Música

Bernard Sumner confiesa toda la verdad sobre Joy Division y New Order

Este artículo apareció originalmente en Vice España.

«Los Ángeles produjo a los Beach Boys, Dusseldorf produjo a Kraftwerk, Nueva York produjo a Chic y Mánchester produjo a Joy Division. Las armonías de los Beach Boys estaban llenas de calor y de sol, el innovador pop electrónico de Kraftwerk estaba impregnado del resurgimiento económico y tecnológico de la Alemania de posguerra, la música de Chic vibraba con el hedonismo alegre de finales de los sesenta en Nueva York y Joy Division sonaba como Mánchester: frío, disperso y a veces, sombrío». Así comienza New Order, Joy Division y yo (Editorial Sexto Piso), el texto autobiográfico de Bernard Sumner (Salford, Inglaterra, 1956). Después del estreno de 24 Hours Party People de Michael Winterbottom y Control de Anton Corbijn —donde quedaban retratados los orígenes de la banda y el suicidio de Ian Curtis— en 2012 se publicaron las memorias de Peter Hook (otro de los miembros de Joy Division) y ahora llega el texto del cantante de New Order.

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El libro arranca con su infancia en Mánchester, entre grandes bloques grises de viviendas, sin ascensor, sepultados por grandes carreteras y el cielo gris, pero, sobre todo, es su memoria musical ligada a la ciudad. En un lugar donde no había escena —de repente, entre un sello (Factory), una discoteca (The Hacienda), varios nombres (Tony Wilson o el productor Martin Hannett) y algunas bandas (Joy Division, Buzzcocks, A Certain Ratio y un poco más tarde, The Smiths)— Mánchester se convirtió en una de las capitales mundiales de la música, a la altura de Londres, Nueva York o Berlín. Y también, por supuesto, está la alargada y delgada sombra de Ian Curtis: «Una de las personas más educadas y amables que te puedes encontrar, un tipo encantador, pero si algo le sacaba de quicio, se emputaba y se alteraba, y lo veías pasearse de un lado a otro, alimentando una rabia creciente, hasta que, finalmente, explotaba» cuenta Sumner.

Algo se movía en esa mugre que era Mánchester en los setenta

«Mis abuelos tenían un gramófono y les gustaba poner un disco viejo en 78 rpm una y otra vez, pero eso no supuso nada para mí. Había oído a The Kinks en la radio cuando era muy joven y me gustaba mucho. Luego oí en las noticias de su comportamiento depravado, las redadas de droga y todo eso. Recuerdo claramente haber escuchado en la radio que la casa de un famoso cantante había sido allanada y que se le había encontrado en la cama no con una, sino con dos chicas. Quedé horrorizado, pero eso no me apartó de la música».

«Bueno, al menos este no parece un loco» (Bernard sobre Ian)

«Al final, escribimos un anuncio y lo pusimos en el escaparate de la antigua tienda de Virgin Records en Lever Street, en Mánchester, el lugar perfecto, porque allí era donde todo el mundo iba a comprar sus discos de punk. Virgin también se había convertido en uno de los principales lugares de reunión de la ciudad para los que ya estaban en grupos o para quienes estaban empezando a formarlos o pensando en formarlos, de modo que era un centro activo para aspirantes a músicos. Teníamos teléfono en el piso de Greegate, así que pusimos mi número en el anuncio, lo fijamos en el cristal y nos fuimos a casa a esperar. Una noche, hubo una llamada a las ocho en punto. Suspiré, fui a la habitación de mi madre y levanté el auricular. “Sí, hola”, dije en tono rotundo. Una voz al otro lado de la línea me dijo: “Llamo por lo del puesto de cantante del anuncio de Virgin”. Puse los ojos en blanco y le pregunté quién era. Dijo que su nombre era Ian, e, inmediatamente pensé: “Bueno, al menos este no parece un loco. Este tipo suena bien”».

