Artículo publicado originalmente por VICE Reino Unido.
Mientras George Floyd, exatleta y artista de hip hop, era filmado muriendo lentamente con el policía Derek Chauvin arrodillado sobre su cuello, un oficial le dijo a la multitud conmocionada: “No consuman drogas, muchachos”.
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Fue algo bastante revelador. No solo porque tenían inmovilizado en el suelo a un padre de familia de 46 años después de suponer erróneamente que estaba drogado y fuera de control, sino porque las autoridades han utilizado las drogas durante más de cien años como pretexto y justificación para violentar a los ciudadanos negros.
La guerra contra las drogas, en palabras de la activista política estadounidense Angela Davis, es una guerra contra las comunidades negras y continúa apuntando injustamente a las personas negras. No se trata solo de policías prejuiciosos y estereotipos. Las personas negras están más expuestas a esta guerra, una guerra deshumanizante que descarrila cualquier sentido normal de justicia, porque se desarrolla en comunidades pobres que están sometidas a una mayor vigilancia policial.
“No se puede luchar contra el ‘racismo’ como entidad monolítica, hay que identificar los mecanismos a través de los cuales ocurren estas tragedias”, señaló Hamilton Morris, periodista de drogas e investigador farmacológico, la semana pasada en Twitter. “La prohibición [de las drogas] transforma los problemas médicos en criminales, proporcionando un pretexto para hacer intervenciones innecesarias y justificar el uso de fuerza excesiva”.
“Estas leyes aseguran el miedo mutuo entre los ciudadanos y las fuerzas del orden público y son discriminatorias e injustas, incluso cuando se aplican sin prejuicios. Son una piedra angular del racismo institucionalizado en los Estados Unidos y algo que puede cambiar a través de la lucha”.
La dinámica funciona de muchas maneras: las drogas son el desencadenante del contacto inicial en muchos enfrentamientos fatales entre la policía armada y la gente negra; la policía trata la intoxicación como un problema criminal en lugar de un problema médico; el uso de drogas se utiliza en la corte para exonerar acciones violentas y letales por parte de las fuerzas del orden público, y la posibilidad de que cualquier policía reciba justicia por matar a una persona negra que tenga algo que ver con las drogas es increíblemente escasa.
La policía en Estados Unidos mata a un promedio de tres personas por día. En 2019, más de 1.000 personas fueron asesinadas por la policía, según Mapping Police Violence, un grupo de investigación. La gente negra representó el 24 por ciento de los asesinados, a pesar de representar solo el 13 por ciento de la población de Estados Unidos. Todo esto casi nunca tiene consecuencias. Solo un puñado de policías son condenados por estos asesinatos. En el Reino Unido, ha habido 1.741 muertes bajo custodia policial desde 1990, aunque ningún policía ha sido condenado por homicidio o asesinato desde 1986.
Muchos casos de muertes de personas negras bajo custodia policial ocurren en circunstancias mundanas, como paradas de tráfico, y no tienen nada que ver con la prohibición de drogas. Pero bajo el pretexto de proteger al público, la prohibición de las drogas ha sido durante mucho tiempo un importante contribuyente a esta matanza y un poderoso factor del racismo sistémico en Estados Unidos.
Así ha sido durante más de un siglo, porque la guerra contra las drogas está inmersa en los orígenes del racismo. El antiguo mito del “demonio de las drogas” es el hilo dorado que atraviesa estos asesinatos sancionados por el estado. En “Negro Cocaine Fiends Are a New Southern Menace“, un artículo ahora famoso publicado en el New York Times en 1914, un médico señaló que la policía necesitaba armas de mayor calibre para matar a los hombres negros porque la cocaína los hacía resistentes a las balas de tamaño normal.
