La piel artificial acabará con las pruebas en animales (en cuanto podamos producirla en masa)


Un conejo es sometido a la prueba de Draize, un ensayo de toxicidad aprobado por la FDA que consiste en aplicar sustancias químicas en los ojos de animales inmovilizados para observar los efectos (imagen vía PETA/ Wikipedia)

Los productos que has usado esta mañana para ducharte han tenido que superar una serie de controles de seguridad para ajustarse a la normativa mundial. En función de la marca, tu champú habrá sido aprobado para su uso tras varios métodos de experimentación, la mayoría de los cuales consisten en aplicar sus componentes químicos sobre la piel rasurada de animales, a los que se quitaba la vida poco después de la prueba, según afirman los defensores de los derechos de los animales.

La proliferación de leyes que prohíben la experimentación con animales ha empujado a las empresas a buscar alternativas. Los métodos van desde pruebas con voluntarios humanos, simulaciones con programas informáticos o pruebas realizadas en piel de alta tecnología generada en laboratorios.

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El desarrollo más reciente en este campo ha sido la colaboración entre el gigante de los cosméticos L’Oréal y la recién creada empresa de bioimpresión en 3D Organovo.

Este proyecto conjunto permitirá al fabricante de productos de belleza imprimir piel humana en 3D para probar sus componentes, algo que ninguna otra empresa del ramo ha hecho nunca, y abre la posibilidad de industrializar el proceso de fabricación de piel. Así pues, ¿estamos muy cerca de erradicar las pruebas con animales?

La experimentación con animales hoy

Si bien la legislación al respecto varía en función de cada país, pero en EUA, por ejemplo, las empresas de cosmética está obligadas a probar sus productos antes de comercializarlos desde 1938, cuando se aprobó la Ley federal de alimentos, medicamentos y cosméticos (FDC por sus siglas en inglés). La ley se aprobó en respuesta a varios accidentes sonados ocurridos con productos no probados, como un tinte para pestañas que causó ceguera por quemaduras químicas a muchas mujeres.

La normativa no especifica que se deban probar los productos en animales, pero sí que exige a los fabricantes que justifiquen de algún modo la seguridad de los mismos y sus componentes, cosa que muchos siguen haciendo en sujetos vivos.

Según datos de Humane Society, cada año cientos de miles de ratones, conejillos de indias, ratas y conejos son sometidos a pruebas para determinar la idoneidad de uso de barras de labios, rímel, champú y colonias.

Estos productos se frotan contra la piel y los ojos de los animales y a menudo les provocan lesiones en forma de irritación, úlceras e incluso ceguera. No les administran ningún analgésico y, por lo general, suelen matarlos una vez acabado el experimento, ya sea asfixiándolos, rompiéndoles el cuello o decapitándolos, según declara Humane Society.

Desde hace unos años, se ha apreciado una tendencia hacia el abandono de las pruebas en animales, al menos en la Unión Europea y los EUA, según Kim Paschen, directora de un programa inscrito en la iniciativa para concienciar sobre la crueldad hacia los animales Leaping Bunny.

Leaping Bunny está formado por una coalición de ocho organizaciones para la protección de los animales de EUA y Canadá que otorga certificados a aquellas empresas que no lleven a cabo pruebas con animales en ninguna de las fases de desarrollo de sus productos.

Hasta la fecha, son más de 600 las empresas que han recibido el certificado en ambos países, y más numerosas incluso en Europa, afirma Paschen. Sin embargo, la disparidad de requerimientos para la comercialización de productos en todo el mundo dificulta la erradicación de esta práctica.

“En general la experimentación con animales ha disminuido, pero constantemente aparecen nuevos productos que se siguen probando en animales”, explicó. “En EUA ya no es tan común, pero en países como China representa un gran problema debido a los estrictos requisitos y medidas que impone su Gobierno y que obligan a realizar pruebas en animales la mayoría de las veces.”

