militante joven de VOX en Villaverde, Madrid
Javier en su habitación. Todas las fotografías por Davit Ruiz

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ESPAÑA

Un día con un militante de VOX de la zona más pobre de Madrid

Javier tiene 20 años, lleva desde los 18 militando en VOX y es de Villaverde, uno de los distritos del sur de Madrid conocidos como 'el Detroit madrileño'.
DR
fotografías de Davit Ruiz

"VOX es la Rosalía de la política". Es una de las primeras cosas que me dice Javier cuando nos encontramos en la estación de Renfe de Villaverde Bajo, su barrio, en uno de los distritos más pobres de la capital. Muchos se refieren a esta y a otras barriadas periféricas como Usera, Carabanchel, San Blas o Vallecas como "El Detroit madrileño".

"Entiendo que para la industria de la música el hecho de que Rosalía haya reivindicado el flamenco y algunos símbolos españoles como pueden ser los toros o los colores nacionales ha supuesto algo novedoso cuando es lo más antiguo y tradicional que existe y eso ha supuesto parte de su éxito. De esa misma manera lo está enfocando VOX y por eso los comparo", me explica mientras se ofrece a enseñarme el barrio en el que ha crecido.

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Javier tiene 20 años y se afilió al partido de Santiago Abascal cuando cumplió la mayoría de edad, pero con 16 ya era simpatizante. "Nunca me había afiliado ni interesado por ningún partido político ni organización hasta que hace cuatro años vi a Abascal y a Ortega Lara en la televisión y me convencieron con su programa", cuenta.

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"De primeras me atrajeron tres cosas: la respuesta tajante a la crisis territorial que está atravesando España, el discurso políticamente incorrecto, claro, coherente e igual para todos los españoles, capaz de llamar al pan pan y al vino vino y las soluciones que daban a la crisis demográfica que está atravesando nuestro país con medidas como fomentar la natalidad o ayudar a las familias", dice.

"Ya entonces me preocupaba, y es algo que me sigue preocupando, que la clase política actual junto con los poderes económicos y financieros pretendan solucionar problemas como la crisis demográfica o los sistemas de pensiones alentando a la inmigración ilegal. Estoy en VOX en parte porque se opone frontalmente a eso", continúa Javier, que lleva unos cascos blancos al cuello, un chándal y un abrigo deportivo.

"VOX es la Rosalía de la política"

Que su imagen no diste mucho de la de cualquier chaval de su edad de la periferia es lo primero que me sorprende de él. No lleva náuticos ni camisa ni gomina. No pertenece a una de esas "familias que van los domingos a misa en Mercedes", como se refería Íñigo Errejón a los asistentes al acto de Vistalegre con el que VOX quiso demostrar su poderío el pasado mes de octubre. Porque ni su familia tiene un Mercedes —su padre está jubilado y su madre trabaja en la administración pública— ni tampoco cree en Dios.

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Javier ha ido a un colegio público en el barrio y estudia un Grado Medio de Informática también en un instituto público del barrio, labor que compagina con su militancia política y con la ayuda en las labores de comunicación del partido. Cuando le pregunto que qué le preocupa a los chavales de Villaverde, a sus amigos y a sus compañeros de clase, me responde tajante: el trabajo.

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"Muchas veces no podemos pagarnos los estudios porque nuestros padres no se lo pueden permitir, así que nos tenemos que buscar la vida como podemos y el trabajo es bastante precario, sobre todo aquí que tenemos posibilidades bastante escasas de formarnos. Después está el tema de la inseguridad, de la limpieza, de ver cómo se está denigrando nuestro barrio de una manera tan penosa. De diez años para acá he visto la involución de Villaverde, he visto cómo ha crecido la delincuencia, cómo han abierto narcopisos, ha empezado a haber muchos más robos y agresiones, botellones y presencia de bandas que hacen que a determinadas horas no puedas pasar por determinados sitios… Yo creo que eso lo ha traído consigo la despreocupación de los políticos y la inmigración y es lo que quiero que se revierta en mi barrio".