Carl Hart, profesor de psicología en la Universidad de Columbia con experiencia en el uso de drogas y la adicción, me dijo: “Tenemos este tropo, esta historia de hace mucho tiempo, de que a los blancos les preocupa que la gente negra sea violenta con las drogas. También de que se mezclen y esclavicen a las chicas blancas con drogas. Lo que esta narrativa hace, es que le da a los hombres blancos –a los funcionarios blancos– el estatus de protectores de las mujeres blancas. Continuamos usando este tropo de que las personas negras son violentas cuando usan drogas porque funciona muy bien, porque se puede decir cualquier cosa sobre las drogas porque la mayoría de la población no las usa y, como resultado, se creen cualquier cosa por más increíble que sea”.
La defensa por “consumo de drogas” les resultará familiar a muchas familias negras que buscan justicia después de los asesinatos a manos de la policía, que a menudo es lenta y está inmersa en una corrupción de bajo nivel.
Las protestas y disturbios de la semana pasada en Estados Unidos han hecho eco a los disturbios de Los Ángeles en 1992, provocados cuando una turba rebelde de oficiales del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD, por sus siglas en inglés) fue absuelta de brutalidad policial con la ayuda de la defensa del “demonio de las drogas”. En 1991, el albañil Rodney King fue golpeado brutalmente con macanas por hasta 15 policías después de una persecución a alta velocidad. El ataque fue filmado por un espectador y transmitido por todo el mundo. Durante su juicio, una de las líneas clave de defensa fue que los oficiales tenían miedo de que él tuviera “fuerza sobrehumana” por haber consumido PCP, a pesar de que King no dio positivo a la droga.
Esta defensa se ha utilizado una y otra vez:
Fue utilizada después de que el policía Jason Van Dyke fuera filmado disparándole al adolescente Laquan McDonald 16 veces en Chicago en 2014. Durante su juicio por asesinato en primer grado, los abogados defensores de Van Dyke retrataron a McDonald como un violento consumidor de drogas que se ponía agresivo bajo la influencia de PCP. Le dijeron a la corte que debido a que McDonald había consumido PCP, tenía “poderes sobrehumanos”. Cinco años más tarde, con cuatro oficiales despedidos después de exagerar la amenaza que McDonald representaba para Van Dyke, el policía fue condenado por asesinato en segundo grado y condenado a menos de siete años de prisión.
También en 2017 después de que un policía blanco en Tulsa matara a tiros a Terence Crutcher, un hombre negro, a pesar de que tenía las manos arriba. Los abogados defensores dijeron que la policía Betty Shelby, acusada de homicidio involuntario en primer grado, se justificaba por matar a Crutcher después de que un informe de toxicología revelara que tenía PCP en su sistema. En el juicio, la Unión Estadounidense de Libertades Civiles dijo que esta táctica tenía como objetivo deshumanizar a Crutcher, un padre y músico de 40 años. Aun así, Shelby fue absuelta más tarde ese año.
Incluso el cannabis, una droga ahora legalmente disponible en todo Estados Unidos, se ha utilizado como una excusa para matar a jóvenes negros. El policía de Minnesota Jerónimo Yáñez alegó que la razón por la que mató a tiros a Philando Castile, un trabajador de la cafetería de la escuela de 32 años, frente a su novia y su niña en su automóvil en 2016 fue porque el olor a cannabis lo hizo temer por su vida. El incidente se volvió viral cuando su novia filmó a Castile muriendo en una transmisión en vivo de Facebook.
“Pensé que si [Castile] tenía las agallas y la audacia de fumar marihuana frente a la niña de cinco años y estaba arriesgando su vida con el humo… entonces, ¿yo qué le iba a importar? Yáñez le dijo a los investigadores antes de ser absuelto de asesinato en segundo grado en 2017. Después del juicio, la madre de Castile, Valerie, dijo: “Mi hijo amaba esta ciudad, y esta ciudad mató a mi hijo. Y un asesino está libre. El sistema en este país continúa fallándole a la comunidad negra y continuará fallándonos”.
