El primer caso de coronavirus en Argentina se conoció el 3 de marzo. Un hombre de 43 años llegó al país desde Milán y a partir de ahí una bola de nieve comenzó a formarse con el correr de las horas: la pandemia había aterrizado. La radio, la televisión y los periódicos aumentaban sus cifras de infectados y muertes en todo el país, sembrando de a poco una preocupación nacional que derivó en una rápida medida de cuarentena obligatoria. Teniendo como referentes a países como China, Italia y España nada podía fallar. Ellos habían demorado este tipo de disposición, promoviendo así, el contagio desmedido.
A mediados de marzo, el presidente Alberto Fernández dio a conocer una serie de decretos oficiales donde obligaba a las personas en riesgo —mayores de 65 años y pacientes con enfermedades preexistentes como diabetes, cardiopatías y asma, entre otras patologías respiratorias— a quedarse en sus hogares, las clases escolares quedaron suspendidas y los medios de transporte limitados. Sin embargo, en las calles de Buenos Aires y otras ciudades del país todavía se podía ver a personas circulando, yendo a sus trabajos, haciendo filas de cuadras enteras en las puertas de los supermercados y algunos bares abiertos.
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El pasado viernes a las 00:00 llegó a nuestras casas un comunicado oficial que nos obliga a todos y todas a permanecer en aislamiento hasta el 31 de marzo para evitar la propagación del virus. Esta medida es, hasta el momento, la más drástica que tomó el Gobierno desde que el virus COVID-19 empezó a propagarse dentro del país. Debemos abstenernos de ir a nuestros lugares de trabajo, a no ser que justifiquemos, mediante una credencial o carta, la presencia física del sitio que nos solicita; tampoco podemos circular por rutas, calles y otros espacios públicos. Los desplazamientos son mínimos e indispensables para aprovisionarse de alimentos, medicamentos y artículos de limpieza.
Con nuestros DNI en la mano, donde figura el domicilio de nuestros hogares, podemos justificar ante la policía nuestro destino urgente y necesario. Quienes no acatan la orden son denunciados, detenidos y escrachados por vecinos y oficiales autorizados. Hasta el momento casi 6000 personas fueron detenidas por este incumplimiento.
Desde el viernes 20 por la mañana el silencio reina en las calles semi vacías del país para limitar el avance del “enemigo invisible”. Como en la ficción, se escuchan móviles policiales advirtiendo por altoparlantes las consecuencias de salir a la calle innecesariamente, helicópteros circulando por encima de los edificios, canciones y aplausos de personas encerradas.
Hasta el día de hoy se conocieron 225 afectados por el virus. De estos murieron cuatro y se recuperaron veintiocho. Se registran 193 infectados.