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Guía del estudiante

Profesores universitarios nos cuentan qué han aprendido de sus alumnos

"Una alumna hizo un comentario de texto sobre las letras de grupos de música neonazis”.

En la universidad, el orden natural de las cosas es que el profesor dé la lección y el alumno escuche y aprenda. Por algo son los profesores los que se han pasado dos décadas estudiando los hábitos reproductivos del proteo de las cuevas o los que han escrito tratados sobre los poetas metafísicos del Barroco tardío. ¿Quiénes si no ellos iban a estar más preparados para dar explicaciones e iluminarnos?

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Sin embargo, como tantas veces ocurre en las interacciones entre personas, la educación no es una vía de un único sentido. Hablé con ocho profesores para que me contaran las lecciones más importantes que habían aprendido de sus alumnos.

Profesor John Amoateng Kantara

Cuando empecé a dar clases, hace unos siete años, me encontré con un grupo de estudiantes, en su mayoría chicas, mucho más jóvenes de lo que me esperaba. Cuando vi a todos esos alumnos de 21 añitos, me di cuenta de que era mucho más viejo de lo que creía y pensé, ¡ Dios, pero si están muy verdes!

Una vez les pedí que escribieran un artículo sobre un tema de su elección; una alumna dijo que quería escribir algo relacionado con la moda. La animé a que lo hiciera, aunque recuerdo pensar que no me apetecía demasiado tener que leer un texto sobre zapatos. Obviamente, subestimé a la chica. Cuando me presentó el artículo acabado, estaba tan bien escrito y era tan interesante que no vi ninguna forma de mejorarlo. Aquello fue una lección de humildad. Mis alumnos tienen mucho talento y yo debo estar dispuesto a aprender de ellos, también. Cuando acabó la carrera, la alumna empezó a cubrir los eventos de la semana de la moda y hoy todavía escribe sobre moda.

Doctor Karim Fereidooni

Varios de mis compañeros son muy reacios a hablar del concepto del racismo y, sin embargo, en mis clases los alumnos están muy abiertos a debatir sobre el tema. Gracias a ellos aprendí lo incómodo que puede llegar a ser para una persona blanca ese momento en que, en un seminario a los 25 años de edad, se da cuenta de que ha pasado toda su vida influída por ideas racistas.

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He tenido alumnos que nunca han prestado demasiada atención a la NSU (Nationalsozialistischer Untergrund, un grupo terrorista neonazi alemán) hasta que supieron que había compañeros de clase suyos de color que vivían atemorizados a diario por la violencia racista de ese grupo. Es muy interesante ver cómo estos estudiantes blancos de repente comprenden que hemos crecido y vivimos en realidades distintas. Luego toman esa lección y, cuando se gradúan, la transmiten a sus propios alumnos.

Se suele decir que los blancos deberían hacerse mirar sus privilegios, pero yo creo en lo que dice el profesor Eske Wollrad: el racismo daña la integridad de todas las personas. Si una profesora de primaria llama machista a un niño de 8 años llamado Karim, está ejerciendo violencia racista sobre el niño. Pero creo que también es una forma de violencia racista que la sociedad empuje a esa profesora a considerar a Karim machista. El racismo manipula la naturaleza de todas las personas para interiorizar el miedo y la actitud negativa hacia las personas negras y de color.

Doctor Hajo Funke

Antiguamente, los profesores solían ver a sus alumnos como asistentes que podían ayudarles en su trabajo. Estoy interesado en un tema e intento transmitirle mi pasión a mis alumnos. Ellos, entonces, se ofrecen voluntariamente a redactar ensayos de 40 páginas cuando yo solo los había pedido de 15. Eso me permite extraer citas de sus trabajos. Recuerdo un estudio empírico sobre exmiembros de las SS que una alumna hizo para su disertación, o un trabajo de fin de trimestre de un alumno que trataba sobre los rituales que celebraban los nazis durante acontecimientos masivos.

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Una de mis alumnas era una psicoanalista de 70 años de Viena que me enseñó mucho sobre el psicoanálisis freudiano. Gracias a ella ahora tengo más herramientas para analizar mejor los fenómenos autoritarios en colectivos de personas. A finales de los noventa, una alumna reprodujo las letras violentas e inhumanas de las canciones de varias bandas de la organización neonazi Blood and Honour, a la que ella misma había pertenecido antiguamente.

Creo que los estudiantes de hoy día están más relajados y son más abiertos que los de mi generación. Ahora es mucho más fácil debatir, lo que ha convertido a mis cursos en verdaderos procesos analíticos, en tormentas de ideas. En ese aspecto, mis alumnos me han hecho mejor profesor.

Doctora Hedwig Richter

En mis clases de Historia Mundial de la Democracia, trato de explicar la gran influencia que han ejercido los discursos de la Ilustración en el pensamiento democrático. Para mí, el desarrollo de la democracia está estrechamente ligado al cambio de nuestra percepción del cuerpo. Enseño cómo la lucha contra la tortura y la servidumbre fueron de la mano de la implementación de los conceptos de solidaridad y compasión en la sociedad.

