Música

Cómo la antigua capital del rock en Venezuela dejó morir a la música


Foto tomada del Facebook de The pelaball

Se decía que Valencia era la capital del rock venezolano. Un conocido locutor, llamado Alfredo Escalante, la apodó así en el siglo pasado. Fue durante los años 60 y 70 cuando la alta clase valenciana escuchó por primera vez a Los Gatos Negros, Los X5, Grupo C, Arkangel, entre otras bandas. Fueron tantas agrupaciones y eventos que la música se convirtió en un estilo de vida. Hoy la historia es otra. El epicentro del género en el país ahora es un lugar oscuro y aburrido.

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«¿Qué le pasó a esta cosa?», pregunta un hombre de mediana edad que viste una franela de Arkangel, banda referente de Heavy Metal. «Está jodida como el país entero, hermano. Pero aquí había movida», le responde otro hombre. Ambos parecen hablar seriamente en una conocida licorería de la Av. Bolívar. Quizás es el ritmo acelerado de su bebida lo que les causa anhelo por el pasado, o tal vez porque están en lo correcto.

Carlos Zerpa afirma la hipótesis. Este valenciano se define como un melómano y artista plástico que publicó un libro sobre el género en la ciudad, llamado Buen rock esta noche, haciendo memoria en torno al rock. En la justificación de su obra el autor indica que había poca información sobre el tema. Tanto, que en internet no hay ni una sola canción de bandas como Un Camino, Los Monarcas, Los Bacterias, The Hoyers, Los Turbulents y otras.

A pesar de tal carencia él considera que el movimiento de ese entonces fue “vivo”. El de estos últimos años lo contrario. Califica además de cinco a diez la cantidad de toques. Una de las razones es que hay un solo bar que le abre las puertas al rock. «Deberían de acontecer múltiples conciertos tomando todos los espacios de la ciudad».


Carlos Zerpa, foto vía.

La crisis económica y social de Venezuela parece debilitar una ciudad que una vez fue apodada La Capital del Rock Venezolano. Ahora se organizan toques cada tres o cuatro meses y “si acaso”. Por eso Daniel Yánez, de la productora Sin Etiqueta Inc. prefiere aportar y no criticar.

Yánez considera que la mayoría de los locales no se interesa en el rock. Incluso numerosas bandas se presentan algunos fines de semana en el único local destinado al público rockero. Generalmente los dueños convocan agrupaciones que hagan tributos a Guns N’ Roses, Metallica, Nirvana, Korn, entre otras conocidas. Es por eso que Sin Etiqueta Inc. es uno de los pocos colectivos interesados y pudientes que materializan algún toque, la mayoría de punk y hardcore.

Otro factor es la ausencia de productoras con alto presupuesto. Yánez relata desde su experiencia que al menos un evento barato sobrepasa aproximadamente 100 mil bolívares, más de 15 mil dólares según la mínima tasa de cambio legal impuesta por el Gobierno.


Flyer de la productora Sin Etiqueta Inc. caracterizada por organizar tocadas de punk

Por otro lado Denis Miraldo, quien trabaja en la dirección de Fundacultura, institución representada perteneciente a la alcaldía (ayuntamiento) y encargada de manifestar las reproducciones culturales, considera que el rock ha evolucionado en el aspecto técnico de la interpretación musical. «Aquí hay calidad y cantidad, pero pocos espacios para demostrarlo».

Es por eso que algunos organizan eventos privados en sus casas. Un caso es el de Miguel Ochoa, comerciante y fanático del género. No toca instrumento alguno, pero de vez en cuando paga lo necesario para que sus amigos toquen. Ellos le ayudan con algo de dinero. En otras ocasiones transportan sus sencillos equipos de ensayos para armar un toque modesto. «Si las bandas pagaran entre todas para tocar así sea en casas, hubiera más vida».

Tanto él como muchos fanáticos coinciden que a partir del 2011 el género comenzó a morir. Moisés Conde es uno de esos creyentes. Argumenta que los pocos organizadores perjudicaron “la movida” gracias a eventos de mala calidad, aparte de ultrajar los bolsillos. Ahora su filosofía es disfrutar de bandas valencianas en otras ciudades o escuchar música en reproductores mientras habla con amigos en compañía de porros, alcohol y libros.

División


Foto tomada del Facebook de HolySexyBastards

Valencia es conocida por el resto del país como una ciudad acentuadamente dividida. En el norte viven las clases alta y media alta, quienes mantienen diferencias culturales e ideológicas con quien pertenezca al otro lado. El sur, donde se sitúa la clase media baja y la baja. «Eso pasa en todo el mundo», manifiesta Miraldo, pero afirma que el silencio de conciertos se debe a la enmarcada división. Cualquier valenciano sabe que no es lo mismo un rockero de clase alta, quien tiende a imitar patrones foráneos, a uno que viva en zonas populares. Este se caracteriza por tocar canciones con sentido social. Bandas como Berza, Gigante Roja, Martes 13, Piolet, entre otras, defienden ese bastión rebelde.

Por lo contrario, hay agrupaciones como Cronovisor, The Pelaballs o Holy Sexy Bastards, (esta última ganó el Festival Nuevas bandas en Caracas del 2012), que componen letras más tranquilas y frescas a través de ritmos pegajosos a lo garage, alternativo y punk. Jesús Konde es el vocalista de Berza y piensa que los valencianos se toman muy en serio qué caros deben ser los instrumentos y cómo hay que vestirse. “Para que el único local de aquí te preste atención debes actuar y sonar como bandas estilo Artic Monkeys, The Killers, Radiohead o algunas otras viejas de Heavy y Punk. Así también pasa con las emisoras de radio.”