“El mercado de los cosméticos en China está creciendo a gran velocidad, lo que contribuye a la subsistencia de la experimentación con animales”, dijo. Humane Society ya había informado de que, solo en China, cada año mueren hasta 300.000 animales víctimas de la experimentación.

El año pasado, China relajó un poco su normativa y ofreció a los fabricantes la opción de usar métodos de experimentación alternativos para probar la inocuidad de sus productos.

Pero según datos de Humane Society, sigue habiendo gran cantidad de productos para los que se requieren pruebas en animales, como los importados o de “uso especial” (tintes para el cabello, crecepelos, desodorantes y protectores solares).

Paschen afirma que este rechazo mundial a las pruebas con animales no solo ha sido impulsado por los grupos de defensa de los mismos, sino por los deseos de los fabricantes de poder realizar pruebas más precisas.

“Las pruebas con animales no son efectivas porque se está comparando un organismo no humano con el del ser humano, por lo que los resultados varían”. Por eso, cada vez son más las casas de cosméticos que se inclinan por otros métodos o que están desarrollando sistemas para simular la piel humana.”

Experimentar en seres humanos: la opción más barata

Decir que las pruebas en animales han dejado de respaldarse es quedarse corto. Humane Society asegura que el 81 por ciento de los canadienses, el 73 por ciento de los estadounidenses y el 81 por ciento de los australianos censuran esta práctica. La Unión Europea prohibió los ensayos en cosméticos acabados sobre animales en 2004, y en 2003 las pruebas en los mismos de ingredientes separados. La medida vino precedida por una agresiva campaña organizada por PETA, con manifestaciones, llamadas telefónicas y más de 20.000 mensajes de email.

Anticipándose a la prohibición europea, las principales casas de cosméticos empezaron a buscar alternativas rápidamente, invirtiendo cientos de miles de dólares en investigación, viéndose incluso obligadas, en algunos casos, a colaborar con la competencia. Los fabricantes continúan desarrollando métodos alternativos como los modelos por ordenador o la producción de piel artificial.

L’Oréal se precia de ser una de las primeras en aplicar la tecnología del cultivo de piel para este propósito, cuyo origen se remonta a la década de 1970.

“Hace cuarenta años se sabía muy poco sobre la fisiología de la piel. ¿Era posible crear en un laboratorio piel que tuviera el aspecto que la de verdad y reaccionara como esta?”, explicó a Motherboard un representante de L’Oréal. “Dos científicos de nuestra empresa respondieron a esta necesidad y, en 1975, lograron obtener una muestra de piel real creada in vitro , antes incluso de que se lograra reconstruir cualquier otro órgano”.

La historia ha pasado a ser parte de la sabiduría tradicional de L’Oréal. Motherboard no ha podido constatar la veracidad del descubrimiento y el fabricante se ha negado a aportar más información al respecto. Sin embargo, según Case Studies in Innovation for Researchers, Teachers and Students, la investigadora de L’Oréal Marcelle Régnier fue la primera que consiguió reconstruir con éxito piel humana en 1983.

Por otro lado, el libro indica que, en el mismo periodo, la investigadora francesa Estelle Tinois desarrolló un kit de piel artificial mientras trabajaba en el laboratorio de investigación Imedex, en Lyon. Su método se basaba en la creación de piel artificial a partir de células donadas de queratinocitos, que es el tipo de célula predominante en la capa más externa de la piel (epidermis). Bautizó su creación como Episkin, tecnología que L’Oréal adquirió en 1997 y que empezó a comercializar a otras casas a partir de 2001.

Las células de queratinocito provienen de tejido donado por pacientes que se han sometido a cirugía plástica. Las células de piel recogidas para las muestras se cultivan en una epidermis artificial a partir de una matriz de colágeno. La piel reconstruida crece en capas, como la real, y tarda cerca de una semana en formarse. Episkin ofrece varios modelos de epidermis reconstruida y la posibilidad de escoger el tono o la edad de la misma.

