vestuarios y la mayoría de las chicas. No tiene un horario establecido para presentarse en el club, aunque la mayoría de ellas prefiere llegar antes de que empiece a llenarse el club, a eso de las 21:00.

En el vestuario, las bailarinas, todavía con la cara lavada, se van vistiendo con medias y tacones. Charlan unas con otras, medio desnudas frente a los tocadores, mientras se maquillan para esta noche. La escena, desprovista de connotaciones sexuales, resulta hermosa. Una de las chicas, apoyada en una esquina y con una mano sobre el estómago, le dice a Mike que no se encuentra bien.

"Ve a cagar", le responde.

Mike se pasea por la habitación, abrazando a las chicas, agarrándolas por la muñeca, besándolas en la mejilla, bromeando con ellas, piropeándolas o insultándolas en broma. Una de ellas responde a sus puyas con un "agh" y se va. Pero la forma en que Mike cuida de ella delata verdadera compasión.

"Aprecio mucho a estas chicas", me dice mientras salimos del vestuario. Las trato con respeto, de forma que ellas también tratan a los clientes con respeto. En algunos locales las tratan como si estuvieran en un burdel y las chicas actúan como con rechazo. Eso aquí no pasa."

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6:00 PM

Van llegando más clientes. Muchos de ellos son jóvenes y vienen solos, a evadirse de cualquiera que sea la realidad postadolescente que estén viviendo. Otros son mayores, padres de familia con un anillo en el anular que han venido a pasar un buen rato antes de regresar a casa a enfrentarse a una cena fría, una mujer decepcionada y al canal de deportes…

Algunos de ellos estudian el menú, que ofrece bebidas tan peculiares como "Fre Merlot", "Fre Chardonnay" o "Fre Champagne". Todo falso. Las botellas no son baratas: el champán no alcohólico tiene un precio de 100 dólares. También se sirven comidas de todo tipo, desde filetes hasta pasta con marisco, plato que pido a una camarera desnuda de cintura para abajo.

7:00 PM

Dior vuelve al escenario para su actuación de máxima audiencia y queda patente su total entrega al público. El himno de las strippers "Throw It Up", de Rihanna, hace vibrar los altavoces del local mientras Dior realiza sus acrobacias subidas de tono barra arriba y abajo.

Me acerco a ella y saco un fajo de billetes de dólar. Ella se aproxima y hago "llover" los papeles sobre ella, como en los vídeos de raperos. Envuelta en una nube de billetes verdes, su sonrisa se ensancha con cada dólar que dejo caer. En cuestión de segundos se esfuman cien billetes.

A continuación me coge la mano y me lleva a una esquina oscura del local. Sus contorsiones sobre mi regazo parecen desafiar los límites de la elasticidad humana. Como una gimnasta olímpica, se retuerce usando mis rodillas a modo de barra de ejercicios. Sin dejar de moverse, me cuenta que tiene 20 años y que lleva bailando en el Show Palace desde que terminó el instituto. Cuando termina la canción, le entrego 50 dólares más: 25 por el baile en el regazo y 25 más de propina.

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10:30 PM

Además de los bailes en el regazo, el Show Palace pone a disposición del cliente una serie de habitaciones privadas en el piso de arriba, donde pueden consumir más tiempo y dinero con las bailarinas. Sigo a Mike a una de esas habitaciones, acompañados de dos mujeres, Nikki y Amber, a las que ha ido a buscar al vestidor.

Mike y yo nos sentamos y las chicas empiezan a contonearse. Mike y Amber no pueden evitar reírse de la situación. "Es raro", confiesa Mike. "La conozco muy bien, es como si mi hermana se pusiera a bailar para mí."

A mí me toca Nikki, que bromea conmigo y enreda los dedos en mi pelo. Me cuenta historias de la actitud de algunos clientes durante sus actuaciones: "Me di la vuelta y pensé, '¡joder, este tío tiene una tercera pierna!'". Mientras baila, toma entre sus manos la cabeza afeitada de Mike, hace una postura y suelta, "¡Esa pelota!", y luego rompe a reír. Nikki también me cuenta chismorreos del local: al parecer, una bailarina de otro club ha venido esta noche y está intentando robar el dinero que les dejan a las chicas en el escenario. Esto ha cabreado enormemente a las bailarinas del Show Palace.

