Brexit significa Brexit. ¿Pero qué significa el Brexit para mí? ¿Y qué significa para el futbol, el equipo que amo y en el que me gano la vida? En 2016, el año del interés egoísta, este tipo de reflexiones particulares se permiten. Claro que me preocupa el impacto que tenga el Brexit en la crisis migratoria, en la economía del Reino Unido, en el sistema de salud y en nuestras regulaciones ambientales. Pero como casi todos, estoy preocupado principalmente en el impacto que tendrá en el Brexit en mi vida.
Soy un futbolista británico. Desde hace seis años me he ganado la vida jugando fuera de mi país. Por ahora, mi pasaporte británico me ha permitido entrar fácilmente prácticamente cualquier liga europea. La temporada pasada fue la segunda división sueca. Cuando se imponga el Brexit, sin embargo, los futuros contratos extranjeros —y el plan de mi carrera— podrían estar bajo amenaza. Lo mismo le pasará a cientos de futbolistas. Nuestro estatus como jugadores podría estar en riesgo; tanto para los poseedores de pasaportes de la Unión Europea que compiten en el Reino Unido —desde la Liga Premier hasta las divisiones inferiores— como para los futbolistas británicos en el extranjero. Así que no soy el único deportista que está siguiendo con mucha atención las negociaciones del Brexit, y no sin cierto grado importante de temor.
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Es cierto que en esta etapa cualquier especulación acerca de las eventualidades que se desprendan de la entrada en vigor del artículo 50, es pura invención. Mi experiencia en otros territorios fubtoleros, sin embargo, me permite suponer que una salida abrupta llevaría a una carrera masiva en busca de permisos de trabajo para deportistas no británicos en Reino Unido (y viceversa), y habría una intensa competencia entre los atletas que los desean. Ahí es donde entra mi temor. Mi carrera breve ya ha sentido el impacto de las complicaciones que surgen con los permisos de trabajo. Lo que me salvó fueron la libertad de movimiento que daba la Unión Europea.
En 2015, me gradué de la universidad en Estados unidos, donde estudié cuatro años con una beca deportiva, al tiempo que representé a varios otros equipos de futbol en Estados Unidos. Al recibir mi título, mi visa de estudiante expiró y mi estatus legal en la nación estaba sobre suelo incierto. Ahí empezó un periodo de pánico; mi vida y mi reputación futbolística estaban en Estados Unidos y no estaba listo para partir. Eventualmente conseguí un contrato profesional de la USL, la tercera división norteamericana. Los Tulsa Roughnecks, mis nuevos empleadores, consiguieron un permiso de trabajo para mí, el cual adherí con toda alegría a mi pasaporte. Menos de un año después, la temporada terminó y mi visa también llegó a su fin. Se acercaba el invierno: los equipos no estaban contratando y mi única opción fue volar de regreso a Manchester. Organicé todo para que mi visita fuera breve y navideña, pero al estar en Inglaterra, hacer pruebas en Estados Unidos resultaba obviamente imposible. Competir por el número limitado de sitios internacionales en los equipos de Estados Unidos de por sí estaba siendo ya un problema. Mi gente lo intentó pero los entrenadores no querían contratar a un extranjero sin hacer una prueba, y conseguir un permiso de trabajo era caro y resultaba terriblemente frustrante.
Mientras tanto, la Liga inglesa estaba en pleno. Me mudé a casa de mis padres y conseguí una chamba temporal jugando semiprofesional en campos lodosos. Mi carrera no iba a ningún lado. Pedía una nueva oportunidad. Y por fortuna, esta se presentó. Recibí un mensaje de Facebook de un inglés en Tulsa que llevó a una llamada de Whatsapp con un irlandés que estaba en tour en Turquía, quien a su vez me puso en contacto con un sueco-asirio, Ibbe, que estaba avecindado en la ciudad de Örebro. Ibbe me dijo que los Karslunds de la segunda división necesitaban a un mediocampista antes de que comenzara la temporada en dos días. Las transferencias, en mi experiencia, nunca han sido una cosa sencilla.
Por fortuna, cambiar de clubes dentro de la UE resultó ser algo que no requería permisos y que no daba dolores de cabeza. Acordé con Karlsunds de inmediato y una semana después llegué. La facilidad con la que me instalé en Suecia —comparado con las constantes complicaciones de vivir con un estatus temporal en Estados Unidos— fue muy sorprendente. El papeleo era mínimo, mi cuenta de banco funcionaba como siempre. Cuando sufrí una infección seria en el pecho a mitad de temporada, mi seguro europeo me salvó de pagar miles de libras en facturas médicas. En esencia, tener un pasaporte británico mientras jugaba futbol en la UE resultó ser un asunto gloriosamente simple.
En territorio sueco, mi futbol despuntó. Mi nuevo club disfrutó de la mejor temporada en siete años y me premio de Jugador del Año provocó el interés de equipos de divisiones superiores. Después de mi crisis de invierno agradecí las libertades que definen a la Unión Europea. Ahora, claro, para los británicos en el continente y los europeos en el Reino Unido, todo eso está bajo amenaza. Yo estaba en un festival sueco de mitad del verano, cuando se supo que habíamos votado por abandonar la UE. En la noche en que se supone que el sol nunca se pone, el cielo se oscureció súbitamente.