Para Denis Miraldo hay un cierto número de músicos que ven el éxito como un puente a países como Estados Unidos, México o Argentina, donde grandes circuitos impuestos por la industria se han instalado satisfactoriamente. «No hay un valor de lo que hay acá. Estamos en una ciudad donde se viven los valores de la competencia y apariencia». Sin embargo, Carlos Zerpa siente que si las bandas se uniesen ellas mismas podrían crear eventos de verdad. Esto sería importante porque esa es la forma de hacerse sentir. Mientras se repita la división, el género no se amplificará.

Contra un festival importante


Foto por Eduardo Valencia.

Luego de que algunos músicos presentaran una propuesta al ayuntamiento en el año 2000, se vio por primera vez la tarima del Festival de rock 100% venezolano, una serie de conciertos que daba cabida a diferentes géneros para todos los gustos. Su cuarta edición, en donde cerró la banda colombiana Aterciopelados, se convirtió en el evento de mayor duración en Latinoamérica tras 15 días de música. Hoy la historia es diferente. Desde sus inicios el festival no ha sido declarado patrimonio cultural de la ciudad. De serlo se podría organizar ininterrumpidamente. Hasta esta fecha ha habido nueve festivales a pesar de los cortes presupuestarios. Este se ha convertido en la única excusa del ayuntamiento al momento de hablar sobre una nueva edición.

«Aún estamos en la lucha de declararlo patrimonio cultural de la ciudad», expresa Miraldo, quien es además una de las referencias actuales al momento de hablar sobre el festival. El ayuntamiento hasta hoy aún no se ha manifestado ante la petición de él y otros músicos quienes aclaman un evento anual de calidad y cantidad.

La edición del año pasado no se materializó. La culpable es la crisis económica, pero Miraldo cree que una de las causas es la falta de interés de la clase dominante, quien es representada por numerosos funcionarios públicos. Es por eso que cataloga de “lento” el proceso de aceptación dentro y fuera de la institucionalidad política. Más cuando se trabaja para ella, como él lo hace. «Todavía el conservadurismo conspira desde la oscuridad para mantener a la ciudad literalmente oscura».

Sólo Caracas


Foto tomada del Facebook de La Vida Bohéme

La capital de Venezuela es la que durante los últimos años ha exportado bandas como Zapato 3, Desorden Público, Caramelos de Cianuro y hoy agrupaciones como La Vida Bohème u Okills. Caracas ha sido una referencia al hablar de este tipo de música. ¿Pero qué le queda Valencia? Carlos Zerpa cree que el éxito no es tocar en el Distrito Capital o ganar el Premio Pepsi, una ceremonia que galardona a grupos musicales de diferentes géneros. Uno de los favoritos: el rock. «Pienso que las bandas valencianas están como esperando que lleguen de Caracas y las descubran y les hagan sus conciertos. Esto es un pensamiento equivocado».

En Venezuela hay un famoso dicho que al parecer ha causado daño moral en el interior del país. El Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra es la representación de una cultura globalizada creyente del concepto de civilización como una enorme metrópoli, donde modernos y numerosos edificios son la primera regla. Es por eso que Miraldo apuesta en apreciar lo propio para levantar una movida.

Quizás para hacerlo se necesitaría atrevimiento. Por ejemplo, tomar espacios e improvisar pequeños toques es una propuesta que pocos harían. «Si se toma una esquina, plaza o incluso un lugar abandonado, sería arte. Pero si lo haces en Valencia eres un loco al que pocos tomarán en serio. Ese es el problema», critica Joyce Rodríguez, bajista de Berza.

Un hobbie


Hasta ahora solo ha un lugar en Venezuela inspirado en el rock. Foto por Eduardo Valencia

El rock es un hobbie para la mayoría de los músicos. La aceptación cultural del género por parte de la ciudad es escasa debido al auge del reggaetón, salsa y pop, estilos musicales que producen figuras e ídolos continuamente a tal punto que pueden vivir “decentemente” de sus géneros, gracias a numerosas presentaciones que se desarrollan en diferentes espacios. Durante los últimos años algunos doctores, abogados, periodistas, ingenieros y obreros han demostrado amor por el género, pero llevarlo a lo profesional les resulta difícil porque no cuentan con tiempo y dinero. La forma factible de que suban a un escenario es tocando en orquestas, ensambles y tributos a otras bandas.

Una de esas historias es la de Fabián Delgado, un trabajador al que siempre le ha gustado esta música. Tanto que un día compró una batería y logró juntar una banda que Valencia y Venezuela no conocieron: Los Hobbies. Una fusión de Post Punk y Grunge. «Era otra época. Había más oportunidades, pero lo vi como un hobbie porque nunca estudié música y porque la mayoría de los valencianos no valoran lo de aquí. Lo que hacen es abrirles sus piernas a cualquiera de afuera».

Aún no ha llegado el final. Carlos Zerpa cree que el rock en Valencia no ha muerto porque han nacido más de 50 bandas a pesar del alto costo de instrumentos, producciones discográficas, y falta de espacios. Sin embargo, con el paso del tiempo sigue convirtiéndose en una ciudad de fantasmas que quieren revivir el género.

NOTA DEL PERIODISTA: Escribí y llamé a más de diez bandas activas para entrevistarlas y sólo accedieron dos compañeros que tocan conmigo. Esto demuestra la desunión y falta de interés. Si ni les importa a los grupos ¿a quién sí? Me gustaría escuchar y leer opiniones al respecto. Gracias a quienes sí respondieron mis inquietudes.