Este artículo se ha cedido a VICE News desde la Fundación Thomson Reuters
Cuando el capitán de submarino John Remø recibió una llamada de su mujer preguntándole acerca de una bolsa con ropa de mujer que había encontrado en el sótano de su casa, él temió que su secreto acabaría con su carrera.
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Era un secreto que el oficial de la marina de Noruega, de casi treinta años, sirviendo en el mar de Barents en el apogeo de la Guerra Fría, no se atrevió a revelar por la presión militar.
Esa noche, Remø escribió a su mujer, y compartió con ella el peso que había llevado en sus espaldas desde hacía muchísimo tiempo.
“A los cuatro años supe que yo era una niña, no el niño como el que había nacido”, dijo Remø. “Pero tenía que ser fuerte, lugar y actuar como un chico. No me gustaba, pero tenía que desempeñar un papel”.
Un hecho que Remø mantuvo en secreto hasta hace cinco años, cuando, al cumplir 60 años, el ex capitán decidió comenzar a vivir abiertamente como una mujer y ser reconocido como transexual.
Amnistía Internacional estima que cerca de 1,5 millones de personas en toda Europa son transexuales, un término utilizado para describir a hombres y mujeres que sienten haber nacido en el cuerpo equivocado.
Si bien muchos países europeos están aceptando cada vez más a las personas transexuales o transgénero, aún queda mucho camino por recorrer para que se les garantice igualdad de derechos legales, según afirman los activistas.
Noruega suele ser catalogada como una de las naciones más progresistas en materia de derechos humanos.
No obstante, es uno de los 19 países, entre ellos Francia, Bélgica e Italia, que obligan a que las personas transgénero se sometan a cirugía de extracción de genitales y esterilización para poder cambiar de género legalmente, según la organización de derechos humanos Transgender Europe (TGEU).
Sentada en su apartamento en Oslo, Remø, que se hace llamar John Jeanette para enfatizar el problema legal de los transexuales en Noruega, se mantiene firme en defender que el género legal de uno mismo no debería depender de una intervención médica.
“Me niego a tener que operarme para poder ser reconocida por quien soy”, dijo a la Fundación Thomson Reuters.
ESTIGMATIZACI?”N Y VIOLENCIA
En muchos países europeos como Noruega, la obligación de esterilizarse, conocido en la nación nórdica como “conversión real de sexo”, consiste en una práctica administrativa de los años 70, y no tiene base legal alguna.
“Algunos insisten en que la esterilización es necesaria porque demuestra que la gente se toma en serio la cuestión del cambio de género”, señaló Richard Köhler,oficial superior de política de la organización TGEU.
“También existe la creencia de que si alguien que es legalmente un hombre, se quedara embarazado y diera a luz a un hijo, ello podría suponer una amenazada para el orden social y afectar a las percepciones básicas de género”,
No todos los países en Europa requieren la esterilización o la cirugía para poder cambiar de género legalmente.
Sin embargo, la mayoría, entre ellos Alemania, España e Inglaterra, solicitan un diagnóstico psiquiátrico de disforia de género o transexualidad, clasificado como una enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La OMS está planeando desclasificar la transexualidad — definida como el malestar con el cuerpo que una persona nace y el deseo de vivir como el sexo opuesto — como una enfermedad mental, que según los activistas provoca una estigmatización de las personas trans en todo el mundo.
Los transexuales tienden a enfrentarse a mayores niveles de discriminación y violencia que las comunidades de lesbianas, homosexuales y bisexuales, debido a que la identidad de género no se comprende adecuadamente en comparación con la orientación sexual, alertan los activistas.
En Europa, las personas transexuales tienen el doble de posibilidades que los homosexuales de ser atacadas, amenazadas o insultadas, según un informe de la Unión Europea publicado en diciembre de 2014.
HUMILLACI?”N PÚBLICA
Desde ir a la biblioteca y visitar el médico a embarcar en un avión o subirte a un tren, actividades del día a día, pueden resultar públicamente humillantes para los transgénero cuando su documentación no coincide con su identidad de género.
El proceso médico para los transexuales que buscan obtener un tratamiento financiado por el Estado para cambiar su género, puede durar hasta una década en Noruega, según el activista transgénero Luca Dalen Espseth.
Aun así, los profesionales de la salud deniegan el diagnóstico de transexualidad necesario a la mayoría de los que deciden tomar hormonas o hacerse cirugía, tratándoles a menudo con hostilidad y desconfianza, añadió Luca.
En la oficina de Oslo de la organización de Lesbianas, Homosexuales, Bisexuales y Transexuales (LGBT) de LLH, Espseth recuerda sus visitas al Hospital de la Universidad de Oslo, la única instalación en Noruega donde las personas trasgénero pueden recibir tratamiento.
En la oficina de Oslo de organización LGBT LLH, Espseth recuerda sus visitas al Hospital de la Universidad de Oslo, la única instalación en Noruega, donde las personas transgénero pueden recibir tratamiento médico.
“EL ESTADO DE DERECHO ES VITAL”
“Los médicos se dirigieron a mi como una mujer, dudaron de mi historia e identidad, y me preguntaron de forma muy intrusiva sobre mi vida sexual”, afirmó Espseth, de 28 años, que nació como una mujer y se transformó en un hombre cuando tenía 20 años.
Epseth pasó por ocho consultas médicas en hospitales antes de recibir el diagnóstico de transexualidad. Esto le permitió recibir el tratamiento hormonal que deseaba, aunque como Remo, se niega a ser esterilizado.
“Me siento privado de mi derecho al reconocimiento legal de género solo porque ejerzo mi derecho a rechazar tratamientos médicos”, afirmó.
“¿Por qué otra persona debería determinar nuestra identidad?
A pesar de la lucha por cambiar el género legal en Europa, los activistas aseguran que los derechos de los transexuales están acaparando cada vez más atención en los medios.
“Hace cinco años tuvimos que explicar a la mayoría de responsables políticos lo que significa el transgénero, ahora se trata de lograr un cambio real y mejorar la situación”, afirmó Evelye Paradis, director ejecutivo de ILGA-Europe, una red de grupos LGTB europeos.
Malta se convirtió la semana pasada en el segundo país de Europa, después de Dinamarca, en permitir a los transgéneros cambiar legalmente su género sin necesidad de intervención médica. Köhler de TGEU espera que esto siente un precedente en otros países.
“El principio de legalidad es vital, envía un mensaje a las personas trans en tanto si deben ser vistas como ciudadanos iguales o como retraídos que necesitan ser protegidos de sí mismos”, afirmó.
En Noruega, grupos de expertos se han reunido para evaluar si el requisito de esterilización debe retirarse y considerar qué criterios deben aplicarse para cambiar el estado legal de género. Entregarán sus conclusiones al gobierno este mes.
Después de haber tenido que esperar toda su vida para ser reconocida como una mujer, Remo tiene la esperanza de que se apruebe una nueva ley este año, que permita a las personas transgénero determinar su identidad.
“A todas las personas transexuales, que aún están en el armario, les daría la confianza para salir de ahí y ser ellas mismas”.
Esta historia es parte de la serie “LGBT Fight for Gender Equality” (Lucha por la Igualdad de Género de los LGBT) de la Fundación Thomson Reuters