Como contrapartida, introduzco al filósofo Michel Foucault, que describe la historia de la modernidad desde una perspectiva mucho más oscura, en la que el sujeto y su cuerpo debe ser subyugado y sometido a disciplina. Según Focault, la libertad —un concepto clave para la democracia— es un discurso de poder pernicioso.Para mi sorpresa, mis alumnos les convence mucho más Foucault que el discurso optimista de la Ilustración.

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Uno de ellos me dijo que Foucault tenía razón, que la sociedad se basa en la disciplina, y que “en última instancia, nuestros cuerpos están siendo ‘reprogramados’”. Posteriormente, otro alumno me dijo, de forma muy educada pero claramente compadeciéndose de mí: “Es increíble lo optimista que eres”.

Aquello me hizo darme cuenta de que el espíritu crítico es la esencia del pensamiento ilustrado: la autocrítica, la autocontención y la autorelativización son muy importantes para nosotros. Resulta paradójico, pero en ese sentido, Foucault es un ejemplo de la Ilustración Occidental, como lo son mis alumnos, en el mejor sentido del término.

Doctor Karl-Heinz Leven

Ocurrió durante el primer semestre, en un aula con 150 alumnos de Medicina. Una de ellas había venido con un niño, que de repente empezó a correr escaleras abajo hacia mí en medio de una clase. El pequeño tenía tres años y se llamaba Konstantin, y cogió con mucho gusto la bolsa de ositos de goma que saqué del bolsillo de la chaqueta y le ofrecí antes de que su madre lo cogiera. Aquella pequeña anécdota distendió un poco el ambiente en la sala.

En uno de los cuestionarios de evaluación que tienen que rellenar los alumnos al final del semestre, vi que me describían como “el profesor amigo de los niños”. Sin embargo, en la encuesta que vino justo después leí: “El profesor Leven debería limitarse a dar sus clases y no entretenerse con niños pequeños”.

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Aquello me enseñó que, si bien las valoraciones anónimas son una herramienta interesante para que los alumnos puedan expresarse libremente, no deberían tomarse al pie de la letra. Yo hago lo que considero que es correcto, al menos durante las clases.

Doctor Jascha Nemtsov

En la Universidad de Haifa, la mitad de mis alumnos eran hablantes de árabe y había una mezcla de cristianos, musulmanes y drusos. Todos ellos me enseñaron la cultura árabe en toda su diversidad.

La sociedad israelí es muy diversa y multicultural, pero no es mixta: cada comunidad vive por su cuenta, aunque luego las personas sean muy amables y abiertas. Van todos juntos a clase en la Universidad de Haifa, originalmente judía. Para muchos de ellos, es la primera vez que entran en contacto con los otros y eso me resultó chocante.

Aprecio mucho que mis alumnos en Alemania sientan la libertad de debatir temas que a generaciones anteriores les horrorizaría sacar a relucir, como el judaísmo, por ejemplo. Con ellos puedo tener conversaciones más abiertas, fáciles y controvertidas sin que se genere ninguna tensión.

Profesora Janina Schier

Cuando yo estudiaba, siempre tenía la sensación de que la relación entre los alumnos y los profesores era muy distante, pero supuse que era como debía ser.

Ahora que soy profesora, varios de mis alumnos me han hecho ver que a veces necesitan algo más que el material del curso. Tu vida en la universidad se ve enormemente influida por lo que pasa fuera de ella, y para algunos alumnos la carga de trabajo les resulta demasiado. Otros se ponen el listón muy alto. Una vez tuve a una alumna muy trabajadora y con mucho potencial, pero se empeñó en sacarse la licenciatura en cinco semestres en lugar de seis. Pronto la carga de trabajo la sobrepasó y acabó no siendo capaz de hacer el trabajo para sus seminarios.

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Muchas veces hablo con mis alumnos sobre la gestión del tiempo precisamente por casos como ese. Intento ser más que una profesora para ellos y detectar este tipo de problemas a tiempo.

Profesor Christian Hunt

Después de diez años como profesor en Essen, me sigue maravillando todo lo que aprendo de mis alumnos y del potencial inimaginable que a veces sale a relucir, ya fuera por un alumno que presentó un proyecto a ritmo de blues hace cinco años o por esos alumnos que son muy reservados pero luego tienen mucho estilo y elocuencia a la hora de exponer.

Recuerdo especialmente a una alumna de Erasmus de Estambul. En dos presentaciones que hizo, nos enseñó a mí y al grupo del seminario dos culturas turcas de las que nunca habíamos oído hablar. Además, hizo una especie de teatro de sombras con marionetas hechas por ella, llamado teatro karagöz. También nos enseñó una técnica de pintura con acuarela, llamada ebru. Verla presentar tan apasionadamente todas aquellas artes fue una experiencia muy enriquecedora a nivel personal.