Tradición, dolor y esperanza: platicamos con el Cristo de Iztapalapa

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Semana Santa

Tradición, dolor y esperanza: platicamos con el Cristo de Iztapalapa

Detrás de 174 años de tradición, se esconde la verdadera identidad de la Ciudad de México.

El próximo domingo, Iván Estrella caminará alrededor de cuatro kilómetros, descalzo y azotado bajo el sol, con una corona de espinas y una cruz de 95 kilos sobre el hombro. Al finalizar, será crucificado simbólicamente en el Cerro de la Estrella, en Iztapalapa, durante su interpretación del papel más importante que cualquier católico puede asumir: Cristo.

Iztapalapa, conformada por ocho barrios, es una de las delegaciones más importantes de la Ciudad de México si se mide en términos de tradición, cultura, extensión y densidad poblacional. Es el lugar donde comenzó una tradición que lleva 175 años: la recreación del Viacrucis.

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Después de caminar por las confusas calles del barrio, entre murales y graffitis, llego a la calle Aztecas, en el Barrio Asunción, donde se encuentra la casa que ha fungido como el lugar de ensayos del Comité Organizador de Semana Santa Ixtapalapa desde hace 75 años. Busco a Iván, quien interpretará a Cristo en esta edición número 175 de la Pasión de Cristo en Iztapalapa, una de las delegaciones más densamente pobladas y peligrosas de la Ciudad de México.

Alicia Reyes, de 91 años, me recibe con un vaso de agua mientras espero a Iván. Sentada en una silla y acompañada de su andadera, me cuenta sobre el tiempo que su familia, los Cano Reyes, han visto esta longeva tradición. "Mi suegro prestó esta casa y cuando falleció, mi esposo le siguió; cuando él también se fue [murió], decidí seguir con la tradición”.

Joan, de 17 años, es nieto de la señora Alicia. Se une a la conversación y orgulloso me cuenta que su familia ha estado involucrados en la representación del Viacrucis desde hace 75 años. Contando con los fallecidos, seis generaciones de los Cano Reyes han ayudado mantener con vida la Semana Santa en Iztapalapa. "He visto los ensayos, año con año, desde que nací", cuenta. "Algunos creen que lo hacemos por dinero o que la delegación nos brinda apoyo, pero no es así, lo hacemos por amor a la tradición y por la fe que tenemos en Dios".

Joan y Alicia Reyes.

Joan limpia y prepara el lugar todos los días para que los actores puedan llevar a cabo los ensayos. Los costos de una producción titánica como ésta no son sencillos de cubrir y me cuenta sobre las contraseñas. “Son pequeños amuletos, como un pin o una pulsera, que damos a cambio de una ayuda de 25 pesos para el comité y la organización de la Semana Santa". De acuerdo con Joan, son alrededor de 50 mil personas las que cooperan con dinero, pero son mucho más las que llegan a ver la representación.

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En esta producción tan grande, son los mismos actores quienes fungen como el comité de organización y ellos mismos coordinan todo, desde los vestuarios, hasta escenarios y sonido. Las piezas más importantes, como la corona de espinas y la cruz, se hacen cada año desde cero y los artesanos las resguardan celosamente en sus casas hasta el Viernes Santo.

“No está dentro de la tradición familiar ser parte de la representación”, cuenta la señora Alicia. “Yo nunca tomé ningún papel, pero mi hija sí, una vez fue Virgen. Por lo general no queremos que la gente crea que por prestar el lugar ya pedimos ser especiales en la tradición ni que queremos ocupar papeles importantes en ésta, nosotros solamente apoyamos”, asegura modestamente.

"Ya llegó Jesús", me dicen. Iván Estrella saluda un poco apenado por la tardanza. Para este punto, me comenta, ya lleva varias entrevistas y todavía tiene un ensayo más en las próximas horas. Ser Cristo es un honor. Iván hizo audiciones para este papel desde hace seis años y no había tenido suerte. "Ya me había acostumbrado a recibir la negativa del comité", confiesa. En el trabajo le dieron permiso para ir a la audición final. "No creí que fuera a recibir el papel. De hecho, le dije a la gerente: 'nada más me dicen que no y me regreso a trabajar'", pero se lo dieron y confiesa que él y su madre lloraron de alegría.

La alegría, no obstante, viene con un precio físico y emocional. La preparación de Iván, me comenta, empezó desde niño. “He participado desde los nueve años, que salí como soldado romano. Después, tal y como dice el pasaje bíblico 'dejarán la lanza y empuñaran la cruz', salí como nazareno cargando una cruz. En el 2013 fui el apóstol Tadeo, quien además es primo de Jesús, y mientras lo interpretaba una de las palomas que liberaron durante el Viacrucis se paró en mi mano extendida. La verdad, eso lo vi como una señal de Dios”.

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No cualquiera puede interpretar a Jesús. No basta con ser originario de alguno de los barrios, también es necesario tener una vida de bien. Para Iván, ir "por el buen camino" significa un ejemplo para los más pequeños y asumir por completo que ahora es más que sólo una persona con vicios y virtudes. “No era nadie antes de esto y sigo siendo nadie, pero ahora hay que seguir el ejemplo de Cristo por completo. Somos personas, no somos ningunos santos, pero no se trata sólo de representar y después seguir con tu vida. Hay que enseñar con la práctica, independientemente si traigo el vestuario o no”.

El representante no puede tener perforaciones, tatuajes ni vicios, ni siquiera una pareja sentimental. Durante sus seis años de postulación sin éxito, Iván incluso tuvo que dejar atrás a una novia para comprometerse y entregarse a la escenificación. “Es un acto de amor y fe. Todo lo que se hace con el corazón y confianza, como esto, siempre sale de la mejor manera”. Las duras críticas y la presión por interpretar a Cristo también tienen un costo sobre la persona. Si bien, afirma que sí recibe un nuevo estatuto como celebridad local y que la gente le pide fotos de manera respetuosa, Iván me dice que también recibió arduas críticas por su construcción física y tamaño, comentarios que sólo han buscado tirarlo. Incluso, afirma, eso es mucho más duro de superar que las pruebas físicas a las que ha sido sometido.

El 'Cristo' año con año, cuenta con un preparador físico, una nutrióloga, un par de doctores y un paramédico para poder soportar la odisea que le espera este fin de semana. Su rutina consta de un calentamiento con brincos y movimiento de extremidades durante 40 minutos, después hace un recorrido de cuatro kilómetros con ejercicios para fortalecer brazos, piernas y pecho y, finalmente, termina con dos ejercicios: el primero se podría entender como otro calentamiento que consiste en cargar un tronco de 40 kilos para que el hombro comience a acostumbrarse al peso de la cruz que cargará; el segundo, ya con el hombro sin sensibilidad, es jalando una cruz de 95 kilos sobre una terracería. Todos los días de lunes a viernes, para los fines de semana hacer el ensayo. “Para poder con toda la carga”, dice con seguridad Iván. “Me entrego completamente a Dios. Incluso para poder interpretar este papel le pedí permiso a Él. Le pido sabiduría e iluminación para poder representarlo. Me ayudo con ir cada ocho días a misa, aprendiendo de misticismo, de Jesús, de nuestra cultura y nuestra fe”.

“La perseverancia, creo, es una virtud y hay que seguir aguantando y resistiendo todo el entrenamiento, físico y mental. La espera terminó y ahora hay que disfrutarlo”, dice.