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Una cerveza en la mano y en la otra un bolígrafo

«Ian era un escritor maravilloso: amaba las palabras y tenía un don natural para ellas. Le gustaba escribir y tenía un archivo con todo lo que había escrito, un revoltijo de papeles en los que había anotado ideas o frases para volver sobre ellas más tarde, además de material correctamente pulido y afinado. Habitualmente escribía con una botella de algo en la mano. Recuerdo que le gustaba la Carlsberg Special Brew, que era una cosa horrible, algo así como una bebida medicinal para la tos con gas. Si Ian no hubiera estado en un grupo, habría estado escribiendo lo que fuera en algún lugar, de alguna manera. Por supuesto, nosotros no interveníamos de ningún modo en lo que escribía. Todo sonaba putamente personal. Había que ver a Ian tocando la guitarra en un par de canciones, sobre todo en “Love Will Tear Us Apart”, pero también en “Heart and Soul”. En definitiva, le hacíamos tocar la guitarra porque queríamos que se vinculara más, hacer el proceso inclusivo, lo que significaba que tocara bajo coacción».

Y el amor nos desgarró el (puto) corazón

«“Love Will Tear Us Apart” surgió de esa manera y ha demostrado ser una de las canciones más perdurables que hayamos escrito en la vida. Tengo que confesar que no teníamos ni idea de que podría prosperar de la manera en que lo hizo; en aquel tiempo, fue solamente una canción entre las muchas que escribíamos y salió sin ningún esfuerzo. Supongo que los acontecimientos posteriores hicieron de ella una canción especialmente emotiva, pero esa combinación de agresividad punk con un desolador tema de amor parece darle algo eterno. No es una canción de amor usual, no es un himno triunfal vacío que pretenda romper el corazón o algo así; es auténtica, es real, se balancea de un lado a otro entre la fuerza absoluta y la introspección reflexiva, porque eso exactamente era lo que le estaba sucediendo a la persona que escribía la letra. “Love Will Tear Us Apart” es un corte en carne viva de una vida real, atrapada en el tiempo».

Antes de que Ian Curtis se colgara

«Ian no disfruto con “Closer” tanto como con “Unknown Pleasure”. Y eso fue por una razón: pensaba que los teclados nos hacía sonar “como los putos Genesis”, pero también se debía a que estaba atravesando ciertas dificultades en su vida personal y solía tener un estado de ánimo bastante agrio. Había conocido a Annik Honoré, una periodista de Bruselas que trabajaba para la embajada belga en Londres y había comenzado una relación con ella. Estuvo muy inestable emocionalmente el tiempo que pasamos en la capital. Era otra de las contradicciones de Ian: se sentía culpable con ese asunto porque estaba casado con Debbie y tenían una niña, Natalie, de solo nueve meses, pero, al mismo tiempo, quería estar con Annik. Estas aventuras amorosas no eran propias de Ian que junto con su epilepsia, lo hacían caminar por una senda peligrosa».

Electrónica, cajas de ritmos, samplers: viva la fiesta

«Recuerdo con claridad una noche, cuando estaba sentado en una discoteca de Nueva York, alrededor de las tres o las cuatro de la mañana, y pensé qué sería muy grande hacer música electrónica que se pudiera tocar en una de aquellas discotecas. Ya había estado interesado en la música electrónica en los días de Joy Division. Como banda nos gustaba Kraftwerk, la inventiva que tenía y habíamos puesto “Trans-Europe Express” por el sistema de megafonía antes de salir al escenario. También estábamos interesados en Donna Summer y Giorgio Moroder, cualquier cosa que tuviera un sonido nuevo y pareciera estar mirando hacia adelante. De todas formas, me seguía gustando la guitarra: la Velvet, David Bowie, Neil Young e Iggy Pop. La primera vez que fui a ver a Ian a su casa, después de que le hubiéramos asignado el puesto de cantante, él dijo. “Coño, escucha esto”, puso un disco y la canción era “China Girl” de Iggy Pop».

Tocar el cielo con New Order, tener un gran éxito

«“Blue Monday” fue una pieza clave en nuestro ascenso por la escalera de la tecnología y de la música electrónica. No me parecía interesante aprender en la escuela, pero aprender a componer música, especialmente música electrónica, era algo que me apasionaba, porque era algo que uno podía hacer por sí mismo. “Blue Monday” fue la cúspide de ese proceso de aprendizaje y se convertiría también en la cúspide de nuestro éxito comercial; es el máxi-single más vendido de todos los tiempos».