¿Cómo les afectará a los futbolistas y al futbol el Brexit? La respuesta más corta: nadie sabe. Todo depende en qué tipo de salida de Brexit tengamos, es decir, los términos en los que saldremos de la Unión Europea.
Una salida cordial del Brexit significaría que en el Reino Unido seguiría perteneciendo al mercado único. A cambio, las “cuatro libertades” de la Unión Europea —libertad de movimiento de bienes, de personas, de servicios y de capital a través de las fronteras— seguirían existiendo. Los futbolistas son trabajadores como cualquiera. Así que en esta versión del Brexit, el juego, por lo menos a nivel de los jugadores, continuará casi como si nada.
Si el Reino Unido sale del mercado único, en cambio, el futbol padecerá las consecuencias. Cada jugador que no británico en el país requerirá de un permiso de trabajo, y los criterios del Ministerio de asuntos internos para otorgarlo son severos. Las regulaciones exactas son multiples y aunque se pueden apelar, para ser elegible para jugar en Inglaterra, los jugadores internacionales —digamos como ejemplo, los sudamericanos— tienen que ser por lo menos seleccionados semi regulares de sus selecciones. Un Brexit así de severo implicaría que esos mismos criterios se aplicaran a ciudadanos de la Unión Europea. Más de 100 futbolistas que juegan en Inglaterra actualmente gracias a su pasaporte europeo no calificarían para recibir un permiso de trabajo, según una encuesta de la BBC. Dimitri Payet, N’Golo Kante y Anthony Martial caen en esa categoría cuando firmaron contrato en la Premier; ninguna faceta del juego quedaría exenta de ser afectada.
Todo eso sucedería si no se toman medidas especiales para el deporte. Es difícil creer que el voto por salir tenga ese impacto en la principal liga de futbol del país. La élite deportiva, asumo, hallará maneras de convertir una salida severa en un golpecito apenas. Las reglas para obtener un servicio de trabajo podrían relajarse con ciertas cuotas para los deportistas, y eso haría que los equipos compitieran por el número limitado de visas. Sea como sea, el dinero quizá sea lo que resuelva el asunto, y los clubes de la Liga Premier firmarán a los jugadores que desean.
Sin embargo, más abajo en la pirámide del futbol inglés el efecto puede ser muy pronunciado. La razón por la que hay tan pocos sudamericanos jugando en la liga no es por falta de ganas de entarle al campo lodoso. Sé que muchísimos brasileños que juegan en Estados Unidos les encantaría jugar en las ligas inferiores inglesas. Las reglas actuales se los impide. La mayoría de los equipos fuera de la Liga Premier tienen muy pocos extranjeros, aunque normalmente son ciudadanos de la UE. A menos de que las reglas cambien, una salida severa significaría que nuestros compatriotas se tengan que despedir.
Del mismo modo, una ruptura con el mercado único implicaría muchas complicaciones para los ingleses en el extranjero como yo. Los criterios para obtener permisos de trabajo varían de país en país. Aunque los criterios en el Reino Unido son los más severos, nada se compara con la libertad de movimiento. Para muchos clubes, particularmente los clubes pequeños, todo el trabajo que implica hacerse de un permiso de trabajo sería suficiente para que no contraten a jugadores extranjeros. En Suecia, por ejemplo, ¿por qué optar por un jugador inglés sin ciudadanía europea cuando pueden contratar a un alemán sin requerir tantos permisos? (Bueno, en mi caso porque soy muy bueno haciendo vestidor y porque metí todos esos goles el año pasado, no lo olviden.)
Las noticias que salen del parlamento europeo de que las negociaciones por el Brexit incluyen una opción de “ciudadanía asociada” que permitiría que los ciudadanos británicos que así lo deseen puedan viajar y vivir libremente en el continente, sería una gran opción. Todavía faltan muchas negociaciones para que se firme nuestra salida oficial de la UE. Aún así, muchos futbolistas esperan conocer los términos del Brexit como cuando está uno en una barrera un día de invierno: temblamos juntos y pedimos que la pelota no nos pegue. Para tirar el tiro libre está alguien con el mismo poder en la pierna izquierda que Roberto Carlos: Theresa May. Como una superestrella de La Liga, se cubre la mano con la boca y mantiene en secreto su estrategia.
Busqué respuestas de los ministros hace poco. “Las negociaciones del Reino Unido para la salida de la UE no serán ni breves ni sencillas”, dijo el Departamento de Cultura, Medios y Deporte. “Estamos analizando el impacto que tendrá la salida de la UE en el movimiento libre de trabajadores, incluidos los deportistas”. Prepárense, compañeros: no hay dispensaciones especiales para los futbolistas.
Claro está la opción de que la pelota rebote hacia el frente. El Brexit podría tener sus beneficios. Salir del mercado único sin tener beneficios especiales para futbolistas podría significar que habrá más oportunidades para los jugadores locales en las ligas locales. Las academias de élite y los equipos más importantes podrían volver a tener una mayor importancia local. Quien sabe, en una de esas el Brexit se vuelve el catalizador de la gloria internacional. Sea como sea, tendremos que esperar. Mientras tanto, trepidante, espero, me protejo los huevos y rezo.