Han pasado tres meses y dos días desde que el fiscal argentino Alberto Nisman fue encontrado muerto en su apartamento de Buenos Aires, con una herida de bala en la cabeza.
Aún se desconoce qué le ocurrió exactamente al fiscal argentino — que en ese momento se encontraba investigando el atentado contra el centro judío de la AMIA de 1994 y preparando una acusación magistral contra la presidenta de Argentina. Y el caso parece volverse más confuso cada día que pasa.
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El domingo pasado, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner desmontó su teoría pública inicial sobre lo que le habría pasado a Nisman ese domingo 18 de enero, diciendo que el fiscal tenía vínculos con un gestor de fondos buitre de Wall Street al que su gobierno responsabiliza, en parte, de los males financieros de Argentina.
“Como verás, todo hace juego con todo”, escribió Fernández de Kirchner en un texto publicado en su sitio web personal.
Su fuente para emitir tal acusación puede remitirse a un artículo publicado en el sitio web del diario Página/12, escrito por el ex director ejecutivo de la DAIA — la Delegación de Asociaciones Israelitas de Argentina. El artículo establecía que Nisman había dicho en una ocasión que “si es necesario”, el presidente del fondo de inversión NML Elliott, Paul Singer “nos va a ayudar”.
Presuntamente, Nisman hacía referencia a la voluntad de oponerse al memorándum de entendimiento que finalmente fue firmado en 2013 entre Irán y Argentina, con el objetivo de resolver el atentado a la AMIA.
“Estamos ante un modus operandi de carácter global, que no sólo lesiona severamente las Soberanías Nacionales interfiriendo y coaccionando el funcionamiento de los distintos poderes de los Estados, sino que además genera operaciones políticas internacionales de cualquier tipo, forma y color”, advirtió Kirchner en el comunicado.
El caso se sumergió aún más en la confusión este lunes, cuando el recurso interpuesto fue rechazado, apartando la acusación de Nisman en contra de la presidenta Kirchner. El fallo cerró con eficacia cualquier investigación sobre la denuncia de Nisman contra la presidenta.
Aun así, el misterio sobre la muerte de Nisman es considerado como una crisis de credibilidad para todo el país, y ha puesto de manifiesto profundas divisiones políticas. Decenas de miles de personas se han manifestado tanto en contra de una supuesta manipulación de Fernández de Kirchner sobre el caso, como en apoyo a ella. Las consideraciones políticas también han entrado en juego, en vistas de las próximas elecciones presidenciales en Argentina en octubre.
Una creencia popular es que el gobierno mató a Nisman o que bien ordenó su muerte, después de que el fiscal acusara a la presidenta Kirchner de encubrir su presunta participación con Irán en el atentado contra el centro judío AMIA en Buenos Aires en 1994.
El ataque al centro AMIA, que dejó 85 muertos y cientos de heridos, sigue siendo uno de los más devastadores en la historia del país. Veintiún años después, nadie ha sido procesado por el atentado y la causa de la explosión sigue siendo objeto de controversia.
Partidarios del gobierno, por su parte, hablan de la muerte de Nisman como un intento de golpe de Estado. Otros culpan a agencias de inteligencia extranjeras.
Esta teoría afirma que actores extranjeros trabajaban para dañar su credibilidad — especialmente después de las disputas con Estados Unidos y el Reino Unido. La filtración de cables diplomáticos de EEUU reveló que Nisman tenía mucho contacto con la Embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, donde al parecer lo habrían orientado en su investigación sobre la posible implicación de Irán en el atentado a la AMIA.
La investigación sobre la muerte de Nisman avanza despacio. Los fiscales a cargo del caso aún no han podido determinar cómo o incluso en qué momento preciso murió, y la batalla pública por la investigación del caso se ha complicado seriamente.
La ex esposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, presentó una objeción el 27 de marzo alegando que la fiscal a cargo del caso, Viviana Fein, estaba haciendo una mala gestión de la investigación, aferrándose únicamente a la hipótesis del suicidio.
La disputa entre Fein y Arroyo se acentuó después de que los investigadores privados contratados por la ex mujer de Nisman dieran a conocer un informe en el que se descartaba explícitamente la teoría de que la muerte hubiese sido un suicidio. Afirman que Nisman fue asesinado, sin embargo Fein sigue operando bajo la creencia de que hasta ahora la evidencia apunta a un suicidio.