El barrio de Javier, Los Rosales, tiene un 20% de población inmigrante según los últimos datos del proyecto Urban Audit y del Padrón municipal analizados por eldiario.es el pasado mes de octubre y la renta media es de 28.416 euros. El vecino San Cristóbal, también perteneciente al distrito de Villaverde, un 41, 2%. La renta media es allí de 19. 587 euros.

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En efecto en Villaverde es una de las zonas en las que, en los últimos años, han calado los narcopisos. Sin embargo hay otras mucho más céntricas como Moncloa en las que también. Sobre el aumento de la criminalidad en el barrio en la última década no hay datos oficiales, ni mucho menos datos oficiales que apunten a un incremento de la población inmigrante como su principal causa.

En 2017 la criminalidad creció en España 7 décimas y la subida inmediatamente anterior se registró en 2008 y fue de exactamente del mismo porcentaje, así que le pregunto el por qué de esa percepción tan exagerada respecto al aumento de la criminalidad y, sobre todo, que por qué la asocia con la inmigración. Que por qué, a sus ojos, un chaval de origen colombiano o marroquí es más sospechoso o más susceptible de delinquir o causar problemas que él mismo.

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"Yo convivo con la inmigración día a día y creo que precisamente quienes estamos poniendo de relieve los problemas que está generando somos la gente de los barrios humildes, los que convivimos con ella. La izquierda ha traicionado a los trabajadores españoles promoviendo, desde la comodidad de sus mansiones, la inmigración ilegal y masiva que se nutre de las ayudas sociales que no alcanzan a los españoles que más lo necesitan, a los barcos negreros que actúan como auténticos taxis y a ONG's a las que yo no calificaría como tales. Decir esto, al contrario de lo que piensan muchos, no me convierte en una persona racista ni xenófoba. Simplemente cuento lo que veo. Villaverde es uno de los barrios en el que más extendido está el tema de los pandilleros, la mayoría de los cuales son latinos. Además, en los últimos años ha sido detenida bastante gente porque se han abierto muchas mezquitas clandestinas de corte salafista", comenta.

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De igual manera tampoco hay datos oficiales sobre las mezquitas salafistas en Villaverde de las que habla Javier. Preguntado hace tres años por ABC, Said Bensellam, marroquí, vicepresidente de una de las mezquitas de Villaverde y licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid afirmaba que muchos ciudadanos les observan como si fueran células durmientes, como "si algún día nos fuéramos a levantar y a realizar barbaridades", pero apuntaba que, más que un temor fundado, es "fruto del desconocimiento".

"Muchas veces no podemos pagarnos los estudios porque nuestros padres no se lo pueden permitir, así que nos tenemos que buscar la vida como podemos y el trabajo es bastante precario, sobre todo aquí"

Del desconocimiento y seguramente también de la islamofobia que, desde sus púlpitos, alimentan partidos como VOX, que en su propuesta para Andalucía lleva medidas como "la supresión de subvenciones a asociaciones islámicas", una voluntad que no surge precisamente del laicismo ya que no convive con la propuesta de suprimir las subvenciones a organizaciones de ninguna otra confesión.

Le pregunto a Javier que si tiene amigos inmigrantes y me dice que sí, que claro. "Tampoco me dicen demasiado, no son gente que se interesa demasiado por la política", responde. Le pido entonces que me explique esa diferencia que sugiere con frecuencia Abascal entre los musulmanes y el resto de inmigrantes en la que él parece creer también.

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"Nosotros queremos regular la inmigración en función de la economía nacional y de la gente que viene a nuestro país para integrarse en nuestro modo de vida, en nuestros valores y en nuestras costumbres. Y no es lo mismo una persona que proviene de de uno país latinoamericano que una persona musulmana. No te niego que haya musulmanes que no sean capaces de matar ni una sola mosca, pero eso ocurre a pesar del Corán. El Islam es una religión sumisa y va más allá de la teología, se ha convertido en una doctrina de valores completamente opuestos a nuestra sociedad libre y occidental. Puedo respetarlos aunque no comparta su visión del mundo, como ellos pueden respetarme a mí, pero también puedo decir lo que no me gusta de su cultura", argumenta mientras llegamos a su casa.