En 2012, el vigilante voluntario George Zimmerman mató a tiros a Trayvon Martin, de 17 años, mientras caminaba a casa con dulces en una comunidad cerrada en Sanford, Florida. Se requirió una campaña mediática para que Zimmerman fuera arrestado 44 días después, pero no pasó mucho tiempo antes de que las drogas entraran en juego. La policía local filtró a los medios que Martin había sido atrapado con cannabis en la escuela. Durante el juicio, el equipo de defensa consideró en gran medida el hecho de que Martin tenía (cantidades apenas identificables de) cannabis en su cuerpo, lo que implica que esto podría haber perjudicado su juicio. Se ordenó a la fiscalía que dejara de inferir que las acciones de Zimmerman habían sido racistas, a pesar de que dos años después de haber sido absuelto de asesinato, Zimmerman llamó a Barack Obama un “mandril ignorante” y retuiteó imágenes del cadáver de Martin en redes sociales.
En 2014, en el asesinato a manos de la policía de un estudiante de 18 años llamado Michael Brown en Ferguson, Missouri, el cannabis también fue usado como excusa. Brown fue detenido y asesinado a tiros por el policía Darren Wilson bajo sospecha de robar algunos cigarros. Pero, después de una audiencia en la que Brown señaló la marihuana como una posible causa de comportamiento agresivo, el jurado decidió no acusar al tirador, lo que provocó protestas y una reacción violenta de la policía. Una investigación sobre el departamento de policía de Ferguson publicada un año después por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos encontró evidencia de prejuicio racial contra los ciudadanos negros.
“Todos vimos el video de lo que le sucedió a George Floyd”, dijo Hart. “Entonces, su defensa tiene que mantenernos alejados de ese video, y siempre y cuando nos hagan hablar de drogas, están cumpliendo su objetivo. Si hablas de la toxicología de George Floyd, estás creando una cortina de humo, una distracción. Estás alejando a la gente de lo que vieron sus ojos. Esto lo vimos con la toxicología de Trayvon Martin. Tenía niveles de THC en su sistema que eran de placebo, no podía haber fumado el día que fue asesinado. Pero eso no importó. Lo único que tuvieron que hacer [el equipo de defensa de Zimmerman] fue presentarles que había dado positivo para THC y crear una buena cortina de humo para que no se hablara del problema real”.
Es muy probable que cuando Chauvin vaya a juicio por asesinato en segundo grado, y sus tres colegas por ayudarlo, sus abogados defensores exaltarán el hecho de que Floyd tenía rastros de droga en su sistema y lo usarán como una excusa para sus tácticas brutales, a pesar de que en el video Floyd no parecía estar intoxicado.
A diferencia del informe oficial de la autopsia, un informe independiente que la familia de Floyd ordenó, no encontró una condición de salud subyacente o rastros de fentanilo o metanfetamina factores importantes en su muerte. Simplemente concluyó que su muerte se debió a “asfixia por presión ejercida” por un agente del estado.
“El estado de intoxicación de Floyd se usa para justificar el acto de mantenerlo boca abajo arrodillándose sobre su cuello; se usa para socavar la seriedad de lo que pasa en los últimos momentos de Floyd, y seguramente los abogados de Chauvin lo usarán para su defensa”, dijo Morris. “Si el asesinato de Floyd no hubiera sido grabado, es probable que Chauvin se hubiera librado alegando que el estado de intoxicación de Floyd justificaba el uso de una fuerza mortal, la detección de metanfetamina y fentanilo en la autopsia de Floyd aún se utilizará como evidencia para respaldar esta afirmación”.
Incluso hay una condición pseudocientífica – “delirio excitado” – para describir el comportamiento de las personas que se vuelven locas cuando están inmovilizadas mientras están drogadas. Las autoridades parecen estar utilizando este diagnóstico, una condición no reconocida por los médicos y la Asociación Internacional de Jefes de Policía, como una forma de justificar el uso de fuerza excesiva.