11:00 PM

Llega la hora de recoger a la invitada estelar de la noche, por Jessica Bangkok. Abandonamos el club y montamos en el coche negro de Mike, un vehículo limpio y con tapicería de cuero.

Por el camino, Mike pone su podcast favorito, The Joe Rogan Experience . Me cuenta que está intentando que actúe en el club Mia Khalifa, una de las más afamadas actrices de Pornhub, pero al parecer, según cuenta Mike, la estrella libanesa-americana, que a menudo lleva un hiyab en las escenas de sexo, teme que su familia tome represalias si la chica actúa en público.

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El hotel donde se aloja Jessica está cerca, a unos cinco minutos. Cuando llegamos, ella ya está esperándonos bajo la lámpara de araña que preside el luminoso vestíbulo del hotel, acompañada por el botones. Lleva un grueso abrigo negro que oculta sus famosas curvas.

Cuando regresamos al club, subimos al piso de arriba y pasamos un rato en la oficina de Mike. Jessica nos cuenta que quiere recorrer Nueva York y ver todas las atracciones turísticas. Luego me dirijo a la planta principal para dejar que se prepare para la actuación.

2:00 AM

El DJ para la música y Mike coge el micrófono. "Señoras y señores", dice con un gesto grandilocuente del brazo. "El momento que han estado esperando. ¡Jessica Bangkok, desde California! ¿Estamos listos para ver a Jessica desnuda?" El público vitorea como respuesta.

Jessica hace aparición ataviada como bombera mientras la melodía de "New York State of Mind" suena en los altavoces. Es una profesional y logra meterse al público en el bolsillo. Se quita los panties y los sostiene frente a la cara de un cliente y luego los rompe. Le coge la cara a otro, se la pone entre los pechos y luego lo empuja contra el respaldo. Jessica reparte miradas a diestro y siniestro, transporta a los clientes al mundo de sus sueños y, cuando los ha despojado de todo su dinero, se deshace de ellos de un empellón.

Después del espectáculo, se ofrece a bailar solo para mí. Subimos a la planta de arriba, a una de las salas privadas, lejos de las miradas de los otros clientes. "¿Estás listo?", pregunta mientras me sienta en un sofá y se sienta a horcajadas sobre mí. Me pone las tetas en la cara y me dirige la mano hacia su trasero, dedicándose a mí durante cinco minutos seguidos.

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3:00 AM

Regreso abajo con Jessica, donde una docena de hombres se ha congregado para hacerse fotos con ella. La abordan diciéndole lo mucho que "les ha cambiado la vida" y asegurándole que son "sus mayores admiradores". Ella sonríe, los abraza y los hace sentir especiales. Ellos le pasan el brazo por la espalda, acercándose a la zona que marca el límite de lo socialmente aceptable. Se separan y luego sacan un nuevo tema de conversación para prolongar el momento mientras vuelven a colocar el brazo alrededor de su cintura. Cuando un tío por fin hace una foto de despedida, ella le pone la mano en las nalgas y las agita, mientras los ojos del tipo se le abren tanto que amenazan con salir de sus órbitas. La abraza una vez más, con fuerza.

4:00 AM

Tal como predijo Mike, pronto el ambiente se llena de indumentaria hip-hop: empiezan a entrar tipos ataviados con abrigos de pieles, chaquetas de leopardo y zapatillas extravagantes. La música cambia para adaptarse a la nueva clientela, ofreciendo una mezcla de éxitos del rap y el trap. Las chicas también empiezan a desmelenarse más.

La mayoría de las chicas ha dejado de hacer actuaciones y se dedican a pasearse por el local desnudas. Se sientan en el regazo de los clientes, removiéndose sobre su entrepierna. Sobre el escenario se desarrollan muchas escenas de sexo simulado. Las chicas, con las piernas desnudas se dan palmadas en el culo y fingen comerse el culo unas a otras.

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5:00 AM

Nikki me regala otro baile en el regazo, esta vez en una cabina privada en la parte trasera. Le pregunto qué le gusta hacer mientras baila. "Me encanta el pelo", dice, mientras juguetea con el mío. "Tienes el pelo bonito". Me habla de su vida. Solía jugar a tenis en la universidad. Vive en el Bronx pero creció en el norte del estado, lo cual explica su marcado acento. "Es mitad campo, mitad Nueva York", añade.