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Justo al entrar a su habitación, entre pósters del Madrid —"tengo todo lo malo", dice señalándolos mientras ríe— y de la Selección hay un recorte de la entrevista a Rocío Monasterio que El Mundo tituló como "Rocío Monasterio, la musa de VOX contra las feminazis". En la foto que acompaña a la pieza, la probable candidata a la alcaldía de Madrid aparece ataviada como Rosie the Riveter, icono feminista. "La cultura musulmana te parece un atentado contra nuestra cultura occidental y nuestras libertades, pero ¿acaso no atenta contra la libertad de nuestra sociedad, o como mínimo de la mitad de ella, la firme voluntad de VOX de prohibir el aborto?" le planteo.

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"El aborto es uno de los puntos en los que más en desacuerdo estoy con el programa de VOX. A mí me parece bien que las chicas que quieran abortar lo hagan, yo no soy quién para decirles nada. Sin embargo, aunque suene un poco retrógrado, lo veo más una cuestión de supervivencia. Creo que lo que habría que hacer es invertir menos fondos en subvencionar a clínicas abortistas y más en fomentar la natalidad, en ayudar a las chicas que se queden embarazadas a poder sacar sus hijos adelante. Pero hay casos en los que entiendo perfectamente que una mujer quiera interrumpir su embarazo, como las agresiones sexuales", responde, y añade que "tampoco tienes que estar al cien por cien de acuerdo para militar en un partido. Ni siquiera con tu pareja lo estás".

"El aborto es uno de los puntos en los que más en desacuerdo estoy con el programa de VOX. A mí me parece bien que las chicas que quieran abortar lo hagan, yo no soy quién para decirles nada"

La postura ante el feminismo de Javier es rotunda. O quizá lo insólito es que no se esfuerce en maquillarla sino que la exprese sin reparos: no solo es partidario de rebatir la que en su partido llaman "ideología del género" sino de, en sus propias palabras, demonizarla.

"Aunque rechine bastante, soy partidario de globalizar y demonizar los términos feminismo y feminismo posmoderno, ese que ya no tiene nada que ver con el de la primera ola, que efectivamente buscaba la igualdad entre hombres y mujeres, y que si tuviera que descalificar tacharía de hembrismo", cuenta. "Para mí del feminismo del que deberíamos hablar, en caso de que fuera necesario y es más necesario por cierto en los países musulmanes que en España, es el de la equidad, que busca la igualdad de oportunidades y el premio al esfuerzo", expone.

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Le hablo de la violencia machista. De la inseguridad que sentimos las mujeres al volver a casa. Y quiero hablarle también de que dos de mis cinco amigas de toda la vida han sido agredidas sexualmente y de que no eran ningunas desaprensivas ni ningunas paranoicas pero pienso que no es necesario porque, al contrario que en el caso de las mezquitas salafistas de las que habla Javier, sobre esto sí que hay datos oficiales: según el Ministerio del Interior, en nuestro país se denuncia una agresión sexual cada cinco horas.

"El feminismo es un movimiento que ha sido monopolizado por la izquierda, fagocitado y llevado al ridículo, es otra variante más del fundamentalismo posmoderno, del marxismo cultural que parece haber invadido todos los ámbitos de la sociedad y que sirve como tapadera de la izquierda y parapeto para muchas paranoicas que viven del negocio de la industria del género. Ni a mí ni a mi partido nos veréis encasillar a hombres y mujeres de ninguna de esas maneras, porque la finalidad del feminismo actual es la competición, es la sustitución de la lucha de clases por la lucha de sexos. Y nosotros respetamos y valoramos tanto a las mujeres que queremos protegerlas, pero queremos protegerlas de verdad. Tenemos madres, hijas, novias, hermanas y por eso queremos acabar con la violencia contra ellas endureciendo el código penal para protegerlas de cualquier monstruo. Estamos a favor de la cadena perpetua, la prisión permanente revisable es cosa del PP y para La Veleta Naranja. Pero también tenemos padres, hijos, novios y hermanos, y por eso de igual manera queremos protegerlos de la denuncia falsa de cualquier desaprensiva", comenta Javier sentado en su cama de 90.

