Desde mediados de la década de 2000, introdujeron un nivel de violencia sin precedentes: ejecuciones al estilo paramilitar, decapitaciones, cuerpos colgados de puentes. Pero esto no fue simplemente violencia psicópata. Se trataba de soldados de las fuerzas especiales del ejército mexicano, que habían recibido entrenamiento especializado del Ejército de los Estados Unidos, que desertaron y utilizaron su entrenamiento para convertirse en el cartel de drogas más temido de Latinoamérica.