El informe publicado por los investigadores de Arroyo aseguraba que el fiscal Nisman había fallecido de rodillas, y que su cuerpo había sido posteriormente movido de la posición en la que murió. También destaca el hecho de que las dos pruebas balísticas no revelaron rastros de pólvora en las manos de Nisman,
A pesar de estas críticas a las que se enfrenta Fein, su investigación continúa, y sigue considerando la muerte del fiscal como “sospechosa”. La semana pasada, los investigadores comenzaron a peritar la ropa de Diego Lagomarsino, un empleado de Nisman que habría sido la última persona que lo vio con vida. Lagomarsino admitió que le había prestado a Nisman su Bersa calibre 22, que disparó el tiro mortal.
Las pruebas preliminares no mostraron rastros de sangre en la ropa del empleado.
Lagomarsino afirma que el sábado 17 de enero Nisman le pidió que le prestara su arma. Él es un técnico informático de 35 años de edad, que trabajaba en la fiscalía de Nisman desde 2007.
“El fiscal tenía miedo”, declaró Lagomarsino a VICE News. “Quería la pistola para defenderse”.
Fernández de Kirchner se ha balanceado en distintas direcciones sobre las teorías de la muerte de Nisman. Al principio, sugirió que habría sido un suicidio.
“El fiscal vivía en la Torre Le Parc de Puerto Madero, con sistemas de vigilancia inteligentes, códigos de acceso, monitoreo de vigilancia, y custodia constante de Prefectura, y contaba además con custodia propia de diez agentes de la Policía Federal”, escribió Kirchner el 19 de enero, un día después de que el fiscal apareciese muerto.
“¿Qué podría haber llevado a alguien a tomar una decisión tan terrible como quitarse la vida?”
Más tarde contradijo esta teoría, afirmando que el fiscal probablemente había sido asesinado con el objeto de desacreditar al gobierno de Kirchner.
En una reciente entrevista, Lagomarsino dijo a VICE News que prestó su pistola a Nisman, le enseñó cómo utilizarla, e incluso le dio las balas al fiscal. Después, dijo que explicó a Nisman cómo vaciar la cámara. El fiscal presuntamente habría probado la pistola, y Lagomarsino aseguró que al dejar el arma, ésta estaba descargada.
Lagomarsino, además de ser acusado de cometer un “crimen pasional” por el senador Salvador Cabral, también fue acusado por el jefe del gabinete de Kirchner, Aníbal Fernández, de ser un espía y de informar en secreto a la Secretaría Federal de Inteligencia del ya difunto, que fue disuelta poco después de la muerte del fiscal.
Finalmente el nuevo Secretario de Inteligencia confirmó a la fiscal Fein que el informático no había trabajado para la agencia, y la administración Kirchner dirigió su enfoque hacia otros aspectos.
Estas acusaciones, y las teorías que Kirchner defendía en la televisión nacional y en Facebook, en un primer momento ayudaron a que Lagomarsino fuese visto con simpatía por una parcialidad del público. Sin embargo, este apoyo comenzó a desvanecerse cuando los peritos de Arroyo informaron el 16 de marzo que la muerte podría haber ocurrido mientras Lagomarsino todavía estaba en el apartamento de Nisman ese sábado por la noche.
Como resultado, Lagomarsino fue nuevamente nombrado principal sospechoso. El técnico cobraba más de 4,500 dólares al mes por sus servicios. Aunque los fiscales del caso AMIA sabían quién era y que visitaba esporádicamente la oficina de Nisman, pocas personas sabían cuál era exactamente su función dentro de la oficina de Nisman.
“Si buscan en mi al responsable de la muerte, no buscan la verdad. Cometí el error de darle el arma”, aseguró Lagomarsino a VICE News y agregó: “Confío en la Justicia. Se va a probar que soy inocente y muchos de los que me llamaron asesino me van a tener que pedir perdón. Ahora estoy preocupado por el futuro”.
Después de meses de acusaciones y diferentes hipótesis, el país todavía está tratando de averiguar qué pasó exactamente con Nisman.
Aún está por determinar si su muerte fue realmente un suicidio o no, o si se trató de un “suicidio inducido”, como afirman algunos senadores, o incluso el secretario de Justicia Julián Álvarez.
O si se trató de una operación del Mossad, como algunos partidarios del gobierno han sugerido. O si hubo participación de un comando venezolano coordinado por el jefe del Ejército argentino César Milani, como ha sugerido Eduardo Van Der Kooy, editor del diario opositor Clarín. O si se trató de una operación iraní, como ha afirmado el servicio de inteligencia israelí Debka. O si bien fue un crimen pasional, como señaló el senador kirchnerista Cabral.
Del mismo modo que con la investigación de los atentados del centro judío de la AMIA, que consumieron la última década de la vida de Nisman, la verdad sobre los responsables de su muerte aun parece lejos de esclarecerse. Ambos casos formarán parte de las batallas en el camino hacia las próximas elecciones presidenciales de octubre.
Sigue a Gaston Cavanagh en Twitter @GastonCavanagh.