Hablamos de la música que está sonando. Le digo que si fuera yo el DJ pondría mucha música de Gucci Mane. "¡Oye, me encanta Gucci!", dice entre risas. "Me gustas, eres divertido." El tema llega a su fin, pero ella sigue bailando en mi regazo. Pone una pierna en la mesa y empieza a frotarse conmigo. "Tienes que volver", me dice. Llega su amiga. "Este es mi nuevo novio", le explica Nikki. "A mí no me gustan los asiáticos, pero joder, tú estás muy bueno", me dice su amiga.

Sé que solo están jugando conmigo: ambas son cinco años mayores que yo y están flirteando conmigo como lo harían las veteranas del instituto con los recién llegados a primer año. Pero hacen que me sienta especial.

8:00 AM

Hora de cerrar. Se encienden las luces y queda visible el caos reinante. Hay narguiles humeantes sobre las mesas y vasos y botellas desperdigados por todas partes. Sin luces parpadeantes, música a todo volumen, chicas desnudas y tíos con billetes, solo quedan los restos de una fiesta que hay que recoger.

Vemos a las chicas desfilar, saliendo del vestidor enfundadas en sus gruesas abrigos y botas. Sus cuerpos quedan ocultos y ya no queda rastro de sus exagerados maquillajes. A la luz del día uno jamás adivinaría que son strippers. Algunos de los clientes intentan entablar conversación con ellas. Uno de ellos saca su teléfono e intenta conseguir el número de una de las chicas. Ella sonríe, pero no funciona así.

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Llega el equipo de mantenimiento. Mike, originario de Puerto Rico, grita, "¡Hola, amigos!" y otras frases incomprensibles en español, mientras los empleados se afanan en recoger la basura del local.

La camarera medio desnuda que me sirvió advierte mi presencia. "¿Todavía aquí?", suspira. Le digo lo mismo y ella se limita a sacudir la cabeza. Sus ojos acusan el cansancio. No es buena idea bromear al final de un turno de 20 horas.

9:00 AM

Mike está en su mesa, preparando el cierre. Nikki y algunas otras bailarinas están por ahí mientras Mike cuenta el dinero. Cada una de ellas sostiene un grueso fajo de billetes que deben sumar varios cientos de dólares.

Mike me explica cómo funciona el sistema. Las chicas no le pagan nada al club si llegan pronto, y 140 dólares si llegan después de las horas de mayor concurrencia. Aparte de eso, se pueden quedar todos los billetes que les introduzcan por sus orificios.

10:00 AM

Volvemos abajo con Nikki y varias otras strippers y esperamos a que vengan a buscarlas. Intento charlar un rato más con Nikki, pero sin el pretexto del baile de por medio, mis palabras suenan torpes y atropelladas. Las chicas básicamente chismorrean entre ellas sobre qué tíos les han gustado más y cuáles eran un poco raritos, antes de que las lleven de vuelta a sus casas y a sus vidas lejos del Show Palace.

Poco después, las chicas se han marchado y el sitio vuelve a tener el aspecto que tenía cuando llegué. Subo al piso de arriba para ver a Mike y charlar con él hasta que finalice su turno. Se ofrece amablemente a llevarme a casa.

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12:00 PM

En la distancia divisamos un incendio en pleno apogeo, con una enorme humareda alzándose. Resultó ser un gran incendio en un almacén de Brooklyn.

"No he visto nada parecido desde lo del 11S", me dijo Mike. "Yo vivía en Manhattan. Fue como en las películas. Encendí la tele y justo en ese momento vi el impacto contra el segundo edificio. Entonces supe que nos estaban atacando. Corrí a la ferretería, me compré una bandera de los EUA y me paseé por la calle ondeándola. La policía nos paró y vimos caer la primera torre. Empecé a llorar y volví a casa. Todo se había acabado."

Hablamos un rato más mientras cruzábamos el puente Williamsburg y entrábamos en Lower Manhattan, pero no soy capaz de seguir la conversación porque estoy exhausto. Antes de bajar del coche en la calle Houston, Mike me mira en el momento en que me estaba frotando los ojos. "¿Cansado?", pregunta. "¡Ahora ya sabes cómo me siento yo! ¡Es como tener sesenta novias con síndrome premenstrual y no poder follar con ninguna de ellas!"

Abajo encontrarás más fotos del Show Palace:

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Traducción por Mario Abad.