Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.
Mientras los vehículos blindados pululaban por las calles de la capital de Myanmar el 1 de febrero, la reportera gráfica Nyein Lay fingió tomar fotografías de jardines de flores y estatuas. Su colega, otra mujer, sonrió e hizo una pose. Solo eran dos chicas de vacaciones, o eso pensaban las tropas captadas por la cámara.
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En una de las fotos, un hombre con una ametralladora, de mirada amenazadora, las observa fijamente a menos de diez pasos de distancia. Un reportero distinto podría haber perdido su equipo o incluso haber sido arrestado. Pero en un país donde los soldados están acostumbrados a equiparar los reportajes de combate con el “trabajo de un hombre”, se quedó de brazos cruzados.
“En Myanmar, realmente subestiman a las mujeres”, contó a VICE World News Nyein Lay, quien trabaja para la revista local Frontier Myanmar.
Aunque la prensa de Myanmar tiene sus madres fundadoras, como la legendaria corresponsal de Voice of America, Aye Aye Mar, quien dirigió una red clandestina de comunicadoras durante los anteriores gobiernos militares, se considera una profesión estereotípicamente machista.
Pero en el salto a la democracia durante la última década, las mujeres han comenzado a hacerse un hueco en los medios de comunicación dominados por hombres, asumiendo tareas peligrosas, ganando premios prestigiosos y al frente de las salas de redacción. Ahora, mientras la junta militar busca acabar con los vestigios de una sociedad libre, se enfrenta a un grupo de corresponsales mucho más diverso.
Todavía hay muchos puntos ciegos. La cobertura del actual movimiento de desobediencia civil contra el nuevo régimen no se ha librado del lente masculino. Los hombres jóvenes detrás de escudos de madera y barricadas improvisadas, esquivando granadas de gas y arrojándolas a la policía, han sido en gran medida el rostro de las protestas. En cambio, se le ha dedicado menos atención a las mujeres que pintaron carteles, planearon puntos de reunión, reservaron autobuses y llevaron a cabo cientos de tareas críticas para el levantamiento nacional.
“Hay muy poca cobertura del trabajo de fondo, ese trabajo invisible que está sucediendo, y una buena parte lo hacen las mujeres”, dijo Aye Min Thant, de 28 años, quien se desempeñó como activista de los derechos humanos antes de conseguir un trabajo en Reuters en 2018 y luego pasar al freelance. “Las personas no necesariamente tienen acceso a esas redes, especialmente si se trata de un periodista que nunca ha interactuado con ellas”.
Aye Min Thant, quien se identifica como una persona de género no binario, dijo que notó la brecha de género en su primera conferencia de prensa, en la que solo había dos reporteros que no eran no hombres entre decenas de periodistas. “Pero recuerdo que no sentí tanta rabia por eso cuando fui al baño [de mujeres] y no había una fila esperándome”, dijo bromeando.
En un momento dado, el Ministerio de Información envió un aviso a las publicaciones alentando a las mujeres del personal a vestirse “profesionalmente”, es decir, con faldas y blusas tradicionales en lugar de jeans. En una ocasión, recordó Aye Min Thant, cuando una publicación importante recibió críticas por su cobertura centrada en los hombres, su solución fue publicar más artículos sobre concursos de belleza y maquillaje.
“Los ‘problemas de las mujeres’ son vistos como un asunto separado que existe además de la experiencia humana neutral”, dijo.
Con la junta militar subyugando a la prensa o cualquier persona que transmita con una cámara, se estima que ocho mujeres que trabajan en los medios han sido detenidas desde el inicio del golpe de Estado, según un grupo de monitoreo.