L’Oréal integró esta tecnología en un kit llamado “modelo Episkin” y que consta de 12 tubos de ensayo, cada uno de los cuales contiene fragmentos de epidermis artificial. En 1998, el Centro Europeo para la Validación de Métodos Alternativos (CEVMA) validó este modelo como alternativa para experimentación con la piel en la UE. El objetivo del gran fabricante de cosméticos era comercializar los kits Episkin con fines de seguridad. Hoy día, más de 100 empresas de cosmética, farmacéuticas y de productos químicos pueden adquirir dicha tecnología para probar sus productos con seguridad.

La investigadora Nadia Shakoor, que trabajó en L’Oréal entre 2005 y 2009, afirma que, por ese entonces, la empresa ya había dejado de probar sus productos acabados en animales y que recurría tanto a sujetos humanos como a los kits de Episkin.

Shakoor explicó que mediante esta piel artificial es posible evaluar aspectos como la absorción, la untabilidad, la textura, las alteraciones en el color y, hasta cierto punto, la irritación que puedan causar. Sin embargo, su elevado coste les obliga a recurrir a la experimentación en seres humanos en ciertas fases del desarrollo del producto.

L’Oréal no ha querido hacer comentarios sobre el precio de Episkin, aunque algunas fuentes mencionan que cada muestra asciende a unos 70 dólares. En el caso de las pruebas en personas, los sujetos reciben una compensación económica a cambio de llevar puesto un parche durante 48 horas.

“A mí personalmente no me gustaba que experimentáramos con personas”, confesó Shakoor. “Como ocurre con muchos otros productos de cosmética, a veces producen reacciones alérgicas o sensibilidad a ciertos componentes químicos, aunque solo sea a un 1 o 2 por ciento de la población. Prefiero experimentar con animales o con tejidos artificiales como Episkin que con gente que necesita dinero y está dispuesta a sacrificar su salud por conseguirlo.”

L’Oréal continúa desarrollando modelos de piel y alternativas a la experimentación con seres vivos. Además de la citada Episkin, en 2006 la firma adquirió el 81 por ciento del capital social de SkinEthic, antiguo competidor que utiliza otro método para la reconstrucción de tejido cutáneo.

Otro sector de la investigación se centra en hallar formas más eficientes de producir piel artificial más parecida a la real. En 2009, el centro de investigación alemán Fraunhofer-Gesellschaft anunció que estaba en proceso de creación del primer sistema totalmente automatizado de producción de modelos de piel de dos capas.

Uno de los investigadores del centro, Jörg Saxler, dio una explicación a la necesidad de producir piel en cantidades industriales.

“La producción es compleja y requiere mucho trabajo manual”, dijo en una conferencia de prensa. “Ni siquiera las empresas consagradas son capaces de producir más de 2.000 muestras diminutas al mes. Sin embargo, la demanda anual solo en los EUA asciende a los 6,5 millones, lo que supera con creces la capacidad de producción actual.”

En 2011, L’Oréal abrió nuevas instalaciones en Francia, donde se producen 100.000 unidades de tejido artificial cada año mediante ambas tecnologías. Cada muestra tiene un tamaño de 0,5 centímetros cuadrados. Según Bloomberg, L’Oréal utiliza para su propia investigación la mitad de la piel que produce y vende el resto a otras firmas.

En marzo de 2013, L’Oréal anunció oficialmente que abandonaba la experimentación de sus productos e ingredientes en animales. La noticia llegó un año después del lanzamiento de su Vivero Tecnológico, ubicado en las instalaciones de los laboratorios de investigación e innovación de la empresa. Su objetivo es el desarrollo de tecnología nueva en ese y otros ámbitos.

Además de los modelos de piel artificial, L’Oréal se sirve también de análisis predictivos, ya sea mediante programas informáticos o el diseño de moléculas químicas con ordenador para evaluar la interacción de los ingredientes con la piel humana.