Durante la asfixia de Floyd, se escucha a uno de los oficiales decirle a Chauvin que le preocupa que inmovilizar a Floyd pueda causar “delirio excitado” y Chauvin responde: “por eso lo tenemos boca abajo”. Pero según Eric Balaban, de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, se usa como “un medio de encubrir lo que puede ser el uso excesivo de la fuerza y el uso inapropiado de las técnicas de control por parte de los oficiales durante un arresto”.
Con o sin “delirio excitado”, si las personas están en grave peligro –aunque éste se relacione con el uso de drogas– parecería lógico que la policía llame a una ambulancia o libere al sospechoso, en lugar de sofocarlo o golpearle la cabeza con una macana.
En marzo, Manuel Ellis, un hombre negro 33 años, murió esposado mientras la policía lo inmovilizaba en Tacoma, Washington. Sus últimas palabras fueron: “No puedo respirar”. La policía dijo que Ellis había atacado a una mujer y a una patrulla, aunque un testigo dijo que lo vio teniendo una conversación “amistosa” con dos policías blancos cuando uno de ellos lo tiró al suelo con la puerta de su automóvil. El médico forense dijo que había signos de privación de oxígeno, restricción física, intoxicación por metanfetamina y enfermedades cardíacas. Las autoridades dijeron que Ellis sufría de “delirio excitado”.
En 2017, Darren Cumberbatch, un electricista negro, murió en Warwickshire, Reino Unido, después de ser golpeado con una macana y electrocutado por la policía. Una investigación encontró que la inmovilización por parte de la policía contribuyó a su muerte, que fue el resultado de una falla múltiple de órganos relacionada con el uso de cocaína, la inmovilización y el esfuerzo físico. La policía dijo que estaba sufriendo de lo que pensaban que era “delirio excitado”, pero admitió que no llamaron a una ambulancia y, en cambio, lo mantuvieron inmovilizado. Una revisión oficial de la muerte de Cumberbatch ha sido retrasada por un año.
Muchas muertes de personas negras a manos de la policía ocurren como resultado de la búsqueda de drogas por parte de la policía. Se estima que cada año se llevan a cabo 40.000 redadas con armas especiales y tácticas (SWAT) en Estados Unidos. Por razones de prejuicio y realidad social, una cantidad desproporcionada de estas redadas apunta a la comunidad negra.
En 2006, tres policías mataron a tiros a Kathryn Johnston, una mujer negra de 92 años, durante una redada de drogas en Atlanta, Georgia. Una vez que la policía se dio cuenta de que no había drogas en la casa, plantaron cannabis en su sótano, la esposaron y la dejaron desangrarse y morir. También presentaron cocaína como evidencia, alegando que la habían comprado en la casa de Johnston, lo cual era falso. Los oficiales recibieron entre cinco y diez años por homicidio involuntario y falsificación.
En 2012, un oficial de la Unidad de Control de Narcóticos de la Calle en el Bronx, Nueva York, disparó y mató al adolescente Ramarley Graham mientras intentaba tirar una bolsa de cannabis por el inodoro en la casa de su abuela. El oficial, Richard Haste, dijo que pensó que Graham tenía una pistola, pero no. El juez y el jurado optaron por no acusar al oficial, aunque luego renunció a la policía de Nueva York después de que una revisión disciplinaria recomendara su despido.
En 2014, Eric Garner murió ahogado en Nueva York por un policía después de ser arrestado bajo sospecha de vender ilegalmente cigarros sueltos. El mismo año, Rumain Brisbon fue asesinado a tiros frente a sus dos hijos después de que la policía recibiera un aviso de que un hombre en un automóvil traficaba drogas. El oficial abrió fuego porque pensó que Brisbon tenía una pistola en el bolsillo. Era una botella de pastillas de oxicodona.
