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La vez que un completo extraño me salvó la vida

Een duister metrostation

Artículo publicado originalmente por VICE en alemán.

Finalmente se acerca la conclusión del 2020, pero la pandemia continúa y no hemos logrado salvar el clima, desmantelar el patriarcado, reformar el racismo estructural o incluso convencer a los poderes fácticos de que una semana laboral de cuatro días debería ser obligatoria de aquí en adelante.

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Como antídoto para todas estas cosas malas, les presentamos una colección de historias que tuvieron un final feliz: cuando personas desconocidas intervinieron en una situación y salvaron la vida de alguien.

Nina, 22 años, estudiante de Mannheim

Cuando tenía 18 años, estaba de vacaciones en Italia con mi madre y mi hermano menor. Había tenido una discusión con mi hermano y me fui a nadar al mar sola. Las olas eran bastante altas y, de repente, me encontraba más lejos de lo que pensaba.

Cuando mi familia me vio, mi hermano saltó directamente al agua para llegar a mí. Al principio no quería su ayuda porque todavía estaba molesta por la discusión. Pensé que podía salir de nuevo y comencé a nadar hacia la orilla. Pero luego me di cuenta de que estaba usando todas mis fuerzas y no estaba yendo a ninguna parte. Fue entonces cuando me asusté.

Parecía que las olas estaban aumentando. Mi hermano estaba a mi lado, sosteniéndome, pero uno de nosotros siempre quedaba por debajo de la superficie. Cuando él intentaba levantarme, no podía mantenerse a flote. Mientras tanto, los socorristas intentaron llegar hasta nosotros en un bote pequeño, pero la corriente era demasiado fuerte. Aún recuerdo el rostro desesperado de mi madre en la playa.

Entonces, un hombre saltó al agua con otros tres tipos. Nadaron hacia nosotros y el hombre me agarró. En ese momento estaba completamente exhausta, pero mi hermano se encontraba fuera de peligro ahora que aquel hombre se estaba haciendo cargo de mí. El desconocido me llevó hasta la orilla y aterrizamos en una playa, a cientos de metros de donde yo había entrado originalmente al agua.

Paul, 26 años, estudiante de Viena

Apenas tenía un mes con mi licencia de conducir cuando me invitaron a una fiesta de cumpleaños en un pueblo cercano. Mi plan era conducir hasta el lugar y dejar mi auto ahí hasta el final de la noche. Había bebido tres o cuatro cervezas y ya estaba un poco borracho cuando empezó a circular un porro. Por desgracia no sabía que no era marihuana normal, sino spice.

Después de algunas fumadas, estaba fuera de mí mismo. Tenía sudoración y estaba temblando, y luego todo se puso negro. Aún no puedo recordar las diez horas que siguieron. Aparentemente fui una pesadilla en la fiesta, ya que me puse agresivo y comencé a romper cosas. Mis amigos me dijeron que tenían que sostenerme para mantenerme de pie.

Alrededor de las 4 AM tuve la brillante idea de subirme a mi coche. Conduje 300 metros, no sé cómo. Hacía menos 10 grados y las ventanas estaban cubiertas de hielo. Choqué contra un camellón en una glorieta.

O me golpeé la cabeza contra el volante o me quedé dormido, pero definitivamente me desmayé. La gente caminaba hacia la glorieta, tomando fotos de mi auto, cuando un taxista se bajó de su auto y corrió hacia mí. Me sacó a rastras y tuvo que someterme para quitarme las llaves del auto. Cuando me calmé, movió mi vehículo y me llevó al hospital.

Me desperté en el hospital a la mañana siguiente sin ningún recuerdo del incidente. El personal médico me dijo que había tenido un episodio psicótico. Me dieron un antipsicótico y me dejaron ir.

Sara, 23 años, estudiante de Hannover

Estaba en mi año en el extranjero en Tel Aviv y me encontraba en una parada de autobús con los auriculares puestos. Justo detrás de la parada había una casa con una cortina oscura y pesada en lugar de una puerta. Varios hombres entraban y salían mientras yo esperaba el autobús. Creo que pudo haber sido un burdel.

Un anciano encorvado se me acercó y me preguntó en hebreo si podía comprobar si su autobús estaba retrasado. Hablaba en voz muy baja, así que me acerqué a él y revisé mi teléfono móvil para responder a su pregunta. De repente, dos jóvenes me agarraron por detrás y comenzaron a empujarme hacia la casa detrás de la parada del autobús.