Durante la cobertura al frente de las protestas recientes —donde los hombres con altavoces ordenan a las mujeres pasar a la retaguardia o áreas especiales para mujeres— algunas periodistas tuvieron que lidiar con algunos intentos equivocados de caballerosidad por parte de sus homólogos masculinos. En una manifestación, Nyein Lay recordó, “solo había chicos y hombres en la fila, y cuando escuchamos el estallido de las bombas de gas lacrimógeno, un tipo me dijo: ‘¡Tienes que irte! ¡No es seguro para ti!’ Y yo le pregunté por qué. Un hombre tiene dos piernas y dos brazos y eso lo tenemos nosotras. ¿Por qué no podemos quedarnos en la fila y hacer nuestro trabajo?”.
“solo había chicos y hombres en la fila, y cuando escuchamos el estallido de las bombas de gas lacrimógeno, un tipo me dijo: ‘¡Tienes que irte! ¡No es seguro para ti!’ Y yo le pregunté por qué. Un hombre tiene dos piernas y dos brazos y eso lo tenemos nosotras. ¿Por qué no podemos quedarnos en la fila y hacer nuestro trabajo?”
Al ver a un manifestante anidado en lo alto de un árbol, la reportera y podcaster Win Zar Ni Aung sorprendió a la multitud cuando trepó a un tanque de agua cercano y lo entrevistó. En su carrera de diez años, Zar Ni ha sido pasada por alto en coberturas de alto perfil en lugares considerados demasiado “riesgosos”, que prácticamente son cualquier lugar fuera de las principales ciudades, dijo. Como directora de su propio equipo de noticias (produce Doh Athan, un podcast sobre derechos humanos financiado por Suiza), Zar Ni ha podido acudir a los poblados controlados por los rebeldes y a los campos de refugiados fronterizos.
“Cuando estoy realizando una cobertura, no pienso en mí misma como una ‘mujer’”, se burló. “Puedo hacer todo lo que hace un hombre”.
Sin embargo, Zar Ni dijo que ser una mujer en los medios la ha ayudado a conectarse con trabajadoras de fábricas clandestinas, víctimas de violencia sexual, madres en campamentos para desplazados internos y otras mujeres que podrían sentirse incómodas discutiendo detalles íntimos con un hombre extraño. Más mujeres en la industria ayudarían a que se cuenten sus historias, dijo.
Sin embargo, no necesariamente les hará ganar más respeto, agregó Zar Ni. La industria también tiene otras preocupaciones: “Mi opinión no es la misma que la de otras mujeres”, dijo. “No quiero más mujeres periodistas, quiero más periodistas en Myanmar”.
Zar Ni cree que los problemas económicos mantienen a las mujeres fuera de las labores periodísticas. Incluso antes del golpe, ser reportero en Myanmar era una de las profesiones peor pagadas, con ganancias de apenas algunos pocos cientos de dólares al mes.
Naw Betty Han, que trabaja para Frontier Myanmar, dijo que la fuga de talentos también es un problema.
“Después de adquirir experiencia durante seis o siete años, la mayoría de las mujeres se cambian a otro campo relacionado, como el marketing digital y las relaciones públicas”, dijo.
Si bien está de acuerdo en que el dinero es una barrera importante, le preocupa la brecha de género. Se vio obligada a pasar de la radiodifusión a las publicaciones impresas cuando su antiguo jefe decidió que no debía ser la única mujer en un equipo de video donde todos eran hombres. Anhela contar con más mujeres en el espacio de trabajo y sueña con un día trabajar en una sala de redacción donde todo el personal sean mujeres. Pero, ¿por qué una mujer elegiría esta profesión cuando podría ganar el doble en una industria más “femenina”?
Nyein Lay, que comenzó como fotógrafa de bellas artes, dio el salto cuando escuchó una conferencia sobre fotoperiodismo de un editor del Myanmar Times. Ahora espera que la cobertura de las mujeres de los eventos históricos en Myanmar inspire a otras a seguir la misma trayectoria profesional.
“Existen muchas fotógrafas”, dijo. “Tal vez después del golpe le dirán a sus padres: ‘Quiero ser periodista’”.