El asesinato de George Floyd se sintió profundamente en el Reino Unido, donde los activistas han exigido durante mucho tiempo el escrutinio de las muertes bajo custodia policial y la vigilancia de drogas con prejuicios raciales. Al igual que en Estados Unidos, las personas negras tienen más probabilidades de ser registradas, arrestadas y condenadas por drogas que las personas blancas. En algunas de las grandes ciudades de Gran Bretaña, particularmente en barrios pobres, la comunidad negra constituye una proporción significativa de los narcotraficantes condenados.
En 2017, las imágenes de los últimos momentos de Rashan Charles mientras luchaba en el piso de una tienda inmovilizado por un policía provocaron ira en las calles del este de Londres. El oficial había visto a Rashan, de 20 años, tratando de tragarse una bolsa de plástico con cafeína y paracetamol. Las imágenes mostraron al oficial intentando sacar la envoltura de la boca de Charles mientras presionaba su cuello. En una hora, Charles estaba muerto.
Un mes antes, otro joven negro, Edson Da Costa, murió en circunstancias similares, también en el este de Londres, después de que su automóvil fuera detenido y rociado con gas CS por agentes de policía después de guardarse una bolsa en la boca. Nuevamente, la muerte de Edson provocó protestas callejeras, esta vez en Newham. En ambos casos se descubrió que no se habían tragado las bolsas sino que éstas bloquearon sus vías respiratorias.
Una investigación encontró que la muerte de Charles fue “accidental” con el “uso justificado de fuerza”, pero que la policía no tomó las medidas adecuadas para una emergencia médica. La investigación sobre la muerte de Da Costa encontró que era una “desgracia”. En ambos casos, los investigadores encontraron que la policía no tenía razones para responder así. Como lo reveló VICE más adelante en 2019, las muertes de estos dos hombres llevaron a la Policía Met a emitir nuevos consejos a los oficiales para no tratar de evitar que las personas se traguen cosas.
Deborah Coles, directora de Inquest, ha identificado un patrón familiar en el vínculo entre las muertes bajo custodia policial y la guerra contra las drogas en el Reino Unido. “Inquest se ha preocupado por los entornos hostiles que se crean con frecuencia en estas investigaciones donde las drogas fueron un factor, a través de las tácticas defensivas y combativas de los abogados de la policía que a menudo buscan culpar al difunto por su propia muerte. Investigaciones recientes han puesto de manifiesto fallas o demoras en la respuesta de la policía a situaciones que amenazan la vida como emergencias médicas. Con demasiada frecuencia, la búsqueda de ‘evidencia’ se prioriza por encima de las preocupaciones de fuerza excesiva y riesgos para la vida. Es una prueba más de cómo el racismo estructural está incrustado en la práctica policial”.
Entonces, ¿cómo salimos de este ciclo letal de injusticia que deja a tantas familias negras de luto? Carl Hart tiene dos formas de hacer esto, las cuales, según él, son conceptos simples de comprender. “Soy psicólogo y si quieres cambiar el comportamiento tiene que haber consecuencias rápidas e inmediatas”, dice. “Eso significa que la policía debe ser castigada. Cuando son castigados inmediatamente y con toda seguridad, otros policías lo ven, lo saben y cambian su comportamiento”.
“Mientras Estados Unidos solo le diga a las personas negras ‘los escuchamos, los entendemos’, entonces esta es la misma conversación que hemos tenido durante 60 años. Si no castigan a los responsables inmediatamente, las cosas no cambiarán”.
Su segunda solución tampoco es gran ciencia.
“Si pensáramos en la humanidad de la gente negra de la misma manera que pensamos en la humanidad de las mujeres blancas, esto no sucedería. ¿Te imaginas que este policía se arrodillara en el cuello de una mujer blanca durante tanto tiempo? La policía se reformaría de inmediato. El problema con nuestro país es que no vemos la humanidad de la gente negra como igual a la humanidad de los blancos. Ese es el problema. Todo lo demás son sólo palabras”.