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Los accidentes de cocina más terribles me hicieron perder el apetito

A pesar de que los accidentes están destinados a suceder en las cocinas de casa, suceden cosas más horribles en los restaurantes.
Photo via Flickr, usuario Leorex

Bienvenidos a nuestra columna Restaurant Confessionals, donde le damos espacio a las voces no escuchadas de la industria restaurantera, esas que están tras bambalinas. Entérate de lo que ocurre en la parte oscura de tus restaurantes favoritos. En esta entrega escuchamos a los chefs que han sido testigos de algunos accidentes de cocina realmente espantosos.

Todo el mundo ha oído esas historias de personas que han perdido unas cuantas franjas de piel con un rallador de queso, o que se cortaron un pedazo de pulgar mientras rebanaban pan. Y a pesar de que los accidentes están destinados a suceder en las cocinas de casa, suceden cosas más horribles en los restaurantes.

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Trabajé en una cocina por un rato y vi un montón de accidentes sangrientos y desastrosos, pero todo comenzó en la escuela culinaria. Las cosas empezaron a ir mal durante nuestra primera clase cuando una chica dijo que sabía cómo operar la máquina de cortar. Le dijo a nuestro compañero de clase que no iba a utilizar las medidas de seguridad porque "eran molestas". Dos minutos más tarde, sus dedos estaban sangrando y ella estaba gritando en busca de ayuda. El profesor se quedó congelado en medio del salón y se quedó mirando a la punta de sus dedos, que ahora estaban pegadas en la cuchilla de la máquina en lugar de en su mano.

Tenía curiosidad por escuchar otras historias horribles de cocina de la gente, así que le pedí a cuatro expertos restauranteros experimentados que me hablaran de sus accidentes más torpes y terroríficos y las consecuencias de esos incidentes.

Sander Lenselink ha trabajado como chef en Holanda durante años. Sufrió quemaduras de primer grado en la cara en un ajetreado día de servicio. "Fue un concurrido viernes por la tarde y teníamos unos 80 clientes en el restaurante. Hice ñoquis y había preparado una enorme olla de agua y aceite para cocinarlos, pero cuando fui a verter el agua, la olla se deslizó de mis manos y cayó en el fregadero. Toda esa agua hirviendo se me disparó directamente a la cara. Recuerdo haber visto todo pasar como en cámara lenta". Debido a que estaba tan ocupado, Sander no tomó una pausa y continuó trabajando hasta que un colega habló con él aparte. "Al parecer, tenía ampollas en la cara. Limpiamos las heridas y fuimos a la sala de urgencias, donde me enteré de que tenía quemaduras de primer y segundo grado. Salí de allí cubierto de vendas como el Paciente Inglés. No pude trabajar durante una semana y media, pero por suerte no tengo cicatrices para demostrarlo".

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Joost Brouwer trabajó en una cocina durante años antes de comenzar su propia empresa de catering. Los días que recuerda más son aquellos en los que algo salió mal. "En uno de los restaurantes en los que trabajé cocinábamos rápido e improvisábamos mucho (como en cualquier cocina) y en ocasiones algo se caería y terminaría en el suelo. Una noche estaba barriendo la cocina con una escoba y me resbalé con un mejillón tirado en el piso. Mi pierna se disparó hacia delante y mi rodilla se tropezó con una pequeña estación de trabajo. Terminé con algo que se llama "rodilla de saltador", una inflamación en la que la rodilla se encuentra con el hueso de la espinilla. Es muy desagradable si tu trabajo es estar de pie todo el día".

Las quemadas y resbalones están definitivamente en los primeros lugares de la lista de accidentes de cocina comunes, pero las ganadoras sin duda son las puntas de los dedos desaparecidas. Me sorprendería encontrar a un cocinero que nunca se haya cortado. Joost Brouwer tiene un recuerdo doloroso al respecto: "Tenía un mal hábito, cuando estaba cortando algo limpiaba el cuchillo en mi delantal entre rondas. Un día olvidé ponerme el delantal y el cuchillo pasó a través de la tela de los pantalones y a mi pierna. Cambié mis hábitos de limpieza de cuchillo ese mismo día".

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Jordy Pottgens es un gerente de restaurante que experimentó algo muy horrible cuando estaba desechando vidrio. "Teníamos una nueva máquina que rompe grandes piezas de vidrio, como botellas de cerveza, en pedazos más pequeños. Se opera a mano y cuenta con un asa y una tapa que mantienen cerrado el recipiente de vidrio para que no salga por todos lados. Para aplastar el vidrio me aferré a la asa y la empujé hacia abajo para romper el vidrio, pero algo salió mal y la tapa se abrió de nuevo. Mi mano quedó atascada entre la tapa y la asa, lo que amputó la punta de mi dedo anular y parte de la de mi dedo de en medio. Por suerte, éramos los primeros en utilizar la máquina así que nos deshicimos de ella inmediatamente. Varias investigaciones están en marcha por la compañía de seguros, la empresa de seguridad y salud laboral, y así sucesivamente. Pero ninguna de esas cosas me regresará mis puntas, por supuesto".

Samuel Levie es un chef personal que ahora dirige una compañía de relaciones públicas de alimentos. Durante sus años en la cocina fue testigo de varios chefs imprudentes haciendo acrobacias que no terminaron bien. "Cuando tenía unos 18 años de edad, había un chef en nuestra cocina a quien realmente le gustaba beber. Una noche, mientras él estaba haciendo caramelo y yo estaba ocupado con el trabajo de preparación, me entregaron una cucharada de caramelo. En la cocina siempre dicen que no hay nada más importante que la degustación. Así que lo probé, pero estaba increíblemente caliente (en realidad abrasador), además de que el caramelo es muy pegajoso. Mi piel estaba escaldada desde mis encías hasta mi nariz. Caminé con quemaduras durante tres semanas, además de un labio superior lleno de pus que sabía a caramelo".

Más tarde se trasladó a trabajar a un restaurante con un chef que sentía como que tenía que probarse a sí mismo, un factor de riesgo añadido cuando se trabaja en una cocina. "Uno de los chefs siempre dijo que podía sacar croquetas de la freidora con sus propias manos. En su última noche en esa cocina quería mostrarnos que podía hacerlo, así que metió sus manos. No creo que haya mucha gente que realmente pueda meter sus manos en aceite caliente sin sufrir algún daño. No se veía muy bien y este chico tuvo que irse directamente a casa. No se quedó para tomar una copa después del turno".

El chef Peter Ian recientemente tuvo trabajando a un cocinero que se cortó un centímetro de dedo. "El chico se acercó a mí con solo la mitad de su dedo y dijo que tenía que ver al médico porque había utilizado la máquina de cortar. Y sí, encontramos una hermosa y sangrienta punta de dedo en ese lugar. Después de eso, tuve que presentarme a trabajar siete días seguidos porque alguien tenía que cubrir esas horas. Después de una semana, el muchacho volvió con un pulgar cuadrado. "También hay un montón de gente que lleva su(s) punta(s) de dedo a un hospital en un recipiente Tupperware lleno de hielo con la esperanza de que los médicos de alguna manera puedan colocarla(s) de nuevo.

Voy a terminar esta historia con moraleja con un cliché: cuídate mucho y recuerda que jugar con aceite caliente, cuchillos afilados, y máquinas de cortar nunca termina bien. NUNCA.