“L’Oréal considera que el futuro de la experimentación segura pasa por el desarrollo de estrategias alternativas y ‘predictivas’”, reza el sitio web de la empresa en referencia a las pruebas con animales. “Este enfoque se basa en el considerable avance científico logrado en materia de modelos de piel artificial, modelación molecular y procesamiento de datos de alto rendimiento.”

El camino hacia la producción industrial de piel

Organovo es la última empresa a la que ha recurrido L’Oréal para lograr su objetivo. Esta empresa dedicada a la medicina regenerativa utiliza la tecnología de la bioimpresión creada en Missouri-Columbia en 2005 e implementada de forma oficial en 2007.

Organovo ya había trabajado en el desarrollo de tejidos humanos con bioimpresión anteriormente, como en el caso del tejido hepático para pruebas de toxicología. Aunque gran parte de su trabajo se basa en colaboraciones con otras empresas, esta será la primera vez que su tecnología se utilice en la industria de los cosméticos.

“Todos nuestros tejidos están creados a partir de células humanas”, aseguró un representante de Organovo a Motherboard. “Piensa que es como una impresora 3D de tejido humano.”

La bioimpresora de Organovo tiene unas dimensiones de 18 por 24 pulgadas y puede alojarse en una cabina de bioseguridad estándar para mantener células y tejidos estériles. Las células humanas se colocan en una matriz en 3D, donde crecerán hasta convertirse en tejido funcional.

“En el caso de la piel, quiere decir que puede haber distintos tipos de células en cada una de las capas”, dijo el portavoz.


Imagen del modelo de un tumor de pecho bioimpreso, cuyo aspecto bajo el microscopio es muy similar al de la piel impresa con esta tecnología. (Imagen de Organovo)

La creación de piel sigue un proceso similar al que utilizaba antiguamente Organovo para bioimprimir tejidos, según explica el representante. Pero con cada nuevo tejido hay una curva de aprendizaje.

“La piel posee características específicas muy interesantes, como las múltiples capas, los folículos capilares, las células inmunitarias y el hecho de estar constantemente expuesta al ambiente”, dijo.

También nos aseguró que, hasta donde Organovo sabía, era la única empresa que realizaba bioimpresiones de tejidos totalmente celulares en 3D. Ello otorgaría a L’Oréal derechos exclusivos sobre esta tecnología.

“Entre las mayores ventajas potenciales de la bioimpresión en 3D están la velocidad de producción y el grado de precisión que este tipo de tecnología puede lograr”, dijo Guive Balooch, vicepresidente mundial del Vivero Tecnológico de L’Oréal. “Todavía nos encontramos en la fase preliminar de nuestra colaboración, pero ahora mismo L’Oréal está centrada en mejorar la precisión y la capacidad de replicar la piel de forma consistente.”

Bioimpresora 3D de Organovo (imagen por Organovo)

Entretanto, las empresas de la competencia siguen desarrollando sus tecnologías de experimentación. En enero de 2014, Procter & Gamble creó un sistema alternativo para la prueba de alergia consistente en mezclar en tubos de ensayo los ingredientes de sus productos con péptidos que imitan el tejido cutáneo y observar la reacción resultante.

Unilever, la corporación detrás de marcas como Dove y Axe, invierte 3 millones de euros anuales en el desarrollo de alternativas a las pruebas en animales, como modelos matemáticos que permitan predecir posibles alergias cutáneas.

Las empresas de cosméticos tienen vía libre para aplicar las pruebas de opacidad y permeabilidad de la córnea bovina y del ojo de pollo aislado, en las que se aprovechan los ojos de estos animales una vez muertos en lugar de usar animales vivos para probar el grado de irritación de sus productos.

Otras empresas de cosméticos se limitan a utilizar para sus productos solo ingredientes clasificados como seguros, evitando así tener que experimentar con animales.

Pese a lo incipiente de la colaboración entre L’Oréal y Organovo, este constituye el paso más reciente hacia la obtención de alternativas tecnológicas y accesibles a la experimentación con animales. Por el momento, las opciones actuales resultan costosas.

Traducción por Mario Abad.