Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.
En 2013, tres especialistas de la Universidad McMaster publicaron un artículo en el diario revisado por especialistas PLOS Computational Biology (Biología computacional de la Biblioteca Pública de Ciencia) titulado “Elección de pareja y el origen de la menopausia”. En él, el trío de reputados científicos masculinos afirmaba que las mujeres habían evolucionado para llegar a la menopausia porque ningún hombre de ninguna edad encuentra atractivas a las mujeres mayores ―ni siquiera los hombres mayores―, por lo que no hay necesidad de que su fertilidad continúe.
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Al otro lado del Océano Atlántico, la periodista científica Angela Saini leyó su investigación y se enfadó muchísimo. Tras observar mierda pseudocientífica sexista similar allá donde miraba, Saini escribió Inferior: How Science Got Women Wrong—and the New Research That’s Rewriting the Story (Inferiores: cómo la ciencia no ha entendido a las mujeres y la nueva investigación que está reescribiendo la historia).
¿Su principal premisa? Que la ciencia es tan capaz de reforzar estereotipos sexistas de género como cualquier otra disciplina y, en consecuencia, las mujeres han sido constantemente subestimadas a lo largo de la historia de la humanidad. Es un “que os jodan” a pie de página dedicado al trío de McMaster con el que yo, que soy una persona extremadamente insignificante, solo puedo soñar.
Según Saini, la ciencia ha alcanzado el extraño estatus en nuestra sociedad de ser la única depositaria de la verdad imparcial y precisa. Nosotros, los no entendidos, no podemos llegar a comprender los misterios de la ciencia ―de esos hombres en bata blanca y esos cilindros giratorios de metal que utilizan para separar la materia en los laboratorios―, así que solo podemos decir cosas como “¿tú qué eres, un científico aeroespacial? Jajajaja” cuando queremos dar a entender que alguien es importante, inteligente y posee el conocimiento de todos los hechos.
Pero no resulta sorprendente saber que normalmente son los mismos científicos los que perpetúan el mito de que la ciencia es infalible. Después de todo, ayuda a justificar su estatus de intocables dentro de la sociedad, un estatus tan reverenciado como el que tenía por ejemplo Bill Cosby hasta hace relativamente poco. Cuando estaba estudiando literatura en la universidad, los estudiantes de ciencias se deleitaban diciéndome que la suya era una carrera superior, una que se centraba en realidades objetivas, no en debilidades y conjeturas humanas.
Afortunadamente, estudiar literatura me proporcionó una mente crítica, capaz de diseccionar la mierda fresca que el trío de McMaster estaba propagando y descifrarla de forma analítica. ¡Gracias, literatura! Y el libro de Saini es un libro que debía escribirse, aunque resulta sorprendente que tardara tanto en llegar.
“La ciencia ha sido históricamente sexista hacia las mujeres y eso ha afectado a lo que las investigaciones nos dicen sobre las mujeres”, explica Saini en una conversación telefónica con Broadly. “Quería comprender el patriarcado a través de la lente de la ciencia”.
A lo largo de la historia, las mujeres han sido continuamente excluidas de la comunidad científica y esto se refleja tanto en la negativa que recibió Marie Curie a ser admitida por la Académie des Siences francesa en 1911, el año que ganó su segundo Premio Nobel, como en la abrumadora falta de mujeres en el sector de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). “Significó que los prejuicios se hicieron un hueco en el sector”, afirma Saini, citando a figuras como Darwin, que estaba tan anclado en su misoginia como aquellos fósiles que tanto le gustaba estudiar (es sabido que afirmó que las mujeres estaban menos evolucionadas que los hombres).
Aunque Darwin está muerto, su legado continúa: se siguen realizando trabajos científicos que refuerzan los puntos de vista misóginos.
Angela Saini. Foto cortesía de la entrevistada.
“Existe una gran cantidad de psicología evolutiva errónea”, indica Saini, citando investigaciones que indican que los hombres son mejores líderes por sus orígenes como cazadores-recolectores, o que las mujeres son menos promiscuas que los hombres por naturaleza. En realidad, los datos que obtenemos de gran parte de la psicología evolutiva son falsos. Saini emplea el ejemplo de las primeras comunidades humanas en las que los hombres y las mujeres compartían todas las tareas de forma igualitaria y las mujeres cazaban y recolectaban tanto como los hombres. Sin embargo, no toda la psicología evolutiva es mala. “Algunas mujeres audaces, como [la psicóloga evolutiva feminista] Sarah Blaffer Hrdy, han cambiado con valentía el bagaje sexista que había dentro de esta disciplina”, afirma Saini.
“Cuando la ciencia debería haber impulsado a las mujeres hacia delante, en realidad no ha hecho sino frenarlas”, indica Saini. “La ciencia tiene el estatus dentro de la sociedad de ser la única capaz de proporcionar datos imparciales y en realidad deberíamos pensar en ella como un proceso. Es preciso que todos comprendamos que la ciencia no es solo un flujo de hechos correctos todo el tiempo. A veces el proceso puede desviarse gravemente de su curso. Los expertos no son dioses”.
En el centro de la argumentación de Saini se encuentra la idea de que la fuerza ―corporal e intelectual― de las mujeres ha sido constantemente minusvalorada por los científicos. “Las mujeres también tienen fuerza y pensar en las mujeres como el sexo débil es incorrecto”, afirma. Los hombres no son más fuertes porque sean cazadores, me dice, explicando que la razón por la que podrían ser más rápidos y tener más fuerza en la mitad superior del cuerpo es que son capaces de aportar más energía a la masa corporal, energía que las mujeres dirigen a la menstruación y al parto. Saini se apasiona cuando habla sobre cómo la idea de los hombres cazadores-recolectores que asumen la mayor parte del esfuerzo físico y las mujeres como cuidadoras domésticas es solo eso, una idea. Una construcción social que nos hemos autoimpuesto. Pero la realidad, tanto a lo largo de la historia como en los países en desarrollo de todo el mundo, es muy diferente.
“Las mujeres de todo el mundo trabajan tan duramente como los hombres. La mayoría de mujeres realizan trabajos realmente duros, partiéndose la espalda cada día”, afirma Saini. “Yo soy de la India y cuando regreso a mi país veo que las mujeres están haciendo exactamente la misma cantidad de trabajo, si no más, que los hombres. Eso es un hecho histórico que se remonta miles de años atrás, antes de que existiera el patriarcado”.
En última instancia, la ambición de Saini es nada menos que crear un nuevo modelo científico, que reconozca que los científicos no son infalibles y están tan sujetos a los prejuicios humanos como cualquier otra disciplina. Según ella, las cosas ya han empezado a cambiar.
“Se está reescribiendo la historia y, conforme las mujeres han entrado en las ciencias y nuestra sociedad se va volviendo mucho más consciente, estamos obteniendo un panorama muy diferente”, explica. “Quiero que las mujeres vean que la igualdad no es solo un ideal político. Biológicamente, tenemos las mismas capacidades que ellos”.
¿Y el motivo por el que las mujeres atraviesan la menopausia y continúan prosperando, viviendo más años que los hombres? No es porque sean feas o poco atractivas: es porque las necesitamos. “Es la hipótesis de la abuela”, dice Saini cálidamente. “Las mujeres mayores tienen un valor incalculable, no solo en términos de ayudar en la crianza de los hijos, sino por su sabiduría y por el trabajo que hacen en nuestras comunidades. Son la prueba viviente de por qué necesitamos a las mujeres”.