La pregunta del día: ¿Qué es lo más bizarro que te ha pasado compartiendo piso?

“Estoy harto de compartir piso con gente que no conozco”.
“El nuevo cena en su habitación y no saluda por el pasillo”.
“No vuelvo a vivir con amigos, acabas peleándote con ellos”.
“Quiero vivir solo. ¿Tengo que esperar a los 40?”
“Mi compañero ligó anoche y vengo a currar de empalmada”.
“¿Cuántas lavadoras pones al día? ¿Siete?”
“¿Quién fue el último que limpió el baño?”

Somos y seremos la generación de los pisos compartidos hasta nueva orden. En la mayoría de anuncios de alquiler se busca “compañero responsable, educado, limpio, no fumador, mentalmente estable, trabajador, no estudiante, vegetariano, no fiestero, que quiera convivir, no vivir en un hostal, que sepan tocar algún instrumento y haga yoga los domingos”. ¿Existe alguien así? Como llega septiembre y comienza la búsqueda de habitación, hemos salido a preguntar por experiencias que suban un poco el ánimo.


CECILIA Y SERGI

Cecilia: Un chico buscaba compañeros de piso. Yo entré a vivir allí y, al poco, mis compañeros y yo empezamos a flipar porque veíamos al tío todo el día tirado en calzones en el sofá. Nosotros le preguntábamos qué hacía con su vida y cada vez nos ponía una excusa distinta. Al final descubrimos que nos subalquilaba a todos y se pagaba la vida con nuestro dinero. ¡Encima el tío iba todo el día en calzones por la casa!
Sergi: Tampoco me han pasado cosas muy bizarras. Lo típico que te despiertas para ir a currar y te encuentras a 14 personas durmiendo en el suelo del pasillo, en los sofás del salón…

¿Lo típico? ¿Cuánto duraste allí?
Bueno, era una casa en Ibiza y me quedé todo el verano. Yo también me lo estaba pasando bien. Pagábamos cinco, pero llegamos a vivir 11 personas.

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MANUELA

Un tío húngaro que era pintor me alquiló una habitación en un piso para tres personas, así que suponía que tenía que buscar otra persona más. Él dejó de salir a pintar, me esperaba todo el día en la casa, me preparaba la comida… Luego dijo que no iba a buscar a nadie más, que estaba bien solo conmigo. El día de mi cumpleaños, hizo una cena y había comprado una botella de vino. En la etiqueta ponía “Manuela”. Me fui de allí.

¿No te conquistó?
No, era feísimo y gordo.


LLORENÇ

Pues la verdad es que tampoco me ha pasado nada muy raro, he tenido suerte. Recuerdo que, cuando vivía en Londres, un día llegué a la puerta de mi casa y cuando saqué las llaves para abrir escuché unos ruidos detrás de los cubos de basura. Miré bien y descubrí a mis compañeras de piso escondidas detrás de los cubos de basura cagadas de miedo porque pensaban que alguien había entrado en casa.

¿Y era verdad?
¡Qué va, estaban locas!


ÁLVARO

En el piso en el que vivía en Poble Nou entró a vivir un chico argentino. Lorena, mi compañera, se levantó una mañana para ir a la escuela y fue al baño, pero estaba ocupado. Escuchó un montón de voces de tíos y tías, golpes, risas. Ella llamó para que salieran y, cuando la puerta se abrió, salieron dos niñas de unos 18 años en sujetador, otro tío más y el argentino. Cuando Lorena entró, la cortina de la ducha no estaba, todos los botes de gel y champú estaban acabados, los cepillos de dientes y los desodorantes de roll-on utilizados y con pelos ajenos. El baño olía a una mezcla de vómito, orina y sexo y había restos de coca y colillas de porros por todos lados. Lorena tuvo que bajar a arreglarse al bar de abajo para ir a clase.

Bueno, una orgía muy higiénica.


MARTA

Mi hermana y yo vivimos en un piso con una pareja: un francés y una tailandesa que no entendían ni papa de español. Ella trabajaba en un restaurante tailandés y, una vez por semana, se encerraba en la cocina y la llenaba de boles de arroz, carne al curry y cosas así. Hacía una peste en la casa… ¡La tía cocinaba la comida del restaurante en nuestra casa! Lo peor de todo es que no lo fregaba y teníamos que hacerlo nosotras sin que nos pagara el restaurante.

¿Algo más?
Sí. Una vez viví en piso con terraza, y una noche hice una cena con mis amigos. Eran sólo las 10 de la noche y vino el vecino de la terraza de al lado a decirme que “tu libertad acaba dónde empieza la mía”. ¿Tú te crees?


L. [L prefiere mantenerse en el anonimato pero quería contarnos su historia]
Una de mis compañera de piso llamó a la Policía diciendo que estaba en casa a punto de suicidarse. Los agentes se presentaron en nuestro piso buscándola y ella no estaba allí.

¿Y dónde estaba?
Estaba de fiesta. Lo hizo por llamar la atención. Fue una de muchas.


CLAUDIA
Tengo dos de cuando vivía en Malasaña, Madrid. La primera fue un día que me desperté para ir a currar. La casa estaba llena de gente. Fui a la cocina a desayunar y me encontré a un vagabundo de unos 60 años tirado en el suelo y agarrado a un bastón. Mi compañera de piso me dijo que lo conoció volviendo de juerga, le había dado pena y por eso le invitó.

¿Y la segunda?
Otra de las compañeras ligó una noche. Al día siguiente, nos contó que el tipo le preguntó por sus inclinaciones políticas mientras estaban en el asunto. También que la despertó por la mañana cantándole “Señora”, una canción de Bertín Osborne.

¿Volvió a quedar con él?
Sí, pero sólo porque lo llamábamos “El Fémur”, imagínate.