La lista de botanas callejeras es larga y es suficiente para saciar todos los gustos, desde chapulines, patitas de pollo, carretillas llenas de nueces y golosinas, hasta gelatinas y churros. La calle nos ofrece pequeños manjares que alegran las horas intermedias entre las comidas formales.
No es un secreto, los mexicanos comemos todo el día. Sí, tenemos el desayuno, la comida y la cena, pero en medio de esas “comidas oficiales” salimos a la calle en busca de lo que se nos atraviese y lo comemos ahí mismo, parados, sentados en las aceras o mientras caminamos de regreso a casa o a la oficina. Y tenemos muchísimas opciones para saciar nuestro apetito: dulces y saladas, saludables y grasosas, de día y de noche. La calle es el gran restaurante y comedor de los mexicanos.
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Aquí les pasamos un pequeña reseña de algunos de nuestros antojos callejeros favoritos.
Elotes
Las grandes cazuelas donde se cuecen decenas de mazorcas mientras despiden un aroma inconfundible son un clásico de la comida callejera en México. No debe ser un día festivo para encontrar un puesto de elotes a cualquier hora del día y disfrutar de los pequeños granos de maíz que explotan en cada mordida fusionándose con el sabor de la mayonesa y el queso rallado. Por supuesto, no puede fallar el picor de la salsa casera o embotellada más un extra de espolvoreada de chile (del que pica o del que no pica).
Hay elotes —la mazorca entera— asados a las brasas con un ligero sabor a carbón y mucho limón o en versión esquites para disfrutar a cucharadas.
Cueritos
Los cueritos tienen ese je ne sais quoi que tanto gusta y su encanto siempre será un misterio. Quizás sea la consistencia gelatinosa lo que los hace atractivos a nuestro paladar, por si solos son casi insípidos, pero bien servidos sobre chicharrón cubiertos de queso y crema con unas gotitas de salsa Valentina hacen de esta botana callejera una de las más cotizadas entre los mexicanos.
Palomitas y algodones de azúcar
Los carritos con palomitas de maíz caramelizadas y enormes algodones de azúcar color pastel representan los antojitos de antaño, esos que alguna vez hicieron felices a tantos niños y parejas que caminaban por los parques de la ciudad. Los dulces industrializados han acaparado el mercado, pero la nostalgia y nuestro gusto por lo azucarado harán que estas tradiciones tan apetitosas se queden por siempre.
Raspados y nieves
Probablemente tu madre te advirtió que los helados y raspados callejeros estaban elaborados con agua de la fuente y que debías evitarlos para salvarse de una diarrea o cualquier otra infección estomacal. Mito o no, valía la el riesgo probar de vez en cuando un refrescante raspado con jarabes color neón sabor grosella o de limón.
Jicaletas
Probablemente una de las paletas más saludables que venden en las calles y fuera de las escuelas: una rebanada de jícama clavada en un palito de madera, cubierta de chile en polvo y de preferencia mucho chamoy. (Aprovecha que el invierno es la mejor época para comer jícama). También puedes comprar un vasito con jícama en julianas.
Dorilocos
Los Dorilocos son el claro ejemplo de que los mexicanos podemos hacer lo que nos plazca con nuestros antojos. Primero: no importa la gastritis, nos encanta bañar las papitas en salsa y el limón nunca es suficiente. Después, es necesario agregarle zanahoria, pepino y jícama rallada para darle frescura y equilibrar la comida chatarra con elementos saludables (así no nos sentimos tan culpables). Esperen, la mezcla necesita una textura aún más crujiente: un puño de cacahuates no está de más para obtener el crunch perfecto. Por último, unas tiritas de cueritos de cerdo para recordar recordar otra botana emblemática de las calles de México. ¡Voilà!
Algunos dicen que los Dorilocos son de origen norteño y otros del barrio de Tepito, que más da, en realidad sólo nos importa como nos hacen salivar.
Gomitas
En forma de frutas, gusanos, pequeñas botellas de refresco, enchiladas (otra vez chile… sí, a todo le ponemos chile), aciditas y de todos los colores, las gomitas son el dulce de bolsillo para saciar cualquier antojo azucarado. Éstas son una herencia europea, porque los más fanáticos de las “gominolas” son los españoles.
Chicharrones y papitas
Los carritos de aluminio blanco con cristal son un clásico de la Ciudad de México. No hay plaza, iglesia o esquina sin ellos. Papas fritas, chicharrones de cerdo o frituras de harina hay a cualquier hora, todas estas frituras son la botana salada con más demanda en las calles.
La textura crujiente y suave que se deshace en tu boca las hace un tentempié deliciosamente adictivo. Son el gusto culposo y el pecado de la dieta que nos hace salivar y nos cuesta trabajo evitar. Más si vienen —a la mexicana— nadando en salsa picante, jugo maggi y limón.
Mangos con chamoy
Hace algunos años únicamente podíamos ver los carritos vendiendo mango en la temporada de finales de primavera y verano. Un señor partiendo mangos en cualquier esquina de la ciudad era correr desesperado hacia él antes de que la temporada terminara. Ahora es fácil conseguirlos casi todo el año y en la mayoría de los puestos callejeros donde se vende fruta, desconocemos su procedencia, pero aplaudimos que nuestro antojo por mangos pueda saciarse cuando se nos ocurra.