La primera FILBO: gobiernista, liberal y un poquito pop

Este 25 de abril se abren las puertas de la edición número 30 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, un aniversario que celebra las 30 ferias seguidas dedicadas a la literatura, al arte y al ocio nutritivo.

La primera feria del libro, el prototipo de la que tenemos ahora, nació en 1936 y, lamentablemente, hasta ahí llegaría, al menos por 52 años. La segunda versión de la feria se realizaría hasta 1988. Nadie explica a qué se debe el bache o, al menos, nadie lo dejó por escrito. De cualquier manera, tocó esperar medio siglo para que reviviera el espacio que la cultura llevaba pidiendo a gritos desde los treinta y que hoy sigue mandando la parada en cuanto a difusión de la literatura.

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Y aunque ya es tarde para lamentarse por esos años perdidos, nunca los es para recordar.

Por eso, y a propósito del cumpleaños número 30 de la feria, me metí a una hemeroteca para escarbar los vestigios de la “Feria Popular del Libro” —el primer nombre que tuvo el evento— y ver cómo fue aquel salto vanguardista impulsado por Jorge Eliécer Gaitán, el entonces alcalde de Bogotá. La información no era mucha y la poca que había estaba en una letra ridículamente ilegible. Aquí les dejo algunas de las cosas que logré descifrar en la búsqueda de las raíces de la feria de literatura más importante del país. 

Es muy poco lo que se sabe de este corto aliento cultural de Gaitán, pero por lo que quedó en la prensa, tuvo la misma dinámica que las ferias actuales: hubo invitados, conciertos, conversatorios y conferencias. A una escala menor, por supuesto.
La Feria Popular del Libro arrancó el sábado 3 de octubre del ’36 con un discurso de Gaitán. Ni idea qué habrá dicho, pero seguro pronunció palabras encantadoras, promisorias y vehementes empuñando su lucha por la cultura bogotana: el motor de su efímera alcaldía (desde junio de 1936 hasta febrero de 1937). 

Concurra ud. a este certamen de cultura.


El domingo 4 de octubre se llevó a cabo una agenda más variadita. En la mañana se presentó la Banda Nacional y por la tarde hubo una conferencia del doctor —así está en el anuncio— Laureano García Ortiz, uno de esos manes que hizo de todo: dirigió el periódico El Liberal, fue presidente del Banco de la República, se metió en la literatura junto a su amigo José Asunción Silva y coleccionó unos 30.000 libros que terminaron siendo parte del catálogo de la Biblioteca Luis Angel Arango. Casi nada. 

Y como queda claro en la imagen de abajo, la entrada era al gratín: punto a favor para la feria vieja escuela. 

El 
El periódico El Tiempo fue un vehículo publicitario importante para el evento. Todos los días tenía un pequeño espacio con el cronograma de la feria, organizada por la alcaldía y el Palacio de la Gobernación. Y al igual que desde 1988 hasta hoy, la feria duraba varios días. En este caso fueron cinco. 
El Teatro Municipal, donde se realizó esta primera versión, fue un lugar esencial para el gaitanismo. No es por nada que desde 1973, cuando la Alcaldía de Bogotá se lo apropió, pasara a llamarse el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. El caudillo amaba el teatro: lo volvió la sede de su campaña y, claro, era apenas natural que también lo usara para albergar y darle voz a las bandas e invitados de la Feria del Libro que él mismo creó. 

El lunes 5 de octubre se nutrió con el concierto de la banda de la Policía Nacional —que, a propósito, sigue siendo un éxito—, el pianista chileno Armando Palacios —el único invitado internacional— y el “joven intelectual” Antonio García Nossa, quien en ese entonces tenía 24 añitos. Un pollo. Un pollo bien pepa que desde su época universitaria ya organizaba consejos para ayudar a los indígenas colombianos por medio del teatro experimental y que se hizo una buena reputación a nivel local con sus poemas críticos. También fue profesor de la Universidad Nacional y fundó la Facultad de Economía de donde fue sacado a patadas más adelante por apoyar a Gaitán. 

Otro invitado colombiano bien escogido que se podía escuchar sin pagar un peso. 

También hubo una convocatoria para que cualquiera mandara propuestas de afiches con el fin de escoger la imagen que tendría la Feria del ’36. Por lo que encontré, hubo tres finalistas que compitieron por llevarse el espaldarazo estético de la Alcaldía y la Dirección Nacional de Bellas Artes.  


¿Cuál les trama más?

Por lo que se leía abajo de las imágenes, el afiche del centro fue el ganador.


Señores, los concursos para diseñadores no son nada nuevo.



Durante la feria, el gaitanismo estaba a flor de piel: unos lo amaban, otros lo odiaban. Y los periódicos, al igual que ahora, no eran el cuarto poder sino el espacio donde se ejercía el poder. Por eso en periódicos de corte liberal como El Tiempo y El Espectador, se encuentra información de la feria que a duras penas se puede leer. En cambio, en periódicos como El Siglo (ahora llamado El Nuevo Siglo) se notaba la godarria de Laureano Gómez y José de la Vega, sus fundadores. Ahí no había nada de nada. Ni un pequeño aviso invitando a que la gente cayera al primer evento capitalino protagonizado por los libros.

El martes 6 de octubre continuó con la misma dinámica. Se presentó la banda del Departamento y hubo una conferencia a cargo del “ilustre escritor don Rafael Maya”, el primer secretario de aviación en el Ministerio de Guerra y el rector de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá. ¿Contradictorio? No en 1936.
Hacia la mitad del anuncio se publicita el “Grandioso concierto al aire libre como en Europa, Estados Unidos, México y Rusia” — siempre presente el sentimiento tercermundista—. La Plaza de Toros sería el escenario donde tocaría el invitado chileno de la feria, Armando Palacios, junto a la Orquesta Sinfónica. 


Asistencia del Presidente de la República (Alfonso López Pumarejo). Boletas gratis para 20.000 ciudadanos. ¡Luchemos por la cultura de Bogotá! — Alcaldía Municipal.


“‘Rosalba’ y otras novelas, casi agotadas en los puestos de libreros. Folletones y novelas pasionales con gran demanda. Tres Quijotes vendidos: los clásicos sin clientela”, afirma un artículo cuyo título asegura que Arturo Suárez y Vargas Vila eran los que más vendían. Aparentemente los bogotanos no le comían tanto a la obra más importante de la literatura en español.

Ahí tienen el balance de lo más vendido durante una feria que aún no tenía la huella de la literatura YouTuber. 
Llegaba el final. El miércoles 7 sería el cierre al ‘certamen cultural’. La banda del Departamento, el Orfeón (coros cantando a capela), la Orquesta del Centro Nacional de Cultura Social y la banda Nacional serían la cuota musical de la primera —y por mucho tiempo la última— clausura. 


La Feria Popular del Libro debió esperar hasta 1988 para resurgir de las cenizas. Cambió de nombre, de lugar y de perfil (se convirtió en evento internacional), pero mantuvo la esencia que le dio la alcaldía gaitanista en su momento. Quién sabe si de haber continuado, tendríamos, hoy por hoy, uno de los bastiones culturales más importantes del mundo. 
Aun así, este próximo martes los invitamos a celebrar las 30 ediciones de un espacio imprescindible para Bogotá que, aunque cerró sus puertas a las 10 de la noche un día del ’36, no tiene pinta de volver a cerrarlas. O eso esperamos.

*** Concurran ustedes a este certamen de cultura que se hará en Corferias desde el próximo 25 de abril hasta el 8 de mayo.