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Frente a él hay un acuario con tritones y caracoles de mar y una bandera de España. Sobre ella, un banderín de VOX. Al entrar a su casa me avisa de que su cuarto es muy pequeño y efectivamente lo es. Le respondo que no se preocupe, que el mío también, y le pregunto que si se identifica como clase obrera y cómo se siente cuando oye esa vieja máxima que dice que "no hay nada más tonto que un obrero de derechas", o cuando comprueba que hay quien niega que VOX tenga la capacidad para penetrar en los barrios obreros. Le pido, además, que me explique cómo el programa neoliberal de VOX contribuiría a mejorar la situación de un barrio como Villaverde o de un chaval como él.

"Sí que soy clase obrera y me defino, sobre todo, como una persona patriota. Creo que ser patriota más que una ideología a día de hoy es una virtud. Para mí fíjate que la patria no es eso a lo que apelan los progresistas, los de Podemos, no es solo el sistema sanitario o educativo, cosa que por otro lado está muy bien. Para mí ser un patriota tampoco es llevar unas pulseritas y estar orgulloso de los símbolos nacionales. Yo creo que la patria es otra cosa, la patria es la historia común, la historia compartida, la trama de afectos, la comunidad que nos une a manchegos, gallegos, valencianos, catalanes… La patria es España y la gente privilegiada, la gente pudiente que vive podrida de dinero y que deja de creer en todo menos en el poder es la que se puede permitir el lujo de no tener patria, de tener un estado nacional débil y fragmentado. Pero la gente que vive en barrios como el mío, la clase obrera, es la gente que más necesita una patria fuerte, unas raíces, para mantenerse unida y avanzar unida y así conseguir objetivos como puedan ser el pan, el trabajo o el dinero", explica.

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"Por eso precisamente creo que VOX no captará tantos votos entre la gente del PP del barrio de Salamaca y sí que considero que su discurso está calando en los barrios más humildes", continúa. "La izquierda posmoderna se ha pasado los últimos años preocupándose por las élites intelectuales, por el feminismo, por las minorías pop, y no se han preocupado para nada por las inquietudes reales de los españoles de a pie. Han abandonado las banderas que tradicionalmente les caracterizaban, se ha focalizado en el patriarcado, en el feminismo, en el veganismo, en una serie de cosas que no preocupan a los españoles y eso ha generado que muchos de los que antes les votaban vayan a votar a VOX", concluye.

Antes de despedirnos me regala Hay un camino a la derecha, el último libro publicado de Santiago Abascal y le pido que defina a VOX. "No somos un partido de extrema derecha, en todo caso seríamos un partido de extrema necesidad para recuperar una serie de valores que hemos perdido. De todos modos yo creo que el mundo ya no se rige por esos ejes izquierda-derecha sino que estamos ante otra cosa, estamos en una batalla entre globalismo e identidad, entre multiculturalismo y defender lo nuestro, y en eso creo que está VOX. Aunque no me gustan las etiquetas, diría que VOX es un partido soberanista, es un partido que defiende la soberanía nacional de España y su independencia judicial frente a los enemigos externos e internos que amenazan a la patria. Nosotros somos los verdaderamente independentistas. Los de Cataluña y Vascongadas son vulgares separatistas que quieren romper nuestro orden constitucional", responde.

Y lo hace con la misma rotundidad que cuando afirma que hay que demonizar al feminismo o cuando dice eso de "los españoles primero", con expresiones e inferencias calcadas a los líderes del partido en el que milita, como Santiago Abascal u Ortega Smith: "barco negrero", "la denuncia falsa de cualquier desaprensiva", "paranoicas que viven de la industria del género", "Veleta Naranja"… Pero, sobre todo, lo hace con la virulencia del chaval de 20 años a quien, con 16 y a través de la televisión, le prometieron que solucionarían los problemas de su barrio, de su ciudad y de esa patria que, dice, es necesaria para conseguir pan y trabajo pero en la que no cabemos todos.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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