La calle estaba muy transitada, así que estoy segura de que la gente se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, pero nadie me ayudó. Estaba tan sorprendida que ni siquiera grité, aunque traté de usar mi peso contra los hombres. Entonces, un taxista comenzó a tocar la bocina con fuerza. Les gritó a los hombres a través de la ventanilla del pasajero que me soltaran o llamaría a la policía. Los dos hombres huyeron, y el taxista estacionó su auto y se acercó a mí. Yo seguía en completo shock. El taxista me preguntó si estaba bien y me llevó a mi trabajo sin cobrarme.

No pude localizar al taxista después para agradecerle. Es posible que me haya salvado la vida y le estaré eternamente agradecida, aunque solo haya logrado asimilar lo ocurrido tiempo después.

Anna, 36 años, Viena

Me reuní con un amigo en el cine para ver Friends with Benefits. Estaban pasando los anuncios en la pantalla cuando de repente me di cuenta de que estaba sufriendo un ataque epiléptico grave, también conocido como crisis convulsiva tónico-clónica.

Todo lo que recuerdo es estar sentada en el pasillo, vomitando. Mi amigo me dijo más tarde que dos jóvenes me sacaron de la sala y me pusieron de lado. De inmediato reconocieron lo que estaba sucediendo, incluso en la oscuridad del cine, y enseguida supieron qué hacer. Nunca supe quiénes eran.

Colin, 28 años, vendedor en Algovia

Cuando era adolescente, estaba de vacaciones en Kenia y fui picado por una medusa “avispa de mar” [uno de los animales más mortíferos del mundo] mientras buceaba. Nunca había sentido tanto dolor ni había vomitado tanto.

Inmediatamente después de la picadura comencé a sentirme mareado. De alguna manera llegué a la orilla y pude recobrar la conciencia cuando quedé tirado en la playa, donde una persona que pasaba me vio y vino en mi ayuda. Dijo que se llamaba Johnny Cash, pero no sé si era su nombre real y nunca lo sabré. En cualquier caso, me consiguió una cita con un supuesto “médico brujo”, quien me llevó a un hospital de verdad en la ciudad más cercana.

Christiana, 31 años, influencer de Viena

Estaba esperando un tren y escuchando música bastante fuerte, así que al principio no me di cuenta cuando dos neonazis se me acercaron por detrás.

Justo cuando llegó el tren, instintivamente me di la vuelta y noté a los dos hombres muy borrachos, gritándome comentarios racistas. Me dio la impresión de que intentaban empujarme hacia las vías.

De repente, un completo desconocido se interpuso entre los hombres y yo, les preguntó qué estaban haciendo y los asustó. Otras personas vieron la situación pero no hicieron nada. Sospecho que estaban asustados.

El desconocido y yo subimos al metro, pero él se subió a otro vagón. Hasta el día de hoy no tengo ni idea de quién era, ni de su nombre. Ni siquiera pude decirle gracias, estaba demasiado en shock.

Lisa, 30 años, estudiante de Montreal

Iba a Frankfurt para reunirme con un amigo y se me estaba haciendo un poco tarde. Corrí a la estación y bajé la escalera eléctrica, luego vi que el metro que iba a tomar ya estaba allí, así que corrí para tomarlo. Era uno de esos vagones viejos en los que tienes que tirar de las manijas para abrir las puertas; éstas no se abren automáticamente si algo se atora.

La puerta se cerró justo cuando iba a entrar, así que mi pie quedó atascado y la fuerza me tiró al piso. Estaba tumbada en el suelo de la plataforma y la puerta estaba atorada. El tren estaba a punto de partir y yo estaba completamente alarmada; estaba aterrorizada.

Algunas personas en el tren se dieron cuenta y causaron un gran alboroto, intentando abrir la puerta. Mientras tanto, dos personas en la plataforma me jalaron fuera de la puerta. Era una mujer de cincuenta y tantos años y un hombre que apenas recuerdo.

La mujer me ayudó a levantarme y se ofreció a buscar ayuda. Yo estaba temblando y en tal estado de shock que rechacé su oferta. Ni siquiera sé si le agradecí en absoluto. Poco después, volví a estar sola. Terminé caminando hacia el